Archivos de la categoría El origen de CDMX

Casa Amarilla, el corazón histórico de la Miguel Hidalgo

Si alguna vez pasas por la Alcaldía Miguel Hidalgo, te toparás con un imponente edificio que no solo es el centro del gobierno local, sino también una joya con siglos de historia: la Casa Amarilla. Pero, sorpresa… ¡su nombre no tiene nada que ver con su color! En realidad, se llama así en honor a Agustín de Ahumada y Villalón, marqués de Las Amarillas y virrey de la Nueva España en el siglo XVIII.

Aunque hay quienes aseguran que su origen se debe a la condesa de Rábago, lo que es un hecho es que esta casona ha visto pasar de todo: desde aristócratas y condes, hasta frailes pasionistas que convirtieron parte del predio en un convento y construyeron la capilla de Guadalupe en 1903.

Para 1932, la Casa Amarilla estaba en ruinas, pero el gobierno de Lázaro Cárdenas la rescató y la utilizó primero como internado y después como sede del Archivo General de la Nación y la Secretaría de Educación Pública. Finalmente, en 1976, se convirtió en el hogar de la entonces Delegación Miguel Hidalgo, y fue en ese momento cuando se le agregó su icónica campana, protagonista del “Grito” cada 15 de septiembre.

Hoy, la Casa Amarilla no solo es un edificio de gobierno, sino parte de un complejo lleno de vida que abarca gran parte del Parque Lira. Además, si quieres un vistazo a la vida doméstica de otros tiempos, puedes visitar la Casa de la Bola, que también formaba parte de la propiedad y hoy es un museo.

Así que ya sabes, la Casa Amarilla es mucho más que una simple sede de gobierno: es un rincón lleno de historia que ha evolucionado junto con la Ciudad de México. ¡Dale un vistazo la próxima vez que andes por la zona!

Dirección: Parque Lira #94, Colonia Observatorio, Ciudad de México, CDMX, Ciudad de México, CDMX

Edificio La Nacional, conoce la historia del primer rascacielos de la CDMX

Justo en la esquina de Eje Central y Avenida Juárez, se alza un testigo silencioso de la historia y la modernidad: el Edificio La Nacional. Tal vez no sea tan alto como su vecino, la imponente Torre Latinoamericana, ni tan ornamentado como el Palacio de Bellas Artes, pero este rascacielos de 55 metros es una verdadera joya del pasado que aún se mantiene firme y elegante.

Construido entre 1929 y 1932, La Nacional fue el primer edificio en la ciudad en superar la barrera de los 50 metros de altura, un logro impresionante considerando que el suelo de la capital no es precisamente el más amigable para estructuras de gran tamaño. Pero gracias al talento del arquitecto Manuel Ortiz Monasterio y del ingeniero Bernardo Calderón, que diseñó una cimentación con 100 pilotes de concreto y acero hundidos a 55 metros de profundidad, este gigante art déco ha resistido más de 10 sismos sin perder el equilibrio. Ni el terremoto de 1957, ni el de 1985, ni el de 2017 han logrado tumbarlo, ¡es prácticamente un veterano de batalla!

El edificio fue mandado a construir por la Compañía Nacional de Seguros, de ahí su nombre. Y como todo pionero, abrió camino para el desarrollo de otros edificios altos en la ciudad. Su diseño se inspiró en el Templo Mayor de Tenochtitlán, una referencia sutil que lo enlaza con el pasado prehispánico de la capital. Con su estructura de acero, concreto y granito, y sus 13 pisos, La Nacional no solo fue un símbolo de modernidad en los años 30, sino también un experimento arquitectónico que ayudó a definir la forma en la que se construirían edificios en zonas sísmicas.

En 1949, su hermano menor, La Nacional II, se construyó justo al lado, ampliando el espacio de oficinas y consolidando esta esquina como un punto de referencia de la ciudad. Hoy, la tienda Sears que ocupa parte del anexo es famosa entre turistas y locales por ofrecer una de las mejores vistas del Palacio de Bellas Artes desde su cafetería en la última planta.

Además de ser un hito arquitectónico, el Edificio La Nacional marca una de las intersecciones más importantes del Centro Histórico, conectando la Alameda Central, la calle Madero y la zona de San Juan Moyotlan. Es un punto de encuentro, un testigo de la evolución de la ciudad y, sin duda, un superviviente digno de admiración. La próxima vez que camines por la zona, detente un momento y obsérvalo con nuevos ojos: este primer rascacielos de otra época sigue contando su historia.

Dirección: Eje Central esquina Juárez, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX, Ciudad de México, CDMX

Palacio de Axayácatl (Nacional Monte de Piedad), un secreto donde converge historia prehispánica y moderna en el Centro Histórico

En pleno corazón de la Ciudad de México, en la esquina noroeste del Zócalo, se encuentra un edificio con más historias que un libro de aventuras: el Nacional Monte de Piedad. Pero lo que pocos saben es que este emblemático inmueble se levanta sobre los restos del antiguo Palacio de Axayácatl, el hogar de un tlatoani mexica y, posteriormente, el primer hospedaje de Hernán Cortés en Tenochtitlan.

Axayácatl, quien gobernó entre 1469 y 1481, fue el padre de Moctezuma II. Su palacio era un imponente complejo con amplios patios y áreas arboladas, ubicado en lo que hoy delimitan las calles de Madero, Monte de Piedad, Tacuba e Isabel la Católica. Cuando los españoles llegaron en 1519, Moctezuma ordenó que Cortés y sus tropas se alojaran aquí. Parecía un gesto de hospitalidad, pero terminó siendo el epicentro de uno de los episodios más turbulentos de la Conquista.

Dentro de este palacio, los españoles descubrieron el Teucalco, una impresionante colección de jade, oro y objetos valiosos acumulados por generaciones de tlatoanis. Y, bueno, como ya sabemos, la tentación fue demasiado grande: Cortés ordenó fundir el oro, lo que incrementó las tensiones con los mexicas. Poco después, el asesinato de Moctezuma y la feroz resistencia indígena derivaron en la huida de los españoles durante la famosa Noche Triste, dejando tras de sí el palacio en ruinas.

Tras la caída de Tenochtitlan en 1521, los españoles no tardaron en aprovechar las estructuras prehispánicas como cantera para sus nuevos edificios. Hernán Cortés usó los cimientos del palacio para construir su casa, que luego se convirtió en la residencia de los primeros virreyes de la Nueva España. Con el tiempo, este espacio fue sede del primer Cabildo y del Marquesado del Valle de Oaxaca. En este lugar también se instaló el primer reloj público de la ciudad, dando nombre a la actual calle de Monte de Piedad, antes conocida como la Calle del Rélox.

En 1775, el filántropo Pedro Romero de Terreros, primer conde de Regla, fundó aquí el Nacional Monte de Piedad, inspirado en la tradición europea de préstamos accesibles a quienes más lo necesitan. La fachada actual del edificio data de esa época y aún conserva el escudo de armas del conde sobre su entrada principal. Desde entonces, el Monte de Piedad ha crecido hasta contar con más de 200 sucursales en todo el país, integrándose al sector financiero nacional.

A lo largo de los siglos, el edificio ha sido remodelado varias veces: en 1948 se le agregó un tercer piso, en 1984 fue restaurado, y en 2004 sufrió un incendio que requirió nuevas intervenciones. Además, en la antigua capilla del edificio ahora se encuentra un museo que cuenta la historia de esta emblemática institución.

Aunque la mayor parte del Palacio de Axayácatl desapareció con la construcción de la ciudad virreinal, los arqueólogos han encontrado vestigios en excavaciones recientes, como muros de basalto y restos del antiguo edificio cortesiano. Así que la próxima vez que pases por el Nacional Monte de Piedad, recuerda que estás pisando el mismo suelo donde convivieron mexicas y conquistadores, un lugar donde el pasado sigue vivo bajo nuestros pies.

Dirección: Monte de Piedad #7, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX, Ciudad de México, CDMX

Palacio del Conde de Regla, un vestigio de grandeza en el Centro Histórico

En pleno corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, entre calles bulliciosas y el ir y venir de la vida citadina, se esconde un palacio que en su tiempo fue el epítome del lujo y la ostentación: el Palacio del Conde de Regla. Hoy, este edificio sigue en pie como un testimonio de la opulencia novohispana, aunque ya no brille con la misma intensidad que en sus días de gloria.

Corría el siglo XVIII cuando Pedro Romero de Terreros, el hombre más rico de América, decidió construir su residencia en un terreno que había comprado al Convento de San Bernardo. ¿El resultado? Una mansión barroca espectacular, tan impresionante que se decía que dentro de ella todo estaba hecho de plata: platos, copas, cubiertos e incluso elementos de la decoración. No por nada la gente la llamaba la “Casa de Plata“.

Pero Romero de Terreros no solo era famoso por su fortuna amasada con las minas de Real del Monte, sino también por su generosidad. Fundó el Monte de Piedad para ayudar a las y los más necesitados y, según cuentan, dentro de su casa tenía un cofre lleno de plata al que podían recurrir quienes atravesaban momentos difíciles. Todo un personaje.

El tiempo no perdona y, como muchas joyas arquitectónicas de la ciudad, el Palacio del Conde de Regla sufrió modificaciones que cambiaron su esencia. En 1928, la casa fue transformada en vecindad y se añadieron negocios en la planta baja. Para lograrlo, se demolió gran parte de su interior y se construyó un edificio de tres pisos dentro de su antigua estructura. Sus majestuosos balcones desaparecieron y sus enormes ventanas fueron convertidas en puertas comerciales.

A pesar de estas alteraciones, aún es posible admirar su imponente fachada barroca en la calle República del Salvador 59. Aunque su brillo de antaño se ha desvanecido, el Palacio del Conde de Regla sigue siendo una joya oculta del Centro Histórico que invita a imaginar los días en los que la plata lo cubría todo y su dueño recibía con generosidad a quienes llamaban a su puerta.

Dirección: República de Salvador #59, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX, Ciudad de México, CDMX

Café de Tacuba, un rincón de historia, gastronomía y misterio en el Centro Histórico

¡Acompáñame a conocer el Café de Tacuba! Este restaurante no solo es famoso por sus delicias culinarias, sino por su historia que comienza en un majestuoso edificio del siglo XVII. Aquí, entre vitrales coloridos, murales que cuentan la historia del mole y muebles con aroma a tiempos pasados, las paredes susurran secretos de más de cuatro siglos de vida.

El edificio que hoy alberga al Café de Tacuba fue originalmente una de las grandes casas palaciegas del centro, construida en el siglo XVII. Antes de convertirse en restaurante en 1912, tuvo una breve vida como lechería y, mucho antes, fue parte del Hospital del Divino Salvador, un espacio dedicado a mujeres en la época colonial. Su ubicación frente a la que hoy es la Biblioteca del Congreso de la Unión (antigua capilla del Convento de las Clarisas) lo conecta con una rica herencia histórica que pareciera impregnarse en cada rincón.

¿Te has preguntado qué ocurre cuando cae la noche? Según cuentan los relatos, entre los escalones del Salón Mexicano aparece la Monja Claris. Esta figura espectral, que parece flotar suavemente, deja escapar un suspiro profundo que puede estremecer hasta al más valiente. La leyenda dice que su espíritu habita en esta casona desde los días en que era un hospital, y lejos de ser aterradora, es vista como una guardiana silenciosa que cuida el lugar y a sus visitantes.

Desde sus inicios, el Café de Tacuba se convirtió en un lugar de reunión para personajes históricos y eventos memorables. Aquí, Diego Rivera y Guadalupe Marín celebraron su banquete de bodas, y se dice que todos los presidentes de México han disfrutado de su cocina. Incluso, el restaurante fue testigo de momentos trágicos como el asesinato de Manlio Fabio Altamirano en 1936. Pero más allá de los eventos históricos, las mesas del café han sido cómplices de innumerables romances, tertulias y encuentros familiares.

Por las mañanas, el aroma del café veracruzano, chiapaneco y oaxaqueño se mezcla con el brillo del almíbar de los postres en las vitrinas, invitando a las y los visitantes a comenzar su día con el sabor de México. Las noches, en cambio, son un remanso de paz, donde la serenata de músicos ambulantes se convierte en la banda sonora perfecta para una cena inolvidable.

El Café de Tacuba no es solo un lugar para comer, es un viaje al pasado en pleno presente. Sus murales, talavera y cuadros coloniales transportan a sus visitantes a épocas de esplendor. Y aunque ha superado incendios y modernizaciones, conserva la autenticidad de sus recetas y el alma que lo ha mantenido como un referente en la Ciudad de México.

Así que ya lo sabes, si quieres probar un poco de la historia, mezclada con leyendas y un toque de mole, el Café de Tacuba te espera con las puertas abiertas… y quizás, con la Monja Clarisa cuidando que todo esté en su lugar. ¡Date una vuelta y crea tus propias historias en este clásico chilango!

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Dirección:
 Tacuba #28, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX
Costo promedio por persona: De $300 a $500 pesos
Horario: Lunes a domingo de 8:00 22:30 hrs.
Página Web: cafedetacuba.mx
Instagram: instagram.com/cafedetacubarestaurante

Hostería de Santo Domingo, un viaje por la historia y el sabor de México en el Centro Histórico

Imagina entrar a un lugar donde las paredes te cuentan historias, donde los aromas te transportan al México de antaño y cada bocado es un homenaje a nuestras raíces. Así era la Hostería de Santo Domingo, un restaurante que, por más de 160 años, fue un tesoro del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Ubicada en la calle Belisario Domínguez 70, en un rincón que alguna vez formó parte del Convento de Santo Domingo de Guzmán, esta joya comenzó su historia culinaria en 1860, ¡antes de que Maximiliano llegara a México! Su arquitectura, con raíces del siglo XVI, y su decoración colorida con mosaicos coloniales, vitrales de la casa Derflingher y un mural de Antonio Albanés que incluso apareció en los billetes de mil pesos, hacían que comer aquí fuera mucho más que una experiencia gastronómica: era un viaje en el tiempo.

Entre sus muros se escucharon risas, canciones y anécdotas de personajes como Agustín Lara, Salvador Novo, Lola Beltrán y hasta Cantinflas. Y cómo no, si su menú era una celebración de la cocina mestiza: el famoso chile en nogada disponible todo el año, el pollo manchamantel con su mezcla dulce-picante, las enfrijoladas molidas en metate y hasta los escamoles en mantequilla, deleitaron a generaciones.

La Hostería no solo ofrecía platos deliciosos, sino que integraba elementos prehispánicos como el maíz, el chile y el frijol, fusionándolos con ingredientes llegados de otros continentes. Cada semana, más de 70 platillos llenaban las mesas con historia y sabor.

Lamentablemente, la pandemia del COVID-19 marcó el final de esta institución culinaria. Después de sobrevivir sismos, varias intervenciones, la revolución mexicana y la tecnológica y otras epidemias, la Hostería cerró sus puertas en 2020, dejando un hueco en el corazón de la ciudad y de todxs aquellxs que alguna vez probaron su sazón.

Hoy, recordamos a la Hostería de Santo Domingo como un símbolo de la riqueza cultural y gastronómica de México, un lugar donde cada visita era una celebración del pasado que nunca olvidaremos. Y, aunque ya no podemos entrar al restaurante, siempre podemos darnos unos minutos para admirar su impresionante fachada, rodeada de todo el folclor de la Plaza Santo Domingo.

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Dirección:
 Calle Belisario Domínguez #70-72, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Claustro de La Merced, Historia, Arte Mudéjar y la Defensa del Dr. Atl

¡El Claustro de La Merced es una joya del Centro Histórico de la Ciudad de México que sigue sorprendiendo con su historia y belleza! Este edificio es el único vestigio que queda del antiguo Convento de la Merced, y es un testigo viviente de una época colonial cada vez más distante. Originalmente considerado uno de los conventos más ornamentados y lujosos de la ciudad, el claustro se ha salvado de muchas adversidades, incluido el paso del tiempo y varios intentos de demolición.

El convento fue fundado por los mercedarios en 1595, con una construcción que continuó durante casi 60 años. El claustro, que fue levantado entre 1676 y 1703, se erige como un magnífico ejemplo del estilo mudéjar, una fusión de tradiciones arquitectónicas de la España medieval y el mundo árabe. Este es un lugar lleno de detalles únicos, desde sus arcos adornados con piñas y conchas hasta sus impresionantes gárgolas con la forma de cabezas de león.

Después de la aplicación de las Leyes de Reforma en 1861, que ordenaron la demolición de muchos templos y conventos, el Claustro de La Merced fue uno de los pocos edificios que se salvaron. En 1927, el célebre pintor Dr. Atl habitó en el lugar para evitar su destrucción, e incluso hoy sigue siendo un testimonio de su época. Este histórico lugar ha sido escenario de eventos culturales como la apertura de la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa, lo que lo ha vinculado estrechamente con la cultura y el arte en México.

Hoy en día, el Claustro de La Merced sigue siendo un espacio vibrante dentro del Barrio de La Merced, un barrio lleno de vida y tradición. Si alguna vez tienes la oportunidad de pasear por sus alrededores, no dejes de disfrutar de esta maravilla arquitectónica, que sigue siendo un referente de la historia y el arte mudéjar en América. ¡Es un lugar que no puedes dejar de visitar!

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Dirección:
 República de Uruguay #170, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Casa de Fray Melchor de Talamantes, un rincón histórico en el corazón de la CDMX

En pleno centro histórico de la Ciudad de México, en la calle Talavera, se encuentra la Casa de Fray Melchor de Talamantes, un lugar cargado de historia que te conecta con los albores del movimiento independentista mexicano. Aunque hoy es sede del Ministerio Público de la Alcaldía Cuauhtémoc, esta casona guarda secretos y anécdotas de uno de los personajes más interesantes de nuestra historia: Fray Melchor de Talamantes.

¿Quién era este fray tan famoso? Nacido en Lima, Perú, en 1765, llegó a México en 1799 como parte de la Orden Mercedaria. Su vida dio un giro al mudarse a esta casa, que lleva su nombre, luego de haber residido en el Claustro de la Merced. Pero no era un fraile cualquiera: también fue un apasionado escritor y pensador político. Tanto así que en 1805 se convirtió en el Censor del Diario de México, el primer periódico del país, lo que le permitió codearse con poetas y escritores destacados de su tiempo.

La cosa se puso interesante en 1808, cuando España enfrentaba una crisis política tras la invasión napoleónica. En la Nueva España, el virrey José de Iturrigaray pidió a Talamantes que plasmara sus ideas sobre cómo reorganizar políticamente el territorio. Pero no todos estaban contentos con sus ideas innovadoras, y su participación en el debate político levantó sospechas entre las autoridades españolas.

El resultado fue trágico: tanto el virrey como Talamantes fueron arrestados. A él lo condenaron a muerte, aunque la fiebre amarilla terminó por llevárselo en 1809, antes de que lo enviaran a España. A pesar de su corta vida, su legado como precursor de la independencia mexicana sigue vivo, y su casa es un recordatorio de ello.

Pero no solo la historia de Talamantes es interesante; el entorno también lo es. La calle Talavera, donde se encuentra la casa, está llena de figuras religiosas y estatuas que le dan un aire único. Forma parte del corredor peatonal de la Alhóndiga, un lugar perfecto para pasear y disfrutar de un poco de historia mientras exploras la zona.

Así que, si pasas cerca de la Casa de Fray Melchor de Talamantes, tómate un momento para admirarla. Quizás no puedas entrar, pero saber que ahí vivió uno de los pioneros de la independencia te hará verla con otros ojos. ¡La historia está viva en cada rincón de la Ciudad de México!

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Dirección:
 Talavera #9, esquina con República de Uruguay, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Casa de la Acequia, un viaje por la historia en pleno Centro Histórico

¿Te imaginas caminar por una calle y, de repente, encontrarte con un rincón que parece salido de otra época? Eso es justo lo que pasa con La Casa de la Acequia, un tesoro colonial escondido en el centro histórico de la Ciudad de México, en el cruce de Isabel la Católica y San Jerónimo. Este lugar tiene más historia de la que imaginas y hasta guarda un pedacito del pasado bajo sus pisos. ¿Te animas a descubrirlo?

Hace siglos, cuando Tenochtitlán era una ciudad de canales y chinampas, las acequias eran las “avenidas” que conectaban todo. Una de las más importantes era la Acequia de Rodán, donde el tráfico de canoas y barcazas era regulado desde un torreón de vigilancia. ¡Qué sofisticación! Con el tiempo, esta torre se transformó en una casona rodeada por un patio que sigue los contornos del antiguo canal. ¿La cereza del pastel? Aún puedes encontrar vestigios de ese canal bajo el comedor. Sí, un pedazo de historia escondido justo ahí.

Durante el siglo XVIII, esta casa vivió una transformación: se amplió para convertirse en un beaterio entre los icónicos conventos de San Jerónimo y Regina Coelli. Aquí, las monjas de Alumbrado vivieron en una especie de independencia espiritual que despertaba curiosidad en su tiempo. Con una hermosa escalera y un segundo piso añadidos, la casona adquirió la elegancia barroca que todavía conserva.

En el siglo XX, la casa se convirtió en un hogar para las y los refugiados españoles tras la Guerra Civil. Aquí nació el Ateneo Español, un lugar lleno de cultura, ideas y reuniones que estrecharon lazos entre México y España. Hoy, sigue brillando como centro cultural.

Visitar La Casa de la Acequia es una experiencia imperdible. Está ubicada en Isabel la Católica 97, a tan solo una cuadra del famoso restaurante Coox-Hanal, donde puedes cerrar tu recorrido con un banquete yucateco: sopa de lima, cochinita pibil, panuchos… y, claro, una refrescante cerveza Montejo.

¿Listx para un viaje al pasado sin salir del Centro Histórico? La Casa de la Acequia te espera con sus puertas abiertas y su historia bajo tus pies.

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Dirección:
 Calle San Jerónimo #36, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Palacio Municipal de Tlalpan, una joya histórica en el sur de la CDMX

¡Viajar en el tiempo es posible! Al menos así se siente cuando visitas el Palacio Municipal de Tlalpan, un edificio que mezcla historia, arquitectura y un toque de nostalgia en pleno Centro de Tlalpan. Este majestuoso recinto, diseñado por el talentoso Antonio Rivas Mercado (sí, el mismo genio detrás del Ángel de la Independencia), se alza orgulloso en el Parque de la Constitución, también conocido como el Jardín Principal.

Inaugurado en 1902 durante el Porfiriato, el Palacio es un ejemplo perfecto del estilo neoclásico que tanto encantaba al presidente Díaz. Su fachada, hecha de piedra volcánica y cantera gris, cuenta con 12 ventanales, un monumental balcón y un reloj que vigila el paso del tiempo. ¿Un detalle curioso? Las iniciales “RM“, de Rivas Mercado, siguen grabadas en la puerta principal, como una firma de autor.

Antes de convertirse en un edificio administrativo en 1964, el Palacio era un punto de encuentro para la comunidad. Imagina una especie de plaza comercial con tiendas de abarrotes y, por supuesto, la famosa Cantina Jalisciense, que sigue recibiendo a visitantes desde la década de 1870.

Hoy en día, el Palacio no solo alberga las oficinas de la alcaldía más grande de la CDMX, sino que también es el escenario principal del tradicional Grito de Independencia y otros eventos cívicos. Además, su fachada cuenta con un mural que narra la historia de Tlalpan, perfecto para una lección exprés de cultura local.

Desde que el Centro Histórico de Tlalpan fue declarado Patrimonio Cultural Tangible en 2018, el Palacio Municipal ha pasado por una profunda restauración. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha trabajado en devolverle su esplendor original, desde la limpieza de ornamentos hasta la renovación de tuberías. ¡Pronto podrás admirar su nueva cara, tal como la imaginó Rivas Mercado hace más de un siglo!

El Palacio Municipal no está solo en su esplendor. Frente a él encontrarás el Museo de Historia de Tlalpan, un rincón lleno de arte y conocimiento, y a su espalda, el tradicional Mercado de la Paz, ideal para un antojito después de tu recorrido.

El Palacio Municipal de Tlalpan es más que un edificio: es un recordatorio de la historia y la identidad de esta encantadora alcaldía. Así que, la próxima vez que busques una escapada cultural al sur de la ciudad, no dudes en visitar este icónico recinto.

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Dirección:
 Plaza de la Constitución #1, Centro de Tlalpan, Ciudad de México, CDMX