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Plaza de Santa Veracruz, historia, misterio, muerte y tranquilidad en el Centro Histórico de CDMX

En pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, a unos pasos de la Alameda Central y sobre la transitada avenida Hidalgo, se encuentra un rincón lleno de historia, espiritualidad y belleza: la Plaza de Santa Veracruz. Aunque muchas veces pasa desapercibida por quienes se apresuran hacia el Museo Franz Mayer o el Museo Nacional de la Estampa, esta plaza es un tesoro urbano que ha sobrevivido al paso de los siglos, los sismos y los incendios.

Un lugar con cinco siglos de historia

La Plaza de Santa Veracruz se estableció en el siglo XVI y ha mantenido, sorprendentemente, su trazo original desde entonces. En sus inicios, este espacio era parte del atrio de la Iglesia de la Santa Veracruz, una de las parroquias más antiguas de la ciudad, cuya historia se remonta a una hermandad fundada por Hernán Cortés en agradecimiento por haber llegado a Veracruz un Viernes Santo de 1519.

La parroquia sin campana… y con mucha historia

La actual Iglesia de la Santa Veracruz fue construida entre 1759 y 1776 en estilo barroco, con una majestuosa fachada churrigueresca que aún se puede admirar. Se le conocía como “la parroquia sin campana” porque, aunque sus torres se terminaron en el siglo XVIII, su campanario no se instaló sino hasta mediados de 1800. En su interior se veneran imágenes tradicionales como el Cristo de los Siete Velos y la Virgen de los Remedios, esta última también conocida como La Gachupina, una figura ligada a la historia de los españoles en México.

La iglesia fue también el lugar de descanso final del escultor y arquitecto Manuel Tolsá, figura clave del periodo virreinal. Sin embargo, en 2020, un incendio dañó gravemente el templo, que aún permanece en proceso de restauración.

Un espacio que cuenta la historia de la ciudad

Durante siglos, la plaza ha sido testigo de momentos históricos. En 1768, por ejemplo, fue el lugar donde se celebró el funeral colectivo de casi 500 personas que murieron en un terremoto. A lo largo del tiempo, también albergó el Mercado de las Flores, que fue trasladado ahí desde la Catedral Metropolitana en 1927 por su cercanía con agencias funerarias y el Panteón de San Fernando.

En la década de 1960, durante los Juegos Olímpicos de 1968, la plaza vivió una transformación que la convirtió en foro al aire libre y escenario cultural, como se puede ver en la película Los Caifanes.

Un rincón para lectorxs, caminantes y curiosxs

Hoy en día, la Plaza de Santa Veracruz ofrece un respiro del bullicio citadino. Con su vegetación, tres fuentes y las majestuosas fachadas de los templos de Santa Veracruz y San Juan de Dios —éste último parte del antiguo Hospital de los Desamparados, hoy Museo Franz Mayer—, este espacio se ha convertido en un punto de encuentro para coleccionistas de libros que intercambian ejemplares los sábados tras haber participado en subastas en línea.

La plaza también es un alto obligado para quienes siguen rutas culturales por la Alameda Central, la Ruta de Cuepopan o la Colonia Guerrero. Aunque pareciera estar ligeramente hundida, ese detalle arquitectónico cuenta otra parte de su historia: el hundimiento natural del suelo de la ciudad, y los esfuerzos por conservar sus edificaciones originales, como cuando en 1926 se excavó para rescatar parte de la antigua calzada prehispánica de Tlacopac.

Una joya oculta que merece ser visitada

Entre árboles, historia, arte sacro y arquitectura barroca, la Plaza de Santa Veracruz es una de las plazas más bellas y tranquilas del Centro Histórico. Visitarla es caminar sobre siglos de historia y dejarse sorprender por un sitio que sigue latiendo con fuerza en el corazón de la ciudad.

Pyramid Center, una pirámide egipcia en medio del caos de la Ciudad de México

Entre los cientos de edificios que pueblan la capital mexicana, hay uno que no pasa desapercibido por ninguna razón… aunque tal vez no por las razones que imaginas. Se trata del Pyramid Center, un edificio con forma de pirámide egipcia que se alza, no a orillas del Nilo, sino del Río Churubusco, en la colonia Portales, alcaldía Benito Juárez.

Sí, leíste bien: una pirámide egipcia en la CDMX. Esta extraña joya de la arquitectura capitalina fue construida en los años 80 por el arquitecto Ibáñez Gill, de quien no se tienen muchos más registros en el ámbito arquitectónico, pero cuyo legado vive (y resiste) en esta estructura de siete pisos con forma triangular que recuerda a las monumentales construcciones de Guiza… aunque con un estilo muy “chilango”.

Un diseño único que no deja a nadie indiferente

El Pyramid Center está recubierto con cristales tornasolados en tonos azules, lilas y verdes, que, con el paso del tiempo, se han ido deslavando, dándole un aire melancólico, casi poético. En la cima, flanqueado por dos tradicionales tinacos blancos, se lee el nombre del edificio en letras que imitan jeroglíficos egipcios: Pyramid Center.

Su forma piramidal, con cada piso más pequeño que el anterior, lo convierte en un punto de referencia inconfundible desde el Circuito Interior, pero también ha sido motivo de innumerables memes, críticas y hasta concursos. En redes sociales, muchxs lo han calificado como “el edificio más feo de la CDMX”, “una broma arquitectónica” o simplemente “una locura ochentera que se salió de control”. Incluso, en una encuesta recreativa realizada por el arquitecto EXA, ganó el primer lugar como el edificio más feo de la ciudad.

Más que una fachada excéntrica: un edificio con vida propia

Aunque en internet abunden los comentarios que aseguran que está abandonado, la realidad es que el Pyramid Center sigue vivo. Alberga una variedad de negocios y oficinas: desde talleres automotrices, asesorías de negocios y tiendas de componentes electrónicos, hasta un consultorio psicológico y una tienda de plantas.

Por cierto, si visitas el edificio y subes al último piso, no te olvides de saludar a los emblemáticos tinacos, que se han convertido en los verdaderos faraones del lugar.

¿Por qué tanto odio?

La arquitectura, como cualquier arte, es subjetiva. Lo que a unos les parece feo, a otros les puede parecer encantador, o al menos interesante. El Pyramid Center representa esa mezcla entre la nostalgia ochentera, la funcionalidad urbana, y una creatividad sin filtros que también es parte de la identidad visual de la CDMX.

En una ciudad donde conviven maravillas coloniales como la Catedral Metropolitana o el Palacio Nacional, con íconos modernos como la Torre Reforma o el Museo Soumaya, el Pyramid Center ocupa su lugar como un símbolo de la arquitectura ecléctica y sin complejos que caracteriza a la capital mexicana.

¿Vale la pena visitarlo?

Si te apasiona la historia del antiguo Egipto, los edificios fuera de lo común o simplemente te gusta explorar las rarezas urbanas de la CDMX, el Pyramid Center es un must. Además, está muy bien ubicado: lo encuentras en Av. Río Churubusco 59, colonia Portales, justo en medio del caos, los cláxones y el eterno flujo de autos del Circuito Interior.

Quizá no sea bonito para todos los ojos, pero definitivamente es inolvidable. ¿Y quién sabe? Tal vez al visitarlo termines encontrando belleza en lo que muchos consideran feo.

El Zócalo de la Ciudad de México, el corazón político, histórico y cultural del país

La Plaza de la Constitución, mejor conocida como el Zócalo, es mucho más que una explanada monumental en el centro de la Ciudad de México: es el corazón simbólico, político y social del país. Situada en el Centro Histórico, esta plaza ha sido, a lo largo de los siglos, el epicentro de decisiones, celebraciones, movilizaciones y expresiones culturales que han marcado el rumbo de México.

Un espacio con profunda carga simbólica

El Zócalo está rodeado por algunos de los edificios más emblemáticos de la vida pública y religiosa del país: el Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo; la Catedral Metropolitana, símbolo de la herencia católica novohispana; y el Edificio de Gobierno de la Ciudad de México. En el centro ondea una monumental bandera tricolor, izada con honores en fechas patrias.

Desde tiempos prehispánicos, este lugar fue el centro político y ceremonial de Tenochtitlan, capital del imperio mexica. Allí se alzaban templos, palacios y calzadas que conectaban la gran ciudad con sus alrededores. Tras la conquista en 1521, los españoles demolieron las estructuras indígenas y sobre sus ruinas construyeron la nueva capital del virreinato de la Nueva España. Así nació la Plaza Mayor, concebida como espacio cívico, comercial y religioso.

Durante el periodo virreinal, la plaza fue escenario de mercados, corridas de toros, ejecuciones públicas, procesiones religiosas y celebraciones reales. Fue rebautizada como Plaza de la Constitución en 1813, en honor a la Constitución liberal de Cádiz de 1812, aunque ese nombre oficial no logró desplazar el apodo popular que se consolidaría años después.

¿Por qué se llama Zócalo?

El nombre “Zócalo” tiene un origen curioso que refleja la historia urbana de la Ciudad de México. En 1843, el entonces presidente Antonio López de Santa Anna ordenó la construcción de un monumento a la Independencia en el centro de la plaza. El proyecto contemplaba una columna coronada por una estatua alegórica, sobre un gran pedestal o zócalo.

Sin embargo, el monumento nunca se completó. Solo se llegó a construir la base de la columna —es decir, el zócalo—, que permaneció sola e inconclusa durante décadas en el centro de la plaza. Esta estructura se volvió un punto de referencia tan conocido que lxs habitantes de la ciudad comenzaron a llamar al lugar “el Zócalo”.

Con el tiempo, aunque la estructura fue retirada, el nombre popular persistió y se volvió oficial en el habla cotidiana. Tanto fue así, que otras plazas del país comenzaron a ser llamadas “zócalos” por extensión, aunque originalmente ese término solo designa la base de una columna o pedestal.

Celebraciones y concentraciones masivas

Ceremonia del Grito de Dolores

Uno de los rituales patrios más emblemáticos ocurre cada 15 de septiembre a las 23:00 horas: la ceremonia del Grito de Independencia. Esta tradición fue instaurada oficialmente por el presidente Antonio López de Santa Anna en 1845 para honrar la memoria del cura Miguel Hidalgo y los héroes independentistas. Aunque el Grito original ocurrió en la madrugada del 16 de septiembre, Santa Anna prefirió la noche del 15, según el cronista Artemio del Valle Arizpe, “para evitar la fatiga de despertarse a horas tempranas para festejar el acontecimiento”.

Desde el balcón principal de Palacio Nacional, el presidente de la República encabeza el acto, gritando los nombres de los héroes patrios y ondeando la bandera nacional ante miles de personas reunidas en el Zócalo. Esta ceremonia se ha convertido en uno de los eventos más representativos del calendario cívico mexicano.

Desfile cívico-militar del 16 de septiembre

El 16 de septiembre, Día de la Independencia, se celebra con un desfile cívico-militar que recorre Paseo de la Reforma hasta llegar al Zócalo, replicando la ruta que siguió el Ejército Trigarante cuando entró a la ciudad el 27 de septiembre de 1821. Esta tradición comenzó en 1825 bajo el mandato de Guadalupe Victoria y se consolidó con el tiempo como una muestra del poderío militar y la unidad nacional.

La participación de la Fuerza Aérea Mexicana inició en 1917, y desde entonces ha sido una presencia constante. Aunque en 1921 Álvaro Obregón trasladó el desfile al 27 de septiembre para conmemorar el centenario de la Consumación, en 1935 Lázaro Cárdenas ordenó que regresara al 16 de septiembre, instaurando una tradición que perdura hasta hoy.

Desfile cívico-militar atlético del 20 de noviembre

El aniversario de la Revolución mexicana también se celebra con un desfile especial. Aunque sus primeras versiones datan de 1930, fue oficializado en 1936 y desde 1941 contó con la presencia presidencial. Este desfile, además de las fuerzas armadas, integraba demostraciones deportivas, tablas rítmicas y participaciones de atletas destacadxs.

Después de su cancelación en 2006, fue restablecido en 2019 por el presidente Andrés Manuel López Obrador con un formato renovado que retoma tanto el carácter atlético como el cívico-militar del evento.

Desfile del Día del Trabajo

Cada 1 de mayo, el Zócalo fue durante décadas punto de encuentro de sindicatos, trabajadores y organizaciones campesinas. Aunque hubo manifestaciones desde 1913, fue hasta 1922 que se oficializó la conmemoración del Día del Trabajo. A partir de 1940, la Confederación de Trabajadores de México (CTM), liderada por Fidel Velázquez, se convirtió en la organizadora central del desfile.

Durante décadas, el presidente presenciaba el paso de los contingentes desde el balcón de Palacio Nacional. Sin embargo, el desfile oficial fue cancelado definitivamente en 1995.

Ceremonias de honores e izamiento de la bandera monumental

En el Zócalo se realizan ceremonias de arriaje y honores a la bandera monumental en fechas significativas como el 24 de febrero (Día de la Bandera), 15 y 16 de septiembre (Independencia de México), y 20 de noviembre (Revolución Mexicana). Estos actos solemnes refuerzan el simbolismo del Zócalo como espacio patriótico por excelencia.

El Zócalo y el presidencialismo mexicano

Con la consolidación del régimen presidencialista en el siglo XX, el Zócalo adquirió un papel central en la escenificación del poder. La plaza ha sido el escenario de tomas de protesta, informes de gobierno, celebraciones oficiales y actos de respaldo al presidente en turno.

Durante la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador el 1 de diciembre de 2018, más de 150 mil personas se reunieron en el Zócalo para un evento artístico y político donde recibió simbólicamente el bastón de mando de representantes de los pueblos indígenas. Un acto inédito que reflejó la voluntad de acercar el poder presidencial a la ciudadanía.

Históricamente, también fue el lugar de manifestaciones de apoyo popular a decisiones presidenciales trascendentales, como la expropiación petrolera de 1938 con Lázaro Cárdenas, o la nacionalización de la banca en 1982 con José López Portillo.

Conciertos masivos y cultura popular

Además de su papel político, el Zócalo se ha convertido en uno de los escenarios culturales más importantes de México. Aquí han tenido lugar conciertos gratuitos que han reunido a multitudes de hasta cientos de miles de personas. Entre los más memorables se encuentran:

  • Juan Gabriel (1 de enero de 2000): 350,000 asistentes – récord absoluto.
  • Grupo Firme (25 de septiembre de 2022): 280,000 asistentes.
  • Los Fabulosos Cadillacs (3 de junio de 2023): 300,000 asistentes.
  • Vicente Fernández (14 de febrero de 2009): 217,000 asistentes.
  • Shakira (27 de mayo de 2010): 210,000 asistentes.
  • Justin Bieber, Paul McCartney, Rosalía, Interpol, entre muchos otros.

También destaca el concierto “Estamos Unidos Mexicanos” realizado el 8 de octubre de 2017 en apoyo a los damnificados por los sismos de septiembre de ese año, que reunió a 170,000 personas.

Un escenario de la vida cívica y cultural nacional

El Zócalo no es sólo una plaza: es el escenario donde se inscriben los momentos más significativos de la historia contemporánea de México. Desde protestas sociales hasta fiestas patrias, desde mítines presidenciales hasta festivales de música, este espacio ha sido testigo de los cambios, resistencias y celebraciones del pueblo mexicano.

Su fuerza simbólica radica en su capacidad de reunir a miles de personas en un solo sentir: el de pertenencia a una nación en constante transformación.

Parque Hundido (Luis G. Urbina), historia, naturaleza y cultura en la Colonia Del Valle

El Parque Hundido, oficialmente llamado Parque Luis Gonzaga Urbina, es uno de los espacios verdes más emblemáticos y queridos de la Ciudad de México. Ubicado sobre la transitada Avenida de los Insurgentes, en la alcaldía Benito Juárez, este parque destaca por su particular relieve hundido, su vasta biodiversidad, su riqueza cultural y su historia fascinante que conecta pasado y presente en un solo lugar.

Un poco de historia: de ladrillos a bosque y parque

El terreno donde ahora se extiende el Parque Hundido fue originalmente ocupado en el siglo XIX por la Compañía Ladrillera de la Nochebuena, una fábrica dedicada a la producción de ladrillos. Cuando la fábrica cerró, el hueco dejado por la extracción de arcilla creó una especie de gran “pozo” o hundimiento, de donde deriva el nombre popular del parque. Para contrarrestar el abandono, se plantaron múltiples especies de árboles, y el espacio comenzó a ser conocido como el Bosque de la Nochebuena.

Con la pavimentación y ampliación de la Avenida de los Insurgentes en la década de 1930, el gobierno capitalino decidió transformar este terreno en un parque público. Desde entonces, ha sido un pulmón verde vital para la zona, con extensas áreas de césped, árboles y jardines que invitan al descanso y la convivencia.

El reloj floral más grande de México

Uno de los atractivos más icónicos del Parque Hundido es su reloj floral, un enorme reloj de 10 metros de diámetro hecho por una prestigiosa casa relojera de Puebla. Este reloj se ubica al final de una escalinata que conduce a la Plaza Dolores del Río, dedicada a la famosa actriz mexicana que también brilló en Hollywood. El reloj no solo es funcional, sino también una obra de arte viviente que cambia con las estaciones al renovar sus coloridas flores.

Museo al aire libre y rutas arqueológicas

En 1972, el parque se enriqueció con un museo al aire libre que exhibe réplicas de piezas arqueológicas representativas de seis grandes culturas prehispánicas de México: zapoteca, maya, olmeca, totonaca, huasteca y las de la región del altiplano. Para recorrerlas, se crearon seis rutas marcadas con líneas de colores en el suelo, lo que convierte a la visita en una experiencia educativa y cultural al aire libre, ideal para toda la familia.

Audiorama y espacio cultural

El parque también cuenta con un audiorama con capacidad para 141 personas, rodeado de vegetación que proporciona un ambiente tranquilo para disfrutar de música clásica y poesía. Este espacio cultural es perfecto para quienes buscan un refugio de calma y arte en medio de la ciudad.

Más que un parque: punto de encuentro y biodiversidad

En la esquina de la Avenida Insurgentes con la calle Porfirio Díaz, se encuentra una majestuosa estatua ecuestre de Vicente Guerrero, héroe de la Independencia de México. Desde los años setenta, esta esquina es también punto de reunión dominical para cientos de ciclistas que realizan paseos en bicicleta, fomentando la convivencia y la vida saludable.

El Parque Hundido tiene una extensión aproximada de 100,000 metros cuadrados y es un oasis de biodiversidad urbana. Aquí conviven árboles como fresnos, álamos plateados, cipreses, eucaliptos, bambús, acacias y cedros, además de especies florales como azaleas y piracantos, y frutales como limones y naranjos. Gracias a esta variedad, el parque es un importante espacio para la conservación ambiental en la ciudad.

¿Por qué visitar el Parque Hundido?

  • Ubicación privilegiada en una de las avenidas principales de la Ciudad de México.
  • Reloj floral gigante, símbolo del parque y uno de los más grandes de México.
  • Rutas arqueológicas que acercan a niños y adultos a la historia prehispánica.
  • Audiorama para eventos culturales y momentos de relajación.
  • Zona de juegos infantiles ideal para las familias.
  • Ambiente natural y biodiverso para paseos, deportes y picnic.
  • Lugar histórico y punto de encuentro de ciclistas y amantes del aire libre.

Datos curiosos

  • El parque fue conocido popularmente como “Parque Chino” y “Parque del Amor” por sus vecinos.
  • Luis Gonzaga Urbina, su nombre oficial, fue un poeta mexicano que marcó la transición entre el romanticismo y el modernismo.
  • La construcción del parque contribuyó a la creación de una zona verde fundamental para mejorar la calidad del aire y la calidad de vida de lxs habitantes de Benito Juárez.

Si planeas un paseo en la Ciudad de México, no olvides incluir el Parque Hundido en tu itinerario para disfrutar de naturaleza, historia y cultura en un solo lugar.

Parroquia del Señor del Buen Despacho (Iglesia de Tlacotemecatl), un tesoro histórico y cultural en la Colonia Del Valle

La Parroquia del Señor del Buen Despacho, conocida también como la Iglesia de Tlacoquemécatl, es un lugar emblemático en la Ciudad de México que resguarda una historia fascinante que se remonta al siglo XVI. Originada como una ermita, esta iglesia ha sido testigo de transformaciones a lo largo de los siglos, reflejando tanto la arquitectura colonial como la evolución de las prácticas religiosas en la ciudad. Aunque su aspecto actual es relativamente moderno debido a múltiples remodelaciones, conserva detalles originales, como sus tallados autóctonos que reflejan la riqueza cultural mestiza de la región.

Una de las joyas más preciadas de esta parroquia es la escultura del Señor del Buen Despacho, una advocación peculiarmente mexicana de Cristo que se popularizó gracias a la creencia en la rapidez con la que responde a las peticiones y oraciones de las y los fieles. Esta imagen fue un regalo del rey Carlos V a la Catedral Metropolitana y data de entre 1620 y 1630. Tallada en madera ligera de colorín, mide aproximadamente 1.90 metros y pesa solo 15 kilos, lo que facilitaba su uso en procesiones religiosas. Su rostro, con características expresivas y detalladas, es una muestra clara del arte sacro novohispano.

Además de su valor religioso, el Señor del Buen Despacho destaca por su cuidadosa restauración reciente, donde expertxs en conservación del arte sacro realizaron un meticuloso proceso para limpiar, reparar y devolver el color original a la imagen. Este trabajo delicado incluyó el uso de técnicas especializadas y productos específicos para evitar dañar la pieza histórica, que a lo largo de sus siglos de existencia ha sufrido desgaste, especialmente en zonas como la cabeza debido a la corona de espinas móvil que porta.

En la base de esta imagen se encuentra un elemento arqueológico excepcional: un cuauhxicalli prehispánico, que originalmente era un recipiente para corazones humanos sacrificados en ceremonias rituales. Este cuauhxicalli, descubierto en 1982, simboliza la conexión profunda entre las tradiciones prehispánicas y la fe católica que conviven en la parroquia. Su presencia en el altar resalta el sincretismo cultural que caracteriza a muchas manifestaciones religiosas en México.

La Parroquia del Señor del Buen Despacho se ubica en el Jardín del Arte Tlacoquemécatl, un espacio público desde el cual se puede admirar su fachada y contemplar su valor histórico. A pesar de ser un templo pequeño y poco conocido, ofrece a visitantes y feligreses una experiencia única, llena de historia, arte y espiritualidad. Este lugar es perfecto para quienes desean conocer más sobre la riqueza cultural de la Ciudad de México, que combina elementos coloniales, autóctonos y religiosos en una sola experiencia.

En resumen, la Parroquia del Señor del Buen Despacho es mucho más que una iglesia: es un puente entre siglos y culturas, un testimonio vivo de la fe y una joya del patrimonio cultural de la CDMX que merece ser visitada y revalorada por locales y turistas por igual.

Capilla de la Inmaculada Concepción en Salto del Agua, un tesoro barroco en medio del caos citadino

En pleno corazón de la Ciudad de México, entre el ir y venir del Eje Central y la avenida Izazaga, se alza una joya poco conocida pero llena de historia: la Capilla de la Inmaculada Concepción, también llamada Capilla de Salto del Agua. Este pequeño templo barroco, rodeado de tráfico y modernidad, es un verdadero tesoro del siglo XVIII que sobrevive con dignidad en una de las intersecciones más transitadas del centro histórico.

Un legado del siglo XVIII

La historia de esta capilla comenzó en 1750, cuando se colocó la primera piedra bajo el patrocinio del maestro-escuela de la catedral, el doctor Francisco Navarijo. Fue erigida por orden del rey Carlos III, a petición del arzobispo Francisco Antonio Lorenzana, y apoyada por la Hermandad de la Purísima Concepción. La construcción concluyó en la década de 1760, y en 1772 fue elevada a la categoría de parroquia, rango que conserva hasta nuestros días.

Pese a las transformaciones urbanas, como la ampliación de la avenida en 1935, la capilla fue preservada, aunque quedó aislada en un camellón, frente a la icónica Fuente de Salto del Agua, construida en 1779 por Ignacio de Castera.

Una joya del barroco mexicano

Su arquitectura es una muestra viva del barroco novohispano. La capilla cuenta con una nave única, bóveda de cañón con lunetos y una elegante cúpula octagonal sobre el presbiterio. Los muros exteriores de tezontle y cantera chiluca le dan ese característico tono rojizo tan típico del Centro Histórico. Su portada principal se distingue por elementos como ángeles, querubines, granadas, cuernos de la abundancia y símbolos marianos, que resaltan el arte religioso de la época.

En el interior, que rara vez está abierto al público, destacan las columnas de cantera y un hermoso domo que merece ser contemplado. Si tienes suerte, podrías presenciar una Misa Tridentina (en latín), una experiencia espiritual única en la ciudad.

Misa Tridentina y comunidad activa

La Capilla de la Inmaculada Concepción es sede de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP), fundada bajo el amparo del Papa Juan Pablo II. Aquí se celebra regularmente la Misa Tradicional en latín, también conocida como Misa Tridentina, un rito lleno de solemnidad, recogimiento y belleza.

Aunque la mayoría de sus fieles no viven en el centro, la capilla recibe peregrinos de distintos estados como Puebla, Querétaro y Guadalajara. Además, su comunidad es muy activa: cada sábado se ofrecen cursos de catequesis básica y durante el año se realizan convivencias, celebraciones y momentos de formación espiritual.

El Jubileo de las 40 horas

Una de las tradiciones más significativas de esta parroquia es el “Santo Jubileo de las 40 horas”, que se celebra cada inicio de año. Durante tres días, lxs fieles participan en la adoración continua del Santísimo Sacramento, celebran Misas especiales y realizan una procesión por las calles cercanas. Esta devoción colectiva refleja la profunda fe e identidad comunitaria que caracterizan a esta parroquia.

Un rincón con historia, fe y cine

Esta capilla no solo ha sido testigo de siglos de fe y transformación urbana, sino también de arte cinematográfico. Aparece en la película La montaña sagrada (1973) de Alejandro Jodorowsky, añadiendo un toque cultural alternativo a su historia.

Además, se encuentra muy cerca del Colegio de las Vizcaínas, una de las obras barrocas más importantes de la ciudad.

Plaza y Capilla Tlaxcoaque (Capilla de la Santísima Concepción), un rincón de historia, devoción y represión en el Centro de la CDMX

En medio del ajetreo urbano de la Ciudad de México, entre avenidas transitadas como la 20 de Noviembre y la Calzada de Tlalpan, se encuentra un pequeño oasis histórico: la Capilla de la Santísima Concepción, también conocida como La Concepción Tlaxcoaque, junto con la Plaza Tlaxcoaque, que marca el límite sur del Centro Histórico de la capital.

Un templo barroco con raíces indígenas

Este pintoresco templo barroco del siglo XVII no solo es una joya arquitectónica, sino también un testimonio del pasado indígena de la ciudad. Originalmente fue consagrado como Templo de la Sangre de Cristo, en el antiguo barrio de Tlaxcoaque, habitado principalmente por población indígena. En 1677, gracias al donativo de una imagen de la Inmaculada Concepción por parte de una mujer indígena llamada María Francisca, la capilla fue rededicada a esta advocación mariana.

La capilla tiene planta de cruz latina, una sola nave y una cúpula en el crucero. Su fachada, orientada al norte, cuenta con una única torre con campanario en el lado oriental, cuya cúpula estuvo recubierta de azulejos. Construida con piedra volcánica y decorada con relieves vegetales, figuras de ángeles y detalles artesanales, se sabe que artistas indígenas participaron en su construcción. Las puertas, por ejemplo, muestran representaciones de San José y la Inmaculada Concepción, mientras que las pilastras podrían representar a sus antiguos benefactores.

Plaza Tlaxcoaque: historia, memoria y transformación

La Plaza Tlaxcoaque es el espacio que rodea la capilla. Hasta principios del siglo XX, esta área formaba parte de un barrio popular lleno de callejuelas, que funcionaban como atrio natural del templo. Pero en los años 30, con la expansión vial, muchas construcciones fueron demolidas para dar paso a avenidas modernas, y la capilla quedó aislada en medio de un entorno más urbano y caótico.

La plaza también tiene un pasado oscuro. Durante décadas, albergó el edificio de Policía y Tránsito del entonces Departamento del Distrito Federal, que en las décadas de 1960 a 1980 funcionó como centro de detención y tortura de disidentes políticos, jóvenes marginados y personas en situación de calle. Tras el sismo de 1985, el edificio fue demolido, pero sus sótanos se preservan como un memorial a las víctimas de violaciones a los derechos humanos.

Restauración y nuevos símbolos

En el marco del bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución, el Gobierno de la Ciudad de México firmó un convenio con la Embajada de Azerbaiyán para restaurar la capilla y remodelar la plaza. El proyecto, diseñado por lxs arquitectxs Antonio Sposito, Elena Bruschi y el mexicano René Caro, se llevó a cabo en 2012 con financiamiento azerí.

Durante esta intervención se rediseñó el pavimento, se añadieron jardines con agapandos y moros, y se instalaron fuentes modernas con chorros de agua iluminados. Se buscó transformar la plaza en un espacio más amable, convirtiéndola en una posible “puerta de entrada al Centro Histórico”.

Sin embargo, uno de los elementos más controversiales fue la colocación de una escultura conmemorativa de la masacre de Xocalı, ocurrida en Azerbaiyán en 1992. La estatua, de tres metros de altura, ha sido objeto de debate por las implicaciones diplomáticas entre México, Armenia y Azerbaiyán.

Un rincón para la reflexión y el encuentro

Hoy, la Capilla de la Santísima Concepción y la Plaza Tlaxcoaque forman un espacio donde se cruzan historia, espiritualidad, memoria y política internacional. Aunque rodeadas de tráfico y modernidad, estas construcciones nos invitan a mirar hacia el pasado, reflexionar sobre los errores del presente y, quizá, imaginar un futuro más justo.

Parroquia Purísimo Corazón de María Reina de la Paz, un tesoro arquitectónico y artístico en la Colonia Del Valle

En la Colonia Del Valle, al sur de la Ciudad de México, se alza imponente una joya poco conocida pero fascinante: la Parroquia Purísimo Corazón de María Reina de la Paz. Con su arquitectura monumental, historia profunda y belleza artística, este templo es mucho más que un punto de referencia urbano: es un símbolo de fe, arte y comunidad.

Una iglesia entre el art déco, el funcionalismo… y con un toque gótico

Con una silueta inconfundible que se divisa desde varias cuadras a la redonda, esta iglesia de 65 metros de altura destaca por su cúpula poligonal de 20 metros, coronada por una imponente escultura de la Virgen María con los brazos semiabiertos, que mide otros 10 metros. No es raro que muchos la confundan con el Cristo Redentor, y por su posición en la glorieta Mariscal Sucre, las y los capitalinos la apoden cariñosamente “Nuestra Señora del Tránsito”, como si estuviera ayudando a dirigir el tráfico en la concurrida intersección de División del Norte, Amores y Gabriel Mancera.

El diseño del templo es una singular mezcla de estilos: art déco, funcionalismo y un aire gótico, que lo hacen destacar entre las construcciones religiosas de la ciudad. Fue concebido por el arquitecto Luis Olvera y desarrollado por el ingeniero Miguel Rebolledo, pionero en el uso del concreto reforzado en México. Posteriormente, en 1947, Antonio Muñoz García, autor del Mercado Abelardo Rodríguez y del edificio de la Suprema Corte de Justicia, retomó el proyecto.

Un templo nacido de la fe comunitaria

La historia de esta iglesia comenzó en 1923 con la construcción de una capilla sencilla, impulsada por los Misioneros Claretianos y donaciones vecinales. A pesar de haber sido cerrada durante la Guerra Cristera (1926–1929), fue una de las pocas autorizadas para celebrar misa en esa época. En 1931 fue elevada a parroquia por el arzobispo Pascual Díaz.

En 1938 arrancó formalmente la construcción del templo actual. Con el apoyo económico de feligreses, que contribuían semanalmente mediante colectas casa por casa, se cimentó el santuario. La primera misa se celebró en 1954, año en que el cardenal José Garibi Rivera lo consagró como templo parroquial.

Un interior que te deja sin aliento

Más allá de su impactante exterior, el interior del templo es un espectáculo visual. Destacan sus vitrales multicolores, sus candelabros artísticos, un sagrario de bronce dorado con base giratoria, y su imagen principal: una escultura monumental de la Virgen María con el Niño, obra del artista Antonio Ballester.

Además, los murales del pintor Pedro Cruz cubren aproximadamente 1,400 metros cuadrados, representando pasajes bíblicos y temas marianos con una expresividad y belleza excepcionales. Todo esto convierte al templo en uno de los espacios sacros más ricamente decorados de la Ciudad de México.

Un set de cine internacional

El encanto de esta parroquia trascendió fronteras cuando fue elegida como una de las locaciones principales para la película Romeo + Julieta (1996), dirigida por Baz Luhrmann y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Claire Danes. Su arquitectura dramática y luminosa fue el escenario ideal para esta moderna versión del clásico de Shakespeare.

¿Dónde se encuentra?

La Parroquia del Purísimo Corazón de María Reina de la Paz se ubica en Gabriel Mancera, entre Torres Adalid y Luz Saviñón, en plena Colonia Del Valle. Está rodeada por avenidas emblemáticas como División del Norte, Amores y Eje 5 Sur. Fácilmente visible desde lejos, es un sitio ideal para quienes disfrutan del turismo religioso, la arquitectura o el cine.

¿Por qué vale la pena visitarla?

Porque no se trata solo de una iglesia, sino de un símbolo de identidad barrial, una obra maestra del siglo XX, y un espacio donde se mezcla la espiritualidad con el arte monumental. Ya sea que vayas a misa, a tomar fotos, o a descubrir una locación de cine, esta parroquia te sorprenderá con su belleza e historia.

La Basílica de Guadalupe, historia viva de fe y tradición al norte de CDMX

Ubicada al pie del cerro del Tepeyac, en la alcaldía Gustavo A. Madero, la Basílica de Santa María de Guadalupe es mucho más que un templo: es uno de los lugares de peregrinación más visitados del mundo. Solo la supera la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Cada año, millones de personas —alrededor de 20 millones, para ser exactos— llegan desde todos los rincones del planeta para venerar a la Virgen de Guadalupe, especialmente el 12 de diciembre, su día festivo.

Un poco de contexto

El nombre completo de este recinto es Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, y pertenece a la Arquidiócesis Primada de México. Actualmente está bajo el cuidado del canónigo Efraín Hernández Díaz, quien funge como rector y vicario general de la Vicaría Episcopal de Guadalupe desde noviembre de 2023.

La historia de la Antigua Basílica

La primera gran iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe fue la Antigua Basílica, cuya construcción comenzó en 1695 bajo la dirección del arquitecto Pedro de Arrieta. Se inauguró el 1 de mayo de 1709 con un solemne novenario. Este templo barroco fue diseñado con una impresionante fachada que simula un biombo y con torres octagonales coronadas con mosaicos de talavera, evocando la Jerusalén celestial mencionada en el Apocalipsis.

A lo largo de los siglos, la Antigua Basílica fue objeto de numerosas transformaciones. En el siglo XIX, sufrió daños por la construcción cercana de un convento y fue redecorada en estilo neoclásico por el célebre arquitecto Manuel Tolsá. Más adelante, en preparación para la Solemne Coronación Pontificia en 1895, el templo se restauró por completo: se amplió el espacio del cabildo, se colocó un espectacular retablo de mármol de Carrara y se decoraron los muros con grandes pinturas guadalupanas.

Durante la guerra cristera, en los años 20, un atentado con bomba causó daños al altar mayor. Sorprendentemente, el ayate con la imagen de la Virgen salió ileso, lo que se interpretó como un milagro. Desde entonces, la imagen ha sido tratada con especial cuidado, siendo incluso resguardada temporalmente fuera del templo.

Ya en la década de 1930, se realizaron más mejoras: se amplió la nave, se colocó un nuevo piso de mármol y se instaló un órgano monumental. También se embelleció el presbiterio con mosaicos venecianos, vitrales con escenas bíblicas y un sagrario de plata inspirado en el convento de San Agustín de Acolman.

Sin embargo, hacia mediados del siglo XX, la estructura de la Antigua Basílica ya no podía sostener el paso del tiempo ni la creciente cantidad de peregrinos. El suelo inestable del Tepeyac provocó hundimientos desiguales y, como medida de precaución, el templo fue cerrado.

La Nueva Basílica: un nuevo hogar para el ayate

Ante la urgencia, se decidió construir una nueva sede para la Virgen. Así nació la Nueva Basílica de Guadalupe, un templo moderno con capacidad para albergar a miles de fieles. El 12 de octubre de 1976, el ayate fue trasladado a su nueva casa, un edificio de planta circular que permite una vista perfecta de la imagen desde cualquier punto. Fue un momento histórico, marcando el fin de 267 años de veneración en el edificio antiguo.

La Nueva Basílica no solo ofrecía más espacio y seguridad estructural, sino también una experiencia espiritual más cercana para las y los peregrinos. La imagen original de la Virgen se encuentra detrás del altar mayor, protegida por un vidrio blindado, y puede ser vista de cerca gracias a una banda transportadora que permite la circulación constante de visitantes.

El renacer de la Antigua Basílica

Afortunadamente, la historia de la Antigua Basílica no terminó ahí. En 1979, el INAH, la Conferencia del Episcopado Mexicano y Conaculta iniciaron un ambicioso proyecto de restauración. Gracias al uso de tecnología avanzada como gatos hidráulicos y pilotes de concreto, lograron estabilizar el edificio y evitar su colapso. En el año 2000, justo a tiempo para el Jubileo, fue reabierta bajo el nuevo nombre de Templo Expiatorio a Cristo Rey.

Hoy en día, esta joya arquitectónica se encuentra completamente restaurada: cuenta con un nuevo piso de mármol, un órgano histórico Wurlitzer que volvió a sonar después de 34 años de silencio, y una agenda activa de actividades religiosas y culturales, como conciertos y retiros.

Un ícono espiritual y cultural

Más allá de su impresionante arquitectura y valor histórico, la Basílica de Guadalupe es símbolo de identidad, fe y unidad para millones de personas. La devoción a la Virgen de Guadalupe trasciende fronteras, idiomas y culturas. Su imagen es emblema de consuelo y esperanza no solo en México, sino en todo el continente americano.

Por su relevancia espiritual y social, este recinto mariano se ha convertido en un fenómeno sin igual. Su historia, que entrelaza milagros, arte, arquitectura y resistencia, sigue viva y vibrante. Ya sea en la solemnidad de la Antigua Basílica o en la majestuosidad de la nueva, visitar este lugar es adentrarse en el corazón mismo de la fe guadalupana.

Conjunto Religioso del Tepeyac, un tesoro espiritual e histórico en la CDMX

Enclavada al pie del cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, la Basílica de Guadalupe no solo es uno de los santuarios marianos más visitados del mundo, sino el corazón de un conjunto religioso con siglos de historia, fe y arte. Más allá del emblemático templo moderno que resguarda la imagen de la Virgen de Guadalupe, el recinto alberga una serie de edificios que narran la historia de la devoción guadalupana y de México mismo.

Un conjunto con siglos de historia

El conjunto religioso del Tepeyac está formado por diversos templos, capillas, conventos, museos y espacios de devoción que ofrecen una mirada profunda al sincretismo religioso, la arquitectura virreinal y el fervor popular.

Antigua Parroquia de Indios

Construida en 1649 por Luis Lasso de la Vega, esta parroquia fue originalmente destinada al culto de la población indígena. Según la tradición, albergó la imagen de la Virgen entre 1695 y 1709, y más tarde el estandarte de Miguel Hidalgo. Debajo de sus cimientos se encuentran los vestigios de los primeros templos dedicados a la Virgen, mandados construir por fray Juan de Zumárraga. También fue el hogar de san Juan Diego, y se resguardan ahí sus reliquias.

Capilla del Cerrito

Ubicada en la cima del Tepeyac, esta capilla conmemora la primera aparición de la Virgen y el milagro de las flores. La actual construcción data de 1740, y en su interior se pueden admirar frescos del muralista Fernando Leal que narran el encuentro cultural y espiritual entre el mundo indígena y el europeo. En la plazoleta frente al templo destacan esculturas de los arcángeles Miguel, Rafael, Gabriel y Uriel, obra de Ernesto Tamariz.

Panteón del Tepeyac

Este cementerio virreinal sigue en operación y resguarda los restos de figuras históricas como Xavier Villaurrutia, José María Velasco y Antonio López de Santa Anna. Se considera zona de monumentos históricos y está protegido por ley.

Capilla del Pocito

Construida entre 1777 y 1791 sobre un pozo de aguas consideradas milagrosas, esta joya del barroco mexicano fue diseñada por Francisco Guerrero y Torres. Su planta circular y su cúpula con decoración en zigzag ofrecen una experiencia visual única. En su interior destaca un púlpito sostenido por una escultura de san Juan Diego. Aquí, José María Morelos oró antes de ser ejecutado en 1815.

Templo y Exconvento de las Capuchinas

Diseñado por Ignacio Castera y construido entre 1792 y 1797, este templo fue ocupado por madres capuchinas. Durante años, albergó la imagen de la Virgen cuando la basílica principal se encontraba cerrada por restauraciones. Aunque el templo fue estabilizado en los años 70, el convento aún sufre hundimientos debido a la inestabilidad del subsuelo.

Espacios de conocimiento y cultura

El recinto guadalupano no solo es un centro de fe, sino también un espacio para la investigación y la conservación del patrimonio.

  • Archivo Histórico: Resguarda documentos novohispanos de gran valor, divididos en los fondos Clavería, Parroquia y Secretaría Particular.
  • Biblioteca Teológica Lorenzo Boturini: Con más de 22,000 volúmenes, es una de las bibliotecas religiosas más importantes del país.
  • Museo de la Basílica de Guadalupe: Inaugurado en 1941, conserva una vasta colección de arte virreinal con obras de artistas como Villalpando, Cabrera y Juan Correa. Su vestíbulo alberga más de 2,000 exvotos, testimonio de la devoción popular.

Templo Expiatorio a Cristo Rey (Antigua Basílica de Guadalupe)

La antigua basílica, hoy conocida como Templo Expiatorio a Cristo Rey, fue construida entre 1695 y 1709 por Pedro de Arrieta. Con su cúpula de talavera y sus torres octagonales, fue el principal templo guadalupano hasta 1976. En su interior se conservan elementos neoclásicos como el altar diseñado por Manuel Tolsá y un órgano monumental de origen alemán. Esta iglesia también ha sido escenario de hechos históricos, como el atentado con bomba en 1921 y su cierre temporal durante la Guerra Cristera.