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Plaza de Santa Veracruz, historia, misterio, muerte y tranquilidad en el Centro Histórico de CDMX

En pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, a unos pasos de la Alameda Central y sobre la transitada avenida Hidalgo, se encuentra un rincón lleno de historia, espiritualidad y belleza: la Plaza de Santa Veracruz. Aunque muchas veces pasa desapercibida por quienes se apresuran hacia el Museo Franz Mayer o el Museo Nacional de la Estampa, esta plaza es un tesoro urbano que ha sobrevivido al paso de los siglos, los sismos y los incendios.

Un lugar con cinco siglos de historia

La Plaza de Santa Veracruz se estableció en el siglo XVI y ha mantenido, sorprendentemente, su trazo original desde entonces. En sus inicios, este espacio era parte del atrio de la Iglesia de la Santa Veracruz, una de las parroquias más antiguas de la ciudad, cuya historia se remonta a una hermandad fundada por Hernán Cortés en agradecimiento por haber llegado a Veracruz un Viernes Santo de 1519.

La parroquia sin campana… y con mucha historia

La actual Iglesia de la Santa Veracruz fue construida entre 1759 y 1776 en estilo barroco, con una majestuosa fachada churrigueresca que aún se puede admirar. Se le conocía como “la parroquia sin campana” porque, aunque sus torres se terminaron en el siglo XVIII, su campanario no se instaló sino hasta mediados de 1800. En su interior se veneran imágenes tradicionales como el Cristo de los Siete Velos y la Virgen de los Remedios, esta última también conocida como La Gachupina, una figura ligada a la historia de los españoles en México.

La iglesia fue también el lugar de descanso final del escultor y arquitecto Manuel Tolsá, figura clave del periodo virreinal. Sin embargo, en 2020, un incendio dañó gravemente el templo, que aún permanece en proceso de restauración.

Un espacio que cuenta la historia de la ciudad

Durante siglos, la plaza ha sido testigo de momentos históricos. En 1768, por ejemplo, fue el lugar donde se celebró el funeral colectivo de casi 500 personas que murieron en un terremoto. A lo largo del tiempo, también albergó el Mercado de las Flores, que fue trasladado ahí desde la Catedral Metropolitana en 1927 por su cercanía con agencias funerarias y el Panteón de San Fernando.

En la década de 1960, durante los Juegos Olímpicos de 1968, la plaza vivió una transformación que la convirtió en foro al aire libre y escenario cultural, como se puede ver en la película Los Caifanes.

Un rincón para lectorxs, caminantes y curiosxs

Hoy en día, la Plaza de Santa Veracruz ofrece un respiro del bullicio citadino. Con su vegetación, tres fuentes y las majestuosas fachadas de los templos de Santa Veracruz y San Juan de Dios —éste último parte del antiguo Hospital de los Desamparados, hoy Museo Franz Mayer—, este espacio se ha convertido en un punto de encuentro para coleccionistas de libros que intercambian ejemplares los sábados tras haber participado en subastas en línea.

La plaza también es un alto obligado para quienes siguen rutas culturales por la Alameda Central, la Ruta de Cuepopan o la Colonia Guerrero. Aunque pareciera estar ligeramente hundida, ese detalle arquitectónico cuenta otra parte de su historia: el hundimiento natural del suelo de la ciudad, y los esfuerzos por conservar sus edificaciones originales, como cuando en 1926 se excavó para rescatar parte de la antigua calzada prehispánica de Tlacopac.

Una joya oculta que merece ser visitada

Entre árboles, historia, arte sacro y arquitectura barroca, la Plaza de Santa Veracruz es una de las plazas más bellas y tranquilas del Centro Histórico. Visitarla es caminar sobre siglos de historia y dejarse sorprender por un sitio que sigue latiendo con fuerza en el corazón de la ciudad.

Parroquia del Señor del Buen Despacho (Iglesia de Tlacotemecatl), un tesoro histórico y cultural en la Colonia Del Valle

La Parroquia del Señor del Buen Despacho, conocida también como la Iglesia de Tlacoquemécatl, es un lugar emblemático en la Ciudad de México que resguarda una historia fascinante que se remonta al siglo XVI. Originada como una ermita, esta iglesia ha sido testigo de transformaciones a lo largo de los siglos, reflejando tanto la arquitectura colonial como la evolución de las prácticas religiosas en la ciudad. Aunque su aspecto actual es relativamente moderno debido a múltiples remodelaciones, conserva detalles originales, como sus tallados autóctonos que reflejan la riqueza cultural mestiza de la región.

Una de las joyas más preciadas de esta parroquia es la escultura del Señor del Buen Despacho, una advocación peculiarmente mexicana de Cristo que se popularizó gracias a la creencia en la rapidez con la que responde a las peticiones y oraciones de las y los fieles. Esta imagen fue un regalo del rey Carlos V a la Catedral Metropolitana y data de entre 1620 y 1630. Tallada en madera ligera de colorín, mide aproximadamente 1.90 metros y pesa solo 15 kilos, lo que facilitaba su uso en procesiones religiosas. Su rostro, con características expresivas y detalladas, es una muestra clara del arte sacro novohispano.

Además de su valor religioso, el Señor del Buen Despacho destaca por su cuidadosa restauración reciente, donde expertxs en conservación del arte sacro realizaron un meticuloso proceso para limpiar, reparar y devolver el color original a la imagen. Este trabajo delicado incluyó el uso de técnicas especializadas y productos específicos para evitar dañar la pieza histórica, que a lo largo de sus siglos de existencia ha sufrido desgaste, especialmente en zonas como la cabeza debido a la corona de espinas móvil que porta.

En la base de esta imagen se encuentra un elemento arqueológico excepcional: un cuauhxicalli prehispánico, que originalmente era un recipiente para corazones humanos sacrificados en ceremonias rituales. Este cuauhxicalli, descubierto en 1982, simboliza la conexión profunda entre las tradiciones prehispánicas y la fe católica que conviven en la parroquia. Su presencia en el altar resalta el sincretismo cultural que caracteriza a muchas manifestaciones religiosas en México.

La Parroquia del Señor del Buen Despacho se ubica en el Jardín del Arte Tlacoquemécatl, un espacio público desde el cual se puede admirar su fachada y contemplar su valor histórico. A pesar de ser un templo pequeño y poco conocido, ofrece a visitantes y feligreses una experiencia única, llena de historia, arte y espiritualidad. Este lugar es perfecto para quienes desean conocer más sobre la riqueza cultural de la Ciudad de México, que combina elementos coloniales, autóctonos y religiosos en una sola experiencia.

En resumen, la Parroquia del Señor del Buen Despacho es mucho más que una iglesia: es un puente entre siglos y culturas, un testimonio vivo de la fe y una joya del patrimonio cultural de la CDMX que merece ser visitada y revalorada por locales y turistas por igual.

Capilla de la Inmaculada Concepción en Salto del Agua, un tesoro barroco en medio del caos citadino

En pleno corazón de la Ciudad de México, entre el ir y venir del Eje Central y la avenida Izazaga, se alza una joya poco conocida pero llena de historia: la Capilla de la Inmaculada Concepción, también llamada Capilla de Salto del Agua. Este pequeño templo barroco, rodeado de tráfico y modernidad, es un verdadero tesoro del siglo XVIII que sobrevive con dignidad en una de las intersecciones más transitadas del centro histórico.

Un legado del siglo XVIII

La historia de esta capilla comenzó en 1750, cuando se colocó la primera piedra bajo el patrocinio del maestro-escuela de la catedral, el doctor Francisco Navarijo. Fue erigida por orden del rey Carlos III, a petición del arzobispo Francisco Antonio Lorenzana, y apoyada por la Hermandad de la Purísima Concepción. La construcción concluyó en la década de 1760, y en 1772 fue elevada a la categoría de parroquia, rango que conserva hasta nuestros días.

Pese a las transformaciones urbanas, como la ampliación de la avenida en 1935, la capilla fue preservada, aunque quedó aislada en un camellón, frente a la icónica Fuente de Salto del Agua, construida en 1779 por Ignacio de Castera.

Una joya del barroco mexicano

Su arquitectura es una muestra viva del barroco novohispano. La capilla cuenta con una nave única, bóveda de cañón con lunetos y una elegante cúpula octagonal sobre el presbiterio. Los muros exteriores de tezontle y cantera chiluca le dan ese característico tono rojizo tan típico del Centro Histórico. Su portada principal se distingue por elementos como ángeles, querubines, granadas, cuernos de la abundancia y símbolos marianos, que resaltan el arte religioso de la época.

En el interior, que rara vez está abierto al público, destacan las columnas de cantera y un hermoso domo que merece ser contemplado. Si tienes suerte, podrías presenciar una Misa Tridentina (en latín), una experiencia espiritual única en la ciudad.

Misa Tridentina y comunidad activa

La Capilla de la Inmaculada Concepción es sede de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP), fundada bajo el amparo del Papa Juan Pablo II. Aquí se celebra regularmente la Misa Tradicional en latín, también conocida como Misa Tridentina, un rito lleno de solemnidad, recogimiento y belleza.

Aunque la mayoría de sus fieles no viven en el centro, la capilla recibe peregrinos de distintos estados como Puebla, Querétaro y Guadalajara. Además, su comunidad es muy activa: cada sábado se ofrecen cursos de catequesis básica y durante el año se realizan convivencias, celebraciones y momentos de formación espiritual.

El Jubileo de las 40 horas

Una de las tradiciones más significativas de esta parroquia es el “Santo Jubileo de las 40 horas”, que se celebra cada inicio de año. Durante tres días, lxs fieles participan en la adoración continua del Santísimo Sacramento, celebran Misas especiales y realizan una procesión por las calles cercanas. Esta devoción colectiva refleja la profunda fe e identidad comunitaria que caracterizan a esta parroquia.

Un rincón con historia, fe y cine

Esta capilla no solo ha sido testigo de siglos de fe y transformación urbana, sino también de arte cinematográfico. Aparece en la película La montaña sagrada (1973) de Alejandro Jodorowsky, añadiendo un toque cultural alternativo a su historia.

Además, se encuentra muy cerca del Colegio de las Vizcaínas, una de las obras barrocas más importantes de la ciudad.

Plaza y Capilla Tlaxcoaque (Capilla de la Santísima Concepción), un rincón de historia, devoción y represión en el Centro de la CDMX

En medio del ajetreo urbano de la Ciudad de México, entre avenidas transitadas como la 20 de Noviembre y la Calzada de Tlalpan, se encuentra un pequeño oasis histórico: la Capilla de la Santísima Concepción, también conocida como La Concepción Tlaxcoaque, junto con la Plaza Tlaxcoaque, que marca el límite sur del Centro Histórico de la capital.

Un templo barroco con raíces indígenas

Este pintoresco templo barroco del siglo XVII no solo es una joya arquitectónica, sino también un testimonio del pasado indígena de la ciudad. Originalmente fue consagrado como Templo de la Sangre de Cristo, en el antiguo barrio de Tlaxcoaque, habitado principalmente por población indígena. En 1677, gracias al donativo de una imagen de la Inmaculada Concepción por parte de una mujer indígena llamada María Francisca, la capilla fue rededicada a esta advocación mariana.

La capilla tiene planta de cruz latina, una sola nave y una cúpula en el crucero. Su fachada, orientada al norte, cuenta con una única torre con campanario en el lado oriental, cuya cúpula estuvo recubierta de azulejos. Construida con piedra volcánica y decorada con relieves vegetales, figuras de ángeles y detalles artesanales, se sabe que artistas indígenas participaron en su construcción. Las puertas, por ejemplo, muestran representaciones de San José y la Inmaculada Concepción, mientras que las pilastras podrían representar a sus antiguos benefactores.

Plaza Tlaxcoaque: historia, memoria y transformación

La Plaza Tlaxcoaque es el espacio que rodea la capilla. Hasta principios del siglo XX, esta área formaba parte de un barrio popular lleno de callejuelas, que funcionaban como atrio natural del templo. Pero en los años 30, con la expansión vial, muchas construcciones fueron demolidas para dar paso a avenidas modernas, y la capilla quedó aislada en medio de un entorno más urbano y caótico.

La plaza también tiene un pasado oscuro. Durante décadas, albergó el edificio de Policía y Tránsito del entonces Departamento del Distrito Federal, que en las décadas de 1960 a 1980 funcionó como centro de detención y tortura de disidentes políticos, jóvenes marginados y personas en situación de calle. Tras el sismo de 1985, el edificio fue demolido, pero sus sótanos se preservan como un memorial a las víctimas de violaciones a los derechos humanos.

Restauración y nuevos símbolos

En el marco del bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución, el Gobierno de la Ciudad de México firmó un convenio con la Embajada de Azerbaiyán para restaurar la capilla y remodelar la plaza. El proyecto, diseñado por lxs arquitectxs Antonio Sposito, Elena Bruschi y el mexicano René Caro, se llevó a cabo en 2012 con financiamiento azerí.

Durante esta intervención se rediseñó el pavimento, se añadieron jardines con agapandos y moros, y se instalaron fuentes modernas con chorros de agua iluminados. Se buscó transformar la plaza en un espacio más amable, convirtiéndola en una posible “puerta de entrada al Centro Histórico”.

Sin embargo, uno de los elementos más controversiales fue la colocación de una escultura conmemorativa de la masacre de Xocalı, ocurrida en Azerbaiyán en 1992. La estatua, de tres metros de altura, ha sido objeto de debate por las implicaciones diplomáticas entre México, Armenia y Azerbaiyán.

Un rincón para la reflexión y el encuentro

Hoy, la Capilla de la Santísima Concepción y la Plaza Tlaxcoaque forman un espacio donde se cruzan historia, espiritualidad, memoria y política internacional. Aunque rodeadas de tráfico y modernidad, estas construcciones nos invitan a mirar hacia el pasado, reflexionar sobre los errores del presente y, quizá, imaginar un futuro más justo.

Parroquia Purísimo Corazón de María Reina de la Paz, un tesoro arquitectónico y artístico en la Colonia Del Valle

En la Colonia Del Valle, al sur de la Ciudad de México, se alza imponente una joya poco conocida pero fascinante: la Parroquia Purísimo Corazón de María Reina de la Paz. Con su arquitectura monumental, historia profunda y belleza artística, este templo es mucho más que un punto de referencia urbano: es un símbolo de fe, arte y comunidad.

Una iglesia entre el art déco, el funcionalismo… y con un toque gótico

Con una silueta inconfundible que se divisa desde varias cuadras a la redonda, esta iglesia de 65 metros de altura destaca por su cúpula poligonal de 20 metros, coronada por una imponente escultura de la Virgen María con los brazos semiabiertos, que mide otros 10 metros. No es raro que muchos la confundan con el Cristo Redentor, y por su posición en la glorieta Mariscal Sucre, las y los capitalinos la apoden cariñosamente “Nuestra Señora del Tránsito”, como si estuviera ayudando a dirigir el tráfico en la concurrida intersección de División del Norte, Amores y Gabriel Mancera.

El diseño del templo es una singular mezcla de estilos: art déco, funcionalismo y un aire gótico, que lo hacen destacar entre las construcciones religiosas de la ciudad. Fue concebido por el arquitecto Luis Olvera y desarrollado por el ingeniero Miguel Rebolledo, pionero en el uso del concreto reforzado en México. Posteriormente, en 1947, Antonio Muñoz García, autor del Mercado Abelardo Rodríguez y del edificio de la Suprema Corte de Justicia, retomó el proyecto.

Un templo nacido de la fe comunitaria

La historia de esta iglesia comenzó en 1923 con la construcción de una capilla sencilla, impulsada por los Misioneros Claretianos y donaciones vecinales. A pesar de haber sido cerrada durante la Guerra Cristera (1926–1929), fue una de las pocas autorizadas para celebrar misa en esa época. En 1931 fue elevada a parroquia por el arzobispo Pascual Díaz.

En 1938 arrancó formalmente la construcción del templo actual. Con el apoyo económico de feligreses, que contribuían semanalmente mediante colectas casa por casa, se cimentó el santuario. La primera misa se celebró en 1954, año en que el cardenal José Garibi Rivera lo consagró como templo parroquial.

Un interior que te deja sin aliento

Más allá de su impactante exterior, el interior del templo es un espectáculo visual. Destacan sus vitrales multicolores, sus candelabros artísticos, un sagrario de bronce dorado con base giratoria, y su imagen principal: una escultura monumental de la Virgen María con el Niño, obra del artista Antonio Ballester.

Además, los murales del pintor Pedro Cruz cubren aproximadamente 1,400 metros cuadrados, representando pasajes bíblicos y temas marianos con una expresividad y belleza excepcionales. Todo esto convierte al templo en uno de los espacios sacros más ricamente decorados de la Ciudad de México.

Un set de cine internacional

El encanto de esta parroquia trascendió fronteras cuando fue elegida como una de las locaciones principales para la película Romeo + Julieta (1996), dirigida por Baz Luhrmann y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Claire Danes. Su arquitectura dramática y luminosa fue el escenario ideal para esta moderna versión del clásico de Shakespeare.

¿Dónde se encuentra?

La Parroquia del Purísimo Corazón de María Reina de la Paz se ubica en Gabriel Mancera, entre Torres Adalid y Luz Saviñón, en plena Colonia Del Valle. Está rodeada por avenidas emblemáticas como División del Norte, Amores y Eje 5 Sur. Fácilmente visible desde lejos, es un sitio ideal para quienes disfrutan del turismo religioso, la arquitectura o el cine.

¿Por qué vale la pena visitarla?

Porque no se trata solo de una iglesia, sino de un símbolo de identidad barrial, una obra maestra del siglo XX, y un espacio donde se mezcla la espiritualidad con el arte monumental. Ya sea que vayas a misa, a tomar fotos, o a descubrir una locación de cine, esta parroquia te sorprenderá con su belleza e historia.

La Basílica de Guadalupe, historia viva de fe y tradición al norte de CDMX

Ubicada al pie del cerro del Tepeyac, en la alcaldía Gustavo A. Madero, la Basílica de Santa María de Guadalupe es mucho más que un templo: es uno de los lugares de peregrinación más visitados del mundo. Solo la supera la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Cada año, millones de personas —alrededor de 20 millones, para ser exactos— llegan desde todos los rincones del planeta para venerar a la Virgen de Guadalupe, especialmente el 12 de diciembre, su día festivo.

Un poco de contexto

El nombre completo de este recinto es Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, y pertenece a la Arquidiócesis Primada de México. Actualmente está bajo el cuidado del canónigo Efraín Hernández Díaz, quien funge como rector y vicario general de la Vicaría Episcopal de Guadalupe desde noviembre de 2023.

La historia de la Antigua Basílica

La primera gran iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe fue la Antigua Basílica, cuya construcción comenzó en 1695 bajo la dirección del arquitecto Pedro de Arrieta. Se inauguró el 1 de mayo de 1709 con un solemne novenario. Este templo barroco fue diseñado con una impresionante fachada que simula un biombo y con torres octagonales coronadas con mosaicos de talavera, evocando la Jerusalén celestial mencionada en el Apocalipsis.

A lo largo de los siglos, la Antigua Basílica fue objeto de numerosas transformaciones. En el siglo XIX, sufrió daños por la construcción cercana de un convento y fue redecorada en estilo neoclásico por el célebre arquitecto Manuel Tolsá. Más adelante, en preparación para la Solemne Coronación Pontificia en 1895, el templo se restauró por completo: se amplió el espacio del cabildo, se colocó un espectacular retablo de mármol de Carrara y se decoraron los muros con grandes pinturas guadalupanas.

Durante la guerra cristera, en los años 20, un atentado con bomba causó daños al altar mayor. Sorprendentemente, el ayate con la imagen de la Virgen salió ileso, lo que se interpretó como un milagro. Desde entonces, la imagen ha sido tratada con especial cuidado, siendo incluso resguardada temporalmente fuera del templo.

Ya en la década de 1930, se realizaron más mejoras: se amplió la nave, se colocó un nuevo piso de mármol y se instaló un órgano monumental. También se embelleció el presbiterio con mosaicos venecianos, vitrales con escenas bíblicas y un sagrario de plata inspirado en el convento de San Agustín de Acolman.

Sin embargo, hacia mediados del siglo XX, la estructura de la Antigua Basílica ya no podía sostener el paso del tiempo ni la creciente cantidad de peregrinos. El suelo inestable del Tepeyac provocó hundimientos desiguales y, como medida de precaución, el templo fue cerrado.

La Nueva Basílica: un nuevo hogar para el ayate

Ante la urgencia, se decidió construir una nueva sede para la Virgen. Así nació la Nueva Basílica de Guadalupe, un templo moderno con capacidad para albergar a miles de fieles. El 12 de octubre de 1976, el ayate fue trasladado a su nueva casa, un edificio de planta circular que permite una vista perfecta de la imagen desde cualquier punto. Fue un momento histórico, marcando el fin de 267 años de veneración en el edificio antiguo.

La Nueva Basílica no solo ofrecía más espacio y seguridad estructural, sino también una experiencia espiritual más cercana para las y los peregrinos. La imagen original de la Virgen se encuentra detrás del altar mayor, protegida por un vidrio blindado, y puede ser vista de cerca gracias a una banda transportadora que permite la circulación constante de visitantes.

El renacer de la Antigua Basílica

Afortunadamente, la historia de la Antigua Basílica no terminó ahí. En 1979, el INAH, la Conferencia del Episcopado Mexicano y Conaculta iniciaron un ambicioso proyecto de restauración. Gracias al uso de tecnología avanzada como gatos hidráulicos y pilotes de concreto, lograron estabilizar el edificio y evitar su colapso. En el año 2000, justo a tiempo para el Jubileo, fue reabierta bajo el nuevo nombre de Templo Expiatorio a Cristo Rey.

Hoy en día, esta joya arquitectónica se encuentra completamente restaurada: cuenta con un nuevo piso de mármol, un órgano histórico Wurlitzer que volvió a sonar después de 34 años de silencio, y una agenda activa de actividades religiosas y culturales, como conciertos y retiros.

Un ícono espiritual y cultural

Más allá de su impresionante arquitectura y valor histórico, la Basílica de Guadalupe es símbolo de identidad, fe y unidad para millones de personas. La devoción a la Virgen de Guadalupe trasciende fronteras, idiomas y culturas. Su imagen es emblema de consuelo y esperanza no solo en México, sino en todo el continente americano.

Por su relevancia espiritual y social, este recinto mariano se ha convertido en un fenómeno sin igual. Su historia, que entrelaza milagros, arte, arquitectura y resistencia, sigue viva y vibrante. Ya sea en la solemnidad de la Antigua Basílica o en la majestuosidad de la nueva, visitar este lugar es adentrarse en el corazón mismo de la fe guadalupana.

Conjunto Religioso del Tepeyac, un tesoro espiritual e histórico en la CDMX

Enclavada al pie del cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, la Basílica de Guadalupe no solo es uno de los santuarios marianos más visitados del mundo, sino el corazón de un conjunto religioso con siglos de historia, fe y arte. Más allá del emblemático templo moderno que resguarda la imagen de la Virgen de Guadalupe, el recinto alberga una serie de edificios que narran la historia de la devoción guadalupana y de México mismo.

Un conjunto con siglos de historia

El conjunto religioso del Tepeyac está formado por diversos templos, capillas, conventos, museos y espacios de devoción que ofrecen una mirada profunda al sincretismo religioso, la arquitectura virreinal y el fervor popular.

Antigua Parroquia de Indios

Construida en 1649 por Luis Lasso de la Vega, esta parroquia fue originalmente destinada al culto de la población indígena. Según la tradición, albergó la imagen de la Virgen entre 1695 y 1709, y más tarde el estandarte de Miguel Hidalgo. Debajo de sus cimientos se encuentran los vestigios de los primeros templos dedicados a la Virgen, mandados construir por fray Juan de Zumárraga. También fue el hogar de san Juan Diego, y se resguardan ahí sus reliquias.

Capilla del Cerrito

Ubicada en la cima del Tepeyac, esta capilla conmemora la primera aparición de la Virgen y el milagro de las flores. La actual construcción data de 1740, y en su interior se pueden admirar frescos del muralista Fernando Leal que narran el encuentro cultural y espiritual entre el mundo indígena y el europeo. En la plazoleta frente al templo destacan esculturas de los arcángeles Miguel, Rafael, Gabriel y Uriel, obra de Ernesto Tamariz.

Panteón del Tepeyac

Este cementerio virreinal sigue en operación y resguarda los restos de figuras históricas como Xavier Villaurrutia, José María Velasco y Antonio López de Santa Anna. Se considera zona de monumentos históricos y está protegido por ley.

Capilla del Pocito

Construida entre 1777 y 1791 sobre un pozo de aguas consideradas milagrosas, esta joya del barroco mexicano fue diseñada por Francisco Guerrero y Torres. Su planta circular y su cúpula con decoración en zigzag ofrecen una experiencia visual única. En su interior destaca un púlpito sostenido por una escultura de san Juan Diego. Aquí, José María Morelos oró antes de ser ejecutado en 1815.

Templo y Exconvento de las Capuchinas

Diseñado por Ignacio Castera y construido entre 1792 y 1797, este templo fue ocupado por madres capuchinas. Durante años, albergó la imagen de la Virgen cuando la basílica principal se encontraba cerrada por restauraciones. Aunque el templo fue estabilizado en los años 70, el convento aún sufre hundimientos debido a la inestabilidad del subsuelo.

Espacios de conocimiento y cultura

El recinto guadalupano no solo es un centro de fe, sino también un espacio para la investigación y la conservación del patrimonio.

  • Archivo Histórico: Resguarda documentos novohispanos de gran valor, divididos en los fondos Clavería, Parroquia y Secretaría Particular.
  • Biblioteca Teológica Lorenzo Boturini: Con más de 22,000 volúmenes, es una de las bibliotecas religiosas más importantes del país.
  • Museo de la Basílica de Guadalupe: Inaugurado en 1941, conserva una vasta colección de arte virreinal con obras de artistas como Villalpando, Cabrera y Juan Correa. Su vestíbulo alberga más de 2,000 exvotos, testimonio de la devoción popular.

Templo Expiatorio a Cristo Rey (Antigua Basílica de Guadalupe)

La antigua basílica, hoy conocida como Templo Expiatorio a Cristo Rey, fue construida entre 1695 y 1709 por Pedro de Arrieta. Con su cúpula de talavera y sus torres octagonales, fue el principal templo guadalupano hasta 1976. En su interior se conservan elementos neoclásicos como el altar diseñado por Manuel Tolsá y un órgano monumental de origen alemán. Esta iglesia también ha sido escenario de hechos históricos, como el atentado con bomba en 1921 y su cierre temporal durante la Guerra Cristera.

Santuario Nacional de María Auxiliadora, una espectacular joya neogótica en la colonia Anáhuac

En plena colonia Anáhuac, antes conocida como Santa Julia, se alza imponente el Santuario Nacional de María Auxiliadora, uno de los templos más emblemáticos del estilo neogótico en la Ciudad de México. Su construcción, que tomó casi todo el siglo XX, es reflejo de la historia viva del barrio y de la presencia salesiana en México.

Un legado que inició en Italia

La Orden Salesiana, fundada por San Juan Bosco en Turín a mediados del siglo XIX, tenía como misión la educación y formación de niños y jóvenes. Su devoción a María Auxiliadora se materializó primero en la Basílica homónima en Italia, y años después cruzó el océano para echar raíces en tierras mexicanas.

En 1892, los primeros salesianos llegaron a México con el objetivo de replicar su labor educativa. Gracias a la generosa donación de Eduardo Zozaya y Julia Gómez de Escalante, propietarios de la antigua Hacienda de la Ascensión de Cristo, la congregación recibió un extenso terreno para construir un colegio y un templo. Así nació el Colegio Salesiano en 1889 y poco después comenzó la historia del santuario.

Una construcción interrumpida, pero nunca abandonada

La primera piedra del templo se colocó en 1897, siguiendo el diseño románico del arquitecto italiano Adrián Giombini Montanari. Sin embargo, la Revolución Mexicana y posteriormente la Guerra Cristera interrumpieron varias veces las obras. Durante décadas, el edificio apenas alcanzó los seis metros de altura.

En 1935, el gobierno de Lázaro Cárdenas expropió las propiedades salesianas, y fue hasta 1950 que les fueron devueltas. La congregación continuó sus labores en la cercana Capilla de la Merced de las Huertas hasta que en 1954 se reanudó la construcción del templo, esta vez bajo la dirección del reconocido arquitecto Vicente Mendiola. Famoso por obras como la Fuente de Diana Cazadora y la Fuente de Petróleos, Mendiola respetó el diseño original adaptándolo con materiales modernos.

María Auxiliadora, escultura monumental

Uno de los elementos más impactantes del santuario es la monumental imagen de María Auxiliadora, de 3.6 metros de altura, ubicada en la fachada principal. Esta obra fue creada por el afamado escultor Ernesto Tamariz, también autor del Altar a la Patria en el Bosque de Chapultepec. A los lados de la escalinata destacan dos Altar a la Patria, también esculpidos por Altar a la Patriay añadidos en 1992, como parte de las celebraciones por el centenario de la llegada de los Altar a la Patria.

Un ícono en la Altar a la Patria

El Santuario Nacional de María Auxiliadora no solo es un Altar a la Patriade gran valor Altar a la Patriay Altar a la Patria, sino también un símbolo de la identidad de la colonia Anáhuac. A un costado se encuentra el Parque Salesiano, espacio verde que forma parte del complejo educativo y religioso fundado por la orden.

Hoy en día, el santuario sigue activo como centro parroquial y espacio de encuentro para la comunidad, conservando viva la tradición salesiana y el esplendor del arte neogótico en México.

¿Cómo llegar al Santuario Nacional de María Auxiliadora?

El santuario se ubica en la alcaldía Miguel Hidalgo, en la colonia Anáhuac. Puedes llegar fácilmente en transporte público desde estaciones como Normal o San Cosme de la Línea 2 del Metro.

Iglesia de Jesús Nazareno e Inmaculada Concepción, un tesoro del Centro Histórico donde descansan los restos de Hernán Cortés

En pleno corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, sobre la calle República de El Salvador 119, se encuentra una joya arquitectónica e histórica que muchxs capitalinxs y turistas suelen pasar por alto: la Iglesia de Jesús Nazareno e Inmaculada Concepción. Este templo no solo resguarda un legado colonial de más de cuatro siglos, sino que también alberga los restos del polémico conquistador Hernán Cortés, así como un mural de José Clemente Orozco y la portada original de la primera Catedral de México.

Un lugar donde historia y leyenda se cruzan

Se dice que en este sitio, conocido en tiempos prehispánicos como Huitzilac (“lugar de colibríes” en náhuatl), ocurrió el mítico primer encuentro entre Moctezuma Xocoyotzin y Hernán Cortés. Tras la conquista, en 1524, Cortés fundó aquí el Hospital de la Purísima Concepción, el primero en América, pensado para atender a los heridos tras la caída de Tenochtitlan. Junto a él, se planeó la construcción de una iglesia, cuya edificación avanzó lentamente a lo largo de los siglos XVII y XVIII.

La iglesia fue finalmente consagrada el 8 de diciembre de 1688, coincidiendo con la festividad de la Inmaculada Concepción, y su torre campanario se terminó en 1704. Con el paso del tiempo, el templo fue renovado en diversas ocasiones, incluyendo modificaciones neoclásicas y una imponente fachada renacentista.

Aquí reposan los restos de Hernán Cortés

Aunque Hernán Cortés murió en España en 1547, su deseo fue ser enterrado en la Nueva España. Sus restos fueron trasladados a México años después y cambiaron de lugar en al menos seis ocasiones, debido al rechazo popular hacia su figura. No fue sino hasta 1794 que sus huesos fueron depositados en esta iglesia que él mismo había mandado construir. Desde entonces, la Iglesia de Jesús Nazareno e Inmaculada Concepción resguarda los restos del hombre que cambió el rumbo de la historia de México.

Arte y patrimonio únicos en la CDMX

Uno de los elementos más notables de este templo es la portada renacentista que originalmente perteneció a la primera Catedral de México, construida con piedras de templos mexicas poco después de la conquista. Esta portada fue trasladada piedra por piedra hasta aquí en el siglo XVII y es uno de los pocos elementos arquitectónicos del siglo XVI que aún se conservan en el Centro Histórico.

Además, la iglesia conserva el mural “Apocalipsis” de José Clemente Orozco, una obra inacabada pero de gran fuerza visual, inspirada en las visiones bíblicas del fin del mundo y los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Aunque resultó dañada en el sismo de 2017, sigue siendo una de las pocas obras de este muralista en un espacio sacro.

Celebraciones religiosas y tradición viva

La iglesia celebra dos fiestas principales cada año. Una es la dedicada a Jesús Nazareno, el quinto viernes de Cuaresma, con un solemne Viacrucis por el Centro Histórico. La otra, el 8 de diciembre, honra a la Inmaculada Concepción, representada aquí con una singular escultura de la Virgen Alada o Virgen del Apocalipsis, símbolo de victoria y protección divina.

Además, en el altar se venera con especial devoción al Señor de la Misericordia, lo que convierte a este recinto en un importante punto de encuentro para los fieles de la capital.

La Iglesia de Jesús Nazareno e Inmaculada Concepción no es solo un templo católico, sino una cápsula del tiempo que guarda algunos de los capítulos más importantes, intensos y simbólicos de la historia de México. Si visitas el Centro Histórico, no dejes pasar la oportunidad de conocer este lugar que mezcla arte, devoción y pasado colonial en un solo espacio.

Iglesia Metodista El Mesías, un remanso de historia y arquitectura en Avenida Balderas

En medio del constante ir y venir de la Avenida Balderas, a unos pasos de la Alameda Central, se alza la Iglesia Metodista El Mesías, un templo que ha sido símbolo de estabilidad y fe desde hace más de un siglo. Su sobria y elegante fachada ofrece una pausa visual y espiritual en una de las zonas más bulliciosas del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Una historia que comenzó en el siglo XIX

La historia de esta iglesia está íntimamente ligada a la llegada del metodismo a México. Fue en 1873 cuando el obispo John Christian Keener arribó desde Estados Unidos con la misión de establecer la Iglesia Episcopal del Sur. Se unió a Sóstenes Juárez, una figura clave del protestantismo mexicano, y juntos asentaron su comunidad en la antigua capilla de San Andrés, cerca del actual Museo Nacional de Arte.

Años más tarde, en 1885, la congregación adquirió un terreno en la entonces calle de la Acordada —hoy Balderas—, en lo que en ese momento era el extremo occidental de la ciudad. Allí comenzaron la construcción de un nuevo templo, que se convertiría en la primera sede metodista establecida por esta rama en la capital mexicana.

Una joya arquitectónica con materiales muy mexicanos

El diseño de la iglesia fue obra del ingeniero Russell C. Cook, quien eligió materiales muy representativos: tezontle para los muros, basalto de Culhuacán para cimientos y revestimientos, y chiluca de Tepepan para los finos detalles en cantera. Las hermosas vidrieras llegaron desde San Luis Potosí, y aún hoy llenan de color la luz que entra al templo.

La construcción culminó en 1899, y el nuevo templo fue consagrado el 11 de febrero de 1901. Desde entonces, El Mesías se convirtió en un lugar emblemático para la comunidad metodista del país.

Con el paso del tiempo, la iglesia ha crecido. En 1930, las ramas norte y sur del metodismo en México se unificaron, y desde entonces El Mesías ha ampliado sus instalaciones con un anexo que hoy alberga muchas de las actividades culturales, sociales y espirituales que ofrece a la comunidad.

Hoy en día, esta iglesia comparte la cuadra con otros templos protestantes históricos, como la iglesia presbiteriana Príncipe de Paz, y se encuentra muy cerca de la ruina de la Antigua Iglesia Anglicana de Cristo. Todas estas construcciones son testimonio de una etapa poco conocida pero fundamental en la historia religiosa de México.

La Iglesia Metodista El Mesías es mucho más que un edificio antiguo: es parte viva del patrimonio histórico y espiritual de la Ciudad de México. Si pasas por Balderas, date un respiro, observa su arquitectura y, si puedes, entra a conocer este espacio de calma y reflexión.