Pasear por la Calle de la Amargura es mucho más que recorrer una vía empedrada en el corazón de San Ángel. Es transitar por siglos de historia que combinan la mística prehispánica, la espiritualidad colonial y el esplendor novohispano. Aunque su nombre evoque melancolía, este rincón de la Ciudad de México ofrece una experiencia llena de matices donde cada paso despierta recuerdos, aromas y reflexiones.

Tenanitla: Antes de San Ángel

Mucho antes de que la calle llevara su peculiar nombre, este lugar era conocido como Tenanitla, que en náhuatl significa junto a la muralla de piedra. La referencia es clara: la zona estaba rodeada por una barrera natural formada por la lava solidificada de la erupción del volcán Xitle. Esta piedra volcánica no solo delineó la geografía del lugar, sino que también jugó un papel fundamental en la historia mexica. Se dice que Moctezuma II, en su deseo de engrandecer el templo de Huitzilopochtli, envió comitivas a buscar una piedra digna para los sacrificios rituales. Después de una larga búsqueda, fue en Tenanitla donde hallaron un monolito de las dimensiones requeridas, mismo que fue labrado y trasladado ceremoniosamente a Tenochtitlan.

La Llegada de los Frailes y el Nacimiento de San Ángel

Con la llegada de los españoles, la espiritualidad prehispánica dio paso a la labor evangelizadora. Los primeros frailes franciscanos y luego los dominicos encontraron en este fértil rincón un lugar perfecto para establecerse. Atraídos por el río Atlitic, más tarde llamado río Magdalena, y rodeados de árboles frutales que les proveían alimento, los frailes se asentaron en Tenanitla y comenzaron su misión evangelizadora.

Fue en 1615 cuando los carmelitas construyeron el Colegio de San Ángelo Mártir, en honor a un santo palestino convertido al cristianismo que dedicó su vida a la predicación y murió martirizado. De este colegio surgirían futuros sacerdotes y confesores, y es precisamente de ahí que San Ángel toma su nombre. Con el tiempo, la modesta vida espiritual de los carmelitas dio paso a la ostentación novohispana, donde las élites comenzaron a establecerse en la zona, dejando atrás el espíritu de austeridad.

Por Qué la Llamaron “Calle de la Amargura”

El nombre de la Calle de la Amargura tiene su origen en la tradición religiosa que aún perdura en San Ángel. Desde tiempos virreinales, la Procesión del Silencio, celebrada la noche del Viernes Santo, partía del templo de El Carmen hacia la Plaza San Jacinto. Este trayecto, marcado por el duelo y la aflicción en honor a la Virgen de Dolores, hizo que la vía principal de la procesión fuera bautizada como “Calle de la Amargura”. A su lado, el angosto pasaje conocido como Santísimo refuerza esta conexión espiritual, pues ambos caminos acompañaban el recorrido luctuoso de la Virgen.

Curiosamente, el nombre también tiene ecos europeos, ya que en Madrid, España, existe una calle del mismo nombre vinculada a la misma tradición religiosa. Tras la conquista, este nombre resonó en varias ciudades de América Latina, desde Colombia hasta Costa Rica, perpetuando su simbolismo de dolor y reflexión.

Historias Guardadas Entre Sus Muros

La Calle de la Amargura es mucho más que un simple recorrido religioso. A medida que avanzas por su empedrado, es imposible no admirar las casonas que resguardan siglos de historia. En la esquina de Amargura y Benito Juárez, por ejemplo, se encuentra la Casa del Obispo de Madrid, que primero fue hogar del maestro boticario Antonio Fernández en 1707 y posteriormente del obispo Joaquín Fernández de Madrid y Canal. Esta casona, hoy convertida en la Galería de Arte Popular Mexicano, también albergó a figuras ilustres como Antonio López de Santa Anna, el poeta José Zorrilla y el historiador José María Agreda y Sánchez.

Más adelante, cerca de la Avenida Revolución, se erige la Casa del Mayorazgo de Fagoaga, propiedad del platero Francisco Fagoaga, quien trabajaba en la Casa de Moneda. Esta casona también fue hogar del virrey Alonso Núñez de Haro y Peralta, un testimonio del lujo y la prosperidad que caracterizó a San Ángel en tiempos virreinales.

La Amargura, Entre Elitismo y Cultura

Con el paso del tiempo, San Ángel dejó atrás su carácter austero para convertirse en un enclave de poder y opulencia. Las casonas, los conventos y las huertas que alguna vez pertenecieron a los carmelitas pasaron a manos privadas tras la Reforma, lo que cambió el paisaje del lugar. Hoy, esta calle alberga instituciones culturales como el Centro Cultural Isidro Fabela, también conocido como Museo Casa del Risco, cuya entrada principal se encuentra en la Plaza San Jacinto, pero cuya parte posterior da a la Calle de la Amargura.

Un Paseo Entre Arte y Tradición

Hoy, caminar por la Calle de la Amargura no es motivo de tristeza, sino una oportunidad para descubrir el esplendor de San Ángel. Los fines de semana, el Jardín del Arte transforma la Plaza del Carmen en una galería al aire libre donde artistas dan vida a sus lienzos. Es aquí donde la historia y el arte conviven, invitando a las y los paseantes a reflexionar sobre la mezcla de dulzura y amargura que define la vida misma. También podrás encontrarte con el Mercado del Carmen, que es un espacio donde se juntan diferentes propuestas de diseño y gastronómicas para todos los gustos; así como varios restaurantes y tiendas que vale la pena conocer.

Así que la próxima vez que alguien te diga que te traerá “por la Calle de la Amargura”, tómatelo como una invitación a recorrer un rincón lleno de historia, cultura y belleza, donde cada paso te lleva a descubrir un nuevo secreto del pasado y a contemplar el legado que aún perdura entre sus empedradas calles.