Al sur de la Ciudad de México, donde conviven el legado prehispánico y un ecosistema volcánico único, la Zona Arqueológica de Cuicuilco estrena un vivero especializado con 7,500 ejemplares de árboles, arbustos y hierbas nativas del Pedregal del Xitle. Esta iniciativa no solo busca conservar la biodiversidad local, sino también reforestar, investigar y educar en torno al valor biocultural de esta área.

Un pulmón verde con raíces profundas en la historia y la ciencia

El nuevo vivero forma parte del Proyecto de Restauración Ecológica en Cuicuilco, coordinado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el Grupo de Ecología y Conservación de Islas (GECI) y universidades como la UNAM, la ENCT y Chapingo. Su objetivo principal es reconciliar la ciudad con su entorno natural y cultural, recuperando el ecosistema de matorral xerófilo que distingue al sur de la capital.

Tecnología, tradición y especies endémicas

Con una estructura de 6 por 20 metros, el invernadero puede albergar hasta 10,000 plantas. La producción se realiza con dos métodos: uno tecnificado con cavidades individuales para cada semilla, y otro tradicional, en bolsas de germinación. La mitad de las plantas cultivadas en el primer año serán utilizadas para reforestar las 25 hectáreas de la zona arqueológica, mientras que el resto se donará a comunidades interesadas en restaurar áreas verdes con flora nativa.

José Luis Navarro Sandoval, responsable del vivero, señala que este proyecto también busca reintroducir especies originarias en el diseño urbano y promover una cultura ambiental más conectada con el paisaje original del Valle de México.

Conservación, biodiversidad y resiliencia urbana

El Pedregal del Xitle no solo es hogar de una gran diversidad vegetal, también cumple funciones clave en la captación de agua, la regulación del clima local y la protección de vestigios arqueológicos. Por ello, el monitoreo constante de su flora y fauna es parte esencial del proyecto, con el apoyo de un equipo multidisciplinario.

Además, se prevé ofrecer talleres educativos y actividades de divulgación científica, en colaboración con la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), para fortalecer el vínculo entre las comunidades y su patrimonio biocultural.

Un modelo para otras zonas arqueológicas del país

Especialistas del INAH consideran que esta experiencia puede replicarse en otras zonas arqueológicas, como una forma de integrar la conservación ambiental con la protección del patrimonio histórico. El biólogo Jerónimo Berruecos Frank destaca que este tipo de ecosistemas actúan como refugios verdes en la ciudad, no solo para animales migratorios, sino también para las personas que buscan reconectar con la naturaleza.

Hacia una ciudad más verde y con memoria

En su segundo año, el proyecto se centrará en consolidar el matorral xerófilo nativo, manejar especies exóticas invasoras y fortalecer la participación comunitaria. Así, Cuicuilco no solo conservará su pasado arqueológico, sino que se transformará en un ejemplo vivo de cómo es posible construir una ciudad más resiliente, verde y en armonía con su historia y su entorno.