Archivos de la categoría El origen de CDMX

Reloj Otomano, símbolo de amistad y tradición en el Centro Histórico de la CDMX

Si caminas por el Centro Histórico de la Ciudad de México, específicamente en la esquina de las calles Venustiano Carranza y Bolívar, encontrarás un monumento que no solo cuenta la hora, sino también una historia de amistad, migración y cultura compartida: el Reloj Otomano. Este emblemático reloj ha visto pasar más de un siglo de historia y hoy es el protagonista de la plaza que lleva su nombre.

En 1910, mientras México celebraba con bombos y platillos el Centenario de su Independencia, el gobierno del Imperio Otomano decidió unirse a la fiesta con un regalo muy especial: un reloj monumental que simbolizara la amistad entre ambas naciones. Aunque el Imperio Otomano desapareció en 1922, el Reloj Otomano sigue en pie, recordándonos los lazos que unen a México con las comunidades libanesa, turca y siria que llegaron al país.

A finales del siglo XIX y principios del XX, miles de migrantes del Imperio Otomano llegaron a México buscando nuevas oportunidades. Principalmente eran judíos sefardíes, libaneses maronitas, turcos musulmanes y sirios. Estas comunidades no solo se asentaron en lugares como la Ciudad de México, Puebla, Veracruz y Yucatán, sino que dejaron una huella imborrable en la cultura mexicana. ¿Un ejemplo delicioso? Los tacos árabes, que con el tiempo evolucionaron en el popular taco al pastor, un ícono de la gastronomía chilanga.

El reloj no está solo. La plaza donde se encuentra también tiene una historia fascinante y una variedad de nombres a lo largo de los años. En el siglo XIX, aquí había un aljibe que abastecía al antiguo Colegio de Niñas (hoy Club de Banqueros). Después de varias remodelaciones, la plaza pasó a llamarse Plaza 5 de Mayo y más tarde Plaza Victoria, aunque ninguno de estos nombres se impuso del todo.

Un detalle encantador de la plaza es la escultura de una rana tocando un laúd, que se cree data del siglo XIX. Este peculiar monumento rinde homenaje a los músicos que frecuentan la calle 16 de Septiembre para comprar instrumentos. Por esta razón, la plaza también es conocida como Plaza de la Ranita.

En 2010, con motivo del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la entrega del reloj, los gobiernos de Turquía y Líbano unieron fuerzas para restaurarlo. El reloj, adornado con azulejos y arcos que evocan la arquitectura otomana, volvió a lucir en todo su esplendor.

En lo alto, una veleta con tres símbolos cuenta una historia de unión y diversidad: el escudo de México, la media luna turca y el cedro libanés. Este detalle no solo adorna el reloj, sino que celebra la riqueza cultural que nace del encuentro de pueblos diferentes.

Hoy, el Reloj Otomano no solo marca el paso del tiempo, sino que nos invita a detenernos un momento y reflexionar sobre las historias que convergen en la Ciudad de México. Ya sea que vayas a admirar su diseño, a curiosear en la plaza o a deleitarte con un taco al pastor en los alrededores, este rincón te recibirá con los brazos abiertos y un pedacito de historia que nunca pasa de moda.

¡La próxima vez que pasees por el Centro Histórico, no olvides hacer una parada frente al Reloj Otomano!

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Dirección:
 Calle de Bolívar #37, esquina con Venustiano Carranza , Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Casa Gargollo / University Club, un ícono histórico y arquitectónico en Paseo de la Reforma (Colonia Juárez)

La Casa Gargollo, también conocida como University Club, ubicada en el emblemático Paseo de la Reforma 150, es una joya arquitectónica que no solo resalta por su imponente diseño, sino también por la rica historia que se despliega en sus muros. La edificación de esta residencia se remonta a principios del siglo XX, en la Colonia Américana (hoy Colonia Juárez) una de las zonas más exclusivas y dinámicas de la Ciudad de México, cuando el Paseo de la Reforma comenzaba a consolidarse como una de las principales arterias urbanas de la capital.

Originalmente construida para la familia Urquiaga, su propietario inicial, don Juan Nepomuceno Urquiaga Rincón-Gallardo, un hombre de la alta sociedad y descendiente de una noble familia de la región, encargó la obra para edificar su residencia particular. La compra del terreno para la construcción de la casa se realizó en el año de 1901. Sin embargo, poco después, la propiedad fue vendida en 1904 a José Gargollo, un importante empresario de la época, quien decide emprender la edificación de lo que se convertiría en un lugar de prestigio.

El arquitecto a cargo de este proyecto fue José Luis Cuevas, un joven de gran talento en la época, cuyo trabajo se destacó por fusionar elementos tradicionales con tendencias de vanguardia que definían el nuevo siglo. La Casa Gargollo fue concebida en un estilo arquitectónico neoclásico, con acabados lujosos, espacios amplios y una estructura que exudaba elegancia, reflejando las aspiraciones de la alta sociedad mexicana en ese entonces. Entre sus elementos más destacados se encuentran la gran logia, que albergaba una extensa biblioteca, y una protuberancia ochavada que funcionaba como mirador, desde donde las y los habitantes de la casa podían observar la glorieta de Cuauhtémoc y el imponente Paseo de la Reforma. Este último detalle arquitectónico es particularmente significativo, pues permitía tener una vista panorámica de la ciudad en una de las avenidas más importantes de la capital.

La Casa Gargollo se convirtió rápidamente en uno de los hogares más destacados de la alta sociedad mexicana. José Gargollo, junto con su esposa Alicia Rivas Mercado, dotaron a la casa de un ambiente elegante y acogedor, decorándola con muebles europeos importados, obras de arte y objetos de lujo, como tibores, marfiles y porcelanas. La residencia no solo era el hogar de una familia prominente, sino que también fue un centro de reunión para figuras influyentes de la política, la cultura y el arte de la época. En sus salas, se discutían los temas más importantes del país, y se organizaban eventos que reunían a lo más selecto de la sociedad capitalina.

Sin embargo, la estabilidad de la familia Gargollo se vio afectada por las transformaciones sociales y políticas que sacudieron al país durante la Revolución Mexicana. A medida que los conflictos sociales aumentaban, la familia enfrentó dificultades económicas, lo que llevó a la cesión de la casa en 1933. Fue entonces cuando la residencia pasó a ser la sede del University Club de México, un club social y académico de gran renombre, que buscaba en la Casa Gargollo un lugar de encuentro para intelectuales, diplomáticos y miembros destacados de la comunidad internacional. El club utilizó la casa como su sede durante muchos años, organizando eventos, conferencias y cenas que reunían a un sinfín de personajes de diversas nacionalidades.

A lo largo de las décadas siguientes, la Casa Gargollo continuó siendo un testigo privilegiado de los cambios que marcaron la historia de la ciudad. En 1964, con la organización de los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México, la casa se convirtió en un referente cultural y un lugar de paso para delegaciones internacionales. El edificio se adaptó a las nuevas necesidades del University Club, que lo mantuvo como su sede oficial, haciendo algunas remodelaciones para modernizar los espacios sin perder el encanto de su arquitectura original.

En la actualidad, la Casa Gargollo sigue siendo un testimonio vivo de la historia de la Ciudad de México. Su estructura y su estilo arquitectónico conservan intacto el esplendor de épocas pasadas, y su ubicación privilegiada en el corazón de Paseo de la Reforma la convierte en un ícono cultural de la capital. A lo largo de su historia, la casa ha sido un escenario de momentos trascendentales en la política, la cultura y la vida social de México. Con el paso de los años, la Casa Gargollo ha logrado adaptarse a los cambios sin perder su esencia, consolidándose como un espacio donde convergen las tradiciones y las tendencias más modernas de la Ciudad de México.

Hoy en día, la Casa Gargollo continúa funcionando como un importante centro de eventos sociales, culturales y académicos. Su arquitectura, su legado histórico y su rol en la vida cultural de la ciudad siguen siendo motivo de admiración y estudio. En sus habitaciones se sigue respirando la historia de un México que se transformó durante el siglo XX, pero que nunca olvidó las raíces de su esplendor pasado.

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Dirección:
 Paseo de la Reforma #150, Colonia Juárez, Ciudad de México, CDMX

Casa Boker, un pedazo de historia en el Centro Histórico de la Ciudad de México

La historia de la Casa Boker comienza en 1865, cuando el alemán Roberto Boker, originario de Remscheid, Alemania, decidió abrir una tienda en la Ciudad de México durante el breve reinado de Maximiliano de Habsburgo. En ese momento, el alemán se hablaba con frecuencia en las calles y el comercio entre México y Europa estaba floreciendo. Roberto y su hermano llegaron con la idea de traer herramientas y productos de alta calidad, importados directamente de su ciudad natal, famosa por la fabricación de acero y cuchillería. No solo se dedicaban a la venta de herramientas, sino también a la distribución de artículos novedosos, como las máquinas de coser Singer, que llegaron a México en una época en la que este tipo de tecnología era casi desconocida.

La familia Boker había estado produciendo herramientas en Alemania desde 1640, y en su país de origen se destacaban por la fabricación de cuchillos, navajas y otros utensilios de acero de alta calidad. Cuando Roberto se trasladó a la Ciudad de México, las posibilidades de negocio parecían infinitas. Y, efectivamente, Casa Boker prosperó rápidamente, comenzando a abastecer no solo la ciudad, sino también otras localidades del país, con su amplia gama de productos.

En 1896, después de varios años de éxito, la familia decidió construir un edificio especialmente diseñado para albergar la tienda en la que ya se vendían todo tipo de herramientas, maquinaria agrícola, utensilios domésticos y otros artículos de gran calidad. En 1900, el presidente Porfirio Díaz inauguró oficialmente el imponente edificio que conocemos hoy, en la esquina de las avenidas 16 de Septiembre e Isabel la Católica.

El edificio fue diseñado por los arquitectos De Lemos y Cordes, conocidos también por su diseño de los grandes almacenes Macy’s en Nueva York. En su construcción, se utilizaron materiales importados de todo el mundo, desde el mármol italiano hasta la viguetería metálica de Estados Unidos, creando una estructura sólida y duradera. La fachada de cantera y la decoración de la cornisa superior, adornada con detalles artísticos, reflejan el estilo arquitectónico característico del Porfiriato, y el edificio en sí mismo se convirtió en un símbolo de la prosperidad de esa época.

Además, en el proceso de construcción se descubrieron importantes artefactos arqueológicos, como un águila decapitada y una figura conocida como El Chihuateto, que hoy se encuentran en el Museo Nacional de Antropología y el Museo Nacional de Arte, respectivamente. Estos hallazgos le dan un toque aún más especial a este lugar, pues unen la historia prehispánica con la moderna.

Lo fascinante de la Casa Boker es que, aunque ha atravesado muchos cambios a lo largo de los años, sigue siendo un negocio familiar. Hoy en día, la cuarta generación de la familia Boker continúa al mando de la tienda, lo que no es común en muchos negocios con tanta historia. La ferretería sigue siendo el núcleo de la actividad comercial, aunque con el paso del tiempo ha evolucionado, adaptándose a las necesidades y demandas actuales de los consumidores. Hoy, las y los visitantes pueden encontrar desde herramientas especializadas hasta artículos para el hogar, pero siempre con la calidad que ha caracterizado a la tienda desde sus inicios.

A lo largo de los años, la Casa Boker ha superado diferentes vicisitudes, como el incendio de 1975 que dañó parte del edificio, y que llevó a su remodelación. En la década de 1970, también se alquiló una parte del edificio a la compañía Sanborns, que contribuyó a la preservación del inmueble y a mantenerlo como un referente en la vida comercial y cultural de la Ciudad de México.

El edificio sigue siendo una joya arquitectónica que conserva su esencia histórica, y el espacio alberga no solo la tienda de ferretería, sino también un restaurante y algunos grandes almacenes. A pesar de los cambios que ha experimentado, la Casa Boker mantiene un pedazo de su espíritu original. Dentro de sus paredes, aún se puede respirar la historia del México porfiriano, pero también se nota cómo este negocio se ha adaptado a los tiempos modernos.

Sanborns, que comparte el espacio con la tienda original, hace visibles varias de las secciones históricas del edificio. Desde el restaurante, los comensales pueden disfrutar de una comida mientras observan algunas de las zonas que aún conservan detalles arquitectónicos de la época en que fue inaugurado. La Casa Boker sigue siendo una parada obligatoria para quienes se interesan por la historia de la Ciudad de México, pero también es un recordatorio de la larga tradición comercial que ha tenido la ciudad desde tiempos coloniales.

La historia de la Casa Boker es la historia de una familia que, a lo largo de más de 150 años, ha dejado una huella indeleble en el comercio mexicano. Desde su fundación en 1865, la familia Boker ha demostrado que la perseverancia y el compromiso con la calidad pueden hacer frente a los desafíos más grandes. Y, hoy, al visitar este edificio emblemático, no solo se recorre un pedazo de la historia empresarial de la Ciudad de México, sino que también se conecta con un legado que ha perdurado gracias al esfuerzo y la visión de quienes han liderado este negocio a lo largo de los años.

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Dirección:
 16 de Septiembre #58, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Hacienda de San Antonio Clavería, un tesoro virreinal escondido en Azcapotzalco

La Hacienda de San Antonio Clavería es un tesoro escondido en la Ciudad de México, un lugar que conserva la esencia de épocas pasadas, aunque hoy en día, muchos desconocen su existencia fuera de los círculos históricos. Ubicada en Azcapotzalco, esta joya arquitectónica se ha preservado de manera admirable, especialmente por su actual uso como sede del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE). Y aunque no está abierta al público, su historia sigue siendo un referente cultural y arquitectónico de la zona.

La Hacienda nació a finales del siglo XVII, cuando Don Juan Antonio Clavería Villarreales, un hombre adinerado y mercader, adquirió la propiedad para dedicarla a San Antonio. Se dice que posiblemente compró la tierra a las familias de los conquistadores que recibieron grandes extensiones de terreno tras la llegada de los españoles. Con el paso de los años, el nombre de Clavería no solo quedó asociado a la hacienda, sino también al barrio que, hasta hoy, lleva su nombre.

A finales del siglo XVIII, Domingo de Bustamante compró la hacienda, que para ese entonces ya era conocida por su producción agrícola, especialmente de maíz y trigo, así como ganado vacuno y lana. En su apogeo, el lugar era un verdadero “Palacio de los Bustamantes” y una de las principales haciendas de la región. Durante este periodo, la hacienda se convirtió en escenario de eventos históricos significativos, como la ocupación de las tropas del General monárquico De la Concha en 1820, cuando se preparaban para las últimas batallas de la Guerra de Independencia.

El edificio más destacado es su patio principal, rodeado de una terraza de dos pisos, y una casa grande que albergaba una capilla. La arquitectura de la hacienda es considerada un excelente ejemplo de la transición entre el virreinato y la época moderna, con su estilo residencial y agrícola. Fue restaurada en 1951, casi dos décadas después de ser declarada Monumento Histórico en 1933.

Aunque hoy la Hacienda de San Antonio Clavería se encuentra bajo el cuidado del IPADE, sigue siendo un recordatorio vibrante del pasado colonial de la ciudad y un testimonio arquitectónico de la vida rural en el Virreinato. Aunque no se puede visitar, su presencia en el corazón de Azcapotzalco es un ancla que conecta a la ciudad con su historia.

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Dirección:
 Calle Floresta #20, Colonia Claveria, Ciudad de México, CDMX

Panteón Francés de La Piedad, un rincón de historia y arte en la CDMX

¿Sabías que en pleno corazón de la Ciudad de México puedes encontrar un cementerio con estilo europeo que parece sacado de un cuento gótico? El Panteón Francés de La Piedad, ubicado en la colonia Buenos Aires, es mucho más que un lugar de descanso eterno; es un viaje en el tiempo que combina historia, arte y curiosidades.

Este panteón tiene sus raíces en el efímero Segundo Imperio Mexicano. Fue en 1864, durante la llegada del emperador Maximiliano, cuando comenzó a gestarse la idea de un cementerio digno para la comunidad francesa y europea que vivía en la ciudad. Inaugurado oficialmente en 1872, su diseño sigue los modelos de los famosos cementerios Père Lachaise en París y St. James’s Park en Londres. ¡Nada mal para un lugar que empezó como una obra gestionada por la influyente familia Escandón!

Caminar por este panteón es como pasear por un museo al aire libre. Desde mausoleos góticos y neoclásicos hasta piezas de arte Nouveau y Art Decó, cada rincón cuenta una historia. La capilla, construida entre 1890 y 1892, destaca por su chapitel de hierro diseñado por el arquitecto francés E. Desormes, un guiño al Porfiriato y su fascinación por todo lo francés.

El Panteón Francés de La Piedad alberga los restos de figuras que marcaron la historia y la cultura mexicana. Aquí descansan grandes nombres como:

  • Ricardo Flores Magón, revolucionario e ideólogo.
  • Amalia Hernández, fundadora del Ballet Folklórico de México.
  • Silvestre Revueltas, compositor.
  • Roberto Gómez Bolaños, nuestro querido Chespirito.
  • Carmen Romero Rubio, primera dama del Porfiriato.

Y esto es solo el principio; la lista sigue con militares, escritorxs, actores/actrices y activistas.

Aunque el acceso está restringido a familiares, el panteón sigue siendo un lugar lleno de historia que invita a reflexionar sobre el pasado. Desde su imponente entrada en la avenida Cuauhtémoc, con la frase Heureux qui meurt dans le Seigneur (“Dichoso aquel que muere en el Señor”), hasta su cercanía con sitios icónicos como el Viaducto Miguel Alemán y Parque Delta, el Panteón Francés de La Piedad es un testimonio vivo de una época de contrastes y encuentros culturales.

Así que, la próxima vez que pases cerca, tómate un momento para imaginar las historias que guardan sus muros y mausoleos. Porque, aunque no sea sede de celebraciones de Día de Muertos, este cementerio tiene un encanto único que lo convierte en un tesoro de la CDMX.

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Dirección:
 Av. Cuauhtémoc s/n, Colonia Buenos Aires de Morelos, Ciudad de México, CDMX

Panteón Xilotepec, un rincón de tradición y misterio en Xochimilco

¿Alguna vez te has atrevido a explorar el lado más tradicional —y quizá un poquito espeluznante— de Xochimilco? El Panteón Xilotepec, el más grande de la alcaldía y el segundo más visitado de la Ciudad de México, es el lugar perfecto para adentrarte en las tradiciones del Día de Muertos con un toque de historia, misterio y mucha vida.

Este cementerio data de finales del siglo XIX, cuando fue creado como una alternativa civil en tiempos de la Reforma Religiosa. Su primera tumba se remonta a 1893, y aunque las y los habitantes locales lo llaman “el cementerio viejo”, sigue siendo el epicentro de la vida comunitaria en fechas clave como el Día de las Madres, el Día del Padre y, por supuesto, durante las celebraciones del Día de Muertos, cuando recibe hasta 60 mil visitantes en busca de sus seres queridos y un encuentro con la tradición.

La historia se enriquece con la Rotonda de las Personas Ilustres de Xochimilco, añadida en los años 70, donde descansan figuras locales como el poeta Fernando Celada, el periodista Adán Becerril y hasta un monumento dedicado al pintor Francisco Goitia.

Uno de los rincones más conocidos del panteón es su sección infantil, donde las pequeñas tumbas están decoradas con globos, juguetes y colores vibrantes. Aunque estos detalles buscan honrar la memoria de las infancias, tienen un aire que muchxs describen como melancólico y, en ocasiones, un poco inquietante.

Durante el Día de Muertos, el Panteón Xilotepec se llena de vida con las famosas alumbradas. El aroma del cempasúchil inunda el aire, mientras las y los visitantes disfrutan de antojitos tradicionales, nieves y música, creando un ambiente que mezcla lo festivo con lo espiritual.

Dicen que la Llorona ronda los rincones del Panteón Xilotepec, pero más allá de los cuentos de terror, este lugar invita a reflexionar sobre la vida, la muerte y las tradiciones que nos unen como mexicanos y mexicanas.

Así que ya sabes, si buscas un plan auténtico para el Día de Muertos, lánzate al Panteón Xilotepec y vive una experiencia única en el corazón de Xochimilco, la tierra del ajolote y las flores.

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Dirección:
 Mártires de Río Blanco y México, Camino a San Pablo, Colonia Ampliación la Noria, Xochimilco, Ciudad de México, CDMX

Santa Úrsula Coapa, un rincón lleno de historia bajo las sombras del Estadio Azteca

¿Has oído hablar de Santa Úrsula Coapa? Aunque muchxs asocian “Coapa” con el bullicioso centro comercial Galerías, este pequeño pueblo originario es mucho más que eso. Su historia nos remonta a tiempos prehispánicos, cuando era conocido como Coapatl, que en náhuatl significa “río de serpientes”. ¡Y no es para menos! Aquí hubo presencia humana desde la época de Cuicuilco, con evidencia que sigue asomándose entre las piedras volcánicas que quedaron tras la erupción que arrasó esa antigua civilización en el siglo III.

Durante la época colonial, el pueblo adoptó como patrona a Santa Úrsula Virgen y Mártir, y con el paso de los siglos, su templo se convirtió en el corazón de la comunidad. Aunque ha tenido varias remodelaciones, su fachada actual, de estilo del siglo XIX, guarda pequeños secretos que vale la pena descubrir, como una campana del siglo XVIII y un marco de acero de 1913.

Pero Santa Úrsula no solo es historia. Al norte del coloso de Santa Úrsula, mejor conocido como el Estadio Azteca, el pueblo conserva su esencia con más de 500 árboles adornando sus calles. Si vas en tren ligero, la estación El Vergel te da la bienvenida a este encantador rincón, uno de los siete pueblos originarios de Coyoacán.

Hablando de Coyoacán, ¡qué joya cultural! Pero, ojo, no todo es el centro histórico y sus casonas coloniales. Santa Úrsula Coapa nos recuerda que también hubo vida prehispánica y rural en esta alcaldía. Hasta los años setenta, el pueblo aún contaba con zanjas de aguas cristalinas y una fauna fascinante que hoy apenas sobrevive en el recuerdo: ranas, luciérnagas y hasta tarántulas.

El contraste entre su pasado rural y su presente urbano hace de Santa Úrsula un lugar único. Y es que puedes pasear entre calles con historia, visitar su iglesia o simplemente disfrutar de la tranquilidad que todavía se respira. Y si tienes suerte, hasta podrías escuchar una de las tantas leyendas que guardan sus vecinxs.

¿Tienes alguna anécdota de Santa Úrsula Coapa? ¡Compártela en los comentarios y celebremos juntos la riqueza cultural de este rincón del sur de la Ciudad de México!

Casco de la Hacienda de Coapa, un rincón con historia que susurra secretos del pasado

Si alguna vez has paseado por la Calzada del Hueso en el sur de la Ciudad de México, es posible que hayas pasado de largo el Casco de la Hacienda de Coapa sin darte cuenta de su fascinante historia. Aunque hoy en día parece un lugar más entre el ajetreo urbano, este sitio fue en su tiempo el corazón de una próspera hacienda que dejó una profunda huella en la región.

La Hacienda de San José de Coapa, fundada en el siglo XVII y consolidada en el XVIII, fue mucho más que un simple rancho. ¡Era toda una capital regional! Cultivaba alfalfa, criaba ganado y abastecía de alimentos a las granjas y ranchos vecinos. En aquellos días, el paisaje era un océano verde de sembradíos que se extendía hasta el Canal Nacional.

De la antigua “Casa Grande”, que alguna vez simbolizó el poder económico de la hacienda, queda un impresionante arco de piedra sobre la Calzada del Hueso, un testimonio sobreviviente de un tiempo más tranquilo y rural. Aunque el terremoto del 19 de septiembre de 2017 lo dañó considerablemente, su majestuosidad sigue atrapando miradas y avivando historias entre las y los vecinos.

La Hacienda de Coapa fue propiedad de muchos dueños, entre ellos la familia de Benito Juárez, ¡vaya dato curioso! Sin embargo, con el tiempo, sufrió saqueos durante la Revolución Mexicana y fue dividida en múltiples lotes tras las reformas agrarias. En el siglo XX, el casco fue perdiendo partes importantes para dar paso a las Calzadas de Tlalpan y del Hueso, y lo que quedó se convirtió en escenario de películas icónicas como El Callejón de los Milagros.

Si caminas por la calle Santa Rosa, detrás de la fachada de una casa con comercios, todavía puedes encontrar restos de la capilla original de la hacienda. Y en una unidad habitacional cercana, llamada Las Trojes, se conserva un establo que alguna vez albergó ganado y una antigua báscula usada para pesar alimentos desde 1900.

El nombre Coapa proviene del náhuatl Coapan, que se traduce como “río de serpientes”. Aunque hoy suena más a un dato para lucirte en una trivia, este nombre evoca la conexión profunda de la región con la naturaleza y su pasado agrícola.

Actualmente, el arco de la Hacienda de Coapa está en peligro y a la espera de ser restaurado. Mientras tanto, sigue siendo un lugar que conserva el espíritu de una época pasada, rodeado de locales comerciales, estudiantes de la UVM y vecinxs que recuerdan con cariño cómo este rincón era un campo de cultivo.

Así que, la próxima vez que te encuentres en Coapa, ¡tómate un momento para observar el casco de la hacienda! Detrás de sus muros de piedra y ladrillo, aún se esconden historias que esperan ser contadas.

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Dirección:
 Calz. del Hueso #48, Coapa, Col. Ex-Hacienda Coapa, Ciudad de México, CDMX

Gran Hotel de la Ciudad de México, un hotel lleno de historia y lujo en el Centro Histórico

Imagina hospedarte en un lugar que ha sido testigo de más de un siglo de historia, ¡y que sigue brillando como el primer día! El Gran Hotel de la Ciudad de México es mucho más que un hospedaje: es un viaje al pasado, con todas las comodidades modernas que podrías desear. Su historia comienza en 1899, cuando Porfirio Díaz inauguró el Centro Mercantil, la tienda departamental más importante de la época, inspirada en los grandes almacenes de París. Hoy, el edificio es un emblema del Art Nouveau en México, con detalles arquitectónicos que te dejarán sin aliento.

Desde que entras al hotel, el lobby te recibe como un palacio. Los pisos de mármol, los elevadores de rejilla –de los primeros instalados en México– y los muebles antiguos crean un ambiente de lujo clásico. Pero el verdadero tesoro está arriba: un espectacular vitral estilo Tiffany, diseñado por Jacques Grüber en 1908, que inunda el espacio con luz y colores. ¿Sabías que este vitral es uno de los más grandes del mundo? ¡Definitivamente una foto para el recuerdo!

Las 60 suites del Gran Hotel son un sueño hecho realidad. Con camas estilo princesa, tapizados elegantes, lámparas vintage y chaise longues perfectas para un ritual de té, cada rincón te hará sentir como un duque o duquesa. Y no te preocupes, porque aquí lo clásico no se pelea con lo moderno: las habitaciones cuentan con internet de alta velocidad y pantallas planas. ¿Quieres más? Algunas suites ofrecen vistas privilegiadas al Zócalo, ¡para que vivas la magia del Centro Histórico desde tu ventana!

Uno de los mayores atractivos del hotel es su terraza restaurante. Desde aquí, las vistas al Zócalo, la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional son simplemente inigualables. Ya sea para un desayuno tranquilo, un brunch de fin de semana o una cena romántica, este lugar se ha ganado su fama como uno de los mejores puntos para admirar la Ciudad de México.

Si hay un momento mágico para visitar el Gran Hotel, es durante las celebraciones del Grito de Independencia. Cada 15 de septiembre, el hotel organiza una fiesta inolvidable que incluye cena de gala, barra libre, música en vivo y, por supuesto, vistas de primera fila al Grito desde el Palacio Nacional y los fuegos artificiales. ¿La cereza del pastel? Una feria mexicana y una cena de desvelados para mantener la fiesta toda la noche. ¡Viva México!

El Gran Hotel no solo es un destino para viajerxs, sino también un ícono del cine. Ha aparecido en películas como “Spectre” de James Bond y en innumerables producciones mexicanas. Su elegancia y carácter lo convierten en el escenario perfecto para cualquier historia.

Ya sea que decidas hospedarte, disfrutar de un brunch en su terraza o simplemente visitar su majestuoso lobby, el Gran Hotel de la Ciudad de México es una parada obligatoria en tu próxima visita al Centro Histórico. Vive el lujo, la historia y la magia de uno de los edificios más emblemáticos de la Ciudad de México.

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Dirección:
 16 de Septiembre #82, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX
Página Web: granhoteldelaciudaddemexico.com.mx
Instagram: instagram.com/granhotelcdmx
Facebook: facebook.com/granhotelcm

Antigua Escuela de Jurisprudencia, donde la historia y el derecho caminan juntos

En pleno corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, entre las calles República de Argentina y San Ildefonso, se alza un edificio con mucha historia y un aire de grandeza: la Antigua Escuela de Jurisprudencia. Este lugar, que alguna vez fue hogar de monjas dominicas y luego centro de formación de brillantes abogados, es ahora un rincón fascinante para explorar la historia de nuestra ciudad y su educación.

El edificio tiene raíces profundas que se remontan a 1593, cuando las hermanas Phelipas, tres visionarias oaxaqueñas, donaron su casa para fundar el Convento de Santa Catalina de Siena. Desde entonces, este lugar ha pasado por tantas transformaciones como leyes en los códigos jurídicos: de convento a cuartel militar, y finalmente, a un espacio educativo.

Fue en 1908 cuando el presidente Porfirio Díaz inauguró aquí la Escuela Nacional de Jurisprudencia, diseñada por el ingeniero Salvador Echegaray. Su arquitectura es todo un espectáculo: una mezcla de estilos eclécticos que combina columnas palladianas con frontones, interiores remodelados y un tercer piso añadido en el siglo XX.

Si te das una vuelta por este edificio, notarás que no sólo es un espacio lleno de historia jurídica, sino también un respiro en medio del bullicioso Centro Histórico. Gracias a la peatonalización de la calle San Ildefonso, el exterior del edificio tiene un aire de plaza pública, ideal para una pausa entre paseos.

A lo largo de los años, este lugar ha sido testigo de grandes cambios en la educación mexicana. Fue aquí donde, en 1929, las y los estudiantes lucharon por la autonomía de la Universidad Nacional de México (hoy UNAM). En 1954, la Escuela de Jurisprudencia se mudó a Ciudad Universitaria, pero el edificio siguió formando parte del patrimonio universitario.

Hoy, este espacio alberga la educación continua y servicios para exalumnos de la Facultad de Derecho de la UNAM. Incluso la Suprema Corte tiene una pequeña presencia aquí, dándole un toque contemporáneo a este lugar lleno de tradición.

Así que, si andas por el Centro Histórico y te topas con esta joya arquitectónica, no dudes en detenerte, admirar su fachada y recordar que, más allá de sus muros, se encuentran siglos de historias que marcaron el rumbo del derecho en México.

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Dirección:
 San Ildefonso #28, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX