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Colonia Doctores, descubre la historia y rincones de este emblemático barrio

Ubicada en el corazón de la Ciudad de México, dentro de la alcaldía Cuauhtémoc, la colonia Doctores es una de las más antiguas, tradicionales y llenas de historia de la capital. Con calles que rinden homenaje a destacados médicos mexicanos del siglo XIX y una gran riqueza arquitectónica y cultural, esta colonia es mucho más que la sede de la Arena México o del Hospital General: es una ventana al pasado de la capital.

¿Por qué se llama colonia Doctores?

Aunque originalmente se planeó que llevara el nombre de Colonia Hidalgo, el uso popular y la nomenclatura de sus calles hicieron que adoptara el nombre de colonia Doctores. Esto se debe a que en la zona se contruyeron hospitales como el Hospital General de México (fundado en 1905) y posteriormente el Centro Médico Siglo XXI y, por lo mismo, se decidió que sus avenidas y calles fueran nombradas en honor a médicos prominentes del siglo XIX, como Dr. Vértiz, Dr. Río de la Loza, Dr. Lucio y Dr. Lavista, entre otros. Así, el homenaje a estos profesionales de la salud terminó dándole identidad a todo el barrio.

Un barrio con raíces virreinales

La historia de la colonia Doctores se remonta al Virreinato de la Nueva España, cuando esta zona era conocida como el barrio de las Atarazanas Nuevas y después como el Barrio de Belén. A lo largo del tiempo, ha sido testigo de muchos cambios, desde el establecimiento de capellanías y templos novohispanos hasta la llegada del tranvía eléctrico en el siglo XIX, cuando la zona conocida como “La Indianilla” fue adquirida por empresas ferroviarias para el resguardo de los carros.

Fue a finales del siglo XIX que comenzaron los planes de fraccionamiento, y en 1889 se aprobó oficialmente la urbanización de los terrenos. Desde entonces, se consolidó como una de las primeras colonias modernas de la capital.

Las calles con nombre y apellido

Uno de los sellos más característicos de la colonia Doctores es su peculiar nomenclatura. Entre sus calles más importantes destacan:

  • Dr. José María Vértiz: pionero de la oftalmología en México, realizó cientos de operaciones de cataratas y fue fundador de la Academia Nacional de Medicina.
  • Dr. Leopoldo Río de la Loza: químico y médico reconocido por su labor durante la epidemia del cólera y por sus avances en la obtención de oxígeno en laboratorio.
  • Dr. Rafael Lucio: estudioso de la lepra, dirigió el Hospital de San Lázaro y fue docente de la Facultad de Medicina.
  • Dr. Rafael Lavista: originario de Durango, dirigió el Hospital de San Andrés y fue un referente en la educación médica del país.

Estas calles no solo conectan físicamente la colonia, sino que también representan un homenaje permanente a figuras fundamentales en la historia de la medicina en México.

Lugares de interés en la colonia Doctores

Además de su historia y su traza urbana, la colonia Doctores cuenta con varios espacios emblemáticos que vale la pena conocer:

  • Arena México: conocida como “la Catedral de la Lucha Libre”, inaugurada en 1933. Con capacidad para 17,000 personas, es uno de los recintos más icónicos del deporte-espectáculo mexicano.
  • Hospital General de México: construido a finales del Porfiriato y diseñado por Roberto Gayol. Fue uno de los primeros hospitales de especialidades del país.
  • Museo del Juguete Antiguo México (MUJAM): una joya escondida para nostálgicos y curiosos, con miles de piezas que cuentan la historia de los juguetes en el país.
  • Templo de Belén de los Mercedarios: una de las construcciones religiosas que aún conservan parte del legado virreinal.
  • Centro Escolar Revolución: construido sobre los terrenos de la antigua Cárcel de Belén. Este recinto cuenta con murales de alumnos de Diego Rivera y es considerado patrimonio artístico nacional.
  • Casa campestre de Porfirio Díaz: hoy convertida en escuela, ubicada en Dr. Jiménez esquina Dr. Navarro.
  • Mercado Hidalgo y Mercado Morelia: espacios tradicionales para disfrutar de la gastronomía local.
  • Jardín Artes Gráficas y Plaza Lázaro Cárdenas: puntos de encuentro y esparcimiento con historia y vida cotidiana.

Curiosidades y datos que quizá no sabías

  • La primera escuela para mujeres obreras del país fue fundada aquí por Carmen Romero Rubio, esposa de Porfirio Díaz.
  • El Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, reconstruida tras la Decena Trágica, conserva un gran valor histórico.
  • En el Panteón del Campo Florido, desaparecido en el siglo XIX, fue sepultada la hermana de José Martí, el prócer cubano.
  • Tras el sismo de 1985, la colonia sufrió importantes transformaciones urbanas y la pérdida de varios edificios históricos.

¿Sabías que la colonia Doctores es mucho más que lucha libre y hospitales? Su historia, sus calles con nombres llenos de significado y su rica vida cultural la hacen un rincón imperdible de la capital mexicana. ¡Anímate a conocerla!

Avenida Doctor Balmis, un homenaje al médico que trajo la vacuna de la viruela a México

En el corazón de la Colonia Doctores, una de las zonas más conflictivas de la Ciudad de México, encontramos una avenida con un nombre que guarda una historia fascinante: la avenida Doctor Balmis (Eje 2 Sur). Lejos de ser solo una dirección más en el mapa urbano, esta vialidad rinde homenaje a uno de los héroes menos conocidos pero más importantes de la historia médica mundial: Francisco Javier de Balmis, el médico que lideró la primera gran campaña internacional de vacunación.

¿Quién fue el doctor Francisco Javier de Balmis?

Nacido en Alicante, España, en 1753, Francisco Javier de Balmis y Berenguer fue un cirujano militar, médico de la corte del rey Carlos IV y un apasionado por la salud pública. Se formó en medicina en hospitales de España, Cuba y México, donde además investigó remedios naturales como el agave y la begonia. Sin embargo, su mayor legado llegó cuando decidió encabezar una misión sin precedentes: llevar la vacuna contra la viruela desde Europa hasta América y Asia, en una época en la que ni siquiera existía la refrigeración ni los frascos de vidrio sellados.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna

En 1803, Balmis convenció al rey Carlos IV de la urgencia de proteger a las colonias del devastador virus de la viruela. Así nació la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida también como la Expedición Balmis. El objetivo era claro: transportar el virus atenuado de la viruela vacuna (desarrollado por Edward Jenner) y aplicarlo de forma gratuita a miles de personas en América, Asia y África.

¿Pero cómo transportar una vacuna en el siglo XIX? Balmis ideó una solución ingeniosa, pero que hoy sería poco ética: 22 niños huérfanos servirían como “cadena viva” del virus. A uno se le inoculaba la vacuna; diez días después, cuando aparecían las pústulas, se extraía el fluido y se aplicaba al siguiente niño. Así, de brazo en brazo, la vacuna sobrevivió el largo viaje en barco desde La Coruña, España, hasta Veracruz y la Ciudad de México, pasando por Puerto Rico, Venezuela, Cuba y Filipinas.

De Europa al Nuevo Mundo (y más allá)

Balmis llegó a la Ciudad de México en 1804, donde tuvo que convencer al virrey José de Iturrigaray de los beneficios de la vacuna. Finalmente, lo logró, y tanto el virrey como su hijo fueron vacunados, lo que abrió la puerta a la inmunización masiva en el virreinato de la Nueva España. Posteriormente, Balmis llevó la vacuna aún más lejos: a Manila, en las Filipinas, a Macao y Cantón en China, y hasta a la isla de Santa Elena en el Atlántico Sur.

Gracias a esta expedición —que muchxs consideran el inicio de la salud pública global— más de medio millón de personas fueron vacunadas directamente, y millones más fueron protegidas por las instituciones de salud creadas tras su paso: Juntas Sanitarias y Casas de Vacunación.

Un legado que vive en la CDMX

En reconocimiento a esta gesta médica y humanitaria, la Ciudad de México decidió nombrar una de las calles de la Colonia Doctores como Doctor Balmis. Es un pequeño pero poderoso recordatorio de que la ciencia, el coraje y la compasión pueden salvar vidas, incluso en las condiciones más difíciles.

Así que la próxima vez que camines por la calle Doctor Balmis, recuerda que estás pisando terreno con historia. No solo es una vialidad más: es un homenaje a un hombre que, con ingenio y determinación, llevó la esperanza de vida a miles de personas a través del Atlántico y más allá.

Plaza de Santa Veracruz, historia, misterio, muerte y tranquilidad en el Centro Histórico de CDMX

En pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, a unos pasos de la Alameda Central y sobre la transitada avenida Hidalgo, se encuentra un rincón lleno de historia, espiritualidad y belleza: la Plaza de Santa Veracruz. Aunque muchas veces pasa desapercibida por quienes se apresuran hacia el Museo Franz Mayer o el Museo Nacional de la Estampa, esta plaza es un tesoro urbano que ha sobrevivido al paso de los siglos, los sismos y los incendios.

Un lugar con cinco siglos de historia

La Plaza de Santa Veracruz se estableció en el siglo XVI y ha mantenido, sorprendentemente, su trazo original desde entonces. En sus inicios, este espacio era parte del atrio de la Iglesia de la Santa Veracruz, una de las parroquias más antiguas de la ciudad, cuya historia se remonta a una hermandad fundada por Hernán Cortés en agradecimiento por haber llegado a Veracruz un Viernes Santo de 1519.

La parroquia sin campana… y con mucha historia

La actual Iglesia de la Santa Veracruz fue construida entre 1759 y 1776 en estilo barroco, con una majestuosa fachada churrigueresca que aún se puede admirar. Se le conocía como “la parroquia sin campana” porque, aunque sus torres se terminaron en el siglo XVIII, su campanario no se instaló sino hasta mediados de 1800. En su interior se veneran imágenes tradicionales como el Cristo de los Siete Velos y la Virgen de los Remedios, esta última también conocida como La Gachupina, una figura ligada a la historia de los españoles en México.

La iglesia fue también el lugar de descanso final del escultor y arquitecto Manuel Tolsá, figura clave del periodo virreinal. Sin embargo, en 2020, un incendio dañó gravemente el templo, que aún permanece en proceso de restauración.

Un espacio que cuenta la historia de la ciudad

Durante siglos, la plaza ha sido testigo de momentos históricos. En 1768, por ejemplo, fue el lugar donde se celebró el funeral colectivo de casi 500 personas que murieron en un terremoto. A lo largo del tiempo, también albergó el Mercado de las Flores, que fue trasladado ahí desde la Catedral Metropolitana en 1927 por su cercanía con agencias funerarias y el Panteón de San Fernando.

En la década de 1960, durante los Juegos Olímpicos de 1968, la plaza vivió una transformación que la convirtió en foro al aire libre y escenario cultural, como se puede ver en la película Los Caifanes.

Un rincón para lectorxs, caminantes y curiosxs

Hoy en día, la Plaza de Santa Veracruz ofrece un respiro del bullicio citadino. Con su vegetación, tres fuentes y las majestuosas fachadas de los templos de Santa Veracruz y San Juan de Dios —éste último parte del antiguo Hospital de los Desamparados, hoy Museo Franz Mayer—, este espacio se ha convertido en un punto de encuentro para coleccionistas de libros que intercambian ejemplares los sábados tras haber participado en subastas en línea.

La plaza también es un alto obligado para quienes siguen rutas culturales por la Alameda Central, la Ruta de Cuepopan o la Colonia Guerrero. Aunque pareciera estar ligeramente hundida, ese detalle arquitectónico cuenta otra parte de su historia: el hundimiento natural del suelo de la ciudad, y los esfuerzos por conservar sus edificaciones originales, como cuando en 1926 se excavó para rescatar parte de la antigua calzada prehispánica de Tlacopac.

Una joya oculta que merece ser visitada

Entre árboles, historia, arte sacro y arquitectura barroca, la Plaza de Santa Veracruz es una de las plazas más bellas y tranquilas del Centro Histórico. Visitarla es caminar sobre siglos de historia y dejarse sorprender por un sitio que sigue latiendo con fuerza en el corazón de la ciudad.

La Basílica de Guadalupe, historia viva de fe y tradición al norte de CDMX

Ubicada al pie del cerro del Tepeyac, en la alcaldía Gustavo A. Madero, la Basílica de Santa María de Guadalupe es mucho más que un templo: es uno de los lugares de peregrinación más visitados del mundo. Solo la supera la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Cada año, millones de personas —alrededor de 20 millones, para ser exactos— llegan desde todos los rincones del planeta para venerar a la Virgen de Guadalupe, especialmente el 12 de diciembre, su día festivo.

Un poco de contexto

El nombre completo de este recinto es Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, y pertenece a la Arquidiócesis Primada de México. Actualmente está bajo el cuidado del canónigo Efraín Hernández Díaz, quien funge como rector y vicario general de la Vicaría Episcopal de Guadalupe desde noviembre de 2023.

La historia de la Antigua Basílica

La primera gran iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe fue la Antigua Basílica, cuya construcción comenzó en 1695 bajo la dirección del arquitecto Pedro de Arrieta. Se inauguró el 1 de mayo de 1709 con un solemne novenario. Este templo barroco fue diseñado con una impresionante fachada que simula un biombo y con torres octagonales coronadas con mosaicos de talavera, evocando la Jerusalén celestial mencionada en el Apocalipsis.

A lo largo de los siglos, la Antigua Basílica fue objeto de numerosas transformaciones. En el siglo XIX, sufrió daños por la construcción cercana de un convento y fue redecorada en estilo neoclásico por el célebre arquitecto Manuel Tolsá. Más adelante, en preparación para la Solemne Coronación Pontificia en 1895, el templo se restauró por completo: se amplió el espacio del cabildo, se colocó un espectacular retablo de mármol de Carrara y se decoraron los muros con grandes pinturas guadalupanas.

Durante la guerra cristera, en los años 20, un atentado con bomba causó daños al altar mayor. Sorprendentemente, el ayate con la imagen de la Virgen salió ileso, lo que se interpretó como un milagro. Desde entonces, la imagen ha sido tratada con especial cuidado, siendo incluso resguardada temporalmente fuera del templo.

Ya en la década de 1930, se realizaron más mejoras: se amplió la nave, se colocó un nuevo piso de mármol y se instaló un órgano monumental. También se embelleció el presbiterio con mosaicos venecianos, vitrales con escenas bíblicas y un sagrario de plata inspirado en el convento de San Agustín de Acolman.

Sin embargo, hacia mediados del siglo XX, la estructura de la Antigua Basílica ya no podía sostener el paso del tiempo ni la creciente cantidad de peregrinos. El suelo inestable del Tepeyac provocó hundimientos desiguales y, como medida de precaución, el templo fue cerrado.

La Nueva Basílica: un nuevo hogar para el ayate

Ante la urgencia, se decidió construir una nueva sede para la Virgen. Así nació la Nueva Basílica de Guadalupe, un templo moderno con capacidad para albergar a miles de fieles. El 12 de octubre de 1976, el ayate fue trasladado a su nueva casa, un edificio de planta circular que permite una vista perfecta de la imagen desde cualquier punto. Fue un momento histórico, marcando el fin de 267 años de veneración en el edificio antiguo.

La Nueva Basílica no solo ofrecía más espacio y seguridad estructural, sino también una experiencia espiritual más cercana para las y los peregrinos. La imagen original de la Virgen se encuentra detrás del altar mayor, protegida por un vidrio blindado, y puede ser vista de cerca gracias a una banda transportadora que permite la circulación constante de visitantes.

El renacer de la Antigua Basílica

Afortunadamente, la historia de la Antigua Basílica no terminó ahí. En 1979, el INAH, la Conferencia del Episcopado Mexicano y Conaculta iniciaron un ambicioso proyecto de restauración. Gracias al uso de tecnología avanzada como gatos hidráulicos y pilotes de concreto, lograron estabilizar el edificio y evitar su colapso. En el año 2000, justo a tiempo para el Jubileo, fue reabierta bajo el nuevo nombre de Templo Expiatorio a Cristo Rey.

Hoy en día, esta joya arquitectónica se encuentra completamente restaurada: cuenta con un nuevo piso de mármol, un órgano histórico Wurlitzer que volvió a sonar después de 34 años de silencio, y una agenda activa de actividades religiosas y culturales, como conciertos y retiros.

Un ícono espiritual y cultural

Más allá de su impresionante arquitectura y valor histórico, la Basílica de Guadalupe es símbolo de identidad, fe y unidad para millones de personas. La devoción a la Virgen de Guadalupe trasciende fronteras, idiomas y culturas. Su imagen es emblema de consuelo y esperanza no solo en México, sino en todo el continente americano.

Por su relevancia espiritual y social, este recinto mariano se ha convertido en un fenómeno sin igual. Su historia, que entrelaza milagros, arte, arquitectura y resistencia, sigue viva y vibrante. Ya sea en la solemnidad de la Antigua Basílica o en la majestuosidad de la nueva, visitar este lugar es adentrarse en el corazón mismo de la fe guadalupana.

Conjunto Religioso del Tepeyac, un tesoro espiritual e histórico en la CDMX

Enclavada al pie del cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, la Basílica de Guadalupe no solo es uno de los santuarios marianos más visitados del mundo, sino el corazón de un conjunto religioso con siglos de historia, fe y arte. Más allá del emblemático templo moderno que resguarda la imagen de la Virgen de Guadalupe, el recinto alberga una serie de edificios que narran la historia de la devoción guadalupana y de México mismo.

Un conjunto con siglos de historia

El conjunto religioso del Tepeyac está formado por diversos templos, capillas, conventos, museos y espacios de devoción que ofrecen una mirada profunda al sincretismo religioso, la arquitectura virreinal y el fervor popular.

Antigua Parroquia de Indios

Construida en 1649 por Luis Lasso de la Vega, esta parroquia fue originalmente destinada al culto de la población indígena. Según la tradición, albergó la imagen de la Virgen entre 1695 y 1709, y más tarde el estandarte de Miguel Hidalgo. Debajo de sus cimientos se encuentran los vestigios de los primeros templos dedicados a la Virgen, mandados construir por fray Juan de Zumárraga. También fue el hogar de san Juan Diego, y se resguardan ahí sus reliquias.

Capilla del Cerrito

Ubicada en la cima del Tepeyac, esta capilla conmemora la primera aparición de la Virgen y el milagro de las flores. La actual construcción data de 1740, y en su interior se pueden admirar frescos del muralista Fernando Leal que narran el encuentro cultural y espiritual entre el mundo indígena y el europeo. En la plazoleta frente al templo destacan esculturas de los arcángeles Miguel, Rafael, Gabriel y Uriel, obra de Ernesto Tamariz.

Panteón del Tepeyac

Este cementerio virreinal sigue en operación y resguarda los restos de figuras históricas como Xavier Villaurrutia, José María Velasco y Antonio López de Santa Anna. Se considera zona de monumentos históricos y está protegido por ley.

Capilla del Pocito

Construida entre 1777 y 1791 sobre un pozo de aguas consideradas milagrosas, esta joya del barroco mexicano fue diseñada por Francisco Guerrero y Torres. Su planta circular y su cúpula con decoración en zigzag ofrecen una experiencia visual única. En su interior destaca un púlpito sostenido por una escultura de san Juan Diego. Aquí, José María Morelos oró antes de ser ejecutado en 1815.

Templo y Exconvento de las Capuchinas

Diseñado por Ignacio Castera y construido entre 1792 y 1797, este templo fue ocupado por madres capuchinas. Durante años, albergó la imagen de la Virgen cuando la basílica principal se encontraba cerrada por restauraciones. Aunque el templo fue estabilizado en los años 70, el convento aún sufre hundimientos debido a la inestabilidad del subsuelo.

Espacios de conocimiento y cultura

El recinto guadalupano no solo es un centro de fe, sino también un espacio para la investigación y la conservación del patrimonio.

  • Archivo Histórico: Resguarda documentos novohispanos de gran valor, divididos en los fondos Clavería, Parroquia y Secretaría Particular.
  • Biblioteca Teológica Lorenzo Boturini: Con más de 22,000 volúmenes, es una de las bibliotecas religiosas más importantes del país.
  • Museo de la Basílica de Guadalupe: Inaugurado en 1941, conserva una vasta colección de arte virreinal con obras de artistas como Villalpando, Cabrera y Juan Correa. Su vestíbulo alberga más de 2,000 exvotos, testimonio de la devoción popular.

Templo Expiatorio a Cristo Rey (Antigua Basílica de Guadalupe)

La antigua basílica, hoy conocida como Templo Expiatorio a Cristo Rey, fue construida entre 1695 y 1709 por Pedro de Arrieta. Con su cúpula de talavera y sus torres octagonales, fue el principal templo guadalupano hasta 1976. En su interior se conservan elementos neoclásicos como el altar diseñado por Manuel Tolsá y un órgano monumental de origen alemán. Esta iglesia también ha sido escenario de hechos históricos, como el atentado con bomba en 1921 y su cierre temporal durante la Guerra Cristera.

La Villa de Guadalupe, un barrio lleno de historia, cultura y fe al norte de CDMX

A diferencia de lo que todo mundo suele pensar, La Villa de Guadalupe no es la Basílica de Guadalupe; La Villa es realmente el barrio (conformado por cuatro colonias) donde se encuentra la Basílica y el Conjunto Religioso del Tepeyac. Ubicada al norte de la Ciudad de México, en la Alcaldía Gustavo A. Madero, La Villa de Guadalupe es mucho más que un barrio: es un lugar cargado de historia, tradición y espiritualidad. Conocida por ser el hogar de la Basílica de Guadalupe, uno de los centros de peregrinación más importantes del mundo, esta zona también guarda una riqueza cultural que se remonta a la época prehispánica.

¿Dónde está La Villa de Guadalupe?

Actualmente, La Villa comprende colonias como Villa Gustavo A. Madero, Martín Carrera, 15 de Agosto y Triunfo de la República. Aunque oficialmente es parte de una zona urbana de la capital, su identidad como pueblo originario sigue muy viva, tanto en su traza urbana como en las tradiciones que se celebran a lo largo del año.

De Tepeyac a Guadalupe

Antes de llamarse Guadalupe, este lugar era conocido como Tepeyácac, que en náhuatl significa “nariz del cerro”. Aquí, en tiempos mexicas, existía un pequeño templo dedicado a Tonantzin, la madre de los dioses. Todo cambió en 1531, según la tradición, cuando la Virgen María se apareció en este cerro a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un indígena chichimeca. A partir de entonces, comenzó la construcción de templos dedicados a la Virgen de Guadalupe, lo que transformó este rincón en un punto clave de devoción.

Nombres que cuentan su historia

Desde el siglo XVI, el lugar ha tenido varios nombres: Tepeaquilla, Tepeyac, Guadalupe, Villa de Guadalupe, y en 1822, en honor al héroe independentista, se convirtió en la Villa de Guadalupe Hidalgo. En 1931 recibió su nombre actual: Villa Gustavo A. Madero, en homenaje al revolucionario asesinado durante la Decena Trágica.

Auge virreinal y desarrollo urbano

En el siglo XVIII, con la construcción de la Basílica Vieja en 1709, la Villa se convirtió en un punto de reunión de comerciantes, peregrinos y autoridades eclesiásticas. El crecimiento fue tal que en 1751 se le otorgó oficialmente la categoría de villa y se constituyó un gobierno municipal propio, aunque fuertemente influido por el clero. Para evitar inundaciones, se construyó el Albarradón del Tepeyac en 1769, y en 1789 recibió su escudo heráldico.

Un sitio clave en la historia de México

Durante el siglo XIX, la Villa de Guadalupe Hidalgo fue testigo de momentos fundamentales de la historia nacional. En 1848, aquí se firmó el famoso Tratado de Guadalupe Hidalgo, que puso fin a la guerra entre México y Estados Unidos. Incluso fue sede del gobierno federal de manera provisional, albergando a presidentes como Santa Anna y Manuel de la Peña y Peña.

En 1857, la Villa vivió otro hito: se inauguró el primer tramo de ferrocarril en el país, entre Tlatelolco y Guadalupe, con la locomotora “Guadalupe” al frente. Esta conexión impulsó aún más su desarrollo y consolidó su importancia dentro del Valle de México.

La Villa hoy

Aunque hoy en día forma parte del entramado urbano de la Ciudad de México, La Villa de Guadalupe mantiene su esencia como un barrio histórico y centro de fe. Cada año, millones de peregrinos la visitan, especialmente el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, convirtiéndola en uno de los lugares más emblemáticos de México.

Además de su importancia religiosa, La Villa es un punto de interés para quienes desean conocer la historia viva de la ciudad, desde sus raíces indígenas hasta su evolución moderna. Calles, plazas y edificaciones antiguas siguen contando la historia de un pueblo que, desde tiempos prehispánicos, ha sido punto de encuentro entre culturas, creencias y tradiciones.

Lindavista, descubre la historia y presente del “Beverly Hills mexicano” al norte de la CDMX

Ubicada al norte de la Ciudad de México, en la alcaldía Gustavo A. Madero, la colonia Lindavista es mucho más que un conjunto de calles bien trazadas y casas elegantes. Su historia comienza en la década de 1930 como un proyecto urbano de clase alta inspirado en los suburbios californianos, y hoy en día es una zona vibrante, con una mezcla de historia, educación, cultura y vida cotidiana que la hacen única en la capital mexicana.

Un nombre con vista linda

¿Sabías que el nombre “Lindavista” surgió por la belleza natural de sus terrenos? Quienes la visitaban en sus primeros años no podían dejar de comentar lo hermosa que era la vista del lugar. De ahí que, naturalmente, comenzaran a llamarla así: Linda Vista. Esta apreciación fue adoptada oficialmente cuando se fraccionaron los antiguos terrenos del Rancho “Los Pirineos” (era un rancho lechero) para dar vida a esta nueva colonia residencial.

De rancho lechero a colonia de estrellas

Antes de que existieran sus avenidas y escuelas, Lindavista era parte del extenso Rancho “Los Pirineos”, propiedad de los hermanos Martín y Miguel Oyamburu Arce. Estos empresarios vascos fueron figuras clave en el desarrollo económico de México: dueños de la Cervecería Modelo, la Cía. Hulera Euzkadi y otros grandes negocios. Fue precisamente por temor a la expropiación de sus tierras tras la Revolución Mexicana que decidieron fraccionar su propiedad y, en colaboración con el empresario Teodoro Gildred y el expresidente Pascual Ortiz Rubio, fundaron Lindavista en 1932.

Gildred tomó como inspiración las colonias de lujo de California, como Beverly Hills, por lo que muchas casas originales se construyeron en grandes lotes con un estilo colonial californiano. Algunas de estas joyas arquitectónicas aún se conservan, sobre todo en el nororiente de la colonia.

Un viaje por América Latina

Al recorrer las calles de la Colonia Lindavista, lo primero que notarás es que las calles tienen nombres curiosos como Salaverry, Ticomán, Latacunga, Pujato o Ambato. A primera vista, podrían ser nombres raros o extraños para muchas personas; pero si continúas paseando por la colonia te encontrarás con nombres un poco más conocidos como Caracas, Montevideo, Manizales o Quito. ¡Son nombres de ciudades Latinoamericanas! Y sí, todas las calles de la colonia, o casi todas, llevan el nombre de alguna ciudad de Centro y Suramérica.

Según cuentan las y los vecinos que llevan décadas viviendo en la zona, esto es solo una leyanda porque nunca he encontrado información oficial al respecto (aunque tiene sentido y me gusta la versión), estos nombres se eligieron basándose en las ciudades que habían visitado los hermanos Oyamburu en sus viajes; y no creas que en cualquier viaje, sino que eran ciudades en las que ellos habían aterrizado piloteando su avión.

Época de Oro y vecinos ilustres

Gracias a su cercanía con los Estudios Tepeyac, Lindavista se convirtió en un punto clave del Cine de Oro mexicano. La colonia fue hogar temporal o permanente de estrellas como Pedro Infante, María Félix e Ignacio López Tarso. Por su ambiente residencial, su estética cuidada y su cercanía a los estudios, fue apodada el “Beverly Hills mexicano”.

Entre sus habitantes más destacados también figuran la actriz Iran Eory, el periodista Iñaki Manero, el escritor Roberto Bolaño, la activista María Elena Morera, el exfutbolista y entrenador Javier Aguirre, el presidente del Consejo Mundial de Boxeo José Sulaimán, y hasta la ex primera dama Angélica Rivera.

El escritor Juan Villoro, quien también vivió en Lindavista, la retrata con nostalgia y crítica en su libro El Tiempo Transcurrido, como un reflejo de la clase media mexicana del siglo XX.

Educación, comercio y conectividad

Lindavista destaca por tener una de las mayores concentraciones de instituciones educativas privadas por kilómetro cuadrado en toda América Latina, desde kínder hasta universidad. Aquí se encuentran colegios como el Guadalupe y el Tepeyac, así como el Plantel 9 de la UNAM y la Unidad Profesional Adolfo López Mateos del IPN.

Además, es una zona muy bien equipada con hospitales, cines, librerías, restaurantes, supermercados, bancos, iglesias y plazas comerciales como Parque Lindavista. Por si fuera poco, está excelentemente conectada mediante importantes avenidas como Insurgentes Norte, Instituto Politécnico Nacional, Montevideo y Ticomán, además de contar con estaciones de Metro como Lindavista, Deportivo 18 de Marzo e Indios Verdes.

El corazón de la colonia: la Iglesia de San Cayetano

Uno de los íconos arquitectónicos y espirituales de la colonia es la Iglesia de San Cayetano, ubicada en la avenida Montevideo. Su silueta incluso fue elegida como símbolo para la estación del Metro Lindavista. Es un punto de referencia obligado y un sitio de encuentro para la comunidad.

Un barrio con historia… y también con desafíos

Con el paso del tiempo, Lindavista también ha enfrentado retos. A partir de los años noventa, muchas casas se convirtieron en escuelas u oficinas, lo que transformó su dinámica urbana. Además, el crecimiento poblacional en las zonas aledañas y el aumento del tráfico en horas pico han complicado la movilidad. A esto se sumaron momentos difíciles de inseguridad, particularmente en los años 90, que llevaron a los vecinos a instalar rejas en varias calles.

Sin embargo, Lindavista ha sabido adaptarse. Su comunidad, su oferta educativa, su cercanía con importantes centros laborales y su historia la mantienen como una de las colonias más emblemáticas del norte de la ciudad.

Metro Politécnico, la puerta de entrada al conocimiento técnico al norte de CDMX

Si has llegado al norte de la Ciudad de México a bordo de la Línea 5 del Metro, seguramente conoces la estación Politécnico, una de las más emblemáticas del sistema de transporte capitalino. Su nombre y su logotipo no son casualidad: hacen honor al Instituto Politécnico Nacional (IPN), una de las instituciones de educación superior más importantes del país.

Un nombre con historia

La estación toma su nombre por estar muy cerca del campus Zacatenco del IPN, un enorme complejo universitario dedicado a la enseñanza técnica y científica. El emblema que adorna la estación es una versión simplificada del escudo del Politécnico, y recuerda a todos los usuarios la vocación educativa que define a esta zona de la ciudad.

La historia del IPN comienza en 1932, cuando surge la idea de crear un sistema integrado de educación técnica para apoyar el desarrollo industrial y social del país. Figuras clave como Narciso Bassols, Luis Enrique Erro y Carlos Vallejo Márquez dieron forma a esta visión, que finalmente se hizo realidad en 1936, gracias al impulso del presidente Lázaro Cárdenas del Río y del entonces senador Juan de Dios Bátiz.

Desde sus inicios, el IPN agrupó escuelas ya existentes desde el siglo XIX, como la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA), la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) y la de Construcción, entre otras. Sus primeros edificios se levantaron en el Casco de Santo Tomás, pero fue hasta 1959 cuando se inauguró el gran campus Zacatenco, el mismo que hoy se extiende al este de la estación del metro.

Patrimonio y arte en movimiento

Pocxs saben que los terrenos donde hoy se encuentra el Politécnico fueron donados por los hermanos Martín y Miguel Oyamburu Arce, importantes empresarios que en su tiempo fueron dueños de bancos, lecherías, cines, cervecerías y hasta estudios cinematográficos. Gracias a su generosidad, el IPN pudo expandirse en una zona estratégica de la ciudad.

Además de su importancia educativa, la estación también alberga arte. Uno de sus atractivos principales es el mural La técnica al servicio de la patria, obra del artista José Luis Elías Jáuregui, que muestra en cuatro paneles las distintas áreas de trabajo y conocimiento que forman parte del mundo politécnico: ciencia, arte, industria y cultura.

Una estación muy conectada

Politécnico es la terminal norte de la Línea 5 del Metro y se encuentra en la alcaldía Gustavo A. Madero, dando servicio a colonias como Industrial Vallejo y Nueva Industrial Vallejo. Cuenta con salidas hacia el Eje Central Lázaro Cárdenas y se conecta con otras formas de transporte, como la Línea 8 del Trolebús, varias rutas de RTP y un CETRAM que recibe autobuses del Estado de México, provenientes de lugares como Tlalnepantla, Cuautitlán Izcalli o Zumpango.

Y si eso no fuera suficiente, muy cerca también se encuentra la estación Ticomán del Cablebús Línea 1, que ofrece vistas espectaculares del campus y la ciudad.

Una estación con mucha vida

Con casi 9.5 millones de pasajeros en 2023, Metro Politécnico es una de las estaciones más concurridas de la red. Todos los días, miles de estudiantes, profesorxs, trabajadorxs y visitantes pasan por sus andenes rumbo a las aulas, laboratorios o al famoso Centro Cultural Jaime Torres Bodet, uno de los espacios más visitados del campus.

Así que ya lo sabes: si te bajas en Politécnico, no sólo estás llegando a una estación de metro, sino a uno de los centros del conocimiento técnico y científico más grandes de América Latina.

Metro Autobuses del Norte, puerta de entrada y salida del norte de la ciudad

Si alguna vez has viajado desde la Ciudad de México hacia el norte del país —o viceversa—, es muy probable que hayas pasado por la estación Autobuses del Norte, en la Línea 5 del Metro. Su ícono, una silueta de autobús foráneo, deja claro que esta estación está pensada para conectarte con destinos lejanos… y con muchas historias en camino.

¿Por qué se llama así?

El nombre de la estación viene de su cercanía inmediata con la Terminal Central de Autobuses del Norte, inaugurada el 13 de diciembre de 1973. Esta terminal fue construida por los propios autotransportistas del país para dar servicio a la capital, con una inversión de 120 millones de pesos de aquel entonces. Hoy es uno de los nodos de transporte más importantes del país.

El edificio, también conocido oficialmente como Central Camionera Terminal J. Guadalupe López Velarde, ocupa más de 100 mil metros cuadrados y conecta la Ciudad de México con 27 estados del territorio nacional, desde Baja California y Sonora hasta Oaxaca y Veracruz.

Un metro que te lleva lejos… literalmente

La estación del Metro Autobuses del Norte comenzó a operar en 1982, como parte de una ampliación de la Línea 5 que va de La Raza a Politécnico. Su principal función es servir como punto de conexión para lxs viajerxs que se dirigen a otras ciudades. De hecho, es común ver gente con mochilas, maletas o simplemente esperando la hora de salida de su autobús.

Aunque es una estación clave para el transporte foráneo, no es de las más transitadas del sistema: en 2023 registró casi siete millones de usuarios, ocupando el lugar 59 de 195 estaciones. Aun así, su papel como conexión nacional le da un valor simbólico muy especial.

Entre salinas y autobuses

Quizá no lo sabías, pero la terminal de autobuses y la estación del metro se encuentran en lo que fue el Pueblo de Magdalena de las Salinas, una comunidad originaria que llegó a contar con 14 barrios en el siglo XIX. Su nombre viene de los antiguos salares que se encontraban en el norte del lago de Texcoco. Hoy, en cambio, es un cruce de caminos modernos, lleno de movimiento y con muchas historias que se entrelazan cada día.

Conectividad y alrededores

La estación tiene salidas hacia la avenida de los 100 Metros y conecta fácilmente con el trolebús (Línea 1, Central Norte–Central Sur) y rutas de transporte como la Ruta 23, Ruta 103 y el Corredor 15.

Entre los sitios de interés cercanos están la propia Terminal de Autobuses, el Hospital Juárez de México, y si caminas unos 20 minutos, puedes llegar al centro comercial Encuentro Fortuna, Parque Lindavista y Vía Vallejo.

Ya sea que vayas a visitar a la familia, conocer un nuevo rincón del país o simplemente estés de paso, Autobuses del Norte es un punto de partida (o de llegada) que resume muy bien lo que significa moverse por México: un país conectado por caminos, historias y muchas ganas de seguir viajando.

Metro Misterios, una estación de peregrinajes prehispánicos y contemporáneos

Ubicada al norte de la Ciudad de México, justo en el límite entre las alcaldías Gustavo A. Madero y Cuauhtémoc, Metro Misterios es una de las estaciones que conforman la Línea 5 del Metro capitalino. Aunque su nombre suena intrigante, en realidad proviene de un pedazo fascinante de historia: la Calzada de los Misterios, una antigua vía de peregrinación que conectaba la Ciudad de México con la Villa de Guadalupe.

¿Por qué se llama “Misterios”?

La estación toma su nombre de la Calzada de los Misterios, una avenida trazada en tiempos coloniales con el objetivo de comunicar el centro de la ciudad con el cerro del Tepeyac. En 1675, los religiosos Francisco Marmolejo e Isidro Zuriñana propusieron adornar esta calzada con 15 ermitas de cantera, dedicadas a los misterios del Rosario católico. La idea era que los fieles pudieran ir rezando en su trayecto hacia la Basílica de Guadalupe, pasando por cada una de estas pequeñas construcciones.

Cada ermita, de estilo barroco, medía aproximadamente cuatro metros de largo, 1.5 de ancho y ocho de alto, y estaba compuesta por tres cuerpos: una base, un relieve con la representación de uno de los misterios, y una figura en forma de estatua. Aunque hoy sólo se conservan ocho de las originales, otras siete fueron reconstruidas en 1999 para preservar este importante legado histórico.

El logotipo del Metro Misterios representa precisamente la silueta de una de estas ermitas, en homenaje a la tradición religiosa y cultural que le dio nombre.

¿Y dónde están los misterios?

Curiosamente, aunque la estación se llama Misterios, la calzada se encuentra a unas cinco cuadras de distancia (unos 350 metros). Aun así, sigue siendo un punto clave para quienes quieren explorar esta antigua ruta o simplemente conocer una parte poco conocida del pasado virreinal de la ciudad.

Un punto con historia y movimiento

La calzada no solo fue usada por peregrinos: también fue remodelada en 1854 y, más adelante, sirvió como trazo para un ferrocarril que viajaba hacia Puebla y Veracruz. Con el paso del tiempo se fue modernizando hasta convertirse en la gran avenida que hoy conocemos, una de las arterias más importantes del norte de la ciudad.

Por su parte, la estación Metro Misterios, inaugurada como parte de la Línea 5, corre paralela al Circuito Interior y está muy cerca de zonas emblemáticas como la antigua Guarnición de Peralvillo (hoy Museo Indígena).

Conectividad y uso

La estación conecta con la Línea 7 del Metrobús y la Línea 5 del Trolebús, lo que facilita el acceso desde diferentes puntos de la ciudad. Aunque no es de las más concurridas del sistema, en 2023 registró más de 2.5 millones de usuarios, con un promedio diario de casi 7 mil pasajeros.

Metro Misterios no solo es una estación más en la red del Metro: es una entrada a la historia colonial de la ciudad, a las tradiciones de fe y a los caminos que, desde hace siglos, han unido a los habitantes de la Ciudad de México con el corazón espiritual del Tepeyac.