Ubicada al pie del cerro del Tepeyac, en la alcaldía Gustavo A. Madero, la Basílica de Santa María de Guadalupe es mucho más que un templo: es uno de los lugares de peregrinación más visitados del mundo. Solo la supera la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Cada año, millones de personas —alrededor de 20 millones, para ser exactos— llegan desde todos los rincones del planeta para venerar a la Virgen de Guadalupe, especialmente el 12 de diciembre, su día festivo.

Un poco de contexto

El nombre completo de este recinto es Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, y pertenece a la Arquidiócesis Primada de México. Actualmente está bajo el cuidado del canónigo Efraín Hernández Díaz, quien funge como rector y vicario general de la Vicaría Episcopal de Guadalupe desde noviembre de 2023.

La historia de la Antigua Basílica

La primera gran iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe fue la Antigua Basílica, cuya construcción comenzó en 1695 bajo la dirección del arquitecto Pedro de Arrieta. Se inauguró el 1 de mayo de 1709 con un solemne novenario. Este templo barroco fue diseñado con una impresionante fachada que simula un biombo y con torres octagonales coronadas con mosaicos de talavera, evocando la Jerusalén celestial mencionada en el Apocalipsis.

A lo largo de los siglos, la Antigua Basílica fue objeto de numerosas transformaciones. En el siglo XIX, sufrió daños por la construcción cercana de un convento y fue redecorada en estilo neoclásico por el célebre arquitecto Manuel Tolsá. Más adelante, en preparación para la Solemne Coronación Pontificia en 1895, el templo se restauró por completo: se amplió el espacio del cabildo, se colocó un espectacular retablo de mármol de Carrara y se decoraron los muros con grandes pinturas guadalupanas.

Durante la guerra cristera, en los años 20, un atentado con bomba causó daños al altar mayor. Sorprendentemente, el ayate con la imagen de la Virgen salió ileso, lo que se interpretó como un milagro. Desde entonces, la imagen ha sido tratada con especial cuidado, siendo incluso resguardada temporalmente fuera del templo.

Ya en la década de 1930, se realizaron más mejoras: se amplió la nave, se colocó un nuevo piso de mármol y se instaló un órgano monumental. También se embelleció el presbiterio con mosaicos venecianos, vitrales con escenas bíblicas y un sagrario de plata inspirado en el convento de San Agustín de Acolman.

Sin embargo, hacia mediados del siglo XX, la estructura de la Antigua Basílica ya no podía sostener el paso del tiempo ni la creciente cantidad de peregrinos. El suelo inestable del Tepeyac provocó hundimientos desiguales y, como medida de precaución, el templo fue cerrado.

La Nueva Basílica: un nuevo hogar para el ayate

Ante la urgencia, se decidió construir una nueva sede para la Virgen. Así nació la Nueva Basílica de Guadalupe, un templo moderno con capacidad para albergar a miles de fieles. El 12 de octubre de 1976, el ayate fue trasladado a su nueva casa, un edificio de planta circular que permite una vista perfecta de la imagen desde cualquier punto. Fue un momento histórico, marcando el fin de 267 años de veneración en el edificio antiguo.

La Nueva Basílica no solo ofrecía más espacio y seguridad estructural, sino también una experiencia espiritual más cercana para las y los peregrinos. La imagen original de la Virgen se encuentra detrás del altar mayor, protegida por un vidrio blindado, y puede ser vista de cerca gracias a una banda transportadora que permite la circulación constante de visitantes.

El renacer de la Antigua Basílica

Afortunadamente, la historia de la Antigua Basílica no terminó ahí. En 1979, el INAH, la Conferencia del Episcopado Mexicano y Conaculta iniciaron un ambicioso proyecto de restauración. Gracias al uso de tecnología avanzada como gatos hidráulicos y pilotes de concreto, lograron estabilizar el edificio y evitar su colapso. En el año 2000, justo a tiempo para el Jubileo, fue reabierta bajo el nuevo nombre de Templo Expiatorio a Cristo Rey.

Hoy en día, esta joya arquitectónica se encuentra completamente restaurada: cuenta con un nuevo piso de mármol, un órgano histórico Wurlitzer que volvió a sonar después de 34 años de silencio, y una agenda activa de actividades religiosas y culturales, como conciertos y retiros.

Un ícono espiritual y cultural

Más allá de su impresionante arquitectura y valor histórico, la Basílica de Guadalupe es símbolo de identidad, fe y unidad para millones de personas. La devoción a la Virgen de Guadalupe trasciende fronteras, idiomas y culturas. Su imagen es emblema de consuelo y esperanza no solo en México, sino en todo el continente americano.

Por su relevancia espiritual y social, este recinto mariano se ha convertido en un fenómeno sin igual. Su historia, que entrelaza milagros, arte, arquitectura y resistencia, sigue viva y vibrante. Ya sea en la solemnidad de la Antigua Basílica o en la majestuosidad de la nueva, visitar este lugar es adentrarse en el corazón mismo de la fe guadalupana.