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Metro Deportivo 18 de Marzo, un testigo del cambio urbano de CDMX

Si alguna vez has viajado por la Línea 3 o la Línea 6 del Metro de la Ciudad de México, quizá hayas pasado por la estación Deportivo 18 de Marzo, ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero. Más que un punto de tránsito, esta estación guarda una historia curiosa y un par de cambios de nombre que vale la pena conocer.

El nombre de la estación hace referencia directa al Deportivo 18 de Marzo, un centro deportivo ubicado justo al lado. Pero el deportivo no es cualquier instalación: su historia se remonta a 1943, cuando el Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal solicitó su custodia durante un congreso anual. Para 1946, ya estaba bajo la administración del sindicato, que incluso organizaba funciones de lucha libre y box para financiar su mantenimiento. ¡Sí, había que echarle ingenio!

Durante los años cincuenta, con solo un peso al mes, los usuarios podían acceder a todos sus servicios, que incluían desde alberca y gimnasio hasta canchas de tenis, frontón, campo de béisbol y arquería. Hoy sigue siendo un espacio amplio y versátil para la práctica deportiva.

Quizá algunos la recuerden como Metro Basílica, y con justa razón: originalmente, su nombre y logotipo hacían referencia a la Basílica de Guadalupe, que se encuentra a tan solo un kilómetro de distancia. Sin embargo, en 1998, cuando la estación La Villa cambió su nombre a La Villa-Basílica (por estar mucho más cerca del santuario mariano), esta estación también cambió su nombre para evitar confusiones.

Pero eso no fue todo: en los primeros planes del Metro, esta estación iba a llamarse Montevideo, en honor a la avenida cercana del mismo nombre. Así que ha tenido tres nombres a lo largo de su historia.

El ícono actual de la estación muestra a un jugador de pelota prehispánico, haciendo alusión tanto al pasado mesoamericano como a la vocación deportiva del complejo que le da nombre.

Deportivo 18 de Marzo es una estación que conecta las colonias Tepeyac Insurgentes y Lindavista. Además de las líneas 3 y 6 del Metro, aquí puedes hacer conexión con la Línea 1 del Metrobús. Por su ubicación, también está cerca de la Basílica de Guadalupe, uno de los puntos más visitados de la ciudad, tanto por turistas como por peregrinos.

En cuanto a usuarios, la Línea 3 de esta estación tuvo más de 9.4 millones de pasajeros en 2024, ubicándose entre las 30 estaciones más transitadas del sistema. En cambio, en la Línea 6, el número es mucho menor: cerca de 475 mil personas al año, lo que la coloca entre las menos utilizadas de toda la red.

Metro La Raza, historia, ciencia y un homenaje a las culturas originarias

Ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero, al norte de la capital, la estación La Raza del Metro de la Ciudad de México es mucho más que un punto de conexión entre la Línea 3 (la verde olivo) y la Línea 5 (la amarilla). Su nombre y su símbolo rinden homenaje al pasado indígena de México, pues se encuentra muy cerca del Monumento a La Raza, una pirámide monumental erigida en 1940 que celebra las culturas que florecieron antes de la llegada de los españoles.

El ícono de la estación representa justamente a este monumento, con una estructura que recuerda a las pirámides precolombinas. Fue diseñado por el escultor Luis Lelo de Larrea, y en sus costados se pueden ver esculturas que remiten a momentos clave como la Defensa de Tenochtitlán y la Fundación de México-Tenochtitlán. En lo alto, una majestuosa águila remata la obra.

La estación La Raza abrió sus puertas en agosto de 1978, sirviendo inicialmente como terminal norte de la Línea 3. Más tarde, en diciembre de 1979, esa línea se extendió hasta Indios Verdes. En 1981, entró en operación la Línea 5 en esta estación, aunque no fue sino hasta 1982 que llegó a Politécnico.

Si alguna vez te ha tocado caminar y caminar para hacer el transbordo entre las dos líneas, no te lo imaginaste: el túnel que conecta la Línea 3 con la Línea 5 mide casi 620 metros, lo que lo convirtió durante años en el transbordo más largo del Metro. Hoy sigue siendo uno de los más extensos del mundo.

Pero ese largo pasillo tiene un secreto maravilloso: es también el hogar del Túnel de la Ciencia, un espacio único en su tipo. Inaugurado en 1988 por la UNAM, fue el primer museo científico dentro de un sistema de transporte colectivo. Su misión es acercar la ciencia y la tecnología a todxs lxs usuarixs, especialmente a niñas, niños y jóvenes que transitan diariamente por la estación.

Ahí podrás encontrar exposiciones fotográficas, paneles electrónicos, hologramas, constelaciones del zodiaco y hasta cápsulas informativas sobre astronomía, matemáticas, biología y más. Todo esto mientras haces un transbordo… así que no te apresures, ¡vale la pena detenerse a mirar!

La Raza también alberga arte visual. En 2008 se inauguró el mural “Monstruos del fin del milenio” del artista Ariosto Otero, realizado con una técnica original que mezcla metal, madera, acrílico y resinas. Esta obra nos invita a reflexionar sobre los retos sociales del mundo contemporáneo.

No es sorpresa que, con tanta historia y conectividad, La Raza sea una de las estaciones con mayor afluencia del sistema. En un día laboral, llegan a pasar más de 32 mil personas por sus andenes, lo que la convierte en un punto clave para quienes se mueven por el norte de la ciudad.

La estación cuenta con varias salidas sobre la Avenida de los Insurgentes Norte, cerca del CETRAM, y conecta con colonias como Vallejo y Héroes de Nacozari. Ya sea que entres por la Línea 3 o la Línea 5, siempre estarás cerca de algo interesante: historia, ciencia, arte, o a ciertos vendedores de Movistar que se volvieron famosos… y claro, ¡una buena caminata!

Metro Tlatelolco, un viaje subterráneo por la historia de México

Viajar por el Metro de la Ciudad de México no solo es una forma práctica de moverse: también es una puerta a la historia. Un buen ejemplo es la estación Tlatelolco, ubicada en la Línea 3 del Metro, justo al norte de la ciudad. Esta estación no solo conecta con la vida urbana, también nos enlaza con siglos de historia.

La estación toma su nombre de la antigua Villa de Tlatelolco, una zona con un enorme peso histórico. En tiempos prehispánicos, Tlatelolco fue una ciudad hermana de Tenochtitlán, con su propio mercado y templo. Durante la época virreinal, se transformó en un importante centro religioso y educativo. En 1525 se levantó ahí el Convento de Santiago Tlatelolco, y más tarde, en 1537, se fundó el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, la primera institución de educación superior para indígenas nobles, impulsada por fray Juan de Zumárraga y patrocinada por el emperador Carlos V. En 1573, por orden del rey Felipe II, se construyó junto al colegio un hermoso templo que aún existe.

Ya en el siglo XX, la zona fue transformada en un gran proyecto habitacional: el Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco, levantado en los años cuarenta. El ícono de la estación representa precisamente la fachada de uno de sus edificios más representativos: la Torre Insignia, antigua sede de Banobras, que destaca por su forma triangular y su carillón de 47 campanas, un regalo del gobierno de Bélgica.

Inaugurada en noviembre de 1970, la estación Tlatelolco funcionó como terminal de la Línea 3 hasta 1978. A diferencia de muchas otras, no está bajo una gran avenida, sino incrustada dentro del conjunto habitacional, con un solo acceso a nivel calle. Desde ahí se puede salir hacia la avenida Manuel González o hacia una explanada de la unidad habitacional.

Su diseño también destaca: en el vestíbulo aún se conservan unos hermosos vitrales estilo art-decó, justo sobre las taquillas. Y en los andenes se puede admirar el mural “El Andén de los Ouróboros”, del artista Marco Zamudio, que retrata escenas cotidianas de quienes usan el Metro día a día.

Desde esta estación puedes llegar caminando a la Plaza de las Tres Culturas, donde conviven restos arqueológicos mexicas, arquitectura virreinal y edificios modernos. También está el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, el M68 Memorial del 68, el Teatro Ferrocarrilero, y por supuesto, la impresionante Torre Insignia.

Además, conecta con la Línea 3 del Metrobús, lo que facilita la movilidad en esta parte de la ciudad.

Aunque no es de las estaciones más saturadas, sigue siendo bastante transitada. En días laborales, llegan a pasar más de 19 mil personas en promedio, y en 2023 registró una afluencia anual de más de 5.5 millones de usuarios, lo que la coloca entre las 90 estaciones más concurridas del sistema.

La estación Tlatelolco no es solo un punto en el mapa del Metro: es un cruce de caminos entre el pasado prehispánico, el México virreinal, los movimientos sociales del siglo XX y la vida cotidiana de hoy. Así que la próxima vez que pases por ahí, tómate un momento para mirar a tu alrededor… y pensar en todo lo que ha pasado por ese mismo lugar.

Metro Guerrero, historia, héroes y murales bajo la ciudad

Ubicada en el corazón de la Ciudad de México, la estación Guerrero del Metro no solo conecta a miles de personas todos los días, sino que también es una ventana al pasado y al presente de un barrio con mucha historia.

Esta estación toma su nombre de la colonia Guerrero, un antiguo y tradicional barrio de la capital que fue bautizado así durante el Porfiriato en honor al general Vicente Guerrero, uno de los grandes héroes de la Independencia de México. Guerrero no solo fue un brillante estratega militar que logró importantes victorias, como la de Tamo en 1818, sino también un personaje de firme convicción: cuando su propio padre intentó convencerlo de abandonar la lucha, él respondió con la famosa frase “La patria es primero”.

Esa misma fuerza e identidad están presentes en la estación del Metro. Su logotipo muestra la silueta del general Guerrero con el uniforme militar de la época, y los muros de la estación están decorados con coloridos murales de mosaico que rinden homenaje a su legado. Si viajas por la Línea B, también encontrarás enormes murales dedicados a otro ícono popular: la Lucha Libre.

La estación Guerrero es un punto de trasbordo entre la Línea 3, que atraviesa la ciudad de norte a sur desde 1970, y la Línea B, que entró en funcionamiento en 1999 para conectar el noreste de la capital con el Estado de México, en dirección a Ecatepec. Gracias a esto, miles de usuarixs transitan por aquí cada día, aunque curiosamente, no es una de las estaciones más transitadas del sistema.

Además de su importancia como nodo de transporte, la estación tiene salidas que te llevan directo a sitios muy interesantes. Por ejemplo, está a unos pasos del famoso Tianguis Cultural del Chopo —que se instala los sábados cerca de la Biblioteca Vasconcelos— o de la Casa-Museo Rivas Mercado, hogar del arquitecto del Ángel de la Independencia.

La colonia Guerrero, donde se ubica esta estación, es una de las más antiguas de la ciudad. Su traza urbana cubre parte de lo que fue el barrio prehispánico de Cuepopan. En sus calles todavía puedes encontrar edificios del siglo XIX, vecindades tradicionales, y sitios históricos como el Templo de San Fernando, el mausoleo de Benito Juárez y el centro cultural La Nana, ubicado en una antigua subestación eléctrica.

Curiosamente, muchas de sus calles llevan los nombres de héroes nacionales: Allende, Matamoros, Mina, Pedro Moreno, entre otros. Una forma muy simbólica de caminar por la historia.

En resumen, el Metro Guerrero es mucho más que una estación de paso. Es un reflejo de la historia nacional, del arte urbano y de la vida cotidiana de uno de los barrios más tradicionales de la Ciudad de México.

Iglesia de San Miguel Arcángel, el corazón discreto de San Miguel Chapultepec

Un templo con historia, arte y fe en medio del crecimiento urbano

Escondida entre los árboles que embellecen las calles de San Miguel Chapultepec, la Iglesia de San Miguel Arcángel se levanta como un remanso de paz y tradición en uno de los barrios más antiguos y encantadores de la Ciudad de México. Aunque a veces pasa desapercibida por quienes no conocen bien la zona, esta iglesia es la principal parroquia del vecindario y una joya histórica con más de un siglo de existencia.

Una construcción que desafió al tiempo

La planeación de esta iglesia comenzó en 1891, cuando aún se conocía como San Miguel de Tacubaya, antes de que la zona se integrara oficialmente a la ciudad. Sin embargo, los tiempos no fueron fáciles: la Revolución Mexicana interrumpió varias veces su construcción, y la parroquia tuvo que esforzarse durante décadas para avanzar poco a poco en su edificación.

Fue hasta la década de 1940 cuando la iglesia empezó a adquirir la forma que conserva hoy en día. Entre 1945 y 1948, tomó la planta en cruz latina, aunque con un ala oeste más amplia que la este. Más adelante, entre 1979 y 1982, se realizó una importante remodelación para mantenerla en buen estado.

Más que una iglesia

A un costado de la parroquia se encuentra la Capilla de la Adoración, un espacio más pequeño donde se celebran reuniones y eventos íntimos. Del otro lado está la Vicaría de Cristo Rey, que funge como sede episcopal y coordina a cerca de 99 iglesias en las alcaldías Miguel Hidalgo, Cuajimalpa y Cuauhtémoc.

Arte y devoción al arcángel

Como su nombre lo indica, el templo está dedicado a San Miguel Arcángel, y muchas de las obras de arte que adornan su interior y su fachada lo representan en distintas formas. La colección artística es considerable y refleja la profunda devoción de su comunidad.

Aunque hay templos cercanos con estructuras más llamativas —como La Sabatina, cuya gran cúpula domina el horizonte de San Miguel Chapultepec—, la Iglesia de San Miguel Arcángel sigue siendo un punto de referencia espiritual e histórico para el barrio.

Si alguna vez paseas por San Miguel Chapultepec, no dudes en asomarte a esta iglesia discreta pero llena de historia. Tras sus muros de tezontle y su fachada sobria, encontrarás un espacio de calma, fe y belleza que ha acompañado a generaciones enteras.

Iglesia Metodista El Mesías, un remanso de historia y arquitectura en Avenida Balderas

En medio del constante ir y venir de la Avenida Balderas, a unos pasos de la Alameda Central, se alza la Iglesia Metodista El Mesías, un templo que ha sido símbolo de estabilidad y fe desde hace más de un siglo. Su sobria y elegante fachada ofrece una pausa visual y espiritual en una de las zonas más bulliciosas del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Una historia que comenzó en el siglo XIX

La historia de esta iglesia está íntimamente ligada a la llegada del metodismo a México. Fue en 1873 cuando el obispo John Christian Keener arribó desde Estados Unidos con la misión de establecer la Iglesia Episcopal del Sur. Se unió a Sóstenes Juárez, una figura clave del protestantismo mexicano, y juntos asentaron su comunidad en la antigua capilla de San Andrés, cerca del actual Museo Nacional de Arte.

Años más tarde, en 1885, la congregación adquirió un terreno en la entonces calle de la Acordada —hoy Balderas—, en lo que en ese momento era el extremo occidental de la ciudad. Allí comenzaron la construcción de un nuevo templo, que se convertiría en la primera sede metodista establecida por esta rama en la capital mexicana.

Una joya arquitectónica con materiales muy mexicanos

El diseño de la iglesia fue obra del ingeniero Russell C. Cook, quien eligió materiales muy representativos: tezontle para los muros, basalto de Culhuacán para cimientos y revestimientos, y chiluca de Tepepan para los finos detalles en cantera. Las hermosas vidrieras llegaron desde San Luis Potosí, y aún hoy llenan de color la luz que entra al templo.

La construcción culminó en 1899, y el nuevo templo fue consagrado el 11 de febrero de 1901. Desde entonces, El Mesías se convirtió en un lugar emblemático para la comunidad metodista del país.

Con el paso del tiempo, la iglesia ha crecido. En 1930, las ramas norte y sur del metodismo en México se unificaron, y desde entonces El Mesías ha ampliado sus instalaciones con un anexo que hoy alberga muchas de las actividades culturales, sociales y espirituales que ofrece a la comunidad.

Hoy en día, esta iglesia comparte la cuadra con otros templos protestantes históricos, como la iglesia presbiteriana Príncipe de Paz, y se encuentra muy cerca de la ruina de la Antigua Iglesia Anglicana de Cristo. Todas estas construcciones son testimonio de una etapa poco conocida pero fundamental en la historia religiosa de México.

La Iglesia Metodista El Mesías es mucho más que un edificio antiguo: es parte viva del patrimonio histórico y espiritual de la Ciudad de México. Si pasas por Balderas, date un respiro, observa su arquitectura y, si puedes, entra a conocer este espacio de calma y reflexión.

Iglesia de la Sagrada Familia, una joya modernista en la colonia Portales

Luz, arte y arquitectura a unos pasos del Metro Portales

Si andas por la colonia Portales y te gustan los edificios con historia y estilo, no puedes dejar pasar la oportunidad de visitar la Iglesia de la Sagrada Familia, un templo que llama la atención por su imponente diseño modernista de los años 60.

Desde fuera, lo primero que salta a la vista es su enorme vidriera de colores que corona la entrada principal. También destaca su altísimo campanario, que se ha vuelto un punto de referencia para quienes caminan por esta zona del sur de la Ciudad de México.

La iglesia fue construida entre 1960 y 1967, y su diseño estuvo a cargo del reconocido arquitecto Enrique Carral Icaza, el mismo que diseñó el antiguo Centro Manacar de Insurgentes, participó en la construcción del Aeropuerto Internacional de la CDMX y dejó su huella en el monumental Fraccionamiento El Rosario.

Carral diseñó una iglesia que ocupa toda la manzana. Además del templo principal, el conjunto incluye oficinas y dependencias parroquiales en la parte trasera y al norte del predio. La estructura principal es sencilla: una nave única rectangular, de decoración sobria pero con elementos artísticos que no pasan desapercibidos.

El interior del templo está lleno de detalles que vale la pena descubrir. Las vidrieras multicolores son el principal atractivo: llenan el espacio de luz y color, creando un ambiente sereno y acogedor. También encontrarás esculturas alargadas de santos y otras piezas de arte religioso que adornan el lugar con discreción y elegancia.

La iglesia está ubicada muy cerca de la Línea 2 del Metro. De hecho, es una buena parada si te diriges al Museo del Transporte Eléctrico, ya que ambos lugares están a unos 15 minutos caminando uno del otro. Así que si planeas un paseo por la zona, puedes incluir en tu recorrido esta iglesia que combina fe, arte y arquitectura de una forma muy especial.

La Iglesia de la Sagrada Familia es mucho más que un templo: es un ejemplo vivo del diseño modernista mexicano y un lugar que invita a la contemplación, tanto por dentro como por fuera. ¡No dejes de conocerla!

Nuestra Señora Aparecida de Brasil, un espacio de fe, arte y arquitectura en Jardín Balbuena

En el corazón de la colonia Jardín Balbuena, al inicio de la calle Lorenzo Boturini y frente a las famosas viviendas Kennedy, se alza una de las iglesias más sorprendentes de la Ciudad de México: Nuestra Señora Aparecida de Brasil, una obra que combina arquitectura moderna, historia latinoamericana y arte sacro.

Este templo fue diseñado a finales de los años 50 por el arquitecto Jorge Molina Montes, discípulo del célebre Félix Candela. Siguiendo la tradición de su maestro, Molina empleó paraboloides hiperbólicos —esas curvas tan características del modernismo mexicano— para crear una estructura monumental que, aún hoy, domina el paisaje urbano de la zona.

La iglesia celebró su primera misa en 1959, en una época en que gran parte del área aún no había sido urbanizada. Décadas más tarde, en 2020, sufrió un fuerte incendio, pero fue restaurada con gran cuidado, y actualmente sigue siendo un punto de referencia tanto espiritual como arquitectónico en Venustiano Carranza.

Inspirada en la patrona de Brasil

La parroquia está dedicada a Nuestra Señora Aparecida, advocación mariana profundamente venerada en Brasil. La historia cuenta que, en 1717, unos pescadores encontraron una pequeña imagen de barro de la Virgen María en sus redes, en el río Paraíba, cerca de São Paulo. Aquella aparición se convirtió en un símbolo nacional, y en 1929 fue proclamada oficialmente como patrona del país.

Vitrales que cuentan 500 años de fe

Uno de los mayores tesoros del templo son sus vitrales monumentales, diseñados por Fray Gabriel Chávez de la Mora, un arquitecto y monje benedictino que ha dejado huella en varios recintos religiosos de México. A petición del padre Francisco Cipriani en 1983, Fray Gabriel creó una obra que cubre 600 metros cuadrados de ventanales con una narrativa visual de la evangelización en América Latina.

Estos vitrales no solo llenan el templo de luz y color, sino que están diseñados para ser una sola obra continua. Cada sección representa pasajes clave de la expansión del cristianismo en el continente, desde la cruz redentora hasta la Trinidad, pasando por momentos esenciales como el Acontecimiento Guadalupano y el Sínodo de Aparecida, ambos pilares fundamentales del catolicismo latinoamericano.

La iglesia se encuentra en Francisco del Paso y Troncoso 307, a tan solo unos minutos caminando de la Esplanada Venustiano Carranza y el Centro Cultural Carranza. Es un sitio ideal para quienes buscan un momento de paz, admirar la arquitectura moderna o contemplar una de las expresiones más bellas de arte sacro contemporáneo en la ciudad.

La Profesa, Oratorio de San Felipe Neri, un rincón lleno de historia, arte y cultura en el Centro Histórico

La Profesa, conocida cariñosamente como “la otra catedral” de la Ciudad de México, se erige de manera austera en la esquina de las calles Madero e Isabel la Católica, en el corazón del centro histórico. Aunque no se conoce con exactitud la fecha de su construcción, su presencia ha marcado una parte importante de la historia de la ciudad por siglos, siendo una de las joyas del barroco mexicano. Si bien hoy en día es menos visitada, sigue siendo un símbolo de serenidad y majestuosidad, tranquila y discreta a tan solo unos metros de la imponente Catedral Metropolitana.

Este templo barroco del siglo XVIII, oficialmente llamado Oratorio de San Felipe Neri, es un lugar lleno de historia. En sus orígenes, fue parte de un complejo arquitectónico más grande conocido como Casa Profesa, donde los jesuitas vivieron y realizaron su labor misionera. Aquí, los sacerdotes hicieron un voto de obediencia exclusiva al Papa, comprometiéndose a trabajar en la evangelización. La primera iglesia en este sitio, conocida como el Templo de San José el Real, fue inaugurada en 1610, pero fue reemplazada por el templo que hoy conocemos, diseñado por el arquitecto Pedro de Arrieta entre 1714 y 1720, con el patrocinio del marqués de Villapuente y su esposa.

Un capítulo crucial en la historia de La Profesa ocurrió en 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados de los dominios españoles, y el templo pasó a manos de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. A partir de ese momento, la iglesia adoptó una nueva identidad y continuó siendo un importante centro de oración y cultura. Incluso, tras un devastador terremoto en 1768 que destruyó la iglesia original, La Profesa se mantuvo como un símbolo de resistencia y fe.

En el siglo XIX, el templo experimentó una transformación significativa. Fue en esta época cuando se introdujo el estilo neoclásico en su interior, con la intervención del célebre arquitecto Manuel Tolsá, quien diseñó el retablo mayor dedicado a San Felipe Neri. A partir de ese momento, La Profesa se llenó de una nueva energía artística, con frescos en la cúpula, esculturas y una colección de arte religioso impresionante que hoy día sigue siendo uno de sus mayores atractivos.

Además de su arquitectura, La Profesa se distingue por su galería de arte, conocida como la Pinacoteca, que alberga obras de los siglos XVII, XVIII y XIX. Esta galería, inaugurada en 1978 tras una lujosa rehabilitación, sigue siendo un espacio para apreciar la riqueza de la pintura mexicana y europea, con obras que abarcan tanto la devoción religiosa como la riqueza cultural de la época virreinal.

Un episodio peculiar en la historia de La Profesa tuvo lugar en 1821, cuando fue escenario de una importante conspiración contra el movimiento independentista de México. En sus muros se gestaba una conspiración para instaurar una monarquía en el país, impulsada por quienes simpatizaban con la idea de un monarca absoluto nacido en España. Afortunadamente, el plan no prosperó, pero la memoria de esos encuentros secretos quedó impregnada en la historia de este templo.

A lo largo de los siglos, La Profesa también ha sido testigo de momentos de tensión en la historia del país. Durante la Guerra Cristera de 1926-1929, cuando la persecución contra las iglesias y clérigos se intensificó, La Profesa asumió temporalmente el rol de catedral provisional de la Ciudad de México. Más tarde, en 1931, un atentado con una bomba casera en sus instalaciones no causó grandes daños, pero subrayó la relevancia de este templo como un punto de resistencia y fe en tiempos difíciles.

Hoy en día, La Profesa sigue siendo un lugar de culto y un centro cultural vital en el centro histórico de la Ciudad de México. Su biblioteca, con más de 8,000 libros antiguos, y su pinacoteca continúan resguardando el legado de los siglos pasados, ofreciendo a las y los visitantes un espacio de reflexión y aprendizaje. Aunque no es tan conocida como otros monumentos emblemáticos de la ciudad, La Profesa sigue siendo un recordatorio del pasado religioso y cultural de la capital mexicana, un lugar que invita a las y los transeúntes a detenerse y sumergirse en su historia profunda y su belleza atemporal.

La próxima vez que pases por la calle Madero, no olvides mirar hacia La Profesa y rendir homenaje a este silencioso guardián de la historia, un templo que, con su serenidad y majestuosidad, continúa siendo una de las piezas clave en el corazón de la Ciudad de México.

Dirección: Isabel La Católica #21 (esquina Madero), Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Templo Expiatorio Nacional de San Felipe de Jesús, una joya de arquitectura y espiritualidad en el Centro Histórico

En plena calle Francisco I. Madero, esa por la que caminan miles de personas rumbo al Zócalo todos los días, se esconde a plena vista una joya arquitectónica e histórica: el Templo Expiatorio Nacional de San Felipe de Jesús. A simple vista, su estilo neorrománico —casi único en toda la ciudad— llama la atención, pero lo mejor está en su historia y su significado para la capital.

Este templo rinde homenaje a San Felipe de Jesús, el primer santo mexicano y nada menos que el patrono de la Ciudad de México. Nacido en 1572 bajo el nombre de Felipe de las Casas, su historia parece de película: fue franciscano, luego mercader en Filipinas, volvió a la vida religiosa, y terminó en Japón en un barco llamado (ironías de la vida) San Felipe. Ahí, en 1597, fue martirizado junto a otros 25 cristianos, convirtiéndose en uno de los célebres mártires de Nagasaki. Fue canonizado en 1862, y desde entonces su figura es símbolo de fe y valentía.

El templo que lleva su nombre se construyó entre 1886 y 1897, donde antes estuvo la capilla de Nuestra Señora de Aranzazú, que pertenecía al viejo Convento de San Francisco. La encargada de impulsar su edificación fue nada menos que Carmen Romero Rubio, esposa de Porfirio Díaz. La obra quedó en manos del arquitecto Emilio Dondé, quien también trabajaba en otros templos notables de la ciudad.

Además de su fachada elegante, el interior del templo sorprende con mosaicos de estilo neobizantino que, aunque más discretos que los de la iglesia Porta Coeli, tienen su encanto. Tiene también dos entradas laterales, una capilla independiente y alberga los restos del beato Félix de Jesús Rougier, fundador de los Misioneros del Espíritu Santo, orden que desde 1931 cuida este recinto.

Y por si fuera poco, desde 1900 este templo es sede de la Adoración Nocturna Mexicana, una tradición que sigue viva en pleno centro de la capital.

Así que la próxima vez que camines por Madero, entre cafés, tiendas y bullicio, levanta la vista. La Iglesia de San Felipe de Jesús está ahí, esperando que la redescubras.

Dirección: Av Francisco I. Madero #11, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX