Eje Central es una de las calles más largas y transitadas de la Ciudad de México; con poco menos de veinte kilómetros, está avenida nace en Avenida Ajusco, justo en los límites con Coyoacán, y se convierte al norte, al cruzar Insurgentes, en Avenida de los Cien Metros para llegar hasta el Acueducto de Tenayuca, justo donde en el límite entre CDMX y el Estado de México. Es una calle tan larga, que, a pesar de ser paralela con Insurgentes, termina cruzándola (obvio esto es carilla). Y, si te has fijado al caminar o circular por el Eje Central Lázaro Cárdenas, seguramente te habrás dado cuenta de que, a lo largo e la ciudad, la calle tiene varios nombres alternativos como Niño Perdido o San Juan de Letrán, entre otros. ¿Alguna vez te has preguntado el por qué de estos nombres? Si respondiste que sí, acompáñame a descubrirlo.
Antes que nada, debes saber que la Ciudad de México terminaba (por lo menos hacia el poniente) justamente por donde hoy pasa el Eje Central. Por lo mismo, se construyó una pequeña calzada, que después se convertiría en avenida, que iba de sur a norte por los límites de la ciudad. Y, mientras crecía la mancha urbana, se fueron construyendo edificios a los costados de esta avenida, como ejemplo está el Palacio de Bellas Artes y la Nacional. Pero la ciudad creció bastante más en todas direcciones y, para mediados del siglo XX, ya existían varias avenidas que iban de sur a norte (y viceversa), siguiendo el trazado de lo que hoy es el Eje Central.
Para los años cincuenta, el gobierno de la Ciudad antes llamada Distrito decidió tratar de incorporar todas esas avenidas en una sola, sentando las bases de lo que hoy es el Eje Central. Y, por los años setenta, se planteó la idea de reorganizar el trazo urbano de la ciudad, tirando algunos edificios para poder unificar diferentes calles y avenidas que formarían lo que hoy son los Ejes Viales. Fue en ese momento en el que nació, de forma oficial, el Eje Central, juntando Avenida Panamá, Niño Perdido, San Juan de Letrán, Calle de Santa María la Redonda y Avenida de los 100 metros (porque desde hace décadas no se llama Cien Metros de forma oficial). Y su nombre se debe a que, a partir de esta “mega” avenida surgen los demás Ejes Viales de la Ciudad. Pero… ¿De dónde surgieron los nombres de todas esas avenidas?
Probablemente, de todas las avenidas o tramos que conforman el Eje Central, el nombre que más llama la atención es el de Niño Perdido. Lo creas o no, esta calle literalmente se llama (o llamó) Niño Perdido, porque un niño se perdió en esa zona durante la Colonia. La realidad es que se desconoce la historia exacta de aquel niño que se perdió, pero existen dos grandes leyendas coloniales al respecto.
En resumen, la primera habla de un joven platero (que tenía su negocio en la calle de Plateros, hoy Madero, muy cerca de la Alameda) que fue rechazado por su novia, quien decidió casarse con un escultor que acababa de llegar de España. La pareja concibió un hijo al poco tiempo de casarse, formando una familia feliz. Sin embargo, una noche cualquiera, un incendio provocó caos en la calle de Plateros y sus alrededores; y el joven platero, que seguía enamorado, decidió robar al bebé de su ex novia. Al darse cuenta del robo, la mujer salió a la calzada gritando “¡Mi hijo se ha perdido! ¡Madre mía, devuélveme al niño perdido!“. Aunque encontraron al bebé con vida poco tiempo después, la gente empezó a llamar a la calzada como Niño Perdido.
Otra leyenda sobre esta calle cuenta que Adrián de Villacaña llegó, junto a su hijo Lauro, en 1659 a la Ciudad de México. El español llegó a México buscando nuevos negocios y olvidar la muerte de su querida esposa. Padre e hijo consiguieron una casona en lo que hoy es el Eje, y empezaron una nueva vida. Sin embargo, Lauro seguía triste y enojado por la muerte de su madre. Con el paso de los años, Adrián fue diagnosticado con una extraña enfermedad que estaba acabando con él, por lo que decidió que tenía que casarse, y que una mujer cuidara de su hijo al morir. Eventualmente, se casó con Doña Elvira, pero Lauro no aceptó a la mujer y se peleaba constantemente con ella. Una noche, el niño desapareció por completo. Su padre se volvió loco buscándolo toda la noche, y pasaron los meses, y siguió buscándolo hasta su muerte. Doña Elvira se convirtió en la heredera única de la fortuna Villacaña y empezó a darse una vida de lujos. Sin embargo, una noche de locura, la mujer se quitó la vida aventándose de la ventana.
Mientras Doña Elvira caía por la ventana, la Sirvienta se encontró con una llave que había caído sin explicación al suelo. Entró, junto a sus compañeros, entró al cuarto de la señora a buscar a ver a qué podía pertenecer esa llave; de pronto, sintieron un olor fétido que salía de un baúl. Al acercarse, descubrieron que la llave podría abrirlo, así que probar si abría. Metieron la llave, la giraron y el candado se abrió sin problema. Y, al abrir el baúl, descubrieron el cuerpo sin vida de Lauro. A partir de aquél entonces, la gente empezó a llamar a esta calle como Niño Perdido.
Los demás tramos de Eje Central tienen historias más sencillas y menos curiosas. Por ejemplo, el tramo conocido como San Juan de Letrán, viene del Colegio San Juan de Letrán, el primer colegio de educación primaria en la Nueva España, que se encontraba en la esquina de Eje Central y Plateros (hoy Madero). Por otro lado, el tramo conocido como Santa María la Redonda debe su nombre al a la Iglesia de Santa María la Redonda, que se encuentra a la altura de la colonia Guerrero, prácticamente frente a Garibaldi.
Así que ya sabes, la próxima vez que circules por el Eje Central Lázaro Cárdenas, estarás viajando no solo por una de las arterias más importantes de la Ciudad de México, sino también por un camino cargado de historia y leyendas. Desde el trágico destino de un niño perdido hasta las transformaciones urbanas del siglo XX, cada tramo de esta avenida tiene su propio relato, haciendo que esta vía no sea solo un conjunto de calles unificadas, sino un verdadero museo viviente del pasado capitalino. ¿Qué otras historias y secretos guardará este mítico eje de la ciudad? Solo queda explorarlo con curiosidad y dejar que la historia te susurre al oído mientras avanzas por su recorrido. ¡El Eje Central es mucho más que un simple camino, es un viaje a través del tiempo en pleno corazón de la CDMX!