La estación de metro Santa Anita del Metro de la Ciudad de México no solo es un punto de correspondencia entre las líneas 4 y 8, también es una ventana al pasado lacustre de nuestra ciudad. Su nombre y su ícono —un vendedor en su canoa— nos recuerdan la época en que esta zona era un vibrante centro de comercio sobre el agua.

¿Sabías que este barrio debe su nombre a una antigua colonia ubicada junto al canal de La Viga? En tiempos pasados, los habitantes de Santa Anita cultivaban flores y legumbres en chinampas, esas famosas islas flotantes del Valle de México. Sus productos los transportaban en canoas por los canales, desde la laguna de Chalco hasta el lago de Texcoco, llegando al centro de la ciudad. Todo un mercado flotante que cruzaba la ciudad a ritmo de remo.

Pero Santa Anita no era solo comercio: también era uno de los paseos favoritos de la capital. Durante la Cuaresma, el canal de La Viga se llenaba de vida. Las familias alquilaban canoas en el embarcadero, pasaban por el famoso Puente de Dos Ojos y disfrutaban de un paisaje lleno de color: mujeres con faldas brillantes, soldados impecables, rancheros elegantes… Todo un espectáculo sobre el agua.

Hoy en día, aunque ya no hay paseos en trajinera como en Xochimilco, la estación Santa Anita guarda esos recuerdos en sus muros y alrededores. Por ejemplo, en la terminal de la Línea 4 podrás ver dos conjuntos de murales: uno del artista francés Gerard Economus, titulado Un paisaje de color para todos, y otro del mexicano David Lachse, que incluye ocho obras con nombres de estrellas como Antares y Altair.

Santa Anita también es una de las estaciones menos concurridas del sistema, ideal para quienes prefieren evitar aglomeraciones. En días laborales, apenas la usan unos seis mil pasajeros al día. Su tranquilidad contrasta con su rica historia.

En los alrededores puedes visitar la Parroquia de Nuestra Señora de Santa Ana, un templo del siglo XVIII con uno de los retablos mejor conservados de la ciudad, además de una notable colección de arte sacro. Y si eres amante de la gastronomía, el barrio es famoso por sus tamales, ¡así que no olvides probar uno!

Finalmente, no muy lejos de ahí, encontrarás el Mercado de Jamaica, uno de los más emblemáticos de la ciudad. Su cercanía no es casual: es parte del legado de ese pasado chinampero en el que Santa Anita floreció —literalmente— como punto de conexión entre el campo y la ciudad.

Así que la próxima vez que pases por la estación Santa Anita, recuerda que estás pisando un antiguo embarcadero, donde la ciudad navegaba entre flores, sabores y colores.