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Rotonda de las Personas Ilustres, un espacio para recordar a los grandes personajes mexicanos

¿Sabías que, desde el México novohispano y hasta finales del siglo XIX, todos los recintos fúnebres de México fueron administrados por la Iglesia Católica? En un inicio, los restos mortuorios se enterraban, por así decirlo, en los pisos y paredes de las iglesias, pero esta era una medida poco higiénica. No fue hasta finales del siglo XVIII, que el arzobispo de México, don Alonso Núñez de Haro y Peralta decretó la necesidad de enterrar los restos en cementerios que se encontraran lejos de la civilización. Sin embargo, en esos años, la ciudad empezó a crecer de forma muy acelerada y los panteones terminaron siendo devorados por la urbanización.

Por otro lado, William Benfield llegó a México en 1835 con la esperanza de que su esposa se recuperara de salud con el clima mexicano. La Señora de Benfield mejoró rápidamente y el matrimonio empezó a formar una familia con un hijo y una hija. Los años pasaron y la hija enfermó gravemente y, a pesar de que la familia Benfield hizo todo lo posible por curarla, terminó muriendo. Tras la muerte de la niña, William Benfield se enfrentó al problema de que todos los recintos mortuorios eran católicos y no aceptaban los restos de la niña por su fe anglicana. Fue por eso, que el señor Benfield le prometió a su difunta hija que construiría un cementerio donde pudiera descansar en paz.

Pues William no logró cumplir su promesa, pero esta llegó algunos años después, en 1874, cuando su hijo, Juan Manuel Benfield, creó la Sociedad Benfield, Brecker y Compañía y solicitó al Ayuntamiento de México el permiso para crear el primer Panteón Civil en los terrenos de la Tabla de Dolores, mismos que formaban parte del Rancho Coscacoaco. Un año después, el 13 de diciembre de 1875, se inauguró el Panteón Civil de Dolores. Como era de esperarse, este cementerio llamó la atención de todxs lxs chilangxs de aquél entonces y diferentes grupos y asociaciones empezaron a adquirir sus lotes exclusivos; de esta forma, en el Panteón Civil de Dolores encontrarás lotes exclusivos para la comunidad italiana y alemana en México, los Constituyentes de 1917, la Águilas Caídas del Escuadrón 201, Actores de la Anda, el sindicado de Tramoyistas, Maestros Jubilados del S.N.T.E. y el de alumnos del Colegio Militar, entre otros.

Pero el lote más interesante dentro del Panteón Civil de Dolores, es el que mandó comprar en 1876, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada, para crear la Rotonda de los Hombres Ilustres, hoy conocida como Rotonda de las Personas Ilustres (nombre que cambió el 4 de marzo del 2003, durante el gobierno de Vicente Fox Quesada, para no excluir a las mujeres que ahí descansan). Proyecto que estuvo en planeación desde 1872, desde la planeación del Panteón, y que se inauguró el 21 de marzo de 1876 al enterrar al teniente coronel Pedro Letechipía. Al teniente le siguieron Diódoro Corella y Donato Guerra (también militares), y también se trasladaron los restos de otros personajes como el historiador jesuita Francisco Javier Clavijero (1731-1787), el político Miguel Ramos Arizpe (1775-1843) y los presidentes Manuel de la Peña y Peña (1789-1850), Mariano Arista (1802-1855) y Valentín Gómez Farías (1781-1858), entre otros.

En 1883, tras la muerte de la cantante Ángela Peralta, la Rotonda de las Personas Ilustres recibió sus restos mortuorios, siendo la primera mujer enterrada en este lugar, y la primera persona que no fue militar o política (sí, Clavijero no fue un político en el estricto sentido de la palabra, pero su obra influenció directamente a la política). A Ángela le siguieron médicos y presidentes (entre los que se encontraba Lerdo de Tejada), y después llegaron los restos de Felipe Villanueva (músico), Juventino Rosas (músico), Vicente Riva Palacio (historiador, escritor y político) y Jaime Nunó (quien musicalizó el himno nacional), entre otros.

Hoy en día, al recorrer las tumbas que se encuentran en la Rotonda de las Personas Ilustres, además de encontrarte a los personajes ya mencionados, podrás encontrarte con las tumbas de algunos de los personajes más importantes en el arte, la política, la medicina y la academia mexicana del siglo XX. Para que te des una idea de los personajes que podrás conocer a través del arte mortuorio que les acompaña, te cuento que se encuentran personas como Diego Rivera, Ramón López Velarde, Ricardo Flores Magón, Silvestre Revueltas, Antonio Caso, Manuel M. Ponce, José Clemente Orozco, Virginia Fábregas, Mariano Azuela, María Izquierdo, Juan Pablo Moncayo, Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Julián y Nabor Carrillo, David Alfaro Siqueiros, Rosario Castellanos, Dolores del Río, Emma Godoy y María Lavalle, entre muchas otras personas. Por cierto, hace no mucho tiempo, también llevaron los restos de Sor Juana Inés de la Cruz.

Uno de los detalles más llamativos de la Rotonda de las Personas Ilustres, es que todas las tumbas tienen su propia personalidad y, muchas de ellas, buscan representar la vida o personalidad de la persona que ahí se encuentra, permitiéndote apreciar una buena variedad de propuestas artísticas mortuorias. Para que te des una idea de lo que estoy diciendo, la tumba de Diego Rivera es de inspiración prehispánica, y cuenta con una máscara mortuoria del mismo sapo (como le decían a Rivera) y una imagen alusiva al arte indigenista del artista; mientras que, la tumba de Siqueiros consta de una interesante escultura que busca recrear el estilo tan único del artista.

La Rotonda de las Personas Ilustres no solo es un lugar de descanso eterno, sino también un sitio para reflexionar sobre el impacto de estos grandes personajes en la historia de México. Visitar este lugar es como hacer un viaje en el tiempo, conectando con las raíces culturales y apreciando el talento y la dedicación de quienes moldearon el país. Así, la Rotonda sigue siendo un faro de memoria y orgullo para todxs lxs mexicanxs.

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Dirección:
 Panteón Civíl de Dolores, Miguel Hidalgo, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Entrada libre
Horario: Lunes a domingo de 8:00 a 17:00 hrs.

Desierto de los Leones, un espacio de esparcimiento y conexión con la naturaleza

Al surponiente de la Ciudad de México, en la alcaldía de Cuajimalpa, y muy cerca de Mordor, mejor conocido como Santa Fe, se encuentra uno de los lugares más mágicos y sorprendentes de toda la Capital. Por su puesto, me refiero al Desierto de los Leones, uno de los parques nacionales más grandes de importantes en el Valle de México, donde puedes caminar entre senderos rodeados de árboles altísimos y respirar aire fresco lejos del caos de la ciudad.

Primero, hablemos de su intrigante nombre. ¿Desierto? ¿Leones? ¡Qué combinación tan curiosa! No, no esperes encontrar dunas de arena ni leones rugiendo entre los árboles. Este lugar es un exuberante parque nacional, lleno de verdes bosques y aire puro. Su nombre proviene del término “desierto” utilizado por los monjes carmelitas para referirse a un sitio apartado y tranquilo donde podían dedicarse a la meditación. Y… la verdad es que nadie sabe por qué es de los leones; sin embargo, te contaré algunas de las versiones.

La primera versión, y probablemente la más aceptada, es que en este bosque habitaban pumas, a los que llamaban león americano. Otra versión dice que, este lugar se construyó gracias a los hermanos León, quienes eran dueños de las tierras y representantes de los carmelitas ante la Corona Española. Y una última versión, aunque la menos aceptada, dice que es porque solían llamar leones a los frailes de la Orden de los Carmelitas Descalzos, quienes ocuparon el convento que se construyó ahí. Pero al final, nada de esto importa, solo importa que no es un desierto, sino que es un bosque, y que no tiene leones. ¡En fin, la hipotenusa!

Como ya lo mencioné, el Desierto de los Leones es un bosque, y sí, uno de sus más grandes atractivos, junto a los restaurantes y changarros de quesadillas y garnachas que pululan cerca del mismo, uno de los más grandes atractivos del Desierto es el ir a convivir con la naturaleza. Puedes ir a correr entre árboles, pasear con tu pareja o perrito, o simplemente sentarte a meditar o disfrutar del momento. Pero, sin duda, lo que ha hecho que el Desierto de los Leones sea tan especial, es el convento de los Carmelitas Descalzos que se fundó en 1606 para convertirse en un espacio de retiro espiritual. ¡Y literalmente fue el primer convento en México!

Con el paso de los siglos, la población del convento había crecido casi exponencialmente, lo que obligó a la Orden de los Carmelitas a abandonar el convento y buscar un lugar más grande para su retiro en 1801. Y, tras el estallido de la Guerra de Independencia, la orden terminó cediendo los terrenos al Estado para que se convirtiera en cuartel y refugio militar. Pero, tras la guerra, el convento fue abandonado y, desde ahí, se llegó a usar para diferentes fines ilícitos. Por suerte para el convento, o mejor dicho, para el Desierto, el Bosque fue declarado zona de reserva forestal e interés público en 1876 y, pasada la revolución mexicana, en 1917, Venustiano Carranza promulgó el decreto que le otorgó la categoría de Parque Nacional.

Dentro del convento (o ex convento) encontrarás un gran número de espacios dedicados a todo tipo de exposiciones; quizá las más vistosas son el Museo de Emiliano Zapata y el Museo Bicentenario. Sin embargo, existen dos lugares que se han vuelto icónicos en los recorridos por este lugar. El primer es la Capilla de los Secretos, que es una pequeña construcción cercana al convento cuya construcción permite a las personas a hablar a través de los muros, haciendo que la voz recorra la parte alta de la capilla y baje al otro extremo del lugar; técnica que usaban los monjes para poder intercambiar algunas palabras sin establecer contacto visual, y sin rompér sus votos de silencio. Y el segundo rincón icónico del convento es el sótano, también conocido como catacumba o laberinto obscuro. Como su nombre lo dice, es un sótano que se encuentra debajo del claustro y que servía de almacén de agua; sin embargo, por la forma del lugar y la obscuridad del mismo, en este lugar han surgido un sinfín de mitos que dicen que era un sitio de castigo para los monjes, o que en ese lugar escondían cadáveres. ¡Yo no sé, pero cuando fui de niño sí me dio miedo!

Otro detalle interesante del Desierto de los Leones, es que un gran número de visitantes asegura que se siente una vibra diferente al recorrer los bosques y, en especial el convento. Una vibra fantasmal. Y, de hecho, se dice que, en toda la zona es posible encontrarse con todo tipo de entes sobrenaturales que recorren el bosque y convento por las noches. ¿Será?

Pero dejando a un lado la historia y las leyendas, lo que sí podemos asegurar es que, el Desierto de los Leones es un pulmón verde para la Ciudad de México; un rincón lleno de naturaleza que nos invita a explorar mientras nos olvidamos de todo el caos del día a día. En sus senderos puedes caminar, correr y montar en bicicleta. ¡Un destino ideal para lxs amantes de la naturaleza y el deporte! Y si lo tuyo es relajarte, ¡prepárate para disfrutar de un picnic en uno de sus muchos rincones encantadores!

Así que ya lo sabes, cuando necesites un respiro del ritmo acelerado de la ciudad, el Desierto de los Leones te espera con los brazos abiertos y un montón de historias que contar. Desde su fascinante origen hasta su importancia ecológica, este lugar es un verdadero paraíso que te invita a explorar y conectar con la naturaleza.

Museo José Luis Cuevas, un recorrido por la mente de un artista en la Merced

¿Te gustaría descubrir un rincón de la Ciudad de México donde el arte se encuentra con lo inesperado? ¡Entonces tienes que visitar el Museo José Luis Cuevas! Este lugar no solo es un homenaje al talento del famoso artista mexicano, sino también un espacio donde la creatividad y la historia se entrelazan de manera fascinante.

El Museo José Luis Cuevas se encuentra en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, en un edificio colonial que por sí solo ya es una joya. Inaugurado en 1992, el museo ocupa el antiguo Convento de Santa Inés, una construcción del siglo XVI que añade un toque de misterio y encanto a tu visita. ¡Imagina caminar por los mismos pasillos que alguna vez recorrieron las monjas hace cientos de años!

José Luis Cuevas, el artista mexicano al que este museo rinde tributo, es una figura fundamental en el arte moderno mexicano. Conocido por su estilo irreverente y provocador, Cuevas rompió con las tradiciones y creó un lenguaje visual único que ha dejado huella en el mundo del arte. Sus obras, cargadas de crítica social y exploraciones psicológicas, te invitan a ver el mundo desde una perspectiva diferente.

La colección del museo es simplemente impresionante. Aquí puedes encontrar una gran cantidad de dibujos, esculturas y pinturas de Cuevas, cada una con su propio relato intrigante. Su famosa serie “Los Cuerpos de Cuevas” te dejará sin palabras con su expresividad y detalle. Además, el museo alberga una colección de arte contemporáneo que incluye obras de otrxs destacados artistas latinoamericanos.

Pero la sorpresa más grande del museo es “La Giganta“, una monumental escultura que te recibe en el patio central. Esta obra, con su imponente presencia y su belleza enigmática, es uno de los iconos del museo y una parada obligada para cualquier visitante. ¡No puedes irte sin una foto con ella!

El Museo José Luis Cuevas no solo es un espacio para admirar el arte, sino también para vivirlo. Ofrece talleres, conferencias y actividades culturales que te permiten sumergirte en el mundo del arte contemporáneo. Además, su ambiente acogedor y su personal apasionado hacen que cada visita sea una experiencia única y enriquecedora.

Así que, si buscas una dosis de inspiración y una aventura artística en la Ciudad de México, el Museo José Luis Cuevas es el lugar perfecto para ti. Date una vuelta y déjate sorprender por el talento y la creatividad que habitan en este increíble espacio. ¡Te aseguramos que saldrás con una nueva apreciación por el arte y muchas historias para contar!

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Dirección:
 Calle de la Academia #13, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $30 pesos
Horario: Martes a domingo de 10:00 a 17:00 hrs.
Página Web: museojoseluiscuevas.com.mx
Instagram: instagram.com/museojoseluiscuevasnovelo
Facebook: facebook.com/museojoseluiscuevasnovelo
Twitter: x.com/MuseoCuevas

Museo Panteón de San Fernando, un rincón para vivir la historia a través de lo fúnebre

En el México Virreinal no existían los cementerios o panteones. En aquel entonces, se solía enterrar los restos de las personas dentro de los templos e iglesias. Es por eso, que si vas, por ejemplo, a la Catedral Metropolitana, podrás encontrarte con algunas baldosas en las que se encuentra grabado el nombre de alguna persona que descansa ahí. El problema era que, en la mayoría de los casos, los cuerpos se solían guardar de forma muy improvisada bajo el piso, o detrás de las paredes de los templos, lo que permitía que se generaran olores muy desagradables y, de vez en cuando, se asomara algún resto durante las misas. ¡Debió ser aterrador!

Es por eso que, a finales del siglo XVIII, tras una epidemia de viruela que azotó a la Ciudad de México, don Alonso Núñez de Haro y Peralta, arzobispo de México, decretó la necesidad de construir enterrar los restos en cementerios que se encontraran alejados de la urbanización. Fue así que, se inauguró el Panteón de Santa Paula en 1786, en los terrenos aledaños a lo que hoy es Garibaldi. Unos años después, para 1832 se inició la construcción del Panteón de San Fernando, que buscaba ser el cementerio privado más lujoso de la Ciudad. Sin embargo, para 1933, Santa Ana decretó, gracias a una epidemia de cólera que azotó a la ciudad, que todos los panteones privados deberían volverse públicos.

A pesar de haber pasado a ser un panteón público, (pero administrado por el clero) la gente con más dinero de la época buscó asegurar su lugar en el Panteón San Fernando, porque lo consideraban un recinto limpio y bien ordenado, lo que permitió que el recinto mantuviera su estatus privilegiado. Y no fue hasta 1869, tras la guerra de Reforma, que Benito Juárez expidió la ley de secularización de los cementerios, pasando a ser propiedad del gobierno. Y, tomando en cuenta que, para ese entonces ya descansaban un gran número de personajes ilustres en el Panteón de San Fernando, el mismo gobierno decidió convertirlo en Panteón de Hombres Ilustres.

A partir de ese momento, todas las personas influyentes e importantes en la historia del México de la época fueron enterradas en este recinto. Sin embargo, poco después de esto, el mismo presidente Juárez decretó que todos los cementerios que se encontraran en los límites de la Ciudad debían cerrar, y este, al estar en las afueras, tuvo que cerrar sus puertas. Sin embargo, el Panteón volvería a recibir a un último entierro en 1872, tras el fallecimiento del mismísimo Juárez, quien sería enterrado junto a su esposa, Margarita Maza.

Años después, para 1935, el Instituto Nacional de Antropología e Historia declaró monumento histórico al Panteón de San Fernando, protegiéndolo de cualquier alteración y buscando preservarlo en el tiempo. Y, para 2006 el gobierno del difunto Distrito Federal lo convirtió en Museo de Sitio, para que todos y todas las mexicanas y turistas, puedan apreciar, los detalles arquitectónicos y artísticos de las tumbas, así como el lugar donde descansan algunos de los personajes más importantes en la historia de México, como Margarita Maza, Benito Juárez, Miguel Miramón, Vicente Guerrero, Ignacio Comonfort, Henriette Sontag y Juan de la Granja (introdujo el telégrafo en MX), entre otras. Además, al recorrer los pasillos del Museo Panteón de San Fernando, podrás encontrarte con un nicho mortuorio en honor a Isadora Duncan, bailarina estadounidense que murió ahorcada con su propia chalina. Nicho que, por cierto, ha sido un misterio, pues nadie sabe quién lo mandó colocar; sin embargo, una de las teorías más difundidas dice que el presidente Elías Calles la mandó colocar porque era un eterno enamorado de la coreógrafa.

El Museo Panteón de San Fernando es un espacio único en la Ciudad de México, y probablemente del país. No solo es uno de los panteones más antiguos del país, sino que es un espectacular ejemplo del arte mortuorio del siglo XIX. Además, este espacio te permitirá viajar al México del pasado, permitiéndote conocer a algunos de los personajes que forjaron nuestra patria, desde una perspectiva mucho más humana. Por todo esto y más, vale mucho la pena darse una vuelta por el Museo Panteón de San Fernando y pasar una tarde llena de arte e historia.

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Dirección:
 Callejón San Fernando #17, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $60 pesos
Horario: Martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs.
Página Web: cultura.cdmx.gob.mx/recintos/mpsf
Instagram: instagram.com/panteonsanfer
Facebook: facebook.com/PanteonSanFer
Twitter: x.com/panteonsanfer

Museo de Arte Popular, un recorrido por México a través de sus artesanías

El 28 de noviembre de 1928, el presidente Elías Calles puso la última piedra de un impresionante edificio Art Decó que se construyó en la esquina de Independencia y Revillagigedo, durante una ceremonia en la que se inauguraría una de las estaciones de bomberos más importante de América. Uno de los detalles más llamativos del inmueble, a cargo de los arquitectos Vicente Mendiola y Guillermo Zárraga, fueron sus tres arcos de tres metros de alto y cinco de largo, que servían de entrada/salida para los camiones de bomberos; así como una enorme torre, desde donde se vigilaba la calle para cuando salieran los camiones camino a algún incidente. Y, durante 29 años, este edificio fue la sede de la Estación de Bomberos de la Ciudad de México, hasta que, en 1957 se inauguró la nueva estación en Calzada de la Viga y Fray Servando Teresa.

Sin embargo, ese mismo año, la Tesorería decidió modificar ligeramente el inmueble para ocuparlo como su sede central. Casi 30 años después, en 1980, el mismo edificio paso a ser ocupado por la Secretaría de Marina; sin embargo, en septiembre de 1985, tras el terremoto que azotó a la Ciudad antes llamada Distrito Federal, el edificio fue desalojado, a pesar de que no contaba con daño estructural. De hecho, la razón por la que se movió la sede de la Marina fue por el estado en el que se encontraba el Centro Histórico, lo que les llevó a recolocar sus oficinas “temporalmente” (aunque se volvió permanente) en zonas más alejadas de la Ciudad. Fue así que, durante unos quince años, la Antigua Estación de Bomberos quedó prácticamente abandonada, hasta que, en 2001, el Gobierno Federal y Local decidieron rescatar el inmueble, gracias a su importancia histórica, y convertirlo en la sede del Museo de Arte Popular (MAP).

Fue así que, cinco años después, en marzo del 2006, la Antigua Estación de Bomberos reabrió sus puertas, pero esta vez como la sede del centésimo vigésimo octavo (128) museo de la Ciudad de México. Hoy en día, las y los mexicanos, así como todxs lxs turistas, pueden recorrer los cuartos y pasillos donde vivían los bomberos mexicanos, al mismo tiempo que recorren el país, su historia y cultura, a través de una impresionante colección de piezas de Arte Popular provenientes de toda la República Mexicana, y elaborada por un sinfín de artesanas y artesanos tradicionales; y, por si fuera poco, pueden conocer el Vochol, un Vocho (Volkswagen) que fue intervenido por artesanxs huicholes con más de dos millones de cuentas.

El MAP alberga una impresionante colección de más de 3,000 piezas que representan las diversas formas del arte popular mexicano. Estas piezas provienen de todas las regiones del país y abarcan una amplia variedad de materiales y técnicas, como textiles, cerámica, papel, madera, metal, vidrio y fibras vegetales. La colección del museo está organizada en cinco ejes temáticos:

  • Esencia del Arte Popular Mexicano: Explora las influencias prehispánicas, coloniales y mestizas que han dado forma al arte popular mexicano.
  • El Arte Popular y la vida cotidiana: Muestra objetos que forman parte de la vida diaria en las comunidades mexicanas, desde utensilios de cocina hasta juguetes tradicionales.
  • El Arte Popular y lo sagrado: Incluye piezas relacionadas con las festividades religiosas y las creencias populares, como altares, figuras de santos y objetos rituales.
  • El Arte Popular y lo fantástico: Destaca la creatividad y el ingenio de los artesanos en la creación de figuras fantásticas y coloridas, como alebrijes y calaveras.

Por si fuera poco, el Museo de Arte Popular también cuenta con otras salas de exposición en las que, constantemente están presentando todo tipo de exposiciones temporales, en las que buscan dar a conocer las expresiones artísticas de diferentes estados, artesanxs y temáticas de todo tipo. Y, por si fuera también organizan un gran número de concursos de artesanías, donde artesanxs de todo el país pueden presentar sus piezas como piñatas, papalotes y, el concurso más popular, el de alebrijes; mismos que, por cierto, desfilan todos los años por la Ciudad.

El Museo de Arte Popular es un lugar en el que podrás descubrir la cultura de México a través de un sinfín de expresiones artísticas llenas de color y tradición; un rincón que te permitirá recorrer los rincones del país a través del arte. Y, por si fuera poco, el mismo recinto es una oportunidad para viajar en el tiempo al México posrevolucionario, y conocer lo que alguna vez fue la Estación de Bomberos más grande de América.

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Dirección:
 Revillagigedo #11, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $60 pesos
Horario: Martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs.
Página Web: map.cdmx.gob.mx
Instagram: instagram.com/map_mexico
Facebook: facebook.com/MuseoArtePopular
Twitter: x.com/map_mexico
YouTube: youtube.com/user/museodeartepopular