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La Secina, un paraíso de cecina, tlayudas y mezcal en la Narvarte

¿Buscas un rincón en la Narvarte donde puedas olvidarte del estrés de la oficina y deleitarte con algo más que una comida rápida? Pues sobre Obrero Mundial, hay un lugar que parece pequeñito por fuera, pero que dentro es un auténtico paraíso para las y los amantes de la buena comida (y de la cecina, por supuesto). ¡Bienvenidxs a La Secina, donde los tacos y las tlayudas se sirven con una generosa dosis de sabor, y lo mejor de todo, a precios que no te harán quedarte sin quincena!

Desde que entras, lo primero que te recibe es el comal humeante de la semi cocina abierta, donde preparan casi todo lo que vas a comer. Y si te atreves a pedir algo más fuerte que un taco, no dudes en explorar su barra, que, además de ofrecer tragos y cócteles, te tiene una buena variedad de aguas frescas de diferentes frutas que puedes mezclar.

El menú está cargado de cecina en todas sus versiones: natural, enchilada, a la plancha… ¡es una locura! Si eres de los que se emociona con un buen guacamole, o si lo tuyo son los chapulines, tienes que pedir una orden (que viene con una buena porción, por si andas con mucha hambre) y preparar unos tacos de chapulín con guacamole. Si prefieres un plato fuerte, los sopes de cecina o los tacos son la elección segura, pero no te vayas sin probar la tlayuda, que es el alma de este lugar. Y si eres un(a) indecisx (no pasa nada, todos lo somos de vez en cuando), mejor pide cecina mixta y mata dos pájaros de un tiro.

A la hora de acompañar la comida, nada como una Caminero (una cerveza mezclada con mezcal) que te deja con ese sabor ahumado de los buenos mezcales. Pero si prefieres lo clásico, un mezcal o tequila directo también hacen maravillas. Y, para el toque final, el flan casero o el pay helado de limón son como la cereza en el pastel, ¡aunque aquí es más bien un pay!

Lo que más se agradece de La Secina es que, además de comer delicioso, no te va a hacer sentir como si hubieras gastado todo tu sueldo en una sola comida. Aquí, lo que es rico, también es justo.

La Secina es un homenaje a la tradición mexicana, con ingredientes frescos que vienen de todo México: desde la cecina de Yecapixtla hasta los chapulines o las tlayudas de Oaxaca. Y sí, todo lo que comes, está hecho con mucho amor, por productores que cuidan cada detalle.

Así que, si estás buscando un lugar para relajarte con buena comida, mezcal y el mejor ambiente, ya sabes dónde ir. Ya sea con tus amigxs, tu familia o tu pareja (¡o incluso contigo mismx!), La Secina te va a dejar con una sonrisa y el estómago feliz.

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Dirección:
 Obrero Mundial 305, Narvarte Poniente, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: de $300 a $500 pesos
Horario: Martes a jueves de 13:00 a 23:00 hrs., viernes y sábado 13:00 a 1:45 hrs., domingo de 13:00 a 19:00 hrs.
Facebook: facebook.com/La-Secina-1551209341768456
Instagram: instagram.com/lasecina
Twitter: twitter.com/lasecinadf

La Mano Jardín, un oasis de café, cocina de humo, cultura y naturaleza en Coyoacán

Hay días en los que todo lo que queremos es escapar del caos y simplemente disfrutar una tarde rodeada de naturaleza. Pero vivir en una ciudad como la CDMX, con su tráfico incesante, el estrés cotidiano y la escasez de espacios verdes, puede dificultar ese anhelo. A veces, ni siquiera es posible darnos una vuelta al Desierto de los Leones para respirar aire puro, desconectar un rato y cerrar el día con una garnacha bien merecida.

Sin embargo, entre las calles adoquinadas de Coyoacán, muy cerca de la Fonoteca Nacional, se esconde un pequeño oasis que parece inmune al bullicio citadino: La Mano Jardín. Este encantador espacio cultural ofrece un jardín acogedor donde puedes tomar café de especialidad, disfrutar un pan dulce o dejarte conquistar por la cocina de humo tradicional mexicana. Sí, todo se prepara con fuego de leña, en comales y ollas, como se hacía antes… y el resultado es absolutamente delicioso.

¿Qué puedes comer en La Mano Jardín? Si vas en la mañana, el desayuno incluye clásicos mexicanos con un toque especial: chilaquiles, enfrijoladas, enmoladas, huevos al albañil, huevos rancheros y hasta un omelette de huitlacoche. Todo esto se puede acompañar con pan dulce mexicano y una excelente taza de café. Y si tienes suerte (y es fin de semana), no te pierdas el atole de pinole.

Para la comida o la cena, el menú ofrece entradas como sopecitos, tetelas, quesadillas de papa o huitlacoche, esquites y tacos (de cochinita o rajas, por ejemplo). También hay sopas como la de frijol o el fideo seco, huaraches de nopales con pollo y tamales caseros. Como platos fuertes, el mole negro con costilla, el mole blanco con pollo, el pipián prehispánico, el estofado de res y el espagueti en flor de calabaza son algunos de los imperdibles. Eso sí, el menú cambia con frecuencia, así que cada visita puede traerte una nueva sorpresa culinaria.

Más allá de la comida, lo que hace especial a La Mano Jardín es el entorno: un jardín amplio, lleno de sombra natural y mesas bien distribuidas que ofrecen una experiencia casi privada, como un pequeño día de campo en medio de la ciudad. Además, aquí también se organizan eventos culturales, hay una tienda con ropa y artesanías, y, si te enamoras del lugar (lo cual es probable), puedes rentarlo para eventos privados.

Ya sea para desayunar bajo los árboles, leer un libro mientras tomas un café o disfrutar una cena con sabor a tradición, La Mano Jardín es una escapada perfecta sin salir de la ciudad. Un rincón tranquilo y sabroso que te invita a desconectarte del ritmo acelerado y reconectar contigo mismx.

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Dirección:
 Francisco Sosa #363, Santa Catarina, Coyoacán, Ciudad de México, CDMX
Horario: Domingo a martes de 8:00 a 20:00 hrs., miércoles a sábado de 8:00 a 22:00 hrs.
Costo por persona: De $300 a $500 pesos
Página web: culturalamano.com
Instagram: instagram.com/lamano_jardin
Facebook: facebook.com/culturalamano

Tortas Don Polo, el lugar donde se inventó la torta caliente en la Del Valle

Se dice que la torta mexicana —esa delicia en la que cabe de todo, desde carnes frías hasta sardinas, entre dos mitades de telera— surgió en 1892. Según cuenta la leyenda, un niño llamado Armando Martínez, de apenas once años, llegó un día a su casa con hambre y, ante la falta de comida “formal”, se le ocurrió meter jamón, jitomate y aguacate en una telera. Le gustó tanto su invento que decidió abrir la primera tortería del país, justo en su casa, ubicada en el callejón del Espíritu Santo (hoy calle Motolinía).

Otra versión apunta a un taquero de la época porfiriana, quien, en un arranque de creatividad, cambió la tortilla por pan de trigo… y así nació la torta. Pero “haiga sido como haiga sido”, lo importante es que, por prácticas y accesibles, las tortas se ganaron un lugar entre los antojos más queridos del México moderno.

Eso sí: no siempre fueron como las conocemos hoy. Bueno… sí, pero no. Hasta 1956, las tortas que se vendían por todo el entonces Distrito Federal eran frías. ¿Frías? Así es: de queso, jamón y otras carnes frías, sin mayor intervención.

Todo cambió cuando Leopoldo Sánchez Preciado, mejor conocido como Don Polo, abrió un local de tortas en el número 18-A del multifamiliar Miguel Alemán (sí, el que diseñó Mario Pani y compañía). Para destacar entre la marea de torterías que ya existían, Don Polo tuvo una gran idea: vender tortas calientes. Calentaba el pan con mantequilla en la plancha y usaba ingredientes calientes en el relleno. ¡Una innovación total! Su éxito fue inmediato, y desde entonces, Tortas Don Polo se ha mantenido como una de las torterías más icónicas de la Ciudad de México.

Si a estas alturas te preguntas qué puedes comer en Tortas Don Polo, tal vez no pusiste mucha atención. Pero no te vayas con la finta: aquí no solo hay tortas. El menú es bastante amplio e incluye desayunos como molletes, hot cakes, chilaquiles y huevos al gusto. También hay sopas y pastas típicas de fonda (como consomé o sopa del día), antojitos variados y platillos con carne como milanesa, bistec, tacos y guisados. Y, por supuesto… tortas.

Las tortas de Don Polo son sencillas pero sabrosas. Hay de huevo, quesos, milanesa (mi favorita), salchicha, chorizo, jamón, pierna, chile relleno, bacalao y la clásica cubana, entre otras. Puedes pedirlas tal cual o combinar ingredientes. Todas se calientan a la plancha con mantequilla, lo que les da un toque cálido y reconfortante. Además, se acompañan con un ramequín de chiles jalapeños, que son una auténtica joyita.

Dato curioso: Leopoldo Sánchez, el fundador de Tortas Don Polo, es tío del portero Memo Ochoa. Desde 1995, el papá del futbolista, junto con su familia, se ha encargado de mantener viva la tradición de la tortería.

Visitar Tortas Don Polo es como hacer un viaje en el tiempo al México de mediados del siglo XX. Es una forma de disfrutar sabores sencillos y nostálgicos, al mismo tiempo que conoces un lugar que marcó historia en la gastronomía chilanga. La comida es rica y reconfortante; eso sí, los precios no son los más bajos, pero se entiende por la zona en la que se encuentra.

Así que, si andas por el Parque Hundido o el emblemático multifamiliar Miguel Alemán, no lo pienses mucho. Date una vuelta por Tortas Don Polo y prueba un buen pedazo de historia… con pan y mantequilla.

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Costo por persona: De $250 a $350 pesos
Página Web: tortasdonpolo.mx
Instagram: instagram.com/tortasdonpolo
Facebook: facebook.com/TortasDonPoloMX

Sucursal Féliz Cuevas (Matriz)
Dirección: Félix Cuevas No. 86-A Col. del Valle, Ciudad de México, CDMX

Sucursal Parque Hundido
Dirección: Gral. Porfirio Díaz No. 534
Col. Noche Buena, Ciudad de México, CDMX

Sucursal Féliz Cuevas (Matriz)
Dirección: Don Juan No. 116, Col. Nativitas, Ciudad de México, CDMX

Tacos Manolo, auténtica tradición taquera en la Narvarte

Hay quienes dicen que la Narvarte es, ante todo, una colonia de tacos. Lo dicen porque, desde hace décadas, este rincón chilango se ha visto inundado por todo tipo de taquerías que, gracias a la popularidad de la zona, se han convertido en pequeñas leyendas entre la clase media capitalina. Que si el mejor suadero está en el puesto de lámina que solía atender un tal Frank, que si el mejor pastor lo sirven en ese taller mecánico que por las noches se transforma en taquería con un nombre sospechosamente parecido al Vips en pequeño… en fin.

Pues en esta ocasión me llevaron a conocer los Tacos Manolo, otra parada obligada dentro del universo taquero narvarteño, famosa por su especialidad: el Taco Manolo Especial.

Era viernes por la noche cuando llegamos a un puesto de lámina medio escondido sobre Luz Saviñón (sí, la misma señora fundadora del Montepío Luz Saviñón, inaugurado por Porfirio Díaz), pero para nuestra sorpresa, el puesto estaba cerrado. “¡No importa!”, me dijeron. “Tienen un local justo enfrente”. Así que, cruzamos la calle y nos sentamos en la barra de los Tacos Manolo, ahora bajo techo, pero con la misma vibra de antojito callejero.

Apenas nos acomodamos, me dijeron que lo imperdible eran, por supuesto, los Tacos Manolo. Pero como uno no se manda solo y traía antojo de todo, terminé pidiendo uno de la especialidad, uno de pastor y uno de carne árabe. Para completar el festín, una gringa Manolo —que lleva el guiso especial, queso derretido y tortilla de harina— y, para refrescar, una agüita de alfalfa recién hecha.

Poco después llegó la comida. El Taco Manolo resultó ser un guisado de bistec con tocino, bien sazonado, reconfortante. El pastor estaba bien marinado y tenía gran sabor, pero quien realmente se llevó la noche fue la carne árabe: jugosa, especiada y, en mi opinión, de lo mejor que he probado últimamente en la zona.

Eso sí, confieso que mientras hacíamos el pedido pensé: “esto va a salir carísimo”. Pero, ¡sorpresa! Cuando pedimos la cuenta descubrimos que habíamos comido dos personas, sabroso y abundante, por menos de 250 pesos cada quien. Así que sí: valió completamente la pena.

¿Son los mejores tacos del mundo? ¿Merecen el título de leyenda taquera? No me atrevería a llegar tan lejos, pero sí puedo decir que son muy buenos tacos, y probablemente de los mejores que he probado en la Narvarte, la Del Valle, la Álamos y alrededores. Así que, si andas buscando una buena taquería donde hincar el diente, vale más la pena que te des una vuelta por Tacos Manolo y descubras por qué se han ganado el cariño de sus vecinos y vecinas.

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Dirección: Luz Saviñon 1305, Narvarte Poniente, Ciudad de México, CDMX
Horario: Lunes a jueves de 15:30 a 0:30 hrs., viernes y sábado de 15:30 a 3:00 hrs., domingo de 15:30 a 0:00 hrs.
Costo por persona: De $250 a $350 pesos
Instagram: instagram.com/tacos_manolo
Facebook: facebook.com/tacosmanolo1305

Shonen Ramen, sabores japoneses en la Colonia La Raza (Hospital La Raza)

Era una tarde de sábado y, a pesar del calor, me dio un enorme antojo de ramen. Tenía dos opciones: ir al ramen de Santa María la Ribera, pero me daba flojera cruzar la barrera urbana de La Raza; o ir a mi ramen consentido en la zona de Lindavista, pero por las fechas se habían tomado unas vacaciones. Así que, para no quedarme con el antojo ni tener que ir tan lejos, me puse a buscar lugares cercanos a mi casa. Fue así como me topé con Shonen Ramen, en la colonia La Raza, a unas dos pequeñas calles del hospital con el mismo nombre.

Al llegar a Shonen Ramen descubrí que era un lugar tan sencillo como lo había imaginado, y tan modesto como la colonia en la que se encuentra. Afuera tenía una pequeña mesa de picnic y, detrás de unas noren —las típicas cortinas japonesas—, se entraba a un local diminuto con apenas dos mesas tipo gabinete y una pequeña barra donde cocinan y sirven los caldos. Al fondo, un letrero luminoso mostraba a un Maneki Neko comiendo ramen. También había pequeñas figuras del mismo gato de la suerte sobre las mesas, junto a un recipiente con cucharas, palillos chinos y japoneses (sí, son diferentes), desechables y unos adaptados para infancias o personas que no sepan usarlos con facilidad.

Una vez en mi lugar, el chef de Shonen Ramen me explicó que el menú se compone solo de cuatro platillos: Shoyu Ramen, Miso Ramen, Ramen Picante y Ramen Especiado. El Shoyu y el Miso son muy similares, ambos con fondo de pescado; pero el primero está hecho a base de salsa de soya, mientras que el segundo lleva pasta miso, elaborada con semillas de soya fermentadas. El Picante, por su parte, lleva fondo de ostiones y chile, y el Especiado está preparado principalmente con fondo de jaiba.

Las cuatro opciones sonaban bien, pero al final me decidí por el Miso Ramen, por ser el más “tradicional” y porque suele ser el más común en otros restaurantes de ramen de la CDMX. Al ordenar, me preguntaron si lo quería con pollo o con cerdo. Elegí cerdo, otra vez, por ser lo más clásico.

Después de ordenar, me trajeron un plato generoso, bien servido, con una buena cantidad de elote, cebollín, alga, un huevo cocido y carne de cerdo. También me ofrecieron un pequeño bote de salsa picante, por si quería darle un toque más atrevido. Debo confesar que la salsa me encantó, aunque es engañosa: al principio parece que no pica nada, pero conforme uno avanza, se va poniendo más intensa.

¿Y el sabor del ramen? La verdad, está bastante bueno. No puedo decir que es el mejor que he probado en la CDMX, pero sí que cumple muy bien, y por el precio vale cada peso. Además, un detalle que me encantó es que, a pesar de ser un lugar sencillo, preparan su propia pasta y hacen todos los fondos desde cero, buscando siempre ofrecer buena calidad.

Al final salí contento de Shonen Ramen. Comí un ramen rico, me refresqué con un Calpis, y disfruté de un servicio amable y cercano, todo por menos de $125 pesos. Así que seguramente volveré cuando me vuelva a dar el antojo y esté por casa. Y es que, no siempre tienes que ir a la Roma, Condesa o Polanco y gastarte tu quincena para comer algo rico y reconfortante; a veces, solo tienes que caminar unos pasos desde tu casa o trabajo para descubrir un pequeño tesoro gastronómico como lo es Shonen Ramen.

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Dirección: Quiches #56, Colonia La Raza, Azcapotzalco, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Menos de $200 pesos
Horario: Lunes a domingo de 12:00 a 22:00 hrs.

Tacos El Villamelón, 60 años de tradición en tacos campechanos…

Doña Elizabeth y Don Rafael eran fanáticos de la mal llamada fiesta brava, y cada semana acudían a la Plaza de Toros México a convivir y disfrutar del sangriento espectáculo. Fue en 1961 cuando se dieron cuenta de que, en esa zona, no había un lugar donde echarse un buen taco después de las corridas. Así que decidieron abrir una taquería donde pudieran reunirse con sus amigxs y demás sadistas (sí, en este portal estamos en contra de la tauromaquia) mientras le entraban con gusto a la garnacha.

Por su ubicación estratégica, la taquería se llenó de inmediato de aficionados a la fiesta brava, y como muchos de ellos eran villamelones, decidieron bautizar el local con ese nombre. ¿Y qué es un villamelón? Es el término que se usa en México para describir a alguien que presume saber mucho de un tema, sin saber realmente gran cosa… como gran parte de la afición taurina. ¡Un nombre perfecto!

Pero Tacos El Villamelón no solo fue adoptado por las y los taurinos. Gracias a sus tacos campechanos, pronto atrajo a comensales de todo el extinto Distrito Federal, deseosxs de probar la famosa combinación de cecina, longaniza y chicharrón. Una mezcla ganadora que ha conquistado paladares por más de sesenta años. Esta taquería ha alimentado a generaciones de villamelones taurinxs y futbolerxs—, así como a miles de chilangas y chilangos que semana a semana se lanzan por un campechano bien servido.

Como ya te imaginarás, la estrella del menú es el taco campechano. Pero también puedes pedirte un taco cuaresmeño (el campechano con chile verde y cebolla), uno solo de cecina, de longaniza, de chicharrón, de nopales o de pollo. Si lo tuyo es el queso, puedes armar tu taco en versión volcán o quesadilla. Y para acompañar, hay frijoles charros y consomé de pollo que te reconfortan el alma.

Y como la tradición es ir después de una corrida, de un partido en el Estadio Azul o de echar la reta con tus amistades, debes saber que aquí hay una buena variedad de licores para festejar como se debe. También puedes pedirte una chela bien fría en michelada, un calimocho o una sangría con (o sin) vino… total, si vas a las corridas, seguramente te sientes de sangre española.

Más allá de la tauromaquia y el futbol, Tacos El Villamelón es una buena taquería: sencilla, sabrosa y con mucha personalidad. Perfecta para acompañar con limón, su deliciosa salsa de la casa (que sí pica y lleva chicharrón seco), mientras te echas un trago y comentas el partido o la faena —con sarcasmo o devoción— con tus amigxs. Sin duda, una opción rica y accesible para comer bien si andas por la zona.

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Costo por persona:
 Menos de $250 pesos
Página Web: elvillamelon.com
Instagram: instagram.com/villamelon
Facebook: facebook.com/TaqueriaElVillamelon
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Sucursal Nápoles
Eje 6 Sur, Tintoreto #123, Colonia Ciudad de los Deportes, Ciudad de México, CDMX

Sucursal Coapa
Calz. Acoxpa #492, Prados Coapa, Ciudad de México, CDMX

Sucursal Polanco
Mariano Escobedo #528, Anzures, Ciudad de México, CDMX

El Gnomo, sabores casuales y hamburguesas en Coyoacán

El Gnomo es una de las grandes leyendas entre las personas que viven al sur de la CDMX o que frecuentan la zona de Ciudad Universitaria. Un pequeño restaurante que las y los vecinos recuerdan con cariño porque solían ir con sus papás, mientras que para las y los estudiantes fue durante años un punto de reunión para comer rico y barato con sus compañeros. Es uno de esos rincones que nos transportan a un México diferente, al México de nuestra infancia, cuando todo era más sencillo y no nos preocupábamos por gastarnos todo el sueldo en una renta imposible.

La historia de El Gnomo se remonta a 1989, cuando la señora Margarita y don Pepe decidieron abrir una pequeña churrería en un local tan, pero tan diminuto, que sus hijos lo bautizaron como El Gnomo. Con el tiempo, el matrimonio se ganó el cariño del vecindario y, para 1995, lograron rentar un local más grande, donde empezaron a ofrecer una buena variedad de platillos, entre los que destaca su legendaria hamburguesa. Y sí, digo legendaria porque, aunque el menú es amplio, todo el mundo recuerda su hamburguesa.

Antes de hablar de sus hamburguesas, vale la pena mencionar que en El Gnomo puedes encontrar sopas, ensaladas, sándwiches, tortas, carnes y varios platillos gratinados o fritos. Así que, dependiendo del antojo, puedes empezar con una sopa de tortilla o de hongos, unas papas rellenas o una ensalada de atún. Como plato fuerte, hay enchiladas, molletes, tampiqueña, tacos de bistec, entre otras opciones. Aunque, si como yo, eres fan de las tortas y los entrepanes, te recomiendo probar la de pierna adobada o la de pollo.

Ahora sí, hablemos de lo mero bueno: las hamburguesas. Son la especialidad de la casa y tienen cinco versiones: la Gnomo, con queso, tocino y guarniciones; la Súper Gnomo, que es como la anterior pero con aderezo de la casa y más ingredientes; la Mignon, con tocino y champiñones; la de tocino y queso, que es la más sencilla; y la Alemana, con pepinillos encurtidos y pan de caja integral. ¿Son las mejores hamburguesas del mundo? Probablemente no. Pero sí son ese tipo de hamburguesas que te transportan a la infancia gracias a su receta sencilla y a ingredientes que se sienten familiares. Hechas con buena carne, sin pretensiones. Un gusto reconfortante para quitarse el antojo. Eso sí, te recomiendo pedir la Súper Gnomo, que viene con unas calabacitas empanizadas que están para chuparse los dedos.

El Gnomo es de esos lugares de tradición, que te sacan una sonrisa si fuiste en familia, con tus compañerxs de escuela o con tu pareja cuando empezaban a salir. Pero también es un lugar que se siente cálido y hogareño si es tu primera vez ahí. Quizá no es el restaurante más moderno ni el más aclamado, pero tampoco pretende serlo; simplemente es un sitio donde se sirve comida rica a precios relativamente accesibles, con más de cuarenta años de historia a cuestas.

En una ciudad que cambia a cada rato, El Gnomo es uno de esos espacios que resisten con dignidad, aferrados a la memoria afectiva de su comunidad. Volver a él es como reencontrarte con una vieja amistad: tal vez el tiempo ha pasado, pero la calidez, el sabor y los buenos recuerdos siguen ahí, esperándote en cada bocado.

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Dirección: Avenida Universidad #1894, Esquina Cerro Acasulco, Altillo Universidad, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: De $250 a $350 pesos
Horario: Lunes a sábado de 12:00 a 22:00 hrs., domingo de 12:00 a 20:00 hrs.
Página Web: elgnomorestaurante.com
Facebook: facebook.com/elgnomorestaurante
Instagram: instagram.com/restaurante_el_gnomo

Eline, un paraíso gastronómico escondido en la Del Valle

No sé por qué aquella vez pasamos por la calle de Pilares, en la Colonia del Valle, pero gracias a eso descubrimos que acababan de abrir lo que parecía ser un pequeño —pero eleganterestaurante en un local que llevaba un buen rato abandonado. Estaba casi al lado de una de las pizzerías más conocidas de la zona. Así que, aprovechando que el fin de semana estaríamos relativamente cerca, decidimos darnos una vuelta por el lugar recién inaugurado. Así fue como conocimos Eline.

Desde la entrada, Eline se siente distinto a otros lugares del rumbo. Una barra de bebidas elegante te da la bienvenida, y más al fondo, unos gabinetes que evocan los diners antiguos, pero con un giro sofisticado. Lo mejor viene después: un jardín amplio con mesas y sillones acomodados con mucho gusto, ideales para comer al aire libre sin preocuparte por el sol, gracias a los parasoles distribuidos estratégicamente. De entrada, quedamos encantadxs. El siguiente paso era conocer la carta, que nos entregaron junto con dos vasos de agua fresca y muy bienvenida.

El menú de Eline es breve, pero bien pensado. Perfecto para desayunar o comer rico y sin complicaciones. Si vas por la mañana, puedes disfrutar desde un tazón de frutas o unos waffles con pollo frito, hasta chilaquiles de la casa, enchiladas o distintas opciones de huevos: rancheros, shakshuka, benedictinos, entre otros. Eso sí, no te puedes ir sin probar su pan dulce y acompañarlo con un buen café. Si prefieres ir en la tarde, encontrarás una variedad apetitosa de sándwiches, sopas, ensaladas, tacos y platos fuertes más sustanciosos.

Los sándwiches son definitivamente los protagonistas de la carta. Hay opciones clásicas y sabrosas como el BLT, el Grilled Cheese (acompañado de su crema de tomate), el Croque Madame, el French Dip (con su jugo de carne) y el de Pollo Frito, entre otros. Todos están hechos con pan de caja artesanal de masa madre, tostado con una mantequilla especial de la casa que les da un sabor distintivo. Si prefieres los tacos, puedes elegir entre costilla, barbacoa de picaña, chicharrón norteño o cecina, todos servidos con tortillas de masa azul hechas a mano. Y si tienes antojo de algo más sustancioso, hay hamburguesas, rib eye, salmón en costra de semillas o risotto de hongos.

Queríamos probar todo, pero como solo éramos dos personas, tuvimos que contenernos. Empezamos con un fideo seco y una espectacular coliflor rostizada (va calada, va garantizada). Como plato fuerte, pedimos un French Dip y un Sándwich de Pollo Frito. Ambos estaban deliciosos, pero vale la pena destacar que el de pollo no es el típico que uno esperaría: viene tempurizado y con una costra de queso provoleta que lo hace memorable. El French Dip también fue una joya.

La verdad, la pasamos muy bien en Eline y nos quedamos con ganas de regresar para seguir explorando el menú. Todo lo que probamos estuvo rico, las porciones son generosas y los precios bastante justos: puedes comer muy bien, con todo y chela, por un promedio de $350 por persona. Además, el servicio fue atento, amable y relajado, lo que, sumado al ambiente tranquilo del jardín, hizo que la experiencia fuera más que agradable.

Eline es de esos lugares que te atrapan por su sabor y propuesta innovadora, pero sin pretensiones. Tiene sabor, encanto y una propuesta bien pensada que se siente fresca en una zona, lo que se agradece. Ya sea para un desayuno, una comida relajada o simplemente para darte un gusto, definitivamente vale la pena conocerlo y volver.

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Dirección: Pilares #46, Colonia Tlacoquemecatl del Valle, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: De $250 a $350 pesos
Horario: Martes a sábado de 88:00 a 22:00 hrs., domingo de 10:00 a 19:00 hrs.
Instagram: instagram.com/eline.rest

Kion, un rincón de sabores asiáticos en manos peruanas en Copilco

Era un sábado por la tarde cuando, tras un compromiso en la zona de Copilco y algunos encargos que debía hacer, me encontré en los alrededores del metro sin haber comido aún. Ya me había resignado a conformarme con alguno de los locales o changarros que abundan en la zona, pero luego se me ocurrió caminar por la Avenida Copilco y acercarme a un café de especialidad que me gusta. Al llegar, un letrero llamó mi atención: Kion, sabores asiáticos en manos peruanas. ¿Era un lugar de cocina Nikkei? ¿Comida callejera peruana? ¿Cocina chifa? Mi curiosidad fue suficiente como para que me sintiera obligado a descubrirlo.

Al entrar, me encontré con un lugar sencillo, que probablemente había sido una fonda o pizzería de barrio. El ambiente, sin embargo, tenía un toque especial, impregnado con el suave aroma de leña quemada, justo lo necesario para disfrutarlo sin que el olor quedara pegado a la ropa. Al abrir el menú, confirmé mis sospechas: Kion ofrecía cocina chifa o tusán, una mezcla de sabores chinos y peruanos. Para quienes no lo sepan, desde mediados del siglo XIX, la migración china a Perú dio lugar a una cocina fusión que se convirtió en un sello distintivo del país. Al igual que sucedió en lugares como Mexicali, la influencia de los inmigrantes chinos creó lo que ahora conocemos como cocina chifa. En el menú de Kion había una gran variedad de platillos típicos, desde chaufa y tallarines hasta wanta (wontons) y siu cao.

A pesar de la variedad, sentí que los precios eran algo altos para lo que pensaba gastar o para la zona, por lo que comencé a investigar los paquetes especiales para estudiantes, que rondan los cien pesos y ofrecen una gran variedad de platillos. Finalmente, los paquetes de pollo a la leña llamaron mi atención. Había varias opciones con diferentes tamaños, pero terminé pidiendo el paquete 4, que incluía ensalada, medio pollo asado y chaufa.

Lo que me sorprendió fue que, por el precio, esperaba porciones pequeñas, pero al recibir el paquete me di cuenta de que había pedido suficiente para dos o incluso tres personas. Fue en ese momento cuando me explicaron que los platillos eran generosos y que los precios “altos” se debían a que cada porción estaba pensada para compartir. ¡Resultó ser una ganga!

No puedo decir que la cocina de Kion sea comparable con la de un chef de renombre internacional con nombre de villano de La Bella y la Bestia, pero puedo asegurar que salí del lugar bastante satisfecho y contento con una comida rica y muy barata. Por menos de $250 pesos, comí de manera deliciosa y abundante, con suficiente comida para llevar a casa. Así que, si alguien me pregunta por un lugar con las tres B (bueno, bonito y barato) en la zona Copilco, de sin duda les recomendaré Kion y su increíble oferta de cocina chifa.

Si te encuentras cerca de Copilco y buscas una experiencia gastronómica única, no dudes en darle una oportunidad a Kion. Aquí encontrarás una interesante fusión de sabores, un ambiente acogedor y precios que valen mucho más de lo que pagas.

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Dirección:
 Medicina #74-66, Copilco Universidad, Ciudad de México, CDMX
Horario: Lunes a domingo de 12:30 a 21:00 hrs.
Costo por persona: Menos de $250 pesos
Página web: kioninternacional.com

Café de Andrés, un rincón de bebidas de inspiración prehispánica en el Metro Potrero (Colonia Industrial)

Es imposible hablar de las grandes contribuciones de México al mundo sin mencionar al chocolate. Aunque no fue exactamente el chocolate lo que se originó en tierras mexicanas, sino el cacao y el xocolatl, una bebida ancestral a base de cacao que sirvió como inspiración para lo que hoy conocemos como chocolate líquido, y más tarde, las tradicionales tabletas. La palabra xocolatl proviene de los vocablos náhuatl xoco, que significa amargo, y atl, que significa bebida. Los pueblos prehispánicos crearon diversas variantes de esta bebida energética que consumían para prepararse para la batalla. Los conquistadores españoles, al llegar a México, adaptaron el xocolatl, agregándole azúcar y leche, creando así el chocolate tal como lo conocemos hoy (una alternativa para evitar el café traído por los moros).

Con esta pequeña introducción al mundo del cacao, quiero presentarte Café de Andrés, un pequeño rincón ubicado a unos pasos del metro Potrero, en la colonia Industrial, que busca rescatar la tradición del xocolatl prehispánico a través de bebidas inspiradas en tiempos ancestrales. Este café, escondido en el piso inferior de una antigua casona, ofrece un enfoque moderno de estas bebidas, adaptadas al paladar contemporáneo, y con algunos ingredientes modernos.

En Café de Andrés, no encontrarás simples tazas de chocolate caliente, sino una variedad de bebidas únicas que combinan cacao con frutas, hierbas y especias, creando opciones refrescantes y diferentes. Aquí puedes probar el Atalquetzalli, que lleva cacao, flor de magnolia, hoja santa y chile; el Quetzalpapalotl, que mezcla cacao con romero, jengibre y canela, o el Yauhtli, una combinación de cacao, flor de pericón y semilla de achiote. Si prefieres algo más tradicional, también podrás disfrutar de bebidas como Chilate, Tascalate y Pozol. Además, si eres un amante del café, tienen opciones que fusionan la intensidad del espresso con el cacao.

¿Qué mejor acompañante para estas bebidas que unos tamales caseros? En Café de Andrés, podrás disfrutar de una selección de tamales tradicionales, como el de frijol, hallaca, papa adobada, mole almendrado o el Tzotobilchay, que lleva chaya, pepita de calabaza, verduras y salsa de jitomate con habanero. También tienen opciones dulces como los tamales de higo, piña, guayaba, manzana o chocolate. Si lo tuyo son los desayunos, en este café encontrarás huevos y enchiladas inspiradas en las distintas regiones de México, además de otros platillos comunes como molletes, chilaquiles o hot cakes. Por la tarde, suelen ofrecer un menú del día, perfecto para comer rico, casero y económico.

Café de Andrés no es solo un lugar para beber chocolate o disfrutar de un buen tamal. Es un espacio que honra las tradiciones gastronómicas de México, combinándolas con un enfoque moderno y accesible para todxs. Si buscas un lugar donde disfrutar de bebidas que van más allá del chocolate convencional, y un menú lleno de sabores auténticos, este pequeño rincón en la colonia Industrial es una parada obligatoria.

Con su propuesta única y un ambiente acogedor, Café de Andrés se está consolidando como un referente para quienes desean explorar los sabores ancestrales de México sin salir de la ciudad. Si te atrae la idea de conocer más sobre la rica tradición del cacao y el xocolatl, no dudes en visitar este lugar y vivir una experiencia gastronómica diferente, llena de historia y sabor.

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Dirección:
 Victoria S/N, esquina con Sotero Prieto, Colonia Guadalupe Insurgentes, Ciudad de México, CDMX
Horario: Lunes a viernes de 9:00 a 20:00 hrs.., sábado de 9:00 a 14:00 hrs., domingo de 9:00 a 17:00 hrs.
Costo por persona: Menos de $250 pesos