En el corazón de la colonia Pensil, entre el bullicio de bodegas y calles ajetreadas, yace un vestigio histórico que alguna vez fue sinónimo de esplendor: el Pensil Mexicano. Este jardín barroco, creado en el siglo XVIII, es un recuerdo vivo (aunque muy maltratado) de las glorias de la Nueva España y de los primeros años de la vida independiente de México.

El Pensil Mexicano nació como un espacio dedicado al ocio y la recreación de la élite novohispana. Imagina un vasto terreno de 11,000 m² lleno de glorietas, fuentes, esculturas, jardines exuberantes y una capilla churrigueresca que daba al lugar un aire de cuento de hadas. De hecho, en sus inicios fue conocido como el Pensil Americano, pero tras la invasión estadounidense en 1847, su nombre cambió al que conocemos hoy, para dejar claro su arraigo nacional.

El término “pensil” puede sonar peculiar, pero en el castellano antiguo hacía referencia a un jardín elaborado, el equivalente novohispano de un “Six Flags” del siglo XVIII. No por nada era un punto de referencia para quienes buscaban un respiro verde fuera del centro de la ciudad.

Este espléndido rincón fue hogar de nombres célebres, como Matías de Gálvez y Gallardo, virrey de la Nueva España, y más tarde de su hijo Bernardo de Gálvez, quien es recordado no solo por ser virrey, sino también por su apoyo a George Washington durante la guerra de independencia de Estados Unidos. Bernardo trabajó en la mejora del jardín, aunque su atención estaba más centrada en su otra joya: el Castillo de Chapultepec.

Con el paso del tiempo, el Pensil Mexicano perdió su brillo. Declarado monumento histórico en 1932, lo que alguna vez fue un oasis barroco hoy se encuentra rodeado de bodegas y afectado por el vandalismo. Su fachada, decorada con un escudo de armas, y su capilla churrigueresca han sufrido los estragos del tiempo y la falta de mantenimiento.

A pesar de esto, vecinos y organizaciones como el Comité para el Rescate y Restauración de El Pensil Mexicano luchan por devolverle su antiguo esplendor. Sueñan con transformarlo en un Centro Cultural, donde la comunidad pueda reconectar con este fragmento de la historia de la ciudad.

El Pensil Mexicano es más que un jardín en ruinas: es un testimonio vivo del pasado barroco de la Ciudad de México. Con su rica historia, desde su creación hasta los días de Maximiliano y Carlota, sigue siendo un recordatorio de la importancia de preservar nuestro patrimonio.

Así que, si alguna vez paseas por la calle Lago Chiem, detente un momento y contempla este rincón olvidado. Quién sabe, quizá algún día vuelva a ser un lugar donde la belleza y la historia se den la mano.

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Dirección:
 Lago Chiem #45, San Juanico, Ciudad de México, CDMX