En medio del ajetreo urbano de la Ciudad de México, entre avenidas transitadas como la 20 de Noviembre y la Calzada de Tlalpan, se encuentra un pequeño oasis histórico: la Capilla de la Santísima Concepción, también conocida como La Concepción Tlaxcoaque, junto con la Plaza Tlaxcoaque, que marca el límite sur del Centro Histórico de la capital.
Un templo barroco con raíces indígenas
Este pintoresco templo barroco del siglo XVII no solo es una joya arquitectónica, sino también un testimonio del pasado indígena de la ciudad. Originalmente fue consagrado como Templo de la Sangre de Cristo, en el antiguo barrio de Tlaxcoaque, habitado principalmente por población indígena. En 1677, gracias al donativo de una imagen de la Inmaculada Concepción por parte de una mujer indígena llamada María Francisca, la capilla fue rededicada a esta advocación mariana.
La capilla tiene planta de cruz latina, una sola nave y una cúpula en el crucero. Su fachada, orientada al norte, cuenta con una única torre con campanario en el lado oriental, cuya cúpula estuvo recubierta de azulejos. Construida con piedra volcánica y decorada con relieves vegetales, figuras de ángeles y detalles artesanales, se sabe que artistas indígenas participaron en su construcción. Las puertas, por ejemplo, muestran representaciones de San José y la Inmaculada Concepción, mientras que las pilastras podrían representar a sus antiguos benefactores.

Plaza Tlaxcoaque: historia, memoria y transformación
La Plaza Tlaxcoaque es el espacio que rodea la capilla. Hasta principios del siglo XX, esta área formaba parte de un barrio popular lleno de callejuelas, que funcionaban como atrio natural del templo. Pero en los años 30, con la expansión vial, muchas construcciones fueron demolidas para dar paso a avenidas modernas, y la capilla quedó aislada en medio de un entorno más urbano y caótico.
La plaza también tiene un pasado oscuro. Durante décadas, albergó el edificio de Policía y Tránsito del entonces Departamento del Distrito Federal, que en las décadas de 1960 a 1980 funcionó como centro de detención y tortura de disidentes políticos, jóvenes marginados y personas en situación de calle. Tras el sismo de 1985, el edificio fue demolido, pero sus sótanos se preservan como un memorial a las víctimas de violaciones a los derechos humanos.

Restauración y nuevos símbolos
En el marco del bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución, el Gobierno de la Ciudad de México firmó un convenio con la Embajada de Azerbaiyán para restaurar la capilla y remodelar la plaza. El proyecto, diseñado por lxs arquitectxs Antonio Sposito, Elena Bruschi y el mexicano René Caro, se llevó a cabo en 2012 con financiamiento azerí.
Durante esta intervención se rediseñó el pavimento, se añadieron jardines con agapandos y moros, y se instalaron fuentes modernas con chorros de agua iluminados. Se buscó transformar la plaza en un espacio más amable, convirtiéndola en una posible “puerta de entrada al Centro Histórico”.
Sin embargo, uno de los elementos más controversiales fue la colocación de una escultura conmemorativa de la masacre de Xocalı, ocurrida en Azerbaiyán en 1992. La estatua, de tres metros de altura, ha sido objeto de debate por las implicaciones diplomáticas entre México, Armenia y Azerbaiyán.

Un rincón para la reflexión y el encuentro
Hoy, la Capilla de la Santísima Concepción y la Plaza Tlaxcoaque forman un espacio donde se cruzan historia, espiritualidad, memoria y política internacional. Aunque rodeadas de tráfico y modernidad, estas construcciones nos invitan a mirar hacia el pasado, reflexionar sobre los errores del presente y, quizá, imaginar un futuro más justo.