A la sombra de la Basílica de Guadalupe, en la colonia Tepeyac Insurgentes, yace un lugar tan cargado de historia como de curiosidades: el futuro Templo a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Aunque, siendo sincerxs, por ahora es más una ruina que un santuario. Pero, ¡qué ruina tan intrigante!

Primero, un poco de contexto. Juan Diego Cuauhtlatoatzin, conocido como “el que habla como un águila”, fue testigo de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en 1531. Su legado es tan significativo que en 2002 el Papa Juan Pablo II lo canonizó como el primer santo indígena de América. Con esta canonización llegó el sueño de construirle un templo en su honor, pero aquí es donde la historia toma un giro inesperado.
El terreno elegido no es cualquier lugar. Antaño, fue el famoso Cine Lindavista, diseñado por Charles Lee, un arquitecto estrella de la Edad de Oro del Cine, quien diseñó varios de los cines, teatros y hoteles más icónicos de Los Ángeles. Este cine, con su diseño que recordaba un castillo y sus personajes de Disney decorando las paredes, fue el epicentro de tardes mágicas para las y los vecinos de la zona. Pero como toda buena película, tuvo un final: cerró sus puertas en los años 90, dando paso a la idea de convertirlo en un santuario.

En 2003 se colocó la primera piedra del templo, pero desde entonces, la construcción quedó a medias. Hoy, el lugar es un mosaico de contrastes: las cúpulas y la fachada prometen grandeza, mientras que los muros sin terminar y la basura cuentan una historia de abandono. Lxs vecinxs, que llevan años lidiando con problemas de seguridad e higiene, sueñan con ver el proyecto finalizado o, al menos, con que la zona recupere la paz.
Sin embargo, la historia del templo aún no termina. Aunque ahora sea un lugar que evoca más preguntas que respuestas, sigue siendo un símbolo del legado de San Juan Diego y de su papel en la devoción guadalupana. Además, para quienes aman las historias que mezclan cine, religión y arquitectura, este lugar es un recordatorio de que la Ciudad de México nunca deja de sorprendernos.

Quizá algún día, el Templo a San Juan Diego será el espacio de oración y reflexión que se soñó. Mientras tanto, sigue siendo un rincón fascinante que invita a reflexionar sobre nuestra historia, nuestras promesas sin cumplir y nuestro deseo constante de encontrar belleza incluso en el abandono.
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Dirección: Av. Insurgentes Nte. esquina con Montevideo, Tepeyac Insurgentes, Ciudad de México, CDMX