Todas las entradas de: Rodrigo Delgado

Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.

Metro Deportivo 18 de Marzo, un testigo del cambio urbano de CDMX

Si alguna vez has viajado por la Línea 3 o la Línea 6 del Metro de la Ciudad de México, quizá hayas pasado por la estación Deportivo 18 de Marzo, ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero. Más que un punto de tránsito, esta estación guarda una historia curiosa y un par de cambios de nombre que vale la pena conocer.

El nombre de la estación hace referencia directa al Deportivo 18 de Marzo, un centro deportivo ubicado justo al lado. Pero el deportivo no es cualquier instalación: su historia se remonta a 1943, cuando el Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal solicitó su custodia durante un congreso anual. Para 1946, ya estaba bajo la administración del sindicato, que incluso organizaba funciones de lucha libre y box para financiar su mantenimiento. ¡Sí, había que echarle ingenio!

Durante los años cincuenta, con solo un peso al mes, los usuarios podían acceder a todos sus servicios, que incluían desde alberca y gimnasio hasta canchas de tenis, frontón, campo de béisbol y arquería. Hoy sigue siendo un espacio amplio y versátil para la práctica deportiva.

Quizá algunos la recuerden como Metro Basílica, y con justa razón: originalmente, su nombre y logotipo hacían referencia a la Basílica de Guadalupe, que se encuentra a tan solo un kilómetro de distancia. Sin embargo, en 1998, cuando la estación La Villa cambió su nombre a La Villa-Basílica (por estar mucho más cerca del santuario mariano), esta estación también cambió su nombre para evitar confusiones.

Pero eso no fue todo: en los primeros planes del Metro, esta estación iba a llamarse Montevideo, en honor a la avenida cercana del mismo nombre. Así que ha tenido tres nombres a lo largo de su historia.

El ícono actual de la estación muestra a un jugador de pelota prehispánico, haciendo alusión tanto al pasado mesoamericano como a la vocación deportiva del complejo que le da nombre.

Deportivo 18 de Marzo es una estación que conecta las colonias Tepeyac Insurgentes y Lindavista. Además de las líneas 3 y 6 del Metro, aquí puedes hacer conexión con la Línea 1 del Metrobús. Por su ubicación, también está cerca de la Basílica de Guadalupe, uno de los puntos más visitados de la ciudad, tanto por turistas como por peregrinos.

En cuanto a usuarios, la Línea 3 de esta estación tuvo más de 9.4 millones de pasajeros en 2024, ubicándose entre las 30 estaciones más transitadas del sistema. En cambio, en la Línea 6, el número es mucho menor: cerca de 475 mil personas al año, lo que la coloca entre las menos utilizadas de toda la red.

Metro La Raza, historia, ciencia y un homenaje a las culturas originarias

Ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero, al norte de la capital, la estación La Raza del Metro de la Ciudad de México es mucho más que un punto de conexión entre la Línea 3 (la verde olivo) y la Línea 5 (la amarilla). Su nombre y su símbolo rinden homenaje al pasado indígena de México, pues se encuentra muy cerca del Monumento a La Raza, una pirámide monumental erigida en 1940 que celebra las culturas que florecieron antes de la llegada de los españoles.

El ícono de la estación representa justamente a este monumento, con una estructura que recuerda a las pirámides precolombinas. Fue diseñado por el escultor Luis Lelo de Larrea, y en sus costados se pueden ver esculturas que remiten a momentos clave como la Defensa de Tenochtitlán y la Fundación de México-Tenochtitlán. En lo alto, una majestuosa águila remata la obra.

La estación La Raza abrió sus puertas en agosto de 1978, sirviendo inicialmente como terminal norte de la Línea 3. Más tarde, en diciembre de 1979, esa línea se extendió hasta Indios Verdes. En 1981, entró en operación la Línea 5 en esta estación, aunque no fue sino hasta 1982 que llegó a Politécnico.

Si alguna vez te ha tocado caminar y caminar para hacer el transbordo entre las dos líneas, no te lo imaginaste: el túnel que conecta la Línea 3 con la Línea 5 mide casi 620 metros, lo que lo convirtió durante años en el transbordo más largo del Metro. Hoy sigue siendo uno de los más extensos del mundo.

Pero ese largo pasillo tiene un secreto maravilloso: es también el hogar del Túnel de la Ciencia, un espacio único en su tipo. Inaugurado en 1988 por la UNAM, fue el primer museo científico dentro de un sistema de transporte colectivo. Su misión es acercar la ciencia y la tecnología a todxs lxs usuarixs, especialmente a niñas, niños y jóvenes que transitan diariamente por la estación.

Ahí podrás encontrar exposiciones fotográficas, paneles electrónicos, hologramas, constelaciones del zodiaco y hasta cápsulas informativas sobre astronomía, matemáticas, biología y más. Todo esto mientras haces un transbordo… así que no te apresures, ¡vale la pena detenerse a mirar!

La Raza también alberga arte visual. En 2008 se inauguró el mural “Monstruos del fin del milenio” del artista Ariosto Otero, realizado con una técnica original que mezcla metal, madera, acrílico y resinas. Esta obra nos invita a reflexionar sobre los retos sociales del mundo contemporáneo.

No es sorpresa que, con tanta historia y conectividad, La Raza sea una de las estaciones con mayor afluencia del sistema. En un día laboral, llegan a pasar más de 32 mil personas por sus andenes, lo que la convierte en un punto clave para quienes se mueven por el norte de la ciudad.

La estación cuenta con varias salidas sobre la Avenida de los Insurgentes Norte, cerca del CETRAM, y conecta con colonias como Vallejo y Héroes de Nacozari. Ya sea que entres por la Línea 3 o la Línea 5, siempre estarás cerca de algo interesante: historia, ciencia, arte, o a ciertos vendedores de Movistar que se volvieron famosos… y claro, ¡una buena caminata!

Metro Tlatelolco, un viaje subterráneo por la historia de México

Viajar por el Metro de la Ciudad de México no solo es una forma práctica de moverse: también es una puerta a la historia. Un buen ejemplo es la estación Tlatelolco, ubicada en la Línea 3 del Metro, justo al norte de la ciudad. Esta estación no solo conecta con la vida urbana, también nos enlaza con siglos de historia.

La estación toma su nombre de la antigua Villa de Tlatelolco, una zona con un enorme peso histórico. En tiempos prehispánicos, Tlatelolco fue una ciudad hermana de Tenochtitlán, con su propio mercado y templo. Durante la época virreinal, se transformó en un importante centro religioso y educativo. En 1525 se levantó ahí el Convento de Santiago Tlatelolco, y más tarde, en 1537, se fundó el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, la primera institución de educación superior para indígenas nobles, impulsada por fray Juan de Zumárraga y patrocinada por el emperador Carlos V. En 1573, por orden del rey Felipe II, se construyó junto al colegio un hermoso templo que aún existe.

Ya en el siglo XX, la zona fue transformada en un gran proyecto habitacional: el Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco, levantado en los años cuarenta. El ícono de la estación representa precisamente la fachada de uno de sus edificios más representativos: la Torre Insignia, antigua sede de Banobras, que destaca por su forma triangular y su carillón de 47 campanas, un regalo del gobierno de Bélgica.

Inaugurada en noviembre de 1970, la estación Tlatelolco funcionó como terminal de la Línea 3 hasta 1978. A diferencia de muchas otras, no está bajo una gran avenida, sino incrustada dentro del conjunto habitacional, con un solo acceso a nivel calle. Desde ahí se puede salir hacia la avenida Manuel González o hacia una explanada de la unidad habitacional.

Su diseño también destaca: en el vestíbulo aún se conservan unos hermosos vitrales estilo art-decó, justo sobre las taquillas. Y en los andenes se puede admirar el mural “El Andén de los Ouróboros”, del artista Marco Zamudio, que retrata escenas cotidianas de quienes usan el Metro día a día.

Desde esta estación puedes llegar caminando a la Plaza de las Tres Culturas, donde conviven restos arqueológicos mexicas, arquitectura virreinal y edificios modernos. También está el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, el M68 Memorial del 68, el Teatro Ferrocarrilero, y por supuesto, la impresionante Torre Insignia.

Además, conecta con la Línea 3 del Metrobús, lo que facilita la movilidad en esta parte de la ciudad.

Aunque no es de las estaciones más saturadas, sigue siendo bastante transitada. En días laborales, llegan a pasar más de 19 mil personas en promedio, y en 2023 registró una afluencia anual de más de 5.5 millones de usuarios, lo que la coloca entre las 90 estaciones más concurridas del sistema.

La estación Tlatelolco no es solo un punto en el mapa del Metro: es un cruce de caminos entre el pasado prehispánico, el México virreinal, los movimientos sociales del siglo XX y la vida cotidiana de hoy. Así que la próxima vez que pases por ahí, tómate un momento para mirar a tu alrededor… y pensar en todo lo que ha pasado por ese mismo lugar.

Metro Guerrero, historia, héroes y murales bajo la ciudad

Ubicada en el corazón de la Ciudad de México, la estación Guerrero del Metro no solo conecta a miles de personas todos los días, sino que también es una ventana al pasado y al presente de un barrio con mucha historia.

Esta estación toma su nombre de la colonia Guerrero, un antiguo y tradicional barrio de la capital que fue bautizado así durante el Porfiriato en honor al general Vicente Guerrero, uno de los grandes héroes de la Independencia de México. Guerrero no solo fue un brillante estratega militar que logró importantes victorias, como la de Tamo en 1818, sino también un personaje de firme convicción: cuando su propio padre intentó convencerlo de abandonar la lucha, él respondió con la famosa frase “La patria es primero”.

Esa misma fuerza e identidad están presentes en la estación del Metro. Su logotipo muestra la silueta del general Guerrero con el uniforme militar de la época, y los muros de la estación están decorados con coloridos murales de mosaico que rinden homenaje a su legado. Si viajas por la Línea B, también encontrarás enormes murales dedicados a otro ícono popular: la Lucha Libre.

La estación Guerrero es un punto de trasbordo entre la Línea 3, que atraviesa la ciudad de norte a sur desde 1970, y la Línea B, que entró en funcionamiento en 1999 para conectar el noreste de la capital con el Estado de México, en dirección a Ecatepec. Gracias a esto, miles de usuarixs transitan por aquí cada día, aunque curiosamente, no es una de las estaciones más transitadas del sistema.

Además de su importancia como nodo de transporte, la estación tiene salidas que te llevan directo a sitios muy interesantes. Por ejemplo, está a unos pasos del famoso Tianguis Cultural del Chopo —que se instala los sábados cerca de la Biblioteca Vasconcelos— o de la Casa-Museo Rivas Mercado, hogar del arquitecto del Ángel de la Independencia.

La colonia Guerrero, donde se ubica esta estación, es una de las más antiguas de la ciudad. Su traza urbana cubre parte de lo que fue el barrio prehispánico de Cuepopan. En sus calles todavía puedes encontrar edificios del siglo XIX, vecindades tradicionales, y sitios históricos como el Templo de San Fernando, el mausoleo de Benito Juárez y el centro cultural La Nana, ubicado en una antigua subestación eléctrica.

Curiosamente, muchas de sus calles llevan los nombres de héroes nacionales: Allende, Matamoros, Mina, Pedro Moreno, entre otros. Una forma muy simbólica de caminar por la historia.

En resumen, el Metro Guerrero es mucho más que una estación de paso. Es un reflejo de la historia nacional, del arte urbano y de la vida cotidiana de uno de los barrios más tradicionales de la Ciudad de México.

Iglesia de San Miguel Arcángel, el corazón discreto de San Miguel Chapultepec

Un templo con historia, arte y fe en medio del crecimiento urbano

Escondida entre los árboles que embellecen las calles de San Miguel Chapultepec, la Iglesia de San Miguel Arcángel se levanta como un remanso de paz y tradición en uno de los barrios más antiguos y encantadores de la Ciudad de México. Aunque a veces pasa desapercibida por quienes no conocen bien la zona, esta iglesia es la principal parroquia del vecindario y una joya histórica con más de un siglo de existencia.

Una construcción que desafió al tiempo

La planeación de esta iglesia comenzó en 1891, cuando aún se conocía como San Miguel de Tacubaya, antes de que la zona se integrara oficialmente a la ciudad. Sin embargo, los tiempos no fueron fáciles: la Revolución Mexicana interrumpió varias veces su construcción, y la parroquia tuvo que esforzarse durante décadas para avanzar poco a poco en su edificación.

Fue hasta la década de 1940 cuando la iglesia empezó a adquirir la forma que conserva hoy en día. Entre 1945 y 1948, tomó la planta en cruz latina, aunque con un ala oeste más amplia que la este. Más adelante, entre 1979 y 1982, se realizó una importante remodelación para mantenerla en buen estado.

Más que una iglesia

A un costado de la parroquia se encuentra la Capilla de la Adoración, un espacio más pequeño donde se celebran reuniones y eventos íntimos. Del otro lado está la Vicaría de Cristo Rey, que funge como sede episcopal y coordina a cerca de 99 iglesias en las alcaldías Miguel Hidalgo, Cuajimalpa y Cuauhtémoc.

Arte y devoción al arcángel

Como su nombre lo indica, el templo está dedicado a San Miguel Arcángel, y muchas de las obras de arte que adornan su interior y su fachada lo representan en distintas formas. La colección artística es considerable y refleja la profunda devoción de su comunidad.

Aunque hay templos cercanos con estructuras más llamativas —como La Sabatina, cuya gran cúpula domina el horizonte de San Miguel Chapultepec—, la Iglesia de San Miguel Arcángel sigue siendo un punto de referencia espiritual e histórico para el barrio.

Si alguna vez paseas por San Miguel Chapultepec, no dudes en asomarte a esta iglesia discreta pero llena de historia. Tras sus muros de tezontle y su fachada sobria, encontrarás un espacio de calma, fe y belleza que ha acompañado a generaciones enteras.

Iglesia Metodista El Mesías, un remanso de historia y arquitectura en Avenida Balderas

En medio del constante ir y venir de la Avenida Balderas, a unos pasos de la Alameda Central, se alza la Iglesia Metodista El Mesías, un templo que ha sido símbolo de estabilidad y fe desde hace más de un siglo. Su sobria y elegante fachada ofrece una pausa visual y espiritual en una de las zonas más bulliciosas del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Una historia que comenzó en el siglo XIX

La historia de esta iglesia está íntimamente ligada a la llegada del metodismo a México. Fue en 1873 cuando el obispo John Christian Keener arribó desde Estados Unidos con la misión de establecer la Iglesia Episcopal del Sur. Se unió a Sóstenes Juárez, una figura clave del protestantismo mexicano, y juntos asentaron su comunidad en la antigua capilla de San Andrés, cerca del actual Museo Nacional de Arte.

Años más tarde, en 1885, la congregación adquirió un terreno en la entonces calle de la Acordada —hoy Balderas—, en lo que en ese momento era el extremo occidental de la ciudad. Allí comenzaron la construcción de un nuevo templo, que se convertiría en la primera sede metodista establecida por esta rama en la capital mexicana.

Una joya arquitectónica con materiales muy mexicanos

El diseño de la iglesia fue obra del ingeniero Russell C. Cook, quien eligió materiales muy representativos: tezontle para los muros, basalto de Culhuacán para cimientos y revestimientos, y chiluca de Tepepan para los finos detalles en cantera. Las hermosas vidrieras llegaron desde San Luis Potosí, y aún hoy llenan de color la luz que entra al templo.

La construcción culminó en 1899, y el nuevo templo fue consagrado el 11 de febrero de 1901. Desde entonces, El Mesías se convirtió en un lugar emblemático para la comunidad metodista del país.

Con el paso del tiempo, la iglesia ha crecido. En 1930, las ramas norte y sur del metodismo en México se unificaron, y desde entonces El Mesías ha ampliado sus instalaciones con un anexo que hoy alberga muchas de las actividades culturales, sociales y espirituales que ofrece a la comunidad.

Hoy en día, esta iglesia comparte la cuadra con otros templos protestantes históricos, como la iglesia presbiteriana Príncipe de Paz, y se encuentra muy cerca de la ruina de la Antigua Iglesia Anglicana de Cristo. Todas estas construcciones son testimonio de una etapa poco conocida pero fundamental en la historia religiosa de México.

La Iglesia Metodista El Mesías es mucho más que un edificio antiguo: es parte viva del patrimonio histórico y espiritual de la Ciudad de México. Si pasas por Balderas, date un respiro, observa su arquitectura y, si puedes, entra a conocer este espacio de calma y reflexión.

Iglesia de la Sagrada Familia, una joya modernista en la colonia Portales

Luz, arte y arquitectura a unos pasos del Metro Portales

Si andas por la colonia Portales y te gustan los edificios con historia y estilo, no puedes dejar pasar la oportunidad de visitar la Iglesia de la Sagrada Familia, un templo que llama la atención por su imponente diseño modernista de los años 60.

Desde fuera, lo primero que salta a la vista es su enorme vidriera de colores que corona la entrada principal. También destaca su altísimo campanario, que se ha vuelto un punto de referencia para quienes caminan por esta zona del sur de la Ciudad de México.

La iglesia fue construida entre 1960 y 1967, y su diseño estuvo a cargo del reconocido arquitecto Enrique Carral Icaza, el mismo que diseñó el antiguo Centro Manacar de Insurgentes, participó en la construcción del Aeropuerto Internacional de la CDMX y dejó su huella en el monumental Fraccionamiento El Rosario.

Carral diseñó una iglesia que ocupa toda la manzana. Además del templo principal, el conjunto incluye oficinas y dependencias parroquiales en la parte trasera y al norte del predio. La estructura principal es sencilla: una nave única rectangular, de decoración sobria pero con elementos artísticos que no pasan desapercibidos.

El interior del templo está lleno de detalles que vale la pena descubrir. Las vidrieras multicolores son el principal atractivo: llenan el espacio de luz y color, creando un ambiente sereno y acogedor. También encontrarás esculturas alargadas de santos y otras piezas de arte religioso que adornan el lugar con discreción y elegancia.

La iglesia está ubicada muy cerca de la Línea 2 del Metro. De hecho, es una buena parada si te diriges al Museo del Transporte Eléctrico, ya que ambos lugares están a unos 15 minutos caminando uno del otro. Así que si planeas un paseo por la zona, puedes incluir en tu recorrido esta iglesia que combina fe, arte y arquitectura de una forma muy especial.

La Iglesia de la Sagrada Familia es mucho más que un templo: es un ejemplo vivo del diseño modernista mexicano y un lugar que invita a la contemplación, tanto por dentro como por fuera. ¡No dejes de conocerla!

Nuestra Señora Aparecida de Brasil, un espacio de fe, arte y arquitectura en Jardín Balbuena

En el corazón de la colonia Jardín Balbuena, al inicio de la calle Lorenzo Boturini y frente a las famosas viviendas Kennedy, se alza una de las iglesias más sorprendentes de la Ciudad de México: Nuestra Señora Aparecida de Brasil, una obra que combina arquitectura moderna, historia latinoamericana y arte sacro.

Este templo fue diseñado a finales de los años 50 por el arquitecto Jorge Molina Montes, discípulo del célebre Félix Candela. Siguiendo la tradición de su maestro, Molina empleó paraboloides hiperbólicos —esas curvas tan características del modernismo mexicano— para crear una estructura monumental que, aún hoy, domina el paisaje urbano de la zona.

La iglesia celebró su primera misa en 1959, en una época en que gran parte del área aún no había sido urbanizada. Décadas más tarde, en 2020, sufrió un fuerte incendio, pero fue restaurada con gran cuidado, y actualmente sigue siendo un punto de referencia tanto espiritual como arquitectónico en Venustiano Carranza.

Inspirada en la patrona de Brasil

La parroquia está dedicada a Nuestra Señora Aparecida, advocación mariana profundamente venerada en Brasil. La historia cuenta que, en 1717, unos pescadores encontraron una pequeña imagen de barro de la Virgen María en sus redes, en el río Paraíba, cerca de São Paulo. Aquella aparición se convirtió en un símbolo nacional, y en 1929 fue proclamada oficialmente como patrona del país.

Vitrales que cuentan 500 años de fe

Uno de los mayores tesoros del templo son sus vitrales monumentales, diseñados por Fray Gabriel Chávez de la Mora, un arquitecto y monje benedictino que ha dejado huella en varios recintos religiosos de México. A petición del padre Francisco Cipriani en 1983, Fray Gabriel creó una obra que cubre 600 metros cuadrados de ventanales con una narrativa visual de la evangelización en América Latina.

Estos vitrales no solo llenan el templo de luz y color, sino que están diseñados para ser una sola obra continua. Cada sección representa pasajes clave de la expansión del cristianismo en el continente, desde la cruz redentora hasta la Trinidad, pasando por momentos esenciales como el Acontecimiento Guadalupano y el Sínodo de Aparecida, ambos pilares fundamentales del catolicismo latinoamericano.

La iglesia se encuentra en Francisco del Paso y Troncoso 307, a tan solo unos minutos caminando de la Esplanada Venustiano Carranza y el Centro Cultural Carranza. Es un sitio ideal para quienes buscan un momento de paz, admirar la arquitectura moderna o contemplar una de las expresiones más bellas de arte sacro contemporáneo en la ciudad.

Kajatza, pan de masa madre y productos artesanales en Lindavista

Lindavista siempre me ha parecido el modelo ideal de colonia para vivir. Más allá de que pasé mi infancia ahí, siento que es una zona donde, al menos hasta hace poco, las y los vecinos solían conocerse, saludarse al pasar y compartir espacios comunes con calidez. Es de esos lugares donde todavía puedes encontrar auténticas tiendas y cafés pensados para el barrio y desde el barrio. Una colonia en la que te reciben con amabilidad y en la que, salvo contadas excepciones (como la famosa tienda de los güeros), puedes sentirte bienvenida o bienvenido.

Por eso, cuando supe que habían abierto una panadería justo en la esquina de la casa donde crecí, no pude resistirme a desviarme para probar el pan de masa madre de Kajatza.

Al llegar me encontré con un local diminuto. Que digo pequeño: una rendija de puerta de metro y medio, con un mostrador del mismo tamaño desde donde se asomaba una vitrina llena de pan dulce. Donas, conchas, roles de canela, muffins… todo fresco y bien presentado. Encima del mostrador, algunas baguettes y chapatas, además de productos artesanales en conserva: café, salsa macha y miel. Eso era todo. Y con eso, bastaba.

Como era algo tarde la primera vez que pasé, me llevé solo una dona y una baguette. Y la verdad, ambas estaban buenísimas. Días después regresé a la zona y, esta vez, no me contuve: me llevé un rol, una concha, una chapata, otra baguette y, ya que estaba ahí (y aprovechando el precio), un frasco de miel monofloral producida en Tlaxcala… porque sí, Tlaxcala sí existe.

Kajatza es un lugar pequeño y sin pretensiones, pero con lo esencial para empezar o cerrar el día como se debe: con buen pan y café de verdad. Es una panadería de barrio, donde la masa madre y la bollería tradicional se hacen presentes para ofrecer probablemente el mejor pan de Lindavista. Así que, si vives, trabajas o simplemente pasas por la colonia y estás buscando una alternativa real a las panaderías industriales disfrazadas de barrio, date una vuelta por Kajatza. No te vas a arrepentir.

Visitar Kajatza no es solo comprar pan: es reconectar con el barrio, con los sabores bien hechos y con esa sensación —cada vez más rara— de que todavía hay rincones donde todo sabe a hogar.

Prepara tu Visita
Dirección:
 Sierravista #365 Bis (la entrada es sobre Salaverry), Lindavista Norte, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Menos de $200 pesos
Horario: Lunes a domingo de 9:00 a 21:00 hrs.
Instagram: instagram.com/kajatza
Facebook: facebook.com/Kajatza

Luna Maya, un oasis de sabores yucatecos en la San José Insurgentes

Era viernes por la tarde y me encontraba en San José Insurgentes buscando algo para comer. Pero, al ser Semana Santa, casi todos los restaurantes estaban cerrados. Sí, estaban las típicas taquerías caras —famosas por su relación con el “desvivimiento” de Paco Stanley—, también algunos restaurantes de franquicia sobre Río Mixcoac, e incluso un lugar de comida china. Pero nada de eso se me antojaba. Yo quería algo reconfortante, casero, con sabor.

Fue así que, mientras paseaba sin rumbo por las calles de la colonia, me topé con Luna Maya, sobre José María Velasco. No, no me refiero a Luna Maya Sugeng, la actriz indonesia; me refiero al restaurante de comida yucateca. Y qué bueno que lo encontré.

Al entrar me encontré con un lugar discreto pero acogedor. En el salón principal hay unas seis u ocho mesas, y afuera, un pequeño patio con otra mesa más donde puedes sentarte a comer disfrutando del buen clima. La atmósfera es tranquila, sin pretensiones.

A diferencia de otros restaurantes yucatecos en la CDMX, la carta de Luna Maya es más extensa. La reina, claro, es la cochinita pibil, que puedes pedir en diferentes presentaciones. Pero también hay una buena variedad de platillos yucatecos tradicionales, además de algunas recetas reinventadas por la casa.

Si vas por la mañana, puedes elegir entre distintos desayunos chilango-yucatecos. Desde unos tradicionales huevos rancheros hasta chilaquiles con longaniza de Valladolid, pasando por huevos motuleños, omelette Luna Maya (con cochinita y queso manchego), omelette de pastor yucateco o molletes con huevo.

Todos los desayunos incluyen frijoles colados, tortilla o pan, y café o . Es decir, un desayuno completo y sustancioso desde $120 pesos. Y si después de comer aún necesitas un boost de cafeína, puedes pedir alguna de las bebidas de café que ofrecen: espresso, capuchino, moka o latte.

Si llegas por la tarde y traes antojo de algo más contundente, te puedes arrancar con un queso de bola fundido (sí, el de las marquesitas), unos codzitos, un consomé de pavo, una sopa de lima o una crema de tres quesos (queso de bola, queso crema y manchego).

Después puedes entrarle a las clásicas flautas o tacos de cochinita, a una tranca (torta campechana en pan francés) o, si no traes antojo de cochinita —aunque eso sea herejía en un yucateco—, puedes probar el pavo, ya sea en panucho, salbute, taco o torta.

Pero lo que yo más recomiendo, además de los salbutes, es el frijol con puerco, porque su sazón me transportó directo a los guisos que hacía mi abuela. Una delicia que, honestamente, no se encuentra fácil en la ciudad.

¿Mucha hambre y poco presupuesto?

Esto tampoco es problema. En Luna Maya puedes armar tu combo con sopa, arroz o consomé de pavo, ensalada verde y un plato fuerte (incluye agua del día), por $150 o $190 pesos, dependiendo de lo que elijas.

Y si lo que quieres es llevar el sabor a casa, puedes pedir cochinita o pavo en su jugo para compartir. Desde medio kilo, acompañado de frijoles colados, cebolla encurtida, habanero y salsa de la casa.

Luna Maya es un pequeño oasis yucateco escondido en las calles de San José Insurgentes. Un restaurante sencillo, cálido, sabroso y accesible, donde puedes comer bien desde $150 pesos. Ideal si trabajas o vives por la zona… o si simplemente te quieres consentir con algo del sureste sin salir de la ciudad.

Prepara tu Visita
Dirección:
 José María Velasco #80, San José Insurgentes, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: De $150 a $350 pesos
Horario: Lunes a domingo de 9:00 a 21:00 hrs.
Página Web: lunamaya.com.mx
Instagram: instagram.com/lunamaya.sazon
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Twitter: x.com/RestauranteMaya