Te presentamos la Casa Borda, una joya arquitectónica del siglo XVIII que aún conserva su magia. Este impresionante edificio fue construido por José de la Borda, un francés que llegó a ser uno de los hombres más ricos de la Nueva España gracias a la minería en Taxco. ¿El motivo de su construcción? Nada menos que un regalo para su esposa, Teresa Verdugo Aragonés, en un intento por rivalizar con las opulentas casas de los descendientes de Hernán Cortés. ¡Eso sí que es amor (y mucho oro)!
La Casa Borda originalmente ocupaba toda una manzana y era un verdadero espectáculo. Imagínate: tres pisos recubiertos de tezontle rojo y piedra arenisca, un balcón que rodeaba todo el edificio con herrería estilo patas de gallo, y un interior decorado con alfombras, porcelanas, esculturas y muebles tallados que quitaban el aliento. Por si fuera poco, también tenía un nicho con una estatua de la Virgen de Guadalupe para bendecir su entrada principal.

Hoy en día, el edificio no es lo que era (los años y el tiempo no perdonan), pero aún quedan vestigios que nos cuentan su rica historia. Está dividido en cinco predios, y el ubicado en Bolívar 26 es el único que conserva su estructura original del siglo XVIII. Este lugar ha visto de todo: desde el famoso Salón Rojo, la primera sala de cine en la Ciudad de México, hasta los excéntricos Baños del Harem, que aún guardan un panel de azulejos con la figura de Neptuno.

En los años más recientes, el edificio también fue hogar del Museo Serfín, una pequeña pero valiosa colección de trajes indígenas que lamentablemente cerró sus puertas. Sin embargo, el banco Santander mantiene su presencia en el lugar, recordándonos su relevancia histórica y cultural.

Si visitas la Casa Borda, presta atención a sus detalles arquitectónicos, como la piedra tallada a nivel de calle y los balcones que, aunque ya no rodean todo el edificio, siguen siendo testigos de un pasado lleno de opulencia y esplendor. ¡Un verdadero viaje al México colonial sin salir de la ciudad!
Así que la próxima vez que camines por las calles de Madero o Bolívar, detente un momento frente a esta joya arquitectónica y déjate transportar al siglo XVIII. ¿Quién dice que las calles no cuentan historias?
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