Con una trayectoria que cruza fronteras y disciplinas, la historiadora y antropóloga Leticia Reina fue homenajeada por el INAH como parte del ciclo “Historiadoras eminentes”.
Leticia Reina Aoyama no solo ha escrito sobre historia: la ha vivido, la ha pensado desde el sur de México y la ha sentido en cada rincón del Istmo de Tehuantepec. Este 2025, la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) le rindió homenaje como parte del ciclo Historiadoras eminentes, reconociendo su incansable labor como investigadora, maestra y promotora de una mirada más humana y plural sobre el pasado.
Nacida en Ciudad de México en 1949, Reina ha combinado como pocas investigadoras la metodología histórica con las herramientas de la antropología social. Desde que ingresó en 1967 a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, su formación ha sido tan rigurosa como apasionada: hizo posgrados en París y en Estados Unidos, y siempre volvió a México con una pregunta en mente: ¿cómo entender mejor a los pueblos y regiones que han sido poco escuchados por la historia oficial?
Un puente entre la academia y la sensibilidad
Leticia Reina es autora de siete libros, coordinadora de una docena más, y ha publicado decenas de artículos, capítulos y reseñas. Pero más allá de los números, sus colegas destacan su capacidad para acercarse a los temas con sensibilidad, especialmente cuando se trata de los pueblos de Oaxaca, su gran amor académico y afectivo.
En palabras de la investigadora Rebeca Monroy Nasr, su obra transita del “macro al microcosmos”, entrelazando datos duros con historias vivas, voces locales y emociones colectivas. Su mirada crítica al centralismo ha dado paso a una historiografía que reconoce la diversidad, las resistencias y las memorias desde abajo.
Uno de sus libros más destacados, Historia del Istmo de Tehuantepec. Dinámica del camino sociocultural, siglo XIX, recientemente reeditado por el INAH en su Colección Eméritos, es un claro ejemplo de su estilo: profundo, claro, y con una visión que entrelaza lo económico, lo cultural y lo simbólico.
Aprender de la historia para leer el presente
Durante el homenaje, Reina agradeció a sus grandes maestros, entre ellos Guillermo Bonfil Batalla, Margarita Nolasco y Arturo Warman, figuras clave en la antropología mexicana. También evocó con cariño a Dolores Pla, quien —estudiando a los catalanes— le ayudó a comprender mejor la identidad zapoteca: orgullosa, fuerte, digna.
Para colegas como Romana Falcón (El Colegio de México), Reina Aoyama destaca por su claridad al escribir, su rigor teórico y su amor por los temas que aborda. Su trabajo no se limita a Oaxaca: ha encabezado investigaciones sobre los pueblos originarios de toda América Latina, como en el libro La reindinización de América, siglo XIX, donde analiza las formas en que las comunidades indígenas participaron (o no) en los procesos fundacionales de los nuevos Estados.
En otra obra que coordinó, Fin de siglos, ¿fin de ciclos? (1810, 1910, 2010), Leticia Reina volvió a poner en jaque las versiones oficiales de la historia. Carlos Martínez Assad, también participante en ese libro, subrayó la importancia de mantener vivas las voces críticas frente a los discursos dominantes, sobre todo en un momento en el que —afirmó— la historia oficial parece volver a escribirse a puerta cerrada.
Una historiadora que abre caminos
Leticia Reina ha formado generaciones de estudiantes y ha abierto sendas para una historia más cercana a la gente, comprometida con la justicia y atenta a la diversidad del país. Su homenaje no es solo un reconocimiento a su trayectoria, sino una invitación a seguir pensando la historia desde la empatía, la crítica y la pluralidad.