En algún punto de Calzada Ignacio Zaragoza, poco antes de la salida a Puebla, es probable que logres ver una extraña y avejentada cabeza que reposa sobre una especie de pedestal aparentemente cuadrado. Es la famosísima Cabeza de Juárez, un monumento que se construyó por allá de 1976 como un homenaje al personaje más querido por la política contemporánea y con la idea de convertirse en un atractivo turístico para atraer gente a Iztapalapa.
En 1972 se conmemoraría el centenario de la muerte del Bomberito Juárez (como lo llamó alguna vez el Loco Valdés), por lo mismo, el entonces presidente, Luis Echeverría decidió crear un enorme monumento que le rindiera tributo al esposo de Margarita Maza de Juárez. Fue así que, ese mismo año convocó a diferentes arquitectos e ingenieros para que realizaran una enorme estructura que soportara una monumental escultura con la cabeza de Benito Juárez. La idea era que el mismísimo David Alfaro Siqueiros realizara los murales que rodearían la estructura, y también daría forma a la cabeza monumental; sin embargo, para esos años, el muralista mexicano ya se encontraba grave de salud, por lo que no intervenir la obra. Es por eso, que Luis Arenal Bastar, cuñado de Siqueiros, retomó el proyecto, buscando replicar el toque único de Siqueiros.
Obviamente, el monumento no estuvo listo para celebrar el centenario luctuoso de Juárez; de hecho, estuvo listo para 1976, cuatro años después. El punto es que el monumento, que reflejaba el espíritu del taller de Gráfica Popular, fue inaugurado el 21 de marzo de ese mismo año. Sin embargo, aunque el monumento se planeó para albergar un museo en su interior, este nunca se terminó y, gracias al cambio de gobierno, el proyecto se terminó eliminando y el monumento quedó en el abandono total. Y su abandono fue tal, que el monumento fue usado como guardia de diferentes bandas delictivas, y posteriormente como una especie de cárcel clandestina.
La Cabeza de Juárez quedó en el olvido por más casi 25 años. Por suerte, en el año 2000 el monumento fue rescatado por el gobierno de Rosario Robles, restaurándolo y retomando la idea de usar su interior para crear un museo dedicado a Benito Juárez. Y, desde aquél entonces el Museo Cabeza de Juárez presenta una pequeña colección de objetos y pinturas que retratan la vida de Benito Juárez. Además, en sus paredes se pueden apreciar diferentes murales abstractos, inspirados en Siqueiros, así como otros figurativos en los que se retratan episodios de la historia de México desde 1806 y hasta 1872. Además, en el museo y monumento se realizan diferentes talleres y eventos culturales para que todas y todos los vecinos de Iztapalapa y alrededores, puedan aprender más sobre nuestra historia y cultura.
El Monumento y Museo Cabeza de Juárez es un lugar único en la Ciudad de México; un pequeño rincón que resurgió de sus cenizas para buscar recrear la historia de nuestro país y que todo mundo pueda conocerla. Visitar este monumento es una oportunidad para adentrarte en la gráfica de mediados del siglo pasado y descubrir una nueva parte de la CDMX.
Prepara tu Visita Dirección: Guelatao S/N, Cabeza de Juárez III, Iztapalapa, Ciudad de México, CDMX Costo por persona: Entrada libre Horario: Martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs. Facebook:facebook.com/people/Museo-Cabeza-de-Ju%C3%A1rez/100063481095845
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
Al surponiente de la Ciudad de México, en la alcaldía de Cuajimalpa, y muy cerca de Mordor, mejor conocido como Santa Fe, se encuentra uno de los lugares más mágicos y sorprendentes de toda la Capital. Por su puesto, me refiero al Desierto de los Leones, uno de los parques nacionales más grandes de importantes en el Valle de México, donde puedes caminar entre senderos rodeados de árboles altísimos y respirar aire fresco lejos del caos de la ciudad.
Primero, hablemos de su intrigante nombre. ¿Desierto? ¿Leones? ¡Qué combinación tan curiosa! No, no esperes encontrar dunas de arena ni leones rugiendo entre los árboles. Este lugar es un exuberante parque nacional, lleno de verdes bosques y aire puro. Su nombre proviene del término “desierto” utilizado por los monjes carmelitas para referirse a un sitio apartado y tranquilo donde podían dedicarse a la meditación. Y… la verdad es que nadie sabe por qué es de los leones; sin embargo, te contaré algunas de las versiones.
La primera versión, y probablemente la más aceptada, es que en este bosque habitaban pumas, a los que llamaban león americano. Otra versión dice que, este lugar se construyó gracias a los hermanos León, quienes eran dueños de las tierras y representantes de los carmelitas ante la Corona Española. Y una última versión, aunque la menos aceptada, dice que es porque solían llamar leones a los frailes de la Orden de los Carmelitas Descalzos, quienes ocuparon el convento que se construyó ahí. Pero al final, nada de esto importa, solo importa que no es un desierto, sino que es un bosque, y que no tiene leones. ¡En fin, la hipotenusa!
Como ya lo mencioné, el Desierto de los Leones es un bosque, y sí, uno de sus más grandes atractivos, junto a los restaurantes y changarros de quesadillas y garnachas que pululan cerca del mismo, uno de los más grandes atractivos del Desierto es el ir a convivir con la naturaleza. Puedes ir a correr entre árboles, pasear con tu pareja o perrito, o simplemente sentarte a meditar o disfrutar del momento. Pero, sin duda, lo que ha hecho que el Desierto de los Leones sea tan especial, es el convento de los Carmelitas Descalzos que se fundó en 1606 para convertirse en un espacio de retiro espiritual. ¡Y literalmente fue el primer convento en México!
Con el paso de los siglos, la población del convento había crecido casi exponencialmente, lo que obligó a la Orden de los Carmelitas a abandonar el convento y buscar un lugar más grande para su retiro en 1801. Y, tras el estallido de la Guerra de Independencia, la orden terminó cediendo los terrenos al Estado para que se convirtiera en cuartel y refugio militar. Pero, tras la guerra, el convento fue abandonado y, desde ahí, se llegó a usar para diferentes fines ilícitos. Por suerte para el convento, o mejor dicho, para el Desierto, el Bosque fue declarado zona de reserva forestal e interés público en 1876 y, pasada la revolución mexicana, en 1917, Venustiano Carranza promulgó el decreto que le otorgó la categoría de Parque Nacional.
Dentro del convento (o ex convento) encontrarás un gran número de espacios dedicados a todo tipo de exposiciones; quizá las más vistosas son el Museo de Emiliano Zapata y el Museo Bicentenario. Sin embargo, existen dos lugares que se han vuelto icónicos en los recorridos por este lugar. El primer es la Capilla de los Secretos, que es una pequeña construcción cercana al convento cuya construcción permite a las personas a hablar a través de los muros, haciendo que la voz recorra la parte alta de la capilla y baje al otro extremo del lugar; técnica que usaban los monjes para poder intercambiar algunas palabras sin establecer contacto visual, y sin rompér sus votos de silencio. Y el segundo rincón icónico del convento es el sótano, también conocido como catacumba o laberinto obscuro. Como su nombre lo dice, es un sótano que se encuentra debajo del claustro y que servía de almacén de agua; sin embargo, por la forma del lugar y la obscuridad del mismo, en este lugar han surgido un sinfín de mitos que dicen que era un sitio de castigo para los monjes, o que en ese lugar escondían cadáveres. ¡Yo no sé, pero cuando fui de niño sí me dio miedo!
Otro detalle interesante del Desierto de los Leones, es que un gran número de visitantes asegura que se siente una vibra diferente al recorrer los bosques y, en especial el convento. Una vibra fantasmal. Y, de hecho, se dice que, en toda la zona es posible encontrarse con todo tipo de entes sobrenaturales que recorren el bosque y convento por las noches. ¿Será?
Pero dejando a un lado la historia y las leyendas, lo que sí podemos asegurar es que, el Desierto de los Leones es un pulmón verde para la Ciudad de México; un rincón lleno de naturaleza que nos invita a explorar mientras nos olvidamos de todo el caos del día a día. En sus senderos puedes caminar, correr y montar en bicicleta. ¡Un destino ideal para lxs amantes de la naturaleza y el deporte! Y si lo tuyo es relajarte, ¡prepárate para disfrutar de un picnic en uno de sus muchos rincones encantadores!
Así que ya lo sabes, cuando necesites un respiro del ritmo acelerado de la ciudad, el Desierto de los Leones te espera con los brazos abiertos y un montón de historias que contar. Desde su fascinante origen hasta su importancia ecológica, este lugar es un verdadero paraíso que te invita a explorar y conectar con la naturaleza.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
No cabe duda de que, uno de los íconos más grandes de la CDMX, por su tamaño y por su importancia, es la Torre Latinoamericana, conocida cariñosamente como Torre Latino o La Latino. Un imponente rascacielos de 181.33 metros de altura y 44 pisos que marcó tendencia a nivel mundial. Pero La Latino no es, ni fu nunca, la torre más alta del mundo… dices tú. Pues no, pero sí fue el primer rascacielos construido en zona de alto riesgo sísmico; y no solo eso, también es la única torre que ha sobrevivido prácticamente intacta, a tres sismos de gran impacto en 1957, 1985 y, el más reciente, 2017. Además, en su momento, fue la torre más alta de Latinoamérica, y el sexto más alto del mundo hasta 1960.
Hoy en día, La Latino ya quedó prácticamente opacada por los grandes rascacielos que han construido en Reforma; sin embargo, a diferencia de ellos, La Latino sigue y seguirá vigente en la historia de México y el mundo, gracias a su diseño y la tecnología que le ha ayudado a soportar los movimientos telúricos que sacuden constantemente a nuestra querida ciudad. En cuanto a su diseño, debes saber que fue la primera torre cuya fachada se elaboró con vidrio y aluminio, haciéndola ligera y resistente; idea que se retomó en un gran número de edificios en todo el mundo. Pero lo más innovador de la Torre Latino es el hecho de que se construyó sobre un sistema de inyección de agua que ayuda a equilibrar los movimientos antes las irregularidades tectónicas. En otras palabras más sencillas, tiene un sistema que le permite moverse junto con la tierra cuando tiembla, evitando que se caiga; sistema que, por cierto, después se adoptaría en prácticamente todas las construcciones altas en el mundo. Ok, pero… ¿Cómo por qué se construyó una torre como esta en un lugar tan sísmico?
Hablemos de la historia de la Torre Latino. Pero primero, hablemos del terreno donde se encuentra La Latino, no porque sea importante, sino porque es muy interesante. Debes saber que, cuando los conquistadores españoles llegaron por primera vez a México-Tenochtitlán, se encontraron con un enorme jardín en el que, el emperador Moctezuma Xocoyotzin (Moctezuma II pa’lxs cuates) tenía una notable colección faunística (es decir de animales) a la que llamaron el Zoológico de Moctezuma o la Casa de Animales, aunque su nombre original (en náhuatl) era Totocalli o Casa de Fieras. Era un zoológico con todo tipo de creaturas como lobos, coyotes, zorros, osos, pecaríes, bisontes, águilas reales, halcones, loros, guacamayos, cocodrilos, serpientes, ranas e, incluso, rarezas humanas (gente jorobada, albina, enana, deforme, etc.).
El 13 de agosto de 1521, Cortés, junto al ejército español y sus aliados tlaxcaltecas, atacaron la ciudad logrando la Caída de Tenochtitlán. Y, tras la victoria, Cortés decidió reestructurar la ciudad, cediendo los terrenos del Zoológico de Moctezuma a la iglesia, quien construiría el Convento de San Francisco. Este templo fue la construcción monástica más grande en la Nueva España, y para finales del siglo XIX aún conservaba más de 32 mil metros cuadrados de superficie. Sin embargo, para el siglo XX, el convento ya había perdido gran parte de sus terrenos, manteniendo únicamente la Capilla principal y algunos otros elementos.
Por otro lado, en 1906 se fundó Seguros La Latinoamericana (hoy Latino Seguros), colocando sus oficinas en la esquina de lo que hoy es Eje Central y Madero, una de las esquinas del convento. Al cumplir 40 años de ser la empresa de seguros más importante del país, la compañía (bajo la dirección de Miguel S. Macedo, José A. Escandón y Teodoro Amerlinck) decidió festejar su medio siglo a lo grande; es por eso que, en 1946 solicitaron a Hacienda el permiso para construir un rascacielos en el mismo terreno en el que se encontraban sus oficinas. Contrató a Leonardo Zeevaert, Adolfo Zeevaert y los arquitectos Augusto H. Álvarez y Alfonso González Paullada y pusieron manos a la obra. Por las complejidades del terreno, la planeación de la torre tardó dos años y, para febrero de 1948 se empezó la construcción de La Latino. Y, ocho años después, el 30 de abril de 1956, la Torre Latinoamericana fue inaugurada durante el aniversario 50 de Seguros La Latinoamericana.
Un año después, en 1957, un fuerte sismo de 7.7 grados azotó a la Ciudad de México destruyendo gran parte de la ciudad, y tirando al Ángel de la Independencia. Pero La Latino se mantuvo en pie sin sufrir daños; por lo mismo el American Institute of Steel Construction (Instituto Norteamericano de la Construcción de Acero) le otorgó un premio por ser “el edificio más alto que jamás haya sido expuesto a una enorme fuerza sísmica“. Casi treinta años después, el 19 de septiembre de 1985, otro terremoto, esta vez de 8.1 volvió a azotar a la Ciudad de México, siendo uno de los más destructivos, pero la torre siguió en pie. Y, 32 años después, el mismo día que en 1985 pero de 2017, otro terremoto, esta vez de 7.1 grados volvió a azotar a la Ciudad, pero sin afectar a la Torre Latino. Por lo mismo, se puede decir que la Torre Latinoamericana es el edificio más alto en el mundo que ha soportado más movimientos telúricos sin recibir daños de consideración; siendo considerado uno de los edificios más seguros en el mundo.
Durante muchos años, La Latino únicamente albergó oficinas, manteniendo su mirador abierto siempre al público. Sin embargo, para 2006, cuando la torre cumplió cincuenta años, se remodelaron los últimos seis pisos de la torre (del 38 al 44), agregando un museo y una cafetería, y también se renovó el restaurante que se encontraba en la misma. Hoy en día, la Torre Latino ofrece una variedad de exposiciones temporales en los pisos 42 y 43, también alberga el Museo Bicentenario y el de la Ciudad de México en el piso 36, así como la expo permanente “La Ciudad y la Torre a través de los siglos” en el 38, una cafetería en el piso 37 y la terraza o mirador del piso 44.
Visitar la Torre Latino es una experiencia única en su tipo. Y es que, el simple hecho de caminar hacia la torre y entrar en su lobby te transporta al México de los años sesenta. Experiencia que continúa al subirte a los avejentados elevadores, que alguna vez fueron los más rápidos del mundo. Y, una vez arriba, la torre te permitirá disfrutar de la Ciudad de México desde las alturas, permitiéndote observar todo el valle de México desde una perspectiva muy diferente. Así que, no lo pienses más y date una vuelta por La Latino y todos sus recovecos.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
En la mitología romana y, más en específico del personaje de Diana. No, no me refiero a Diana de Themyscira, mejor conocida como la Mujer Maravilla, me refiero a la hija de Júpiter y Latona. Diana, el equivalente romano de Artemisa, es considerada la diosa de la fertilidad, la luna y la cacería. Esto último se debe a que, de acuerdo a las leyendas, Diana era una maestra del arco y, por lo mismo, se le suele representar siempre tensando un arco, como si estuviera lista para disparar su flecha. ¿Te suena una imagen conocida?
Bueno, debes saber que, entre 1930 y 1960, el gobierno de la Ciudad de México realizó un sinfín de proyectos que buscaban embellecer la ciudad y crear la identidad cultural de la misma; es por eso, que crearon un sinfín de esculturas y monumentos, así como murales públicos de los modernos mexicanos. Fue así que, en los años treinta, el gobierno comisionó al arquitecto Vicente Mendiola y el escultor Juan Olaguíbel, quienes ya habían trabajado juntos en otros monumentos, a que realizaran una fuente que se colocaría a unos pasos de la Puerta de los Leones, la entrada a Chapultepec.
Después de pensarlo mucho, el equipo creativo (paps) presentó la idea de una fuente coronada por Diana o Artemisa, pero que, en vez de estar apuntando a un animal, apuntara hacia las estrellas de los cielos del norte. La idea de La Flechadora de las Estrellas del Norte le encantó al gobierno local y federal y, en 1938 empezaron la construcción del monumento. Cuatro años después, el 10 de octubre de 1942, Javier Rojo Gómez, el regente del Distrito Federal, inauguró la emblemática fuente.
La fuente se ganó el cariño de los y las chilangas inmediatamente, y fue rebautizada de forma cariñosa como la Diana Cazadora. Pero… la Diana estaba desnuda, y esto no le gustó a los sectores más conservadores de la sociedad mexicana; por lo mismo, la Liga de la Decencia, encabezada por Soledad Orozco (y básicamente la esposa del presidente Ávila Camacho), presionó al gobierno para que censurara la escultura. ¿Puede alguien pensar en los niños? Es por eso, que el escultor se vio obligado a colocar un calzón de bronce a la estatua con solo tres puntos de soldura, pensando que algún día le quitaría la censura.
Varios años después, ante la celebración de las Olimpiadas de México 68, el gobierno decidió que quería mostrarle al mundo que la sociedad mexicana estaba a la vanguardia cultural. Por lo mismo, desde 1967, el regente Alfonso Corona del Rosal desarrolló nuevos proyectos de embellecimiento de la ciudad, y también accedió a retirar el calzón de la impúdica Diana, a petición del mismo Olaguíbel. Pero, si de por sí la estatua ya estaba dañada tras el sismo de 1957, al retirar el taparrabos terminó de dañarse; por lo mismo, se decidió volver a fundir la escultura para que no tuviera desperfectos, mientras que el regente donó la escultura original a su pueblo, Ixmiquilpan, Hidalgo.
En aquél entonces, la Diana Cazadora se encontraba en una glorieta que se encontraba a la altura de la Torre Mayor (que no existía todavía); sin embargo, esta glorieta desapareció en 1974, gracias a la construcción del Circuito Interior (hoy Circuito Bicentenario). Por lo mismo, se movió a la Flechadora al Jardín Rodano, que se encuentra escondido en las calles de la Colonia Cuauhtémoc. Sin embargo, después de 16 años de presión, el gobierno terminó regresando la estatua a Reforma; pero esta vez, la colocaron en el cruce de Reforma con Sevilla/Río Missisipi; lugar donde puede ser admirada por todo el mundo.
Pero esa no es toda la escandalosa historia de la Diana Cazadora, también conocida como La Flechadora de las Estrellas del Norte, no termina aquí. Y es que, hay un hecho que tan “turbio”, que hubiera sido escándalo nacional si la Liga de la Decencia se hubiera enterado. Resulta, que la modelo que posó para la Diana fue Helvia Martínez Verdayes. ¿Y eso qué tiene de escandaloso? Bueno, resulta que la señorita Helvia era menor de edad (tenía 16 años) cuando posó desnuda para la escultura. Pero eso no se supo hasta 1992, que la escultura ya estaba más que aceptada por el pueblo de México.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
En 1878 se instaló el primer Kiosco de México en el Zócalo capitalino. Poco tiempo después, todas las plazas públicas del país se vieron intervenidas por estas estructuras, provenientes de Francia, en las que se realizaban todo tipo de actos recreativos, culturales y políticos. La Ciudad de México no fue la excepción, y prácticamente todos los espacios públicos instalaron un Kiosco para la recreación, e incluso se instalaron unos como sanitarios a lo largo de la Ciudad. Y definitivamente, el Kiosco más emblemático de aquella época es el Kiosco Morisco, una espectacular estructura que mezcla elementos de arquitectura mudéjar y morisca con el diseño victoriano y que se instaló en la Alameda Central, por ahí de 1885.
Si estás cuestionando la veracidad de este texto porque el Kiosco Morisco se encuentra en Santa María la Ribera, te entiendo. El Kiosco ahora se encuentra en Santa María, pero debes saber, que esta icónica estructura no solo se mudó de locación, sino que también se dedicó a viajar antes de llegar a la Ciudad. ¿Neta? Debes saber que, por ahí de 1880, don Porfirio Díaz le pidió al ingeniero José Ramón Ibarrola que diseñara un pabellón para usarse en la Exposición Universal de 1884-1885, que se realizaría en Nueva Orleans.
De esta forma, el inge. se inspiró en la arquitectura Al-Andalus[1] o morisca/mudéjar[2], y combinarla con la arquitectura occidental “moderna” para crear el característico Kiosco Morisco. Fue así que, de acuerdo a muchas versiones, tras el diseño, se acercó a Andrew Carnegie y le pidió que lo ayudara a fundir la estructura metálica en Pittsburgh (sí, nuestro Kiosco Morisco se relaciona con los Acereros de Pittsburgh, Steelers). Una vez que se tuvo el acero y la madera de la estructura, se envió todo el Kiosco a Nueva Orleans para que representara a México ante el mundo. ¡Seguramente lxs visitantes quedaron impactadxs por su belleza!
A mediados de 1885, el Kiosco regresó a México y el presidente decidió instalarlo en la Alameda Central, justo frente al Templo de Corpus Christi… sí, donde se encuentra el Hemiciclo a Juárez. Sin embargo, mientras se acercaba el centenario de la Independencia, Díaz decidió crear al personaje de Benito Juárez, como lo conocemos hoy en día[3], y mandó construir el Hemiciclo a Juárez en tiempo récord (tardaron poco más de un mes en su construcción). Y, como se pensaba instalar el Hemiciclo justo donde se encontraba [4] el Kiosco Morisco, Díaz decidió mandar el Kiosco a la Alameda de Santa María la Ribera, pues era la primera colonia planificada que se construía.
Pero el tiempo acaba con todo y con los años, la elegante Santa María la Ribera empezó a decaer. Poco a poco, las familias adineradas empezaron a desplazarse hacia el sur de la Ciudad, permitiendo que la colonia decayera, y que el Kiosco quedara prácticamente en el olvido. Por suerte, en los últimos años, se ha buscado rescatar a Santa María la Ribera dándole una nueva vida al Kiosco, permitiéndonos a todas las personas apreciar su belleza.
Hoy en día, es muy común encontrarte a las y los vecinos de la zona realizando todo tipo de actividades en y alrededor del Kiosco Morisco, desde clases de baile, presentaciones musicales, actos de comedia o clown, entre muchos otros. Además, año con año (aunque ha habido gobiernos que no lo permiten) se organiza una espectacular ofrenda de día de muertos que vale la pena conocer. Y, por si fuera poco, alrededor de la alameda podrás encontrarte un sinfín de restaurantes y puestos con todo tipo de comida, para que disfrutes de una rica comida bien maridada con el ambiente y vista del Kiosco Morisco.
[1] Al-Ándalus era el nombre que recibió la España invadida por los moros. [2] Mudéjar es el término que se usa para referirse a los árabes que permanecieron en territorios conquistados y morisco se usa para referirse a lxs musulmanes de Al-Ándalus, normalmente convertidos. [3] Recordemos que Díaz luchó contra Juárez durante la Revolución de la Noria (curiosamente) para evitar que Juárez se reeligiera. [4] Algunos gobiernos locales lo han restaurado y otros, como el actual, lo han dejado a su suerte.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
En 1843, el entonces presidente Antonio López de Santa Anna decidió que la Ciudad de México debía tener un monumento que celebrara la Independencia de México. Por lo mismo, el ahora llamado traidor, junto a la Academia de San Carlos, convocó a un concurso en el que se solicitaba a los participantes, que presentaran un proyecto de una columna de (mínimo) 42 metros de altura rematada por una estatua de la victoria.
Un gran número de participantes, nacionales y extranjeros, inscribieron su proyecto al concurso; y al final, los jueces de San Carlos eligieron el proyecto del arquitecto francés Enrique Griffon. Sin embargo, el presidente no consideró que el proyecto fuera digno y declaró ganador el proyecto de Lorenzo de la Hidalga, que era el segundo lugar. Ese mismo año, el 16 de septiembre, Santa Anna colocó la primera piedra del monumento, mismo que sería parte del Zócalo que se estaba construyendo en ese momento. Sin embargo, cuando se tenía poco más de un metro construido, se abandonó el proyecto porque el nuevo gobierno cortó los fondos del mismo; gracias a esto, el zócalo se quedó solo, convirtiéndose en la Plaza de la Constitución.
Unos años después, Maximiliano convocó a un nuevo concurso para edificar una columna de independencia, mismo que ganó Ramón Rodríguez Arangoity; sin embargo, a pesar de que la emperatriz Carlota colocó la primera piedra, la caída del Imperio no permitió que se realizara la obra. Benito Juárez, decidido en acabar con las ideas del segundo imperio mexicano cancelando la construcción de un monumento a la independencia, aunque continuó la construcción del Paseo del Emperador (en fin, la hipotenusa), al que rebautizaría como Paseo de la Reforma.
No fue hasta que se preparaban los festejos del Centenario de la Independencia de México, que Porfirio Díaz decidió retomar y concluir el monumento. Así que, en 1886, se realizó la convocatoria a un concurso internacional para construir un monumento a la independencia; mismo que se colocaría sobre Paseo de la Reforma, mismo que se estaba convirtiendo en el centro social de la Ciudad. Y no fue hasta 1900, que la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas designó a Antonio Rivas Mercado como el encargado de proyecto, quien eligió a Enrique Alciati como encargado de realizar las esculturas y bajorrelieves, y a Roberto Gayol como encargado de obra civil.
El 2 de enero de 1902, Porfirio Díaz colocó la primera piedra, y también colocó un cofre dorado con el acta de independencia de México y una serie de monedas de la época. Los trabajos de cimentación duraron unos 4 años, y en 1906, después de que se habían colocado más de 2400 piedras a 25 metros, descubrieron un fuerte hundimiento en un costado del monumento; descubriendo que los cimientos estaban mal planeados y obligándolos a demoler todos los avances.
El 13 de junio de 1907 se reinició la construcción del monumento, después de un largo análisis del suelo. Se trabajó a marchas forzadas, y se invirtieron más de dos millones de pesos de aquella época, para lograr que el presidente Porfirio Díaz inaugurara la Columna de Independencia o Monumento a la Independencia, el 16 de septiembre de 1910. Sin embargo, la obra no estaba completamente terminada. Sí, tenía el impresionante Ángel dorado y varias esculturas a su alrededor, pero faltaba que se adaptara el pedestal para convertirlo en el mausoleo de los héroes de Independencia. Fue así, que para 1923, tras la Revolución Mexicana, se iniciaron los trabajos de adaptación, mismos que concluyeron dos años después.
Suficiente de historia… hablemos un poco del Monumento como tal. Bueno, en este punto es importante mencionar, que la Columna de Independencia, mejor conocida como Ángel de la independencia, tiene una altura de 52 metros totales y es de estilo neoclásico. Como sabrás, está decorada con una figura de una Nike (también conocida como Victoria Alada), o diosa griega de la victoria, misma que sirvió de inspiración para crear la imagen de los ángeles contemporáneos, y razón por la que le llamamos Ángel de la Independencia.
En pedestal se encuentra el grupo escultórico llamado Apoteosis del Padre de la Patria, en el que se puede ver a Hidalgo sosteniendo la bandera de México y acompañado de figuras simbólicas. a sus costados se encuentra también una escultura de José María Morelos y Vicente Guerrero, mientras que, en las otras esquinas, descansan las esculturas de Xavier Mina y Nicolás Bravo. Y, en la parte inferior del pedestal, se encuentra una escultura de león conducido por un genio (niño), mismos que simbolizan la fuerza y la inteligencia. También se pueden ver esculturas sentadas, las figuras sedentes, de La Paz, La Guerra, La Justicia y La Ley.
El pedestal cuenta con dos puertas de hierro en las que se puede leer la palabra Gloria. Si algún día logras entrar, te encontrarás con un pequeño pasillo que rodea la zona de urnas, estilo Art Decó, que se encuentra al centro del lugar. Es justamente en esa zona, donde se encuentran los restos de los personajes más importantes de la independencia: Hidalgo, Morelos, Matamoros, Bravo, Allende, Aldama, Guadalupe Victoria, Guerrero, Quintanta Roo y Leona Vicario. Y, si llegas a tener la mejor de las suertes, te dejarán subir por una pequeña escalera de piedra con dos descansos, que te conducirá a una enorme escalera de caracol, hecha de metal, por la que podrás subir la columna de independencia, con sus 2.9 metros de diámetro (una experiencia algo claustrofóbica).
Un detalle importante a mencionar del Ángel de la Independencia, es que, la Victoria Alada que lo corona no es la escultura original que se fundió en tiempos de Don Porfirio. Y es que, en 1957, un fuerte terremoto azotó a la Ciudad de México, tirando la Nike que coronaba el monumento. Así que, el gobierno comisionó a Ernesto Sodio para que reforzara la estructura original, y para que fundiera una nueva escultura, misma que se colocó el 16 de septiembre de 1958. 28 años después, otro terremoto azotó a la ciudad, vulnerando nuevamente la estructura del Ángel de la Independencia; y, en esta ocasión, fue Ramón Bonfíl el encargado de reforzarla. Como dato curioso, debes saber, que la cabeza del Ángel original se suele exhibir en diferentes museos de la Ciudad de México, aunque de manera permanente se exhibe en el Archivo Histórico de la Ciudad.
Otro dato curioso que vale la pena recalcar, es el hecho de que la escalinata sobre la que se encuentra el ángel no es completamente original. ¿Cómo? Originalmente, el Ángel de la Independencia se encontraba sobre unos cuantos escalones, pero, gracias a la fuerte cimentación del monumento, este ha permanecido exactamente a la misma altura que en 1910, mientras que las calles que lo rodean se han ido hundiendo poco a poco. Gracias a esto, hace algunos años tuvieron que agregar nuevos escalones al monumento; escalones que se pueden reconocer fácilmente porque la piedra cambia de color entre uno y otro.
Hoy en día, el Ángel de la Independencia o la Columna de la Independencia, es un ícono de la Ciudad de México y de todo el país. Su figura alada es un símbolo del México contemporáneo e independiente. Además, por su impresionante arquitectura, es reconocido como una de las columnas de independencia más importantes de todo el mundo, superando la de Plaza de la Bastilla de París, la del Parque del Retiro de Madrid o la de Berlín. Justo por esto, todxs lxs mexicanxs y turistas que llegan a la Ciudad de México tienen que darse una vuelta por la Glorieta del Ángel para apreciar de su arquitectura, y disfrutar de la ciudad desde una perspectiva diferente.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
¿Te gustaría descubrir un rincón de la Ciudad de México donde el arte se encuentra con lo inesperado? ¡Entonces tienes que visitar el Museo José Luis Cuevas! Este lugar no solo es un homenaje al talento del famoso artista mexicano, sino también un espacio donde la creatividad y la historia se entrelazan de manera fascinante.
El Museo José Luis Cuevas se encuentra en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, en un edificio colonial que por sí solo ya es una joya. Inaugurado en 1992, el museo ocupa el antiguo Convento de Santa Inés, una construcción del siglo XVI que añade un toque de misterio y encanto a tu visita. ¡Imagina caminar por los mismos pasillos que alguna vez recorrieron las monjas hace cientos de años!
José Luis Cuevas, el artista mexicano al que este museo rinde tributo, es una figura fundamental en el arte moderno mexicano. Conocido por su estilo irreverente y provocador, Cuevas rompió con las tradiciones y creó un lenguaje visual único que ha dejado huella en el mundo del arte. Sus obras, cargadas de crítica social y exploraciones psicológicas, te invitan a ver el mundo desde una perspectiva diferente.
La colección del museo es simplemente impresionante. Aquí puedes encontrar una gran cantidad de dibujos, esculturas y pinturas de Cuevas, cada una con su propio relato intrigante. Su famosa serie “Los Cuerpos de Cuevas” te dejará sin palabras con su expresividad y detalle. Además, el museo alberga una colección de arte contemporáneo que incluye obras de otrxs destacados artistas latinoamericanos.
Pero la sorpresa más grande del museo es “La Giganta“, una monumental escultura que te recibe en el patio central. Esta obra, con su imponente presencia y su belleza enigmática, es uno de los iconos del museo y una parada obligada para cualquier visitante. ¡No puedes irte sin una foto con ella!
El Museo José Luis Cuevas no solo es un espacio para admirar el arte, sino también para vivirlo. Ofrece talleres, conferencias y actividades culturales que te permiten sumergirte en el mundo del arte contemporáneo. Además, su ambiente acogedor y su personal apasionado hacen que cada visita sea una experiencia única y enriquecedora.
Así que, si buscas una dosis de inspiración y una aventura artística en la Ciudad de México, el Museo José Luis Cuevas es el lugar perfecto para ti. Date una vuelta y déjate sorprender por el talento y la creatividad que habitan en este increíble espacio. ¡Te aseguramos que saldrás con una nueva apreciación por el arte y muchas historias para contar!
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
El 28 de noviembre de 1928, el presidente Elías Calles puso la última piedra de un impresionante edificio Art Decó que se construyó en la esquina de Independencia y Revillagigedo, durante una ceremonia en la que se inauguraría una de las estaciones de bomberos más importante de América. Uno de los detalles más llamativos del inmueble, a cargo de los arquitectos Vicente Mendiola y Guillermo Zárraga, fueron sus tres arcos de tres metros de alto y cinco de largo, que servían de entrada/salida para los camiones de bomberos; así como una enorme torre, desde donde se vigilaba la calle para cuando salieran los camiones camino a algún incidente. Y, durante 29 años, este edificio fue la sede de la Estación de Bomberos de la Ciudad de México, hasta que, en 1957 se inauguró la nueva estación en Calzada de la Viga y Fray Servando Teresa.
Sin embargo, ese mismo año, la Tesorería decidió modificar ligeramente el inmueble para ocuparlo como su sede central. Casi 30 años después, en 1980, el mismo edificio paso a ser ocupado por la Secretaría de Marina; sin embargo, en septiembre de 1985, tras el terremoto que azotó a la Ciudad antes llamada Distrito Federal, el edificio fue desalojado, a pesar de que no contaba con daño estructural. De hecho, la razón por la que se movió la sede de la Marina fue por el estado en el que se encontraba el Centro Histórico, lo que les llevó a recolocar sus oficinas “temporalmente” (aunque se volvió permanente) en zonas más alejadas de la Ciudad. Fue así que, durante unos quince años, la Antigua Estación de Bomberos quedó prácticamente abandonada, hasta que, en 2001, el Gobierno Federal y Local decidieron rescatar el inmueble, gracias a su importancia histórica, y convertirlo en la sede del Museo de Arte Popular (MAP).
Fue así que, cinco años después, en marzo del 2006, la Antigua Estación de Bomberos reabrió sus puertas, pero esta vez como la sede del centésimo vigésimo octavo (128) museo de la Ciudad de México. Hoy en día, las y los mexicanos, así como todxs lxs turistas, pueden recorrer los cuartos y pasillos donde vivían los bomberos mexicanos, al mismo tiempo que recorren el país, su historia y cultura, a través de una impresionante colección de piezas de Arte Popular provenientes de toda la República Mexicana, y elaborada por un sinfín de artesanas y artesanos tradicionales; y, por si fuera poco, pueden conocer el Vochol, un Vocho (Volkswagen) que fue intervenido por artesanxs huicholes con más de dos millones de cuentas.
El MAP alberga una impresionante colección de más de 3,000 piezas que representan las diversas formas del arte popular mexicano. Estas piezas provienen de todas las regiones del país y abarcan una amplia variedad de materiales y técnicas, como textiles, cerámica, papel, madera, metal, vidrio y fibras vegetales. La colección del museo está organizada en cinco ejes temáticos:
Esencia del Arte Popular Mexicano: Explora las influencias prehispánicas, coloniales y mestizas que han dado forma al arte popular mexicano.
El Arte Popular y la vida cotidiana: Muestra objetos que forman parte de la vida diaria en las comunidades mexicanas, desde utensilios de cocina hasta juguetes tradicionales.
El Arte Popular y lo sagrado: Incluye piezas relacionadas con las festividades religiosas y las creencias populares, como altares, figuras de santos y objetos rituales.
El Arte Popular y lo fantástico: Destaca la creatividad y el ingenio de los artesanos en la creación de figuras fantásticas y coloridas, como alebrijes y calaveras.
Por si fuera poco, el Museo de Arte Popular también cuenta con otras salas de exposición en las que, constantemente están presentando todo tipo de exposiciones temporales, en las que buscan dar a conocer las expresiones artísticas de diferentes estados, artesanxs y temáticas de todo tipo. Y, por si fuera también organizan un gran número de concursos de artesanías, donde artesanxs de todo el país pueden presentar sus piezas como piñatas, papalotes y, el concurso más popular, el de alebrijes; mismos que, por cierto, desfilan todos los años por la Ciudad.
El Museo de Arte Popular es un lugar en el que podrás descubrir la cultura de México a través de un sinfín de expresiones artísticas llenas de color y tradición; un rincón que te permitirá recorrer los rincones del país a través del arte. Y, por si fuera poco, el mismo recinto es una oportunidad para viajar en el tiempo al México posrevolucionario, y conocer lo que alguna vez fue la Estación de Bomberos más grande de América.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.