¿Alguna vez te has preguntado qué historias guarda un edificio tan imponente como el que ocupa buena parte de la Plaza de Santo Domingo? Ese gigante es el Antiguo Edificio de la Aduana, un lugar con siglos de historia, arte fascinante y hasta una leyenda romántica que parece sacada de una novela.
Un vistazo al pasado
Este edificio, que comenzó a construirse en 1729 bajo la dirección del arquitecto Pedro de Arrieta, fue en su momento la sede de la Real Aduana de México. Aquí se tasaban y cobraban los impuestos de las mercancías que llegaban al virreinato. Imagínate a las recuas de mulas entrando y saliendo, cargadas con productos de todas partes del mundo, mientras los funcionarios se encargaban de “despachar la aduana”.
Con los años, el edificio creció, adaptándose al bullicio de una ciudad en constante expansión. En 1777, se amplió hacia el norte, alcanzando el Palacio de la Inquisición. Más tarde, durante el Porfiriato, fue el escenario de eventos tan elegantes como un gran banquete presidencial en 1887.
Hoy, el edificio forma parte del complejo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que lo adquirió en 1921. Pero no te dejes engañar: detrás de sus muros aún resuenan ecos del pasado.
Arte que habla
Dentro del edificio, el arte te espera en cada esquina. Destaca el mural Patricios y Patricidas de David Alfaro Siqueiros, que trabajó en esta obra durante más de dos décadas, creando una alegoría de las luchas ideológicas que parecen repetirse a lo largo de la historia.
Otro imperdible es la obra Ecuación en Acero de Manuel Felguérez, un homenaje a las ciencias exactas y su influencia en otras disciplinas. Con 10 metros de longitud y 12 de altura, esta pieza monumental fue creada para conmemorar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución.
La leyenda del caballero enamorado
Como si su historia no fuera lo suficientemente intrigante, el edificio tiene su propia leyenda. Según cuentan, un caballero llamado don Juan Gutiérrez Rubín de Celis, conocido por su vida de lujos y fiestas, se enamoró perdidamente de una joven llamada doña Sara García. Ella aceptó casarse con él, pero solo si terminaba la construcción de la Aduana en seis meses.
Impulsado por el amor, don Juan contrató a decenas de trabajadores y supervisó personalmente la obra, trabajando día y noche. Contra todo pronóstico, completó el edificio tres días antes del plazo. Su esfuerzo dio frutos: doña Sara cumplió su promesa y ambos se casaron en 1734.
Visítalo y descúbrelo
Ubicado en el número 31 de la calle República de Brasil, este lugar no es solo un testigo de la historia, sino también un espacio para el arte y la cultura. Su acceso está integrado al Museo de la Secretaría de Educación Pública, donde puedes admirar tanto las obras murales como su arquitectura histórica.
El Antiguo Edificio de la Aduana no solo es un pedazo del pasado, sino también un recordatorio de las historias de amor, trabajo y arte que construyen el corazón de la Ciudad de México. ¡No te lo pierdas!
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Dirección: República de Brasil #31, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX