Si pasas por la Avenida Bucareli, lo más probable es que lo reconozcas como “Gobernación“. Pero, ¿sabías que este edificio tiene una historia fascinante que se remonta a principios del siglo XX? Sí, estamos hablando del Palacio de Cobián, una joya arquitectónica que esconde más de lo que imaginas.

Antes de sumergirnos en el palacio, hablemos un poco de su vecindario. La Avenida Bucareli, inaugurada en 1775 como el “Paseo Nuevo“, era el lugar para pasear en la Ciudad de México. Con sus carriles para coches, caballos y caminantes, más de dos mil fresnos y glorietas con fuentes impresionantes, era el destino ideal para sentir los latidos de la ciudad. Aunque hoy se ha transformado, sigue siendo testigo de importantes momentos históricos.
En 1902, Feliciano Cobián, un próspero comerciante español, decidió comprar un lote en esta icónica avenida para construir su hogar. Encargó el diseño al arquitecto Emilio Dondé, quien no solo cumplió con la tarea, sino que reutilizó los cimientos de un antiguo cobertizo de tranvías. ¿El resultado? Un espectacular edificio de estilo neoclásico que, en solo ocho meses, ya estaba listo para recibir a la familia Cobián en 1903.

La historia del Palacio de Cobián dio un giro en 1909, cuando el Gobierno Federal lo adquirió. Durante el Centenario de la Independencia de México, el edificio incluso albergó temporalmente a la Embajada de los Estados Unidos. Aunque los eventos de la Revolución Mexicana lo dejaron algo maltrecho, el palacio se consolidó como sede de la Secretaría de Gobernación, ganando su apodo actual: “Gobernación“.
Hoy, el Palacio de Cobián es una fortaleza resguardada, pero aún se puede apreciar su imponente fachada que mezcla historia, arquitectura y el dinamismo de una ciudad que nunca se detiene. Aunque su pasado glamuroso como residencia se ha transformado, su legado sigue vivo en cada piedra y detalle.

Así que la próxima vez que pases por Bucareli, imagínate esta avenida con carruajes y fresnos, y visualiza al Palacio de Cobián como un testigo de los cambios de México. Porque, más allá de ser un lugar de oficinas gubernamentales, es un fragmento del alma histórica de la Ciudad de México.
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