LeRoy Robert Ripley inició su carrera a los 16 años trabajando como caricaturista deportivo para varios periódicos neoyorkinos. Un día de diciembre de 1918, mientras dibujaba caricaturas para The New York Glove creó una caricatura titulada “Belive it or Not” (frase que solemos traducir como “¡Aunque Usted no lo crea!“). Lxs lectorxs recibieron esta caricatura con mucho interés, por lo que el periódico le pidió a Robert que dibujara una caricatura semanal sobre ese tema. Unos años después, para 1922, el monero realizó un viaja por el mundo, registrando todos los lugares y culturas exóticas que se encontraba, y publicando al respecto en el periódico, posicionándose como el reportero de lo increíble.
La fama de Ripley fue tal, que durante los años 30, a pesar de la Gran Depresión, ganó más de medio millón de dólares con sus caricaturas y reportajes. Y, para 1933, el periodista creó el primer Odditorium (literalmente: auditorio de lo raro) convirtiéndose en el primer Museo de Ripley’s ¡Aunque Usted no lo Crea! El éxito de este lugar fue inmediato, lo que le permitió abrir más Odditoriums en San Diego, Dallas, Cleveland, San Francisco y la ciudad de Nueva York. Con réplicas, ilustraciones, fotografías e instalaciones Ripley exhibía todas las curiosidades extrañas, hermosas y shockeantes con las que se encontraba en sus viajes; creando una experiencia llamativa, divertida y educativa.
Y, aunque usted no lo crea en México contamos con cuatro de los veintisiete museos de lo extraño (Odditorium) que el señor Ripley abrió en todo el mundo. Desde 1992, un curioso castillo ubicado en las calles de la Colonia Juárez, justo a un lado de lo que fuera la Hacienda de la Teja, es la sede del primer Museo de Ripley del país. Un museo que, desde hace más de treinta años a fascinado a chicxs y grandes con sus réplicas e instalaciones en las que se muestran los objetos y personas más extrañas de nuestro mundo.
Al recorrer las nueve salas del Museo de Ripley (Odditorium o Museo de lo Extraño), podrás conocer al hombre del millón, una escultura de tamaño real hecha con pedazos de billetes que valen un millón de dólares; la rueda más grande del mundo, que mide unos 4 metros de diámetro; al chimpancé mutante, que se encontró en África Occidental; a Alypius, que fue un hombre que midió 43 centímetros de altura; a las Mujeres de Paduand de Burma, quienes se alargan el cuello con unos anillos; y al hombre y mujer más gordxs del mundo. También podrás ver una recreación de la Última Cena, ver cabezas reducidad y todo tipo de curiosidades.
El Museo de Ripley de la Ciudad de México es un lugar único en nuestra caótica ciudad; un lugar en el que podrás divertirte mientras descubres datos curiosos sobre todo tipo de culturas, lugares y personas en todo el mundo.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
Gracias a la gentrificación, la Colonia Juárez se ha puesto súper de moda en los últimos años. Lo que antes era una colonia en decadencia, ahora está lleno de restauranteros y hípsters y nativxs digitales que han abierto un montón de negocios elegantes y caros. La Juárez se ha llenado de opciones gastronómicas extravagantes, y muchos de los locales antiguos han tenido que cerrar o mudarse. Pero hay una joya que ha resistido todos estos cambios: Leandro’s Hamburguesas, en la esquina de Londres y Dinamarca, en plena Plaza Washington.
Leandro’s es la clásica hamburguesería de barrio, nada de hamburguesas gourmet con ingredientes raros. Aquí solo encontrarás hamburguesas deliciosas, grandes y baratas, preparadas con una mezcla de carne súper sencilla pero sabrosa. Y además, el servicio es cercano y amigable, como en los restaurantes de toda la vida.
¿Qué puedes pedir en Leandro’s? ¡Obviamente, una hamburguesa! Tienen de pavo, pollo, pescado y res, cada una con diferentes opciones de ingredientes y preparaciones. Si no tienes tanta hambre, puedes pedirte la Hamburguesa Clásica de Carne, la Norteña (con tocino y BBQ), la Alemana (con salchicha de res) o la Especial de Leandro’s (con varios quesos). Pero si tienes un buen apetito, lánzate por una Jumbo, que lleva 400 gramos de carne de res y doble queso (y si te sientes aventurero, pide una carne extra para hacerla de 600 gramos). La de Pollo Jumbo también es enorme y deliciosa.
Pero no todo son hamburguesas en Leandro’s. Tienen varias opciones de papas fritas, como las tradicionales a la francesa, de corte fino, waffle, gajo y crisp. También puedes disfrutar de un Hot-Dog Jumbo (clásico, con tocino, o con queso amarillo o chihuahua), nuggets de pollo, aros de cebolla o munchers (barritas de papa con queso y jalapeño). Todo esto, a precios súper accesibles.
Así que ya sabes, si estás por la Juárez y quieres una hamburguesa rica y contundente sin gastar una fortuna, date una vuelta por Leandro’s Hamburguesas. Es el lugar perfecto para llenar ese hueco en tu estómago (o en tu pierna, si tienes mucha hambre) sin tener que vender un riñón. Una opción genial para comer rico y barato en medio de la colonia Juárez, ahora tan gentrificada.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
En la Ciudad de México hay un montón de cafés y restaurantes llenos de historias y anécdotas; lugares que han visto pasar algunos de los eventos más importantes del México contemporáneo y donde se han vivido infinidad de historias personales. Entre todos estos sitios, uno de los que más historia ha presenciado es el Café La Habana; un lugar muy sencillo, pero con una ubicación perfecta para que, en su momento, todas y todos los intelectuales del siglo XX se reunieran allí.
El Café La Habana está en la esquina de Bucareli y Morelos, a solo unos pasos de la famosa Esquina de la Información, donde se encontraban los periódicos más importantes de México. Por eso, todos los periodistas e intelectuales solían reunirse en La Habana para debatir las noticias del momento o simplemente disfrutar de una buena comida. Fue así que Octavio Paz y Gabriel García Márquez empezaron a frecuentar este lugar, y se dice que allí escribieron algunos de sus textos más importantes. Además, cuando Fidel Castro y el Che Guevara se exiliaron en México, pasaron muchas noches en el Café La Habana planeando la revolución cubana.
Más allá de su historia y de sus más de 70 años deleitando a trabajadores y familias de la zona (desde 1952), lo que realmente destaca del Café La Habana es… ¡el café! ¿Sorprendidx? Quizás te estés preguntando qué tiene de especial. Bueno, antes de que los cafés de especialidad se pusieran de moda, el Café La Habana ya tenía su propia mezcla de café, tostado en casa desde sus inicios, cuidando cada detalle del grano (aunque suele ser un café obscuro).
A diferencia de los cafés hipsters de especialidad, el Café de La Habana está pensado para tomarse como espresso y no como latte o americano. Puedes pedir tu café espresso, americano o latte, y siempre te ofrecerán un buen café; pero recomiendo probar el Café Bombón, la especialidad de la casa, una especie de reinterpretación del café vietnamita que lleva leche condensada, espresso, espuma de leche y café molido… ¡una exótica y dulce delicia!
Pero como no solo de café vive el godín, en Café La Habana también ofrecen una buena variedad de platillos casuales para desayunar, comer o cenar. Puedes disfrutar de Enfrijoladas de Pollo, Enchiladas Verdes, Huevos Divorciados o Rancheros. También puedes probar los Huevos Hacienda, Mineros o Aporreados, que son de las especialidades del desayuno. Si traes mucha hambre, puedes pedir unos Machetes de queso, tinga de pollo, huitlacoche o chistorra; o, por qué no, unos Tacos Dorados o de Arrachera, o un Pozole de Maciza o de Pollo… hay para todos los gustos y a precios muy accesibles.
Lo mejor de Café La Habana, además de su historia y su café, es la sazón de sus platillos; ese sabor casero que nos recuerda a las comidas familiares o a cuando íbamos a comer a los restaurantes de barrio con nuestras familias. Por todo esto y más, vale la pena darse una vuelta por Café La Habana, olvidarse del mundo y disfrutar de un buen café, una rica comida y crear nuevas historias.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
En la mitología romana y, más en específico del personaje de Diana. No, no me refiero a Diana de Themyscira, mejor conocida como la Mujer Maravilla, me refiero a la hija de Júpiter y Latona. Diana, el equivalente romano de Artemisa, es considerada la diosa de la fertilidad, la luna y la cacería. Esto último se debe a que, de acuerdo a las leyendas, Diana era una maestra del arco y, por lo mismo, se le suele representar siempre tensando un arco, como si estuviera lista para disparar su flecha. ¿Te suena una imagen conocida?
Bueno, debes saber que, entre 1930 y 1960, el gobierno de la Ciudad de México realizó un sinfín de proyectos que buscaban embellecer la ciudad y crear la identidad cultural de la misma; es por eso, que crearon un sinfín de esculturas y monumentos, así como murales públicos de los modernos mexicanos. Fue así que, en los años treinta, el gobierno comisionó al arquitecto Vicente Mendiola y el escultor Juan Olaguíbel, quienes ya habían trabajado juntos en otros monumentos, a que realizaran una fuente que se colocaría a unos pasos de la Puerta de los Leones, la entrada a Chapultepec.
Después de pensarlo mucho, el equipo creativo (paps) presentó la idea de una fuente coronada por Diana o Artemisa, pero que, en vez de estar apuntando a un animal, apuntara hacia las estrellas de los cielos del norte. La idea de La Flechadora de las Estrellas del Norte le encantó al gobierno local y federal y, en 1938 empezaron la construcción del monumento. Cuatro años después, el 10 de octubre de 1942, Javier Rojo Gómez, el regente del Distrito Federal, inauguró la emblemática fuente.
La fuente se ganó el cariño de los y las chilangas inmediatamente, y fue rebautizada de forma cariñosa como la Diana Cazadora. Pero… la Diana estaba desnuda, y esto no le gustó a los sectores más conservadores de la sociedad mexicana; por lo mismo, la Liga de la Decencia, encabezada por Soledad Orozco (y básicamente la esposa del presidente Ávila Camacho), presionó al gobierno para que censurara la escultura. ¿Puede alguien pensar en los niños? Es por eso, que el escultor se vio obligado a colocar un calzón de bronce a la estatua con solo tres puntos de soldura, pensando que algún día le quitaría la censura.
Varios años después, ante la celebración de las Olimpiadas de México 68, el gobierno decidió que quería mostrarle al mundo que la sociedad mexicana estaba a la vanguardia cultural. Por lo mismo, desde 1967, el regente Alfonso Corona del Rosal desarrolló nuevos proyectos de embellecimiento de la ciudad, y también accedió a retirar el calzón de la impúdica Diana, a petición del mismo Olaguíbel. Pero, si de por sí la estatua ya estaba dañada tras el sismo de 1957, al retirar el taparrabos terminó de dañarse; por lo mismo, se decidió volver a fundir la escultura para que no tuviera desperfectos, mientras que el regente donó la escultura original a su pueblo, Ixmiquilpan, Hidalgo.
En aquél entonces, la Diana Cazadora se encontraba en una glorieta que se encontraba a la altura de la Torre Mayor (que no existía todavía); sin embargo, esta glorieta desapareció en 1974, gracias a la construcción del Circuito Interior (hoy Circuito Bicentenario). Por lo mismo, se movió a la Flechadora al Jardín Rodano, que se encuentra escondido en las calles de la Colonia Cuauhtémoc. Sin embargo, después de 16 años de presión, el gobierno terminó regresando la estatua a Reforma; pero esta vez, la colocaron en el cruce de Reforma con Sevilla/Río Missisipi; lugar donde puede ser admirada por todo el mundo.
Pero esa no es toda la escandalosa historia de la Diana Cazadora, también conocida como La Flechadora de las Estrellas del Norte, no termina aquí. Y es que, hay un hecho que tan “turbio”, que hubiera sido escándalo nacional si la Liga de la Decencia se hubiera enterado. Resulta, que la modelo que posó para la Diana fue Helvia Martínez Verdayes. ¿Y eso qué tiene de escandaloso? Bueno, resulta que la señorita Helvia era menor de edad (tenía 16 años) cuando posó desnuda para la escultura. Pero eso no se supo hasta 1992, que la escultura ya estaba más que aceptada por el pueblo de México.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
En 1843, el entonces presidente Antonio López de Santa Anna decidió que la Ciudad de México debía tener un monumento que celebrara la Independencia de México. Por lo mismo, el ahora llamado traidor, junto a la Academia de San Carlos, convocó a un concurso en el que se solicitaba a los participantes, que presentaran un proyecto de una columna de (mínimo) 42 metros de altura rematada por una estatua de la victoria.
Un gran número de participantes, nacionales y extranjeros, inscribieron su proyecto al concurso; y al final, los jueces de San Carlos eligieron el proyecto del arquitecto francés Enrique Griffon. Sin embargo, el presidente no consideró que el proyecto fuera digno y declaró ganador el proyecto de Lorenzo de la Hidalga, que era el segundo lugar. Ese mismo año, el 16 de septiembre, Santa Anna colocó la primera piedra del monumento, mismo que sería parte del Zócalo que se estaba construyendo en ese momento. Sin embargo, cuando se tenía poco más de un metro construido, se abandonó el proyecto porque el nuevo gobierno cortó los fondos del mismo; gracias a esto, el zócalo se quedó solo, convirtiéndose en la Plaza de la Constitución.
Unos años después, Maximiliano convocó a un nuevo concurso para edificar una columna de independencia, mismo que ganó Ramón Rodríguez Arangoity; sin embargo, a pesar de que la emperatriz Carlota colocó la primera piedra, la caída del Imperio no permitió que se realizara la obra. Benito Juárez, decidido en acabar con las ideas del segundo imperio mexicano cancelando la construcción de un monumento a la independencia, aunque continuó la construcción del Paseo del Emperador (en fin, la hipotenusa), al que rebautizaría como Paseo de la Reforma.
No fue hasta que se preparaban los festejos del Centenario de la Independencia de México, que Porfirio Díaz decidió retomar y concluir el monumento. Así que, en 1886, se realizó la convocatoria a un concurso internacional para construir un monumento a la independencia; mismo que se colocaría sobre Paseo de la Reforma, mismo que se estaba convirtiendo en el centro social de la Ciudad. Y no fue hasta 1900, que la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas designó a Antonio Rivas Mercado como el encargado de proyecto, quien eligió a Enrique Alciati como encargado de realizar las esculturas y bajorrelieves, y a Roberto Gayol como encargado de obra civil.
El 2 de enero de 1902, Porfirio Díaz colocó la primera piedra, y también colocó un cofre dorado con el acta de independencia de México y una serie de monedas de la época. Los trabajos de cimentación duraron unos 4 años, y en 1906, después de que se habían colocado más de 2400 piedras a 25 metros, descubrieron un fuerte hundimiento en un costado del monumento; descubriendo que los cimientos estaban mal planeados y obligándolos a demoler todos los avances.
El 13 de junio de 1907 se reinició la construcción del monumento, después de un largo análisis del suelo. Se trabajó a marchas forzadas, y se invirtieron más de dos millones de pesos de aquella época, para lograr que el presidente Porfirio Díaz inaugurara la Columna de Independencia o Monumento a la Independencia, el 16 de septiembre de 1910. Sin embargo, la obra no estaba completamente terminada. Sí, tenía el impresionante Ángel dorado y varias esculturas a su alrededor, pero faltaba que se adaptara el pedestal para convertirlo en el mausoleo de los héroes de Independencia. Fue así, que para 1923, tras la Revolución Mexicana, se iniciaron los trabajos de adaptación, mismos que concluyeron dos años después.
Suficiente de historia… hablemos un poco del Monumento como tal. Bueno, en este punto es importante mencionar, que la Columna de Independencia, mejor conocida como Ángel de la independencia, tiene una altura de 52 metros totales y es de estilo neoclásico. Como sabrás, está decorada con una figura de una Nike (también conocida como Victoria Alada), o diosa griega de la victoria, misma que sirvió de inspiración para crear la imagen de los ángeles contemporáneos, y razón por la que le llamamos Ángel de la Independencia.
En pedestal se encuentra el grupo escultórico llamado Apoteosis del Padre de la Patria, en el que se puede ver a Hidalgo sosteniendo la bandera de México y acompañado de figuras simbólicas. a sus costados se encuentra también una escultura de José María Morelos y Vicente Guerrero, mientras que, en las otras esquinas, descansan las esculturas de Xavier Mina y Nicolás Bravo. Y, en la parte inferior del pedestal, se encuentra una escultura de león conducido por un genio (niño), mismos que simbolizan la fuerza y la inteligencia. También se pueden ver esculturas sentadas, las figuras sedentes, de La Paz, La Guerra, La Justicia y La Ley.
El pedestal cuenta con dos puertas de hierro en las que se puede leer la palabra Gloria. Si algún día logras entrar, te encontrarás con un pequeño pasillo que rodea la zona de urnas, estilo Art Decó, que se encuentra al centro del lugar. Es justamente en esa zona, donde se encuentran los restos de los personajes más importantes de la independencia: Hidalgo, Morelos, Matamoros, Bravo, Allende, Aldama, Guadalupe Victoria, Guerrero, Quintanta Roo y Leona Vicario. Y, si llegas a tener la mejor de las suertes, te dejarán subir por una pequeña escalera de piedra con dos descansos, que te conducirá a una enorme escalera de caracol, hecha de metal, por la que podrás subir la columna de independencia, con sus 2.9 metros de diámetro (una experiencia algo claustrofóbica).
Un detalle importante a mencionar del Ángel de la Independencia, es que, la Victoria Alada que lo corona no es la escultura original que se fundió en tiempos de Don Porfirio. Y es que, en 1957, un fuerte terremoto azotó a la Ciudad de México, tirando la Nike que coronaba el monumento. Así que, el gobierno comisionó a Ernesto Sodio para que reforzara la estructura original, y para que fundiera una nueva escultura, misma que se colocó el 16 de septiembre de 1958. 28 años después, otro terremoto azotó a la ciudad, vulnerando nuevamente la estructura del Ángel de la Independencia; y, en esta ocasión, fue Ramón Bonfíl el encargado de reforzarla. Como dato curioso, debes saber, que la cabeza del Ángel original se suele exhibir en diferentes museos de la Ciudad de México, aunque de manera permanente se exhibe en el Archivo Histórico de la Ciudad.
Otro dato curioso que vale la pena recalcar, es el hecho de que la escalinata sobre la que se encuentra el ángel no es completamente original. ¿Cómo? Originalmente, el Ángel de la Independencia se encontraba sobre unos cuantos escalones, pero, gracias a la fuerte cimentación del monumento, este ha permanecido exactamente a la misma altura que en 1910, mientras que las calles que lo rodean se han ido hundiendo poco a poco. Gracias a esto, hace algunos años tuvieron que agregar nuevos escalones al monumento; escalones que se pueden reconocer fácilmente porque la piedra cambia de color entre uno y otro.
Hoy en día, el Ángel de la Independencia o la Columna de la Independencia, es un ícono de la Ciudad de México y de todo el país. Su figura alada es un símbolo del México contemporáneo e independiente. Además, por su impresionante arquitectura, es reconocido como una de las columnas de independencia más importantes de todo el mundo, superando la de Plaza de la Bastilla de París, la del Parque del Retiro de Madrid o la de Berlín. Justo por esto, todxs lxs mexicanxs y turistas que llegan a la Ciudad de México tienen que darse una vuelta por la Glorieta del Ángel para apreciar de su arquitectura, y disfrutar de la ciudad desde una perspectiva diferente.
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.