Todas las entradas de: Rodrigo Delgado

Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.

Kim Ji-Young, nacida en 1982 una novela de Cho Nam-joo que desató una revolución en Corea del Sur

Kim Ji-Young, nacida en 1982 es solo una mujer. Una más, como las miles y miles que nacieron y viven en Corea del Sur. Esposa y madre, lleva una vida tan ordinaria que no podría llamarse de otra forma que Kim Ji-Young, el nombre más común entre las mujeres nacidas en Corea ese año. Sin embargo, un día cualquiera, algo cambió: comenzó a hablar con “la voz” de una de sus mejores amigas, fallecida poco tiempo antes. Después, empezó a hablar como otras mujeres que habían sido parte de su vida.

¿Kim Ji-Young estaba fingiendo o había perdido la razón? ¿Qué fue lo que la llevó a actuar así? A partir de ese episodio, la protagonista inicia un viaje por su infancia y juventud, reviviendo todos esos momentos que, aunque aparentemente comunes, la moldearon como mujer. Una mujer crítica que, aunque nunca se había rebelado, termina cuestionando —sin proponérselo del todo— ese sistema patriarcal que la oprimió y la silenció desde pequeña.

Kim Ji-Young, nacida en 1982 es la tercera novela de la escritora surcoreana Cho Nam-joo. Aunque narra una historia sencilla y aparentemente sin relevancia, se convirtió en un fenómeno literario en Corea del Sur, con más de un millón de ejemplares vendidos. Fue el punto de partida de uno de los movimientos feministas más radicales del país: el 4B o “Cuatro Noés” (no al matrimonio, no a los hijos, no al sexo y no a las citas con hombres). Además, la novela inspiró las llamadas “leyes Kim Ji-Young”, una serie de reformas para combatir la discriminación de género en el ámbito laboral.

¿Cómo es que una historia tan cotidiana llegó tan lejos? Precisamente porque no es extraordinaria. Es una historia que refleja la realidad de millones de mujeres en todo el mundo, más allá de las diferencias culturales. A través del relato de la vida de Kim Ji-Young, la autora expone con crudeza las múltiples formas de machismo y violencia de género: la brecha salarial, el acoso sexual, la discriminación hacia las madres, la invisibilización del trabajo doméstico. Realidades tan comunes y normalizadas que muchas veces pasan desapercibidas, incluso para quienes las viven.

Más que una novela, Kim Ji-Young, nacida en 1982 es un ensayo ficcionalizado. Cho Nam-joo utiliza datos duros, estudios y bibliografía especializada que aparecen sutilmente en el texto, para desmontar la estructura patriarcal incrustada en la sociedad coreana —y por extensión, en muchas otras—. Su objetivo es claro: sacarnos de la comodidad de lo “normal” y hacernos reflexionar sobre cómo hemos aceptado, casi sin cuestionarlo, un sistema que oprime a la mitad de la humanidad.

En tiempos donde el feminismo sigue siendo tergiversado y combatido, libros como este nos recuerdan el poder transformador de las historias personales. Kim Ji-Young, nacida en 1982 no solo visibiliza lo que muchas mujeres callan; también da voz a una generación que se cansó de vivir en silencio. Una lectura imprescindible para quienes quieren entender —y cambiar— el mundo en el que vivimos.

Chiandoni, tradición heladera chilnanga desde 1939

¿Me creerías si te dijera que, gracias a la Primera y la Segunda Guerra Mundial, hoy tenemos una de las heladerías más tradicionales de la Ciudad de México? No, la heladería no fue una consecuencia directa de los conflictos bélicos, pero sí lo fue la decisión de Pietro Chiandoni de abandonar Italia debido a las Guerras. Su destino lo llevó hasta México, donde en 1939 fundaría la entrañable Heladería Chiandoni.

Tras la Primera Guerra Mundial, Europa quedó devastada económica y emocionalmente. Las tensiones políticas persistían y ya se vislumbraba un nuevo conflicto armado. En ese contexto, Pietro —un joven de quince años originario de Udine, tierra reconocida por su tradición heladera— dejó su país natal y viajó a la Ciudad de México, donde lo recibieron sus tíos.

El sueño de Pietro era convertirse en uno de los luchadores más legendarios del pancracio mexicano, y casi lo logró: fue uno de los primeros rudos del país. Mientras perseguía su vocación luchística, también trabajaba en La Nueva Italia, la heladería de sus tíos. ¿Te suena el nombre? Hasta hace pocos años fue una de las más antiguas del entonces Distrito Federal, ubicada en la colonia Roma. Cerró sus puertas en plena pandemia tras 97 años de historia. Tan icónica era, que Carlitos —el protagonista de Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco— acudía allí por su helado favorito.

Después de varios años entre el ring y los barquillos, en 1939 Pietro Chiandoni logró abrir su propia heladería en la recién inaugurada colonia Nápoles. La llamó Chiandoni y se dedicó a ofrecer helados artesanales de una amplia variedad de sabores, además de café y postres helados tradicionales como la deliciosa Cassata. Pronto conquistó el corazón de lxs vecinxs y de quienes asistían a la Plaza de Toros y, más tarde, al Estadio Azul. Su éxito fue inmediato.

Aunque Pietro ya no está, Chiandoni sigue en manos de la familia adoptiva. Hoy la administran los hijos de Carmen Montaño, una de las primeras empleadas de Pietro, a quien él siempre trató como una hija más (pero esa historia merece contarse aparte).

Casi cien años después, Chiandoni sigue más viva que nunca. Las familias que llevan generaciones visitándola y las nuevas que la han descubierto en redes sociales mantienen su espíritu intacto. La heladería no solo conserva sus recetas tradicionales, sino también su mobiliario y uniformes de antaño, lo que hace que entrar ahí sea como viajar en el tiempo a una cafetería de los años cincuenta.

En cuanto a la carta, hay dos tipos de helados: los de crema y los de agua, disponibles en distintos tamaños y presentaciones (vaso o barquillo). Algunos sabores que puedes encontrar son vainilla, chocolate, pistache, avellana, coco, plátano, elote, piñón, cajeta, tamarindo, mango, zapote y guanábana, entre muchos otros. También ofrecen postres como el Sundae, el Souvenir Chiandoni, el Mamey o Naranja Glacé, el Espumoni, la Cassata y el Bisquit Tortoni. Y si prefieres algo caliente, puedes pedir un café o chocolate.

Chiandoni no es una heladería común. No es de esas donde compras un helado y sales caminando. Es una heladería como las de antes, donde te sientas en una mesa, eres atendidx por un mesero uniformado y disfrutas del postre con calma. Es un lugar que nos recuerda el México de nuestros padres y abuelxs, donde las prisas no existían y los placeres simples —como un buen helado— se saboreaban sin prisa. Aunque no es un lugar barato, cada visita vale la pena: por la calidad, por la historia, y por ese sabor a nostalgia que pocos lugares pueden ofrecer.

Chiandoni no es solo una heladería: es un pedazo vivo de la historia chilanga que sigue derritiendo corazones, cucharada a cucharada.

Prepara tu Visita
Costo por persona: Menos de $250 pesos
Instagram: instagram.com/heladoschiandoni
Facebook: facebook.com/HeladosChiandoni

Sucursal Nápoles
Pennsylvania #255, Colonia Nápoles, Ciudad de México, CDMX

Sucursal Periusur
Periférico #4690, Jardines del Pedregal (Dentro de Terraza Palacio), Ciudad de México, CDMX

Sucursal Santa Fe
Vasco de Quiroga #3800. Lomas de Santa Fe (Dentro de Terraza Palacio), Ciudad de México, CDMX

Abraszarte, una historia donde la moda se convierte en acto de amor y redención en el Foro La Gruta (Centro Cultural Helénico)

Gracias a su madre, Hugo creció entre rollos de telas e hilos finos. Desde pequeño, se obsesionó con el mundo de la moda y soñó con convertirse en un diseñador tan creativo e influyente como Yves Saint Laurent. Cada vez que tenía un momento libre, corría a la tienda de Beatriz, su mamá, para perderse entre los aromas y las texturas de los textiles que vendían.

Un día, al no tener clases, Hugo decidió ir a ayudar a su madre. Ella, aprovechando su presencia, salió a comer su Subway al centro comercial, en lugar de quedarse en el local como solía hacerlo. Mientras atendía a dos clientas, Hugo disfrutaba del ambiente de la tienda cuando, de pronto, el dueño del local vecino —un adicto al café— irrumpió de forma acelerada. Le pidió que cerrara la tienda de inmediato y corriera al otro lado del centro comercial: “¡Algo le pasó a tu mamá!”, exclamó.

Al llegar, Hugo se encontró con una escena insólita y, para él, aterradora: su madre había abofeteado a Marisa, la vecina con la que llevaba años enemistada. El golpe fue tan certero que, al impactar los lentes de Marisa, le abrió la ceja, provocándole una aparatosa hemorragia. Por recomendación de un policía, Marisa decidió levantar cargos.

Así, Beatriz pasó de ser la respetada dueña de una tienda de telas a convertirse en “la agresora del centro comercial”, señalada por sus vecinos. Antes de ser sentenciada, debía enfrentar un juicio. Fue entonces cuando Hugo, guiado por una versión imaginaria de Yves Saint Laurent, decidió crear el atuendo perfecto para su madre: un vestido que proyectara fuerza, pero también inocencia. Porque, al final, la ropa también habla por nosotros.

Abraszarte es una obra de teatro escrita por Michel Marc Bouchard y dirigida por Alonso Íñiguez. Nos cuenta la historia de Hugo, un joven apasionado por la moda que busca redimir a su madre a través del diseño. Mientras se sumerge en esta misión, se revelan heridas familiares, emociones contenidas y un mensaje poderoso: el sufrimiento también puede nutrir la creatividad.

La historia cobra vida gracias a un elenco sólido conformado por Natalia Traven, Pedro Mira, Pablo Marines, Paloma Arredondo y Fernando Memije. Cada intérprete encarna a su personaje con vocación, convicción y oficio, logrando una conexión auténtica con el público. Bajo la dirección sensible y precisa de Alonso Íñiguez (Noche de Reyes, Pulmones, La golondrina), la obra se despliega con una fluidez escénica que evita los clichés y aprovecha al máximo cada recurso teatral.

La escenografía, diseñada por Eva Aguiñaga, cumple una función fundamental: no solo ambienta, sino que añade profundidad literal y simbólica a la puesta en escena. Con estética y agilidad, contribuye a que el espectador se sienta dentro del universo emocional de los personajes.

La puesta en escena es un vaivén de emociones que transita con naturalidad de la comedia al drama más visceral. Ese drama que todas las familias esconden —o intentan esconder—, pero que, tarde o temprano, termina saliendo a la luz.

Abraszarte es un espejo que nos recuerda que la belleza puede surgir del caos, y que la moda, más allá de la estética, también puede ser un acto de amor, resistencia y redención.

Datos Generales
Lugar: Foro La Gruta, Centro Cultural Helénico – Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn, Ciudad de México, CDMX
Costo del Boleto: $410 pesos (lo miércoles hay 2×1 en la compra de boletos)
Funciones: Viernes 20:00 hrs., sábados y domingos 18:00 hrs.
Fecha de la temporada: Del 25 de abril al 18 de mayo de 2025.
Dramaturgia: Michel Marc Bouchard
Dirección: Alonso Íñiguez
Actuaciones: Natalia Traven, Pedro Mira, Pablo Marines, Paloma Arredondo y Fernando Memije

Que no muera la aspidistra, una crónica de George Orwell sobre la guerra contra el dios Dinero

Gordon Comstock era un hombre culto. Un poeta que, por necesidad, se había visto obligado a trabajar como redactor publicitario, escribiendo los copys de los grandes productos que arrasaban con el mercado inglés de la década de 1930. Aunque ganaba bien en la agencia New Albion, no se sentía realmente feliz ni cómodo con su trabajo. Y es que, desde hacía algún tiempo, Gordon había comprendido que su oficio solo contribuía a alimentar la devoción por el dios Dinero, contra el cual él había decidido declararse en abierta rebelión.

Pero, bajo la fina superficie del fraude comercial, se escondía una realidad mucho más profunda: se percató de que el culto al dinero había sido elevado a la categoría de religión. Y esta realidad se le antojó cada vez más evidente. Tal vez sea la única religión real que nos queda, la única que verdaderamente «practicamos». El dinero ocupa el lugar de Dios.

Por eso abandonó su prestigioso empleo y se refugió en una librería destartalada, donde apenas ganaba unos chelines a la semana, pero podía convivir con su más grande pasión: la poesía. Gordon era un poeta publicado y, aunque su primer libro fue bien recibido por la crítica, apenas logró vender unas cuantas copias. Sin embargo, eso no lo desanima: está convencido de que su nuevo proyecto, un poema épico titulado Los Placeres de Londres, marcará un antes y un después en la literatura inglesa.

El primer efecto de la pobreza es que mata el pensamiento.

Pero declararle la guerra al dinero en un mundo regido por el dios Dinero no es tarea fácil. Con un salario miserable, Gordon apenas puede cubrir sus necesidades más básicas. Y aunque esto era parte de su plan, pronto descubre que el dinero no solo compra comida o techo, sino también tiempo, libertad, relaciones y hasta amor. En su mundo, no se puede comer sin dinero, ni leer, ni tener amigos, ni siquiera amar sin que medie alguna transacción económica.

Porque, después de todo, ¿qué hay detrás de todo eso sino dinero? Dinero para una educación esmerada, dinero para trabar amistades influyentes, dinero para disfrutar de tiempo libre y de tranquilidad mental, dinero para los viajes a Italia. El dinero escribe libros y el dinero los vende. iOh, Señor, no me concedas rectitud, sino dinero, sólo dinero!

Que no muera la aspidistra es la tercera novela —cuarta obra literaria— de George Orwell. En ella relata la historia de un hombre que lucha por mantenerse fiel a sus convicciones, alejándose lo más posible del culto al capital. Como muchas de sus obras (salvo Rebelión en la granja y 1984), tiene un tono autobiográfico que nos permite entender mejor la vida de Orwell y los dilemas éticos que marcaron su pensamiento, obra y acciones.

El bien y el mal ya no importan, salvo cuando van ligados al éxito y al fracaso. De ahí la profunda conexión entre el bien, la bondad, y el éxito. Los diez mandamientos se reducen a dos: «ganarás dinero», dirigido a los jefes, que son los elegidos, los sumos sacerdotes del dios del dinero; y «no perderás tu trabajo», que atañe a los empleados, esa gran masa de esclavos y subordinados.

Más allá del valor autobiográfico —pues Orwell también trabajó en una librería y vivió en carne propia la precariedad económica—, Que no muera la aspidistra es una novela que vale la pena por su prosa ágil, su tono sombrío y su crítica mordaz a la modernidad. A través de la historia de Gordon, Orwell nos invita a reflexionar sobre los costos humanos del progreso industrial y del dominio de la publicidad: un mundo donde producir riqueza importa más que preservar la vida o la dignidad. Un mundo donde incluso los médicos, hospitales y farmacéuticas estarían dispuestos a dejarte morir si no puedes pagar por tu cura.

El tema del dinero todavía lo atormentaba. ¿Cómo se puede hacer el amor cuando tu mente sólo piensa en los ocho peniques que tienes en el bolsillo?

Lejos de ofrecer respuestas fáciles, Orwell nos deja frente a una pregunta inquietante: ¿es posible vivir fuera del sistema sin quedar excluido de todo lo que hace que valga la pena vivir? Que no muera la aspidistra no es solo una crítica al capitalismo; es también un retrato honesto del precio que se paga por querer ser libre.

Ahoradespués, el monólogo con Jesús Zavala que reflexiona sobre lo que no dijimos a tiempo en La Teatrería

21 de junio de 2009. Ese Día del Padre, las Chivas se enfrentaron a los Tuzos del Pachuca en el Estadio Jalisco. Diego asistió al partido con su papá para apoyar al Rebaño Sagrado, solo para verlo perder por un gol de un jugador desconocido. Era la primera vez que iban juntos al estadio… y también sería la última. Tres meses antes, al padre de Diego le habían diagnosticado cáncer de pulmón, ya en etapa de metástasis.

Ese mismo domingo, justo ese Día del Padre, su papá se descompensó. Fue ingresado a cuidados intensivos y falleció horas más tarde en el hospital.

Durante todo el partido, Diego lloró por dentro al sentir que su padre se le escapaba. Esa noche tuvo sueños extraños, y al día siguiente —mientras su padre seguía en terapia intensiva— tuvo que ir a la escuela a presentar su examen final de biología, aunque no tenía cabeza para nada. Para colmo, su vecino lo regañó porque la enredadera del jardín había invadido su terreno. Diego, furioso y abrumado, solo pudo responder que tenían una emergencia y que la recortaría “ahoradespués“.

Ahoradespués, esa expresión tan mexicana que funciona como un sinónimo de ahorita, ese tiempo indefinido entre el presente y el nunca.

Ahoradespués es también el título del monólogo escrito por Guido Zappacosta, donde Diego —interpretado por Jesús Zavala (sí, el mismo Hugo Sánchez de Club de Cuervos)— nos lleva a revivir las últimas 24 horas de vida de su padre, aquel domingo 21 de junio. Pero el recuerdo no se queda solo en el hospital o en el momento en que su papá se descompensa; también nos transporta a otros episodios de su vida, que ayudan a entender mejor a Diego y su relación con su padre.

Es una puesta en escena íntima y sencilla, pero profundamente conmovedora. Un viaje emocional sostenido por la actuación de Jesús Zavala, quien interpreta con sensibilidad y matices a un personaje entrañable, complejo y lleno de humanidad. La escenografía, aunque sencilla, cumple una función poderosa: una cama de hospital, asientos de estadio, un aro de basquetbol, una mesita con teléfono, un letrero de cerveza Corona… todo envuelto por una jungla de plantas. Al principio, estos elementos parecen no tener relación entre sí, pero conforme avanza la obra, revelan su significado y se integran de forma orgánica al relato.

Ahoradespués es un monólogo emocional, una obra que no solo nos cuenta la muerte del padre de Diego, sino que nos permite sentir lo que él sintió: la tristeza, el enojo, la ternura, la confusión, la felicidad, la nostalgia y el amor. Es también una invitación a reflexionar sobre el duelo, la memoria y los momentos —buenos y malos— que nos han formado como personas.

Datos Generales
Lugar: La Teatrería – Tabasco #152, Colonia Roma Nte, Ciudad de México, CDMX
Costo del Boleto: $350 y $500 pesos
Funciones: Lunes 20:30 hrs.
Fecha de la temporada: Del 5 de mayo al 4 de agosto de 2025.
Dramaturgia: Guido Zappacosta
Dirección: Alonso Íñiguez
Actuaciones: Jesús Zavala

Casa Luis Barragán, un rincón de arte y magia en la CDMX

En el corazón de la colonia Daniel Garza, al poniente de la Ciudad de México, hay un pequeño tesoro que guarda la esencia de uno de los arquitectos más queridos de México: la Casa Luis Barragán. Construida en 1948, esta casa-taller fue el refugio, laboratorio de ideas y hogar de Luis Barragán, un creador que supo mezclar lo tradicional y lo moderno como pocos en el mundo.

Esta joya arquitectónica ocupa 1162 metros cuadrados —entre construcción y áreas verdes— y está tan bien conservada que parece que Barragán todavía anda por ahí pensando en su próximo proyecto. De hecho, es uno de los pocos lugares en América Latina que la UNESCO ha nombrado Patrimonio Mundial, ¡y no es para menos! Cada rincón de esta casa refleja el genio de Barragán: sus muros sobrios y sus espacios íntimos te invitan a desconectarte del bullicio y a conectar con la belleza sencilla y profunda.

La elección de su ubicación dice mucho: en lugar de instalarse en los exclusivos Jardines del Pedregal (que él mismo ayudó a diseñar), Barragán prefirió el ambiente popular de Tacubaya, rodeado de vecindades, tienditas y talleres. Su fachada discreta se camufla entre las construcciones del barrio, pero basta cruzar la puerta para descubrir un mundo de colores, texturas y luces pensado para la contemplación.

Hoy, la Casa Luis Barragán funciona como museo. Eso sí, solo puedes visitarla en recorridos guiados para grupos —porque este lugar se cuida con todo el cariño que merece. Si quieres lanzarte, la estación de Metro más cercana es Constituyentes, así que no hay pretexto para perderte esta experiencia única.

Además, visitar la casa es también un homenaje a la vida de su autor. Nacido en Guadalajara en 1902, Barragán recorrió Europa y se enamoró de los jardines mediterráneos, lo que marcó para siempre su manera de concebir el espacio. A lo largo de su carrera, no solo diseñó casas hermosas, sino que también dejó huella en proyectos como Jardines del Pedregal, Las Arboledas y hasta las famosas Torres de Satélite (en colaboración con Mathias Goeritz).

En 1980, su talento fue reconocido a lo grande con el Premio Pritzker —el “Nobel” de la arquitectura—, y aunque el Parkinson limitó sus últimos años, su legado sigue vivo en cada muro, cada jardín y cada juego de luz que diseñó con maestría.

Así que ya sabes: si quieres sumergirte en la mente de un genio y ver de cerca una verdadera obra de arte habitable, no dejes de visitar la Casa Luis Barragán. ¡Te prometemos que vas a salir inspiradx!

Prepara tu Visita
Dirección:
 Gral. Francisco Ramírez #12, Ampliación Daniel Garza, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Desde $400 pesos
Horario: Lunes a jueves de 12:00 a 14:30 hrs. (solo previa cita)
Página Web: casaluisbarragan.org
Instagram: instagram.com/casaluisbarragan
Facebook: facebook.com/www.casaluisbarragan.org

Museo Tamayo, arte contemporáneo en pleno Bosque de Chapultepec

¿Te imaginas caminar entre árboles, toparte con un edificio que parece salir de la tierra y descubrir adentro arte de grandes genios como Picasso, Warhol o Miró? Así es el Museo Tamayo, un lugar donde el arte contemporáneo se respira en cada rincón del Bosque de Chapultepec, en la Ciudad de México.

Este museo fue el sueño hecho realidad del gran artista Rufino Tamayo, quien junto a su esposa Olga Flores Rivas, no solo reunió una colección impresionante de arte moderno y contemporáneo, sino que también la donó para que todos pudiéramos disfrutarla. Desde 1981, el Museo Tamayo ha sido ese espacio vibrante que conecta a México con el arte internacional de su tiempo… ¡y de todos los tiempos!

Su colección original incluye más de 300 obras de titanes como Salvador Dalí, Francis Bacon, Georgia O’Keeffe y Roy Lichtenstein, y sigue creciendo con nuevos artistas contemporáneos que desafían lo que creemos saber sobre el arte.

Pero no solo las obras adentro son asombrosas: el propio edificio es una joya. Diseñado por los arquitectos Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky, el museo se integra al bosque como si fuera parte natural del paisaje, con formas piramidales que rinden homenaje a nuestras raíces prehispánicas. ¡Hasta ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes por su arquitectura!

Después de 30 años de vida, el museo se renovó y amplió en 2012, manteniendo su icónica forma pero añadiendo más espacios para exposiciones, talleres, conciertos, conferencias y actividades para todas las edades. Ahora, además de recorrer sus salas, puedes participar en programas públicos, investigar en su centro de documentación, asistir a un performance o simplemente relajarte en un entorno donde el arte y la naturaleza se abrazan.

Hoy, el Museo Tamayo sigue siendo un punto de encuentro para quienes buscan nuevas ideas, para quienes aman el arte o simplemente para quienes desean descubrir un pedazo de mundo diferente en plena ciudad. Un lugar diverso, abierto y siempre sorprendente.

Así que la próxima vez que pasees por Chapultepec, no lo dudes: entra al Museo Tamayo y deja que el arte contemporáneo despierte tu curiosidad.

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Dirección:
 Paseo de la Reforma #51, Polanco, Bosque de Chapultepec I Secc., Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $95 pesos
Horario: Martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs.
Página Web: museotamayo.org
Instagram: instagram.com/eneltamayo
Facebook: facebook.com/museotamayo
Twitter: x.com/museotamayo
YouTube: youtube.com/channel/UCpM2k11OVKuBv9LSWwHsDIw

Museo Nacional de Historia, un viaje por el corazón de México en el Castillo de Chapultepec

¿Te imaginas recorrer siglos de historia en un solo lugar? Eso es justamente lo que ofrece el Museo Nacional de Historia, ubicado nada más y nada menos que en el icónico Castillo de Chapultepec. Este museo es como una máquina del tiempo que nos lleva desde la Conquista de Tenochtitlan hasta los vibrantes días de la Revolución Mexicana. Y lo mejor: todo esto sucede dentro de un castillo que, por sí mismo, tiene una historia digna de película.

La historia del Castillo de Chapultepec comienza en 1785, durante el mandato del virrey Bernardo de Gálvez, quien mandó construirlo como casa de descanso (sí, tal cual, como una cabaña… ¡pero en versión de lujo!). Sin embargo, su destino sería mucho más movido: fue colegio militar, residencia imperial de Maximiliano y Carlota, hogar presidencial y, desde 1939, sede del Museo Nacional de Historia.

Cada rincón del castillo guarda secretos. Imagina caminar por pasillos que alguna vez recorrieron emperadores, presidentes y cadetes heroicos. Desde sus terrazas, no sólo se contempla una de las mejores vistas de la Ciudad de México, también se siente el eco de los momentos que marcaron a todo un país.

El museo cuenta con 12 salas de exposición permanente que te llevan de la mano por la historia de México, desde el encuentro de dos mundos hasta las luchas por la independencia y la revolución. ¡Cada sala es una cápsula del tiempo!

Además, en el área del Alcázar —la parte más señorial del castillo— puedes visitar 22 salas que recrean cómo vivían Maximiliano y Carlota y, más tarde, Porfirio Díaz. Sí, puedes asomarte a las recámaras, salones y hasta el baño donde estos personajes vivieron parte de sus vidas. ¡Es como colarse en la casa de la historia!

También hay una sala especial dedicada a la famosa Batalla de Chapultepec, donde los valientes Niños Héroes defendieron el castillo en 1847. De verdad, es imposible no emocionarse al recorrerla.

Como si todo esto fuera poco, el museo también es hogar de espectaculares murales que convierten la historia en arte a gran escala. ¡Aquí te contamos algunos imperdibles!

  • La fusión de dos culturas, de Jorge González Camarena, nos muestra el dramático encuentro entre el mundo náhuatl y el español, un choque que, aunque doloroso, dio vida a nuestra identidad actual.
  • En el Retablo de la Independencia, Juan O’Gorman retrata de forma vibrante el paso de México de la opresión colonial a la lucha por la libertad, con figuras como Hidalgo y Morelos encabezando la transformación.
  • José Clemente Orozco en La Reforma y la caída del Imperio nos regala un impresionante retrato de Benito Juárez, símbolo del triunfo liberal sobre el Segundo Imperio mexicano.
  • Otro mural impactante es El feudalismo porfirista (también de O’Gorman), que no se anda con rodeos para mostrar las desigualdades y los abusos durante la dictadura de Porfirio Díaz, preludio necesario para entender la Revolución.
  • Retablo de la Revolución y La Constitución de 1917 —ambos de O’Gorman y González Camarena respectivamente— nos llevan al clímax de los cambios sociales, políticos y económicos que sacudieron a México en el siglo XX.
  • La intervención norteamericana, de Gabriel Flores, dramatiza la épica caída de Juan Escutia envuelto en la bandera mexicana, un acto de heroísmo que aún conmueve.
  • No podemos olvidar el mural Del Porfirismo a la Revolución de David Alfaro Siqueiros, que, con su estilo inconfundible, plasma las tensiones y los sueños de un México que clamaba por justicia y transformación.

Cada mural es como un libro abierto lleno de personajes, batallas y esperanzas que se siente casi como estar ahí, viviendo los momentos que forjaron nuestro país.

Pero el Museo Nacional de Historia no es solo un paseo nostálgico. Su misión es clara: preservar, difundir e investigar los bienes históricos que resguarda para que podamos entender mejor nuestro pasado, comprender nuestro presente y construir un mejor futuro.

Su visión va más allá: busca ser un centro vivencial, un lugar donde la historia no esté encerrada en vitrinas, sino que se viva, se respire y se cuestione, inspirándonos a ser ciudadanos más conscientes.

Así que ya sabes: si quieres recorrer salones que fueron testigos de decisiones que cambiaron a México, admirar arte monumental que cuenta nuestra historia, y vivir una experiencia que mezcla la belleza, la reflexión y el orgullo nacional, el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec te espera.

¿Te animas a visitarlo y caminar entre los ecos de la historia?

Prepara tu Visita
Dirección:
 Av. Revolución #1608, San Ángel, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $100 pesos
Horario: Martes a domingo de 9:00 a 17:00 hrs.
Página Web: mnh.inah.gob.mx
Instagram: instagram.com/museodehistoria
Facebook: facebook.com/museodehistoria
Twitter: x.com/museodehistoria

Castillo de Chapultepec, un pedacito de historia en las alturas de la CDMX

Si hay un lugar que guarda siglos de historias, batallas, sueños imperiales y paseos de virreyes, ese es el Castillo de Chapultepec. Ubicado en la primera sección del famoso bosque del mismo nombre, este imponente edificio se alza a 2325 metros sobre el nivel del mar, dominando con orgullo una vista espectacular del Valle de México (que en realidad es una cuenca). Nada mal para un castillo que comenzó su vida como una simple casa de descanso.

La historia del Castillo arranca allá por 1785, cuando Bernardo de Gálvez, virrey de la Nueva España, ordenó su construcción sobre los restos de una antigua ermita dedicada al Arcángel Miguel. Ingenieros como Francisco Bambitelli y Manuel Agustín Mascaró pusieron manos a la obra, pero las cosas no salieron como esperaban: problemas financieros y la muerte de Gálvez dejaron el proyecto abandonado. Durante años, el sitio fue más un cascarón de piedra que otra cosa, hasta que en 1806 el Ayuntamiento de México decidió hacerse cargo.

No pasó mucho tiempo antes de que el Heroico Colegio Militar encontrara en el castillo el lugar perfecto para instalarse. A partir de 1843, el edificio se llenó de jóvenes cadetes, y se construyó el famoso torreón “Caballero Alto“, que le dio esa apariencia de fortaleza que tanto lo caracteriza. Y justo fue en esta etapa cuando el Castillo de Chapultepec escribió una de las páginas más épicas de su historia: la Batalla de Chapultepec de 1847, durante la intervención estadounidense. El castillo se convirtió en el último bastión de defensa nacional, y aunque finalmente cayó tras un feroz asedio, su resistencia quedó grabada en la memoria colectiva de México. ¡Sí, esta fue la batalla de los Niños Héroes!

¿Y qué pasó después? Bueno, el castillo pasó de ser escenario de guerra a convertirse en el hogar de presidentes y emperadores. Miguel Miramón fue el primero en usarlo como residencia presidencial, pero quienes realmente dejaron huella fueron Maximiliano de Habsburgo y Carlota. Al llegar a México durante el Segundo Imperio, se enamoraron perdidamente de las vistas desde Chapultepec y decidieron convertirlo en su “Palacio Imperial“. Para darle un toque europeo, mandaron a remodelarlo al estilo neoclásico parisino, añadiendo jardines, balcones y murales que aún hoy se pueden admirar.

Con la restauración de la República, el castillo siguió siendo hogar de varios presidentes, incluyendo a Sebastián Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz y Francisco I. Madero. De hecho, fue durante el porfiriato que el edificio recibió varios de sus toques más elegantes: ascensores de época, un precioso corredor de vitrales conocido como la Galería de Emplomados, y la emblemática “escalera de los leones“, hecha de mármol blanco y con pasamanos de latón. Todo un derroche de estilo.

Finalmente, en 1944, bajo el mandato de Lázaro Cárdenas, el Castillo de Chapultepec encontró su vocación definitiva: convertirse en el Museo Nacional de Historia. Desde entonces, sus salones albergan más de cien mil piezas históricas y artísticas que cuentan la historia de México, desde la época prehispánica hasta el siglo XX.

Hoy en día, recorrer el Castillo de Chapultepec es como viajar en el tiempo: caminar por sus pasillos adornados, asomarse a sus terrazas que miran a la ciudad, y maravillarse con sus jardines y vitrales, es una experiencia que conecta pasado y presente. Así que ya sabes, la próxima vez que pases por el Bosque de Chapultepec, no olvides mirar hacia las alturas… porque allá arriba, entre nubes de historia, te espera un castillo como ningún otro.

Tortas Don Polo, el lugar donde se inventó la torta caliente en la Del Valle

Se dice que la torta mexicana —esa delicia en la que cabe de todo, desde carnes frías hasta sardinas, entre dos mitades de telera— surgió en 1892. Según cuenta la leyenda, un niño llamado Armando Martínez, de apenas once años, llegó un día a su casa con hambre y, ante la falta de comida “formal”, se le ocurrió meter jamón, jitomate y aguacate en una telera. Le gustó tanto su invento que decidió abrir la primera tortería del país, justo en su casa, ubicada en el callejón del Espíritu Santo (hoy calle Motolinía).

Otra versión apunta a un taquero de la época porfiriana, quien, en un arranque de creatividad, cambió la tortilla por pan de trigo… y así nació la torta. Pero “haiga sido como haiga sido”, lo importante es que, por prácticas y accesibles, las tortas se ganaron un lugar entre los antojos más queridos del México moderno.

Eso sí: no siempre fueron como las conocemos hoy. Bueno… sí, pero no. Hasta 1956, las tortas que se vendían por todo el entonces Distrito Federal eran frías. ¿Frías? Así es: de queso, jamón y otras carnes frías, sin mayor intervención.

Todo cambió cuando Leopoldo Sánchez Preciado, mejor conocido como Don Polo, abrió un local de tortas en el número 18-A del multifamiliar Miguel Alemán (sí, el que diseñó Mario Pani y compañía). Para destacar entre la marea de torterías que ya existían, Don Polo tuvo una gran idea: vender tortas calientes. Calentaba el pan con mantequilla en la plancha y usaba ingredientes calientes en el relleno. ¡Una innovación total! Su éxito fue inmediato, y desde entonces, Tortas Don Polo se ha mantenido como una de las torterías más icónicas de la Ciudad de México.

Si a estas alturas te preguntas qué puedes comer en Tortas Don Polo, tal vez no pusiste mucha atención. Pero no te vayas con la finta: aquí no solo hay tortas. El menú es bastante amplio e incluye desayunos como molletes, hot cakes, chilaquiles y huevos al gusto. También hay sopas y pastas típicas de fonda (como consomé o sopa del día), antojitos variados y platillos con carne como milanesa, bistec, tacos y guisados. Y, por supuesto… tortas.

Las tortas de Don Polo son sencillas pero sabrosas. Hay de huevo, quesos, milanesa (mi favorita), salchicha, chorizo, jamón, pierna, chile relleno, bacalao y la clásica cubana, entre otras. Puedes pedirlas tal cual o combinar ingredientes. Todas se calientan a la plancha con mantequilla, lo que les da un toque cálido y reconfortante. Además, se acompañan con un ramequín de chiles jalapeños, que son una auténtica joyita.

Dato curioso: Leopoldo Sánchez, el fundador de Tortas Don Polo, es tío del portero Memo Ochoa. Desde 1995, el papá del futbolista, junto con su familia, se ha encargado de mantener viva la tradición de la tortería.

Visitar Tortas Don Polo es como hacer un viaje en el tiempo al México de mediados del siglo XX. Es una forma de disfrutar sabores sencillos y nostálgicos, al mismo tiempo que conoces un lugar que marcó historia en la gastronomía chilanga. La comida es rica y reconfortante; eso sí, los precios no son los más bajos, pero se entiende por la zona en la que se encuentra.

Así que, si andas por el Parque Hundido o el emblemático multifamiliar Miguel Alemán, no lo pienses mucho. Date una vuelta por Tortas Don Polo y prueba un buen pedazo de historia… con pan y mantequilla.

Prepara tu Visita
Costo por persona: De $250 a $350 pesos
Página Web: tortasdonpolo.mx
Instagram: instagram.com/tortasdonpolo
Facebook: facebook.com/TortasDonPoloMX

Sucursal Féliz Cuevas (Matriz)
Dirección: Félix Cuevas No. 86-A Col. del Valle, Ciudad de México, CDMX

Sucursal Parque Hundido
Dirección: Gral. Porfirio Díaz No. 534
Col. Noche Buena, Ciudad de México, CDMX

Sucursal Féliz Cuevas (Matriz)
Dirección: Don Juan No. 116, Col. Nativitas, Ciudad de México, CDMX