Entre los salones del Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec, descansan dos pianos con más de una historia que contar. Uno perteneció al emperador Maximiliano de Habsburgo, el otro, a su esposa Carlota. Aunque hoy son parte del acervo patrimonial de México, llegar hasta ahí fue un viaje accidentado que atraviesa guerras, saqueos, herencias y hasta batallas legales.

Lo que pocos saben es que en 1916, en plena Revolución Mexicana, Venustiano Carranza tuvo la intención de crear un museo dedicado al Segundo Imperio Mexicano, justo en el Alcázar del Castillo. Para ello, instruyó la recuperación de los objetos personales de la pareja imperial, que tras el colapso del imperio se habían dispersado en manos de simpatizantes, anticuarios o simples oportunistas. Vestidos, cartas, joyas, muebles y hasta mechones de barba de Maximiliano circulaban de un lugar a otro como reliquias de un capítulo traumático en la historia nacional.

Una cruzada para rescatar el pasado imperial

La iniciativa de Carranza fue encomendada a Félix F. Palavicini, entonces encargado del despacho de la Secretaría de Instrucción Pública, con el apoyo de José Luis Blasio y Prieto, secretario personal del emperador y autor del libro Maximiliano íntimo. Sin embargo, el asesinato de Carranza en 1920 interrumpió el proyecto. Aun así, las piezas recopiladas terminaron formando parte del Museo Nacional de Historia, fundado en 1944.

El historiador Axayácatl Gutiérrez Ramos, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), relata cómo algunos de estos objetos fueron descubiertos décadas después, escondidos en casas particulares o adquiridos por coleccionistas. Es el caso del piano Collard & Collard de Maximiliano, que en 1938 fue localizado en una casa de la colonia Del Valle y confiscado tras una larga disputa legal, que terminó con un acuerdo económico entre el Estado y el propietario.

El segundo piano, un Herz Neven con aplicaciones de bronce que perteneció a Carlota, también fue objeto de litigio. Llegó al antiguo Museo Nacional en 1915 y fue incautado al anticuario Manuel L. Riveroll, quien demandó su devolución. Aunque recibió una compensación de 3,500 pesos oro, el conflicto se resolvió oficialmente hasta 1943, cuando el instrumento fue declarado monumento nacional.

El museo que nunca fue, pero que dejó huella

Aunque el museo del Segundo Imperio nunca se concretó como tal, su espíritu vive en las salas del Castillo de Chapultepec. Los objetos reunidos —como la vajilla de plata Christofle regalada por Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, a la pareja imperial—, así como los pianos y mobiliario original, recrean con delicadeza parte del universo que habitó Maximiliano y Carlota.

Hoy, al recorrer la Sala de Música del Museo Nacional de Historia, los visitantes pueden contemplar estos dos pianos y con ellos, la memoria de un pasado que sigue provocando preguntas. ¿Qué significa recuperar los objetos de un imperio derrotado? ¿Por qué conservar sus reliquias? Tal vez, como en muchos episodios de la historia, se trate menos de glorificar y más de recordar, comprender y reflexionar.


Si quieres conocer más sobre la historia del Segundo Imperio, sus protagonistas y los objetos que sobrevivieron al tiempo, una visita al Castillo de Chapultepec es el lugar ideal para empezar.