Si alguna vez has pasado frente al imponente Monumento Ecuestre a Carlos IV en la Plaza Manuel Tolsá, tal vez te hayas preguntado: ¿por qué “El Caballito”? Bueno, este apodo cariñoso (e irónico) no se refiere precisamente a su tamaño, porque esta estatua, obra maestra de Manuel Tolsá, es la segunda más grande del mundo hecha de bronce fundido.

La historia de este jinete comienza en 1796, cuando el virrey Miguel de la Grúa Talamanca, famoso por su dudosa reputación, encargó la obra para halagar al rey Carlos IV. Con el visto bueno de Madrid, Tolsá se puso manos a la obra, colaborando con Salvador de la Vega, experto en fundir las enormes campanas de la Catedral Metropolitana. Siete años y mucho esfuerzo después, la estatua quedó lista en 1803, pero su viaje apenas comenzaba.

El primer traslado del monumento fue toda una odisea. Desde el Colegio de San Gregorio hasta el pedestal en el Zócalo, recorrer 1,600 metros tomó cinco días. Este sería solo el primero de varios cambios de residencia para las 26 toneladas de bronce.

Con el tiempo, las cosas no fueron fáciles para El Caballito. Carlos IV abdicó en 1808, y el sentimiento antiespañol creció durante la lucha por la independencia. Por un tiempo, la estatua fue ocultada bajo una lona azul para evitar su destrucción. Eventualmente, en 1822, encontró refugio en el edificio de la Real y Pontificia Universidad.

Más tarde, en 1852, fue trasladada a la intersección de Paseo de la Reforma y Bucareli, donde permaneció por más de un siglo, vigilando una de las avenidas más importantes de la ciudad.

Finalmente, en 1979, El Caballito llegó a la Plaza Manuel Tolsá, donde descansa frente al Museo Nacional de Arte y el Palacio de Minería. Este lugar, cargado de historia y cultura, parece rendirle homenaje al verdadero protagonista de la obra: Manuel Tolsá, quien dedicó años de su vida a esta monumental creación.

Así que la próxima vez que lo veas, detente un momento. Observa los detalles, piensa en su viaje a lo largo de los siglos y aprecia cómo esta obra es más que un monumento al rey que representaba: es un tributo al talento de su creador y a la historia de México. ¡Vaya Caballito lleno de aventuras!

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