Monumento a La Raza, un tributo a la Raza Cósmica mexicana

El Monumento a La Raza, ubicado en la transitada avenida Insurgentes Norte, justo en el cruce con Circuito Interior (Bicentenario), de la Ciudad de México, es una de esas joyas arquitectónicas que pasan desapercibidas para muchxs, pero que encierran una fascinante historia y un simbolismo profundo. Si alguna vez te has preguntado qué es esa imponente pirámide de 50 metros de altura (debo confesar que todas las fuentes consultadas dan esa altura, pero a mi me parece que es mucho menos), estás a punto de descubrir un rincón histórico que vale la pena admirar más de cerca.

Construido entre 1930 y 1940, este monumento es fruto del trabajo conjunto del ingeniero Francisco Borbolla y el arquitecto y escultor Luis Lelo de Larrea. Fue levantado en pleno Maximato, una etapa crucial en la historia de México tras la Revolución Mexicana, marcada por la consolidación del poder político y la búsqueda de una identidad nacional. En este contexto, el monumento rinde homenaje a la idea de “La Raza Cósmica“, una teoría promovida por el filósofo José Vasconcelos, quien proponía que las y los mexicanos eran descendientes de la mezcla de todas las razas, resultando en una nueva raza mestiza y trascendental. Aunque esta visión ha sido ampliamente debatida y reinterpretada con el tiempo, el Monumento a La Raza refleja ese deseo de unificar el pasado indígena y el presente mestizo de México.

La estructura principal del monumento es una pirámide escalonada, que evoca las formas arquitectónicas prehispánicas, pero también está cargada de simbolismo moderno. En la cúspide se encuentra una enorme escultura de un águila, de 5.75 metros de altura, creada originalmente para coronar un edificio del Congreso en 1910 (hoy es el Monumento a la Revolución), pero que terminó siendo parte de este monumento. El águila, un símbolo de fuerza y poder, está acompañada por relieves que hacen referencia a la serpiente emplumada, una figura clave en las culturas prehispánicas como la teotihuacana y mexica. De hecho, las enormes cabezas de serpiente talladas que adornan las escaleras del monumento son un tributo a esa poderosa deidad.

Alrededor del monumento, en sus lados este y oeste, hay esculturas que representan momentos clave en la historia de México: al este, la fundación de Tenochtitlan, y al oeste, un grupo defensivo de figuras. Estas esculturas, también obra de Luis Lelo de Larrea, capturan la esencia de la lucha y la creación de la nación mexicana, recordándonos que el pasado indígena sigue siendo parte fundamental de la identidad del país.

Aunque no es uno de los monumentos más visitados de la ciudad, el Monumento a La Raza ha ganado un lugar en el corazón de muchxs capitalinxs. La zona que lo rodea ha adoptado su nombre, desde la estación de metro hasta el famoso hospital “La Raza”. El monumento es un homenaje no solo a la historia del país, sino a su gente, su cultura y su evolución. Hoy en día, mirar con más profundidad este monumento nos invita a reflexionar sobre la mezcla de culturas que define a México y sobre cómo el pasado indígena sigue vivo en el presente mestizo.

Así que la próxima vez que te encuentres por la zona, tómate un momento para admirar este colosal homenaje a la historia mexicana. ¡Es mucho más que un simple punto de referencia en la ciudad, es un símbolo de la diversidad y fortaleza del pueblo mexicano!

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