Archivos de la categoría Edificios

Descubre la historia detrás de algunos de los edificios más emblemáticos de la CDMX…

Hotel de la Bella Unión, el primer hotel de México que hoy está olvidado

Si alguna vez caminas por la calle Palma, justo en la esquina con 16 de Septiembre, detente un momento y mira bien el edificio que tienes enfrente. Tal vez ahora sea una tienda de ropa con letreros de rebajas, pero en el siglo XIX ahí funcionó el primer hotel de México: el legendario Hotel de la Bella Unión. Y créenos… ¡vaya que tiene historia!

Corría el año de 1840 cuando el ingeniero militar italiano José Besozzi se aventó la proeza de construir este edificio en tan solo cinco meses. No solo fue pionero por ser el primer edificio planeado para funcionar como hotel, también fue el primero en usar estructura metálica con ladrillo, algo totalmente novedoso para una ciudad acostumbrada al tezontle y la arquitectura colonial.

Con una fachada de estilo afrancesado, sin adornos extravagantes pero sí con bustos de los primeros presidentes de México, la Bella Unión tenía un aire europeo que fascinaba a las y los visitantes. Y por dentro… ¡lujo puro! Habitaciones cómodas, un restaurante que servía delicias inéditas como crema chantilly y helados de tres sabores. 😋 ¡Era lo más chic de su época!

Pero como en toda gran historia, llegó el giro dramático: en 1847, durante la intervención estadounidense, el hotel fue tomado por los soldados yanquis. Lo convirtieron en cantina, salón de juegos, prostíbulo y hasta pista de baile. El mismísimo Guillermo Prieto lo mencionó, describiendo la intensidad y el escándalo que se vivía ahí. Incluso, desde este hotel salieron los soldados que izaron la bandera estadounidense en el Palacio Nacional, un episodio clave en la historia de México.

Y si crees que eso fue todo… ¡espera! Años antes, en 1850, el político Juan de Dios Cañedo fue brutalmente asesinado en una habitación del hotel con 30 puñaladas. 😱

Durante el Porfiriato, aún figuraba entre los hoteles más importantes de la capital, junto al Iturbide, el Colón y el Café Anglais. Pero poco a poco su fama se fue apagando, hasta cerrar como hotel. Hoy, aunque ya no recibe huéspedes, el edificio sigue en pie y guarda en sus muros más historia que muchos museos.

Así que ya sabes: la próxima vez que pases por el número 37 de Palma, mira hacia arriba. Ahí, detrás de los anuncios modernos, sigue viva la memoria de un lugar que fue el primer gran hotel del país, testigo de revoluciones, invasiones, escándalos… y muchos helados de tres sabores.

Dirección: Avenida Palma #37, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX, Ciudad de México, CDMX

Edificio Cántabro, una joya olvidada con atlantes en pleno Centro Histórico

Si alguna vez has caminado por la calle 5 de Mayo, en el corazón de la Ciudad de México, es muy probable que hayas volteado a ver una fachada que parece sacada de otro tiempo. Cuatro gigantes de piedra —los famosos atlantes del Edificio Cántabro— cargan con elegancia y fuerza una de las construcciones más fotografiadas (y misteriosas) del Centro Histórico. Pero ¿qué historia se esconde detrás de esos hombros de cantera?

Todo comenzó en 1885, cuando un empresario español, Ricardo Sainz, llegó desde Ogarrio, un pequeño poblado de Cantabria, con la mirada puesta en una ciudad que vivía su propio boom: el de los tranvías, los cafés elegantes y los edificios al estilo europeo. Fue entonces cuando decidió levantar un hotel que estuviera a la altura del esplendor porfiriano, justo en una de las calles más transitadas y vibrantes de la capital.

Así nació el Hotel Cántabro, un alojamiento exclusivo pensado para viajeros nacionales y extranjeros que buscaban hospedarse a unos pasos del Zócalo. Su arquitectura ecléctica y su monumental fachada no pasaban desapercibidas ni entonces… ni ahora.

Y es que los atlantes del edificio no solo son un adorno impresionante: estas esculturas masculinas, poco comunes en la CDMX de finales del siglo XIX, representaban el ideal de fuerza, modernidad y buen gusto. Desde entonces, se convirtieron en íconos visuales del Centro Histórico y hasta hoy siguen robándose las miradas (y las selfies).

Con el paso del tiempo, el hotel cambió de nombre, de función y hasta de interiorismo, pero su esencia sigue viva. Hoy, en su planta baja se encuentra el Restaurante Mercaderes, un rincón de alta cocina mexicana que también es enoteca, con más de 280 etiquetas de vino para maridar la experiencia.

Así que ya sabes: la próxima vez que andes por el Centro, haz una pausa en el número 57 de 5 de Mayo. Alza la vista, saluda a los atlantes y deja que el Edificio Cántabro te cuente, sin decir palabra, más de un siglo de historia.

Dirección: Avenida 5 de Mayo #59, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX, Ciudad de México, CDMX

Casa Luis Barragán, un rincón de arte y magia en la CDMX

En el corazón de la colonia Daniel Garza, al poniente de la Ciudad de México, hay un pequeño tesoro que guarda la esencia de uno de los arquitectos más queridos de México: la Casa Luis Barragán. Construida en 1948, esta casa-taller fue el refugio, laboratorio de ideas y hogar de Luis Barragán, un creador que supo mezclar lo tradicional y lo moderno como pocos en el mundo.

Esta joya arquitectónica ocupa 1162 metros cuadrados —entre construcción y áreas verdes— y está tan bien conservada que parece que Barragán todavía anda por ahí pensando en su próximo proyecto. De hecho, es uno de los pocos lugares en América Latina que la UNESCO ha nombrado Patrimonio Mundial, ¡y no es para menos! Cada rincón de esta casa refleja el genio de Barragán: sus muros sobrios y sus espacios íntimos te invitan a desconectarte del bullicio y a conectar con la belleza sencilla y profunda.

La elección de su ubicación dice mucho: en lugar de instalarse en los exclusivos Jardines del Pedregal (que él mismo ayudó a diseñar), Barragán prefirió el ambiente popular de Tacubaya, rodeado de vecindades, tienditas y talleres. Su fachada discreta se camufla entre las construcciones del barrio, pero basta cruzar la puerta para descubrir un mundo de colores, texturas y luces pensado para la contemplación.

Hoy, la Casa Luis Barragán funciona como museo. Eso sí, solo puedes visitarla en recorridos guiados para grupos —porque este lugar se cuida con todo el cariño que merece. Si quieres lanzarte, la estación de Metro más cercana es Constituyentes, así que no hay pretexto para perderte esta experiencia única.

Además, visitar la casa es también un homenaje a la vida de su autor. Nacido en Guadalajara en 1902, Barragán recorrió Europa y se enamoró de los jardines mediterráneos, lo que marcó para siempre su manera de concebir el espacio. A lo largo de su carrera, no solo diseñó casas hermosas, sino que también dejó huella en proyectos como Jardines del Pedregal, Las Arboledas y hasta las famosas Torres de Satélite (en colaboración con Mathias Goeritz).

En 1980, su talento fue reconocido a lo grande con el Premio Pritzker —el “Nobel” de la arquitectura—, y aunque el Parkinson limitó sus últimos años, su legado sigue vivo en cada muro, cada jardín y cada juego de luz que diseñó con maestría.

Así que ya sabes: si quieres sumergirte en la mente de un genio y ver de cerca una verdadera obra de arte habitable, no dejes de visitar la Casa Luis Barragán. ¡Te prometemos que vas a salir inspiradx!

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Dirección:
 Gral. Francisco Ramírez #12, Ampliación Daniel Garza, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Desde $400 pesos
Horario: Lunes a jueves de 12:00 a 14:30 hrs. (solo previa cita)
Página Web: casaluisbarragan.org
Instagram: instagram.com/casaluisbarragan
Facebook: facebook.com/www.casaluisbarragan.org

Castillo de Chapultepec, un pedacito de historia en las alturas de la CDMX

Si hay un lugar que guarda siglos de historias, batallas, sueños imperiales y paseos de virreyes, ese es el Castillo de Chapultepec. Ubicado en la primera sección del famoso bosque del mismo nombre, este imponente edificio se alza a 2325 metros sobre el nivel del mar, dominando con orgullo una vista espectacular del Valle de México (que en realidad es una cuenca). Nada mal para un castillo que comenzó su vida como una simple casa de descanso.

La historia del Castillo arranca allá por 1785, cuando Bernardo de Gálvez, virrey de la Nueva España, ordenó su construcción sobre los restos de una antigua ermita dedicada al Arcángel Miguel. Ingenieros como Francisco Bambitelli y Manuel Agustín Mascaró pusieron manos a la obra, pero las cosas no salieron como esperaban: problemas financieros y la muerte de Gálvez dejaron el proyecto abandonado. Durante años, el sitio fue más un cascarón de piedra que otra cosa, hasta que en 1806 el Ayuntamiento de México decidió hacerse cargo.

No pasó mucho tiempo antes de que el Heroico Colegio Militar encontrara en el castillo el lugar perfecto para instalarse. A partir de 1843, el edificio se llenó de jóvenes cadetes, y se construyó el famoso torreón “Caballero Alto“, que le dio esa apariencia de fortaleza que tanto lo caracteriza. Y justo fue en esta etapa cuando el Castillo de Chapultepec escribió una de las páginas más épicas de su historia: la Batalla de Chapultepec de 1847, durante la intervención estadounidense. El castillo se convirtió en el último bastión de defensa nacional, y aunque finalmente cayó tras un feroz asedio, su resistencia quedó grabada en la memoria colectiva de México. ¡Sí, esta fue la batalla de los Niños Héroes!

¿Y qué pasó después? Bueno, el castillo pasó de ser escenario de guerra a convertirse en el hogar de presidentes y emperadores. Miguel Miramón fue el primero en usarlo como residencia presidencial, pero quienes realmente dejaron huella fueron Maximiliano de Habsburgo y Carlota. Al llegar a México durante el Segundo Imperio, se enamoraron perdidamente de las vistas desde Chapultepec y decidieron convertirlo en su “Palacio Imperial“. Para darle un toque europeo, mandaron a remodelarlo al estilo neoclásico parisino, añadiendo jardines, balcones y murales que aún hoy se pueden admirar.

Con la restauración de la República, el castillo siguió siendo hogar de varios presidentes, incluyendo a Sebastián Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz y Francisco I. Madero. De hecho, fue durante el porfiriato que el edificio recibió varios de sus toques más elegantes: ascensores de época, un precioso corredor de vitrales conocido como la Galería de Emplomados, y la emblemática “escalera de los leones“, hecha de mármol blanco y con pasamanos de latón. Todo un derroche de estilo.

Finalmente, en 1944, bajo el mandato de Lázaro Cárdenas, el Castillo de Chapultepec encontró su vocación definitiva: convertirse en el Museo Nacional de Historia. Desde entonces, sus salones albergan más de cien mil piezas históricas y artísticas que cuentan la historia de México, desde la época prehispánica hasta el siglo XX.

Hoy en día, recorrer el Castillo de Chapultepec es como viajar en el tiempo: caminar por sus pasillos adornados, asomarse a sus terrazas que miran a la ciudad, y maravillarse con sus jardines y vitrales, es una experiencia que conecta pasado y presente. Así que ya sabes, la próxima vez que pases por el Bosque de Chapultepec, no olvides mirar hacia las alturas… porque allá arriba, entre nubes de historia, te espera un castillo como ningún otro.

Museo del Tiempo, un viaje a través del tiempo y el sonido en el Centro de Tlalpan

Si alguna vez te das una vuelta por el centro de Tlalpan, no pierdas la oportunidad de hacer una parada en un lugar que literalmente te transporta en el tiempo: el Museo del Tiempo México. Este rincón encantador, instalado en una casona del siglo XIX diseñada por el arquitecto Antonio Rivas Mercado (sí, el mismo del Ángel de la Independencia), es mucho más que un museo: es una experiencia sensorial, histórica y sonora que te hará ver —y escuchar— el pasado con otros ojos (¡y oídos!).

Desde su apertura en 2009, este museo único en México y reconocido a nivel internacional, ha reunido una de las colecciones de relojes mecánicos antiguos más grandes del país. Hay piezas que datan desde principios del siglo XVIII hasta nuestros días, todas restauradas y funcionando. Pero eso no es todo: el viaje no se limita a las manecillas del reloj.

¿Te imaginas escuchar música en un fonógrafo del siglo XIX o una rockola de los años 30? Aquí es posible. El Museo del Tiempo también resguarda verdaderos tesoros sonoros: cajas de música, gramófonos, radios antiguos y hasta sinfonolas que siguen regalando melodías originales. Además, podrás conocer cómo estos aparatos transformaron la vida cotidiana, tanto de las élites como del pueblo en general.

Lo mejor de todo es que no es un museo para solo mirar: aquí se vive, se toca (con guía, claro) y se escucha. El recorrido es interactivo y educativo, ideal para familias, estudiantes o simplemente amantes de lo vintage. Cada visita es una lección de historia llena de sorpresas, donde la tecnología de antaño cobra vida.

El museo también organiza charlas, eventos y encuentros con especialistas, todo con el objetivo de conservar y difundir este fascinante patrimonio. Y sí, aunque es una institución privada, ha logrado consolidarse como un espacio cultural de gran valor para México.

Así que ya lo sabes: en la Plaza de la Constitución #7, en el corazón de Tlalpan, te espera este viaje por los sonidos, las horas y los inventos que marcaron época.

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Dirección:
  Plaza de la Constitución #7, Centro de Tlalpan, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $90 pesos
Página Web: museodeltiempo.com.mx

Museo Casa de la Bola, un viaje en el tiempo en el antiguo barrio de Tacubaya

Si te gusta viajar en el tiempo sin salir de la Ciudad de México, tienes que visitar el Museo Casa de la Bola, una verdadera cápsula del tiempo enclavada en el corazón del barrio de Tacubaya. Esta casona del siglo XVI no solo conserva su esencia virreinal, sino que también te abre la puerta a la elegancia de la alta sociedad mexicana del siglo XIX.

Con trece salones ricamente decorados, aquí encontrarás desde tapices europeos y porcelanas finas hasta relojes, esculturas y muebles que van del siglo XVI al XX. ¿Muebles estilo Boulle? ¿Candiles deslumbrantes? ¿Pieles exóticas? Todo eso y más forma parte de una colección que parece sacada de una película de época.

Pero la Casa de la Bola no es solo un museo: es una experiencia sensorial. Pasear por su patio empedrado y sus corredores sostenidos por columnas de cantera ya es una delicia, pero lo mejor es asomarte desde ahí al jardín romántico de estilo europeo, diseñado en los años cuarenta por su último propietario, don Antonio Haghenbeck y de la Lama. Hay fuentes, esculturas, restos de canales coloniales y una vegetación tan exuberante que parece que el tiempo de verdad se detuvo.

Y hablando de historia, ¿sabías que esta casa fue parte de una antigua finca de olivos y magueyes? Que por aquí pasaron personajes ilustres como la Güera Rodríguez o la Marquesa Calderón de la Barca. ¡Incluso se dice que José Zorrilla, el autor de Don Juan Tenorio, vivió un tiempo en Tacubaya!

Hoy en día, el museo es administrado por la Fundación Cultural Antonio Haghenbeck y de la Lama, que se encarga de conservar este espacio y abrirlo al público. Además, rentan algunos de sus espacios para eventos y filmaciones, lo que ayuda a mantener viva esta joya del patrimonio nacional.

Así que ya lo sabes: si te gusta la historia, la arquitectura, el arte o simplemente perderte entre salones con encanto de otra época, el Museo Casa de la Bola es una parada obligada en tu próxima visita a Tacubaya. ¡Y sí, está a unos pasos del metro Tacubaya!

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Dirección:
  Av. Parque Lira #136, Colonia Tacubaya, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $90 pesos
Horario: Miércoles a domingo de 10:00 a 17:00 hrs.
Página Web: museoshaghenbeck.mx/museo-casa-de-la-bola
Instagram: instagram.com/museoshaghenbeck
Twitter: x.com/mhaghenbeck
Facebook: facebook.com/museoshaghenbeck

Museo y Palacio de la Autonomía, un museo y edificio con historia e identidad universitaria

Si alguna vez te has topado con el nombre “Palacio de la Autonomía” en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México y te has preguntado qué significa eso de autonomía, este lugar tiene la respuesta… ¡y muchas historias más bajo su techo!

Este imponente edificio de piedra blanca (sí, traída desde Pachuca) no solo llama la atención por su estilo ecléctico y su ubicación privilegiada —justo al ladito del Templo Mayor—, sino porque fue testigo de un momento clave para la educación en México: la lucha por la autonomía universitaria. ¿Qué es eso? Básicamente, el derecho de la universidad a enseñarte lo que quiera, sin que el gobierno meta las manos en los contenidos. Nada mal, ¿no?

Esa conquista, que hoy parece obvia, fue fruto de una gran batalla que libraron estudiantes, profesores e investigadores, y que se ganó en 1929. Desde entonces, a la UNAM siempre se le dice con todas sus letras: Universidad Nacional Autónoma de México. Y este palacio fue el lugar donde se firmaron los papeles que sellaron esa victoria.

Pero su historia viene de mucho, mucho antes. Este terreno fue parte de las tierras que Hernán Cortés repartió tras la caída de Tenochtitlán. Aquí hubo de todo: la Casa de Moneda, el convento de Santa Teresa, una vecindad, una bodega, hasta un cuartel. Ya en tiempos de Porfirio Díaz, se construyó el edificio que ves hoy, que pasó por varias etapas como escuela normal, facultad de odontología, enfermería y preparatoria.

Actualmente, el Palacio de la Autonomía es un espacio cultural de la UNAM donde puedes visitar el Museo de la Autonomía Universitaria, el Salón de la Odontología Mexicana, salas de exposiciones temporales, una muestra arqueológica ¡y hasta la Fonoteca de Radio UNAM! Como quien dice, este edificio habla… y suena.

Además, si te gustan los detalles curiosos, parte de sus cimientos están colocados sobre muros que pertenecieron a la antigua plaza sagrada del Templo Mayor, y hay ventanas especiales que dejan ver restos del viejo convento que alguna vez estuvo ahí.

Así que la próxima vez que pases por las calles Licenciado Verdad y Moneda, tómate un momento para mirar este edificio con otros ojos. El Palacio de la Autonomía no solo es bello por fuera, también está cargado de historia, cultura… ¡y un espíritu universitario que se niega a envejecer!

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Dirección:
  Lic. Primo de Verdad #2, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Entrada Libre
Horario: Lunes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs.
Página Web: fundacionunam.org.mx/palacio-de-autonomia
Instagram: instagram.com/palaciodelaautonomia
Twitter: x.com/Museo_Autonomia

Sala de Arte Público Siqueiros, el legado artístico y político del muralista mexicano en Polanco

Si te apasiona el arte mexicano y quieres adentrarte en el legado de David Alfaro Siqueiros, la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS) es el lugar perfecto para ti. Ubicada en el corazón de Polanco, esta sala es mucho más que un museo: es un espacio vivo que sigue promoviendo la visión estética, política y social del célebre muralista mexicano. ¡Prepárate para un viaje lleno de historia, arte y compromiso social!

La SAPS ocupa lo que fue la casa de Siqueiros, construida en 1958 por los arquitectos Jorge Guerrero Arocha y Luis Saviñón Velasco. Aunque Siqueiros vivió poco tiempo ahí, debido a su encarcelamiento en Lecumberri en 1964, regresó en 1969 para reabrir el lugar como Sala de Arte Público. ¿Por qué no quiso llamarlo museo? Porque para él, un museo sonaba demasiado rígido; su objetivo era crear un espacio donde el arte tuviera función social y compromiso político.

La SAPS forma parte del Proyecto Siqueiros, que también incluye La Tallera en Cuernavaca. Ambas sedes promueven la investigación y difusión del legado artístico, político y pedagógico de Siqueiros. El proyecto fomenta el diálogo entre comunidades artísticas y académicas, siguiendo el ejemplo del propio artista, quien siempre mantuvo un fuerte compromiso social y cívico.

El acervo de la SAPS es una joya que reúne pinturas, bocetos, grabados y maquetas de los murales que Siqueiros dejó como herencia. Además, cuenta con un archivo fotográfico y documental de más de 50,000 archivos que revelan detalles íntimos de su vida personal, política y artística. También alberga una colección de más de 10,000 fotografías y cerca de 3,000 libros que formaron parte de su biblioteca privada.

Dentro de la sala podrás ver dos murales inconclusos en los que Siqueiros trabajaba, originalmente destinados a una escuela en el Estado de México. Estas obras incompletas nos permiten echar un vistazo al proceso creativo del maestro del muralismo.

La SAPS no solo conserva y exhibe la obra de Siqueiros, también mantiene viva su visión pedagógica y colaborativa. Sus exposiciones, talleres y programas están diseñados para fomentar el pensamiento crítico, el diálogo social y el respeto por los derechos culturales.

El edificio de la SAPS tiene una estructura funcional y dinámica. Desde el área de acceso de 75 metros cuadrados, las y los visitantes pueden conectar visualmente con los murales del interior, generando un interesante juego entre lo público y lo privado. Además, el mobiliario móvil permite transformar continuamente los espacios para adaptarse a nuevas exposiciones y actividades.

En 1974, Angélica Arenal, viuda de Siqueiros, asumió la dirección del recinto y realizó importantes modificaciones. Cubrió el jardín trasero para crear un auditorio multifuncional que permitiera proyecciones de cine. Posteriormente, en 1988, la SAPS cerró sus puertas para la construcción del segundo piso, ampliando así su capacidad para seguir promoviendo el legado de Siqueiros.

Desde 1989, la SAPS está bajo la tutela del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), que se encarga de preservar este espacio como un epicentro de arte contemporáneo y reflexión social. Hoy, sigue siendo un lugar donde el arte y el compromiso político de Siqueiros inspiran a nuevas generaciones.

La Sala de Arte Público Siqueiros es mucho más que un museo: es un testimonio vivo de que el arte puede y debe ser social, crítico y transformador. Ya sea que quieras admirar su impresionante acervo, explorar su archivo fotográfico o simplemente dejarte inspirar por el espíritu revolucionario de Siqueiros, este lugar tiene algo para ti.

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Dirección:
  Calle 3 Picos #29, Polanco V Secc,, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $45 pesos
Horario: Martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs.
Página Web: saps-latallera.org
Instagram: instagram.com/saladeartepublicosiqueiros
Twitter: x.com/sapsiqueiros

Museo de la Basílica de Guadalupe, un tesoro de Fe y Arte al norte de CDMX

Si visitas la Basílica de Guadalupe, no te pierdas la oportunidad de conocer el Museo de la Basílica, un lugar donde la fe y el arte se fusionan para contarte una historia que abarca siglos. Ubicado al noroeste del antiguo templo, este museo guarda la colección más grande relacionada con la Virgen de Guadalupe y es una parada obligada para quienes quieren sumergirse en la riqueza cultural y espiritual de México.

El museo abrió sus puertas el 12 de octubre de 1941, gracias a la iniciativa de monseñor Feliciano Cortés y Mora y del Cabildo Guadalupano. Sin embargo, su historia ha estado marcada por momentos clave: en 1976, con la construcción de la nueva Basílica, se le asignaron nuevos espacios y un acceso directo desde el atrio. Más tarde, en 1986, fue reinaugurado para ofrecer una mejor experiencia a sus visitantes. Además, en 2002, el edificio y parte de su valioso acervo fueron restaurados por especialistas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

El museo alberga más de 4,000 piezas que van desde pinturas, esculturas y mobiliario litúrgico, hasta obras de arte novohispano, europeo y asiático. Aquí encontrarás trabajos de grandes artistas como Matías de Arteaga y Alfaro y Cristóbal Villalpando, que datan desde el siglo XV hasta el XX.

Las obras están organizadas temáticamente para que recorras diferentes aspectos de las tradiciones católico-mexicanas y marianas. Y como dato curioso, una de las salas te transporta a la antigua sacristía del templo original, conservada tras el colapso parcial del edificio en el siglo pasado.

Entre sus fascinantes salas, hay una dedicada especialmente a los arcángeles, siendo San Miguel Arcángel la figura principal. Esta sección es ideal para quienes quieren conocer más sobre la iconografía religiosa y el papel protector de estos seres celestiales.

Al entrar al museo, prepárate para ser recibido por una pared tapizada con cerca de 2,000 imágenes llenas de historias y agradecimientos. Estas imágenes fueron realizadas por feligreses que, al recibir favores o milagros, plasmaron su gratitud en forma de exvotos. La mayoría de estas piezas datan de los siglos XVIII y XIX y ofrecen una emotiva muestra de devoción popular.

El edificio que alberga el museo fue construido a finales del siglo XVIII, pero debido al tipo de suelo y a los constantes terremotos, ha sufrido varios daños estructurales. En 1976, durante la gestión de monseñor Guillermo Schulenburg, se reforzó el edificio con pilotes de control en los cimientos para garantizar su estabilidad y conservar este invaluable patrimonio.

El recorrido por el museo te lleva a través de 12 salas temáticas, donde podrás maravillarte con obras de arte litúrgico, documentos históricos y piezas únicas que relatan la devoción guadalupana. Además, desde 1972, el museo cuenta con su propio taller de conservación, lo que garantiza que estas joyas artísticas continúen brillando por muchos años más.

Ubicado justo detrás del antiguo templo de la Virgen de Guadalupe, el Museo de la Basílica es mucho más que un espacio de arte. Es un lugar donde la historia, la fe y el arte se encuentran para ofrecerte una experiencia enriquecedora. Ya sea que busques explorar el legado artístico de la Nueva España, admirar la devoción popular plasmada en los exvotos o simplemente dejarte sorprender por la majestuosidad de las piezas exhibidas, este museo tiene algo especial para ti.

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Dirección:
 Allende #5, Plaza de las Américas #1, Colonia Villa Gustavo A. Madero, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $10 pesos
Horario: Martes a domingo de 10:00 a 17:00 hrs.
Página Web: virgendeguadalupe.org.mx/museo-de-la-basilica-de-guadalupe

Convento de la Encarnación y Museo de Sitio de la SEP, un viaje al pasado en el Centro Histórico

Si paseas por el Centro Histórico de la Ciudad de México, seguramente te toparás con un lugar lleno de historia y arte: el Convento de la Encarnación, hoy convertido en la sede de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Este majestuoso recinto fue fundado en 1594 por las monjas concepcionistas, gracias a la licencia otorgada por el arzobispo Alonso Fernández de Bonilla. Su construcción, a cargo del jesuita Luis Benítez, dio origen a un complejo que incluía viviendas, capillas, huertas y un gran claustro, cuya edificación concluyó en 1648.

El Convento de la Encarnación no solo destacaba por su belleza arquitectónica, sino también por su riqueza. Se dice que más de 300 mujeres vivieron aquí tras pagar una dote para ser admitidas. Las monjas eran dueñas de unas 85 propiedades repartidas por toda la ciudad, incluyendo posadas, casas particulares, granjas y propiedades comerciales. Madame Calderón de la Barca, esposa del primer embajador español en México, describió el convento como “mejor que cualquier otro de Francia”, destacando sus amplios patios, jardines y la frescura del clima capitalino.

El esplendor del convento se vio afectado con la llegada de las Leyes de Reforma de 1857, cuando los bienes eclesiásticos comenzaron a ser nacionalizados. Poco a poco, las monjas vendieron sus propiedades y en 1867 el convento desapareció definitivamente. El edificio pasó entonces por diversas manos: fue cuartel de la Guardia Nacional, sede de la Lotería Nacional, Escuela de Artes y Oficios y Escuela Normal para Damas. Finalmente, en 1921, el conjunto fue reacondicionado para convertirse en la sede de la SEP.

Si decides explorar este histórico recinto, no puedes perderte el Museo de la Secretaría de Educación Pública, inaugurado en 1994. El museo resguarda objetos descubiertos durante las renovaciones realizadas entre 1989 y 1991, divididos en tres áreas:

  • Área Antigua: Con piezas prehispánicas, incluyendo un fragmento de cuauhxicalli dedicado a Tlaltecuhtli, conocido como El Monstruo Sagrado de la Tierra.
  • Área Colonial: Exhibe objetos utilizados por las monjas, como vajillas de porcelana de la Dinastía Ming, platos, copas, cucharas y hasta esqueletos vestidos con coronas y ramos de flores.
  • Área Moderna: Muestra la transformación del edificio con una valiosa colección fotográfica y un modelo a escala del complejo para apreciar su magnitud.

Y como si esto fuera poco, las paredes del museo están adornadas con murales espectaculares de Diego Rivera, destacando “La entrada a la mina”, que puedes admirar justo al ingresar.

La iglesia del convento es una joya arquitectónica con una nave principal, dos puertas laterales y un sotocoro cerrado donde las monjas escuchaban misa. Está construida en tezontle, con portadas neoclásicas de chiluca y basamentos de basalto. Su cúpula octagonal luce la inscripción “Líbranos Señor de todo mal”, mientras que su campanario de estilo morisco está decorado con colorida talavera, similar al de Santa Catalina de Puebla.

El convento se encuentra sobre la Calle Luis González Obregón, nombrada así en 1923 en honor al célebre historiador y cronista que vivió justo frente a la iglesia. Esta calle, que antes era conocida como Calle de la Encarnación, es parte del corazón histórico de la ciudad, a pocos pasos de importantes monumentos y sitios de interés.

El Convento de la Encarnación no es solo un edificio antiguo, es un viaje en el tiempo que te permite descubrir la riqueza cultural, religiosa y arquitectónica de la Ciudad de México. ¡No dejes pasar la oportunidad de explorar este fascinante lugar donde la historia sigue viva!

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Dirección:
 República de Argentina 28, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Entrada libre
Horario: Lunes a viernes de 9:00 a 17:00 hrs., sábados y domingos de 10:00 a 15:00 hrs. lunes de 10:00 a 18:00 hrs.