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Metro Pino Suárez, revolución y dioses prehispánicos en el Centro Histórico

Ubicada en el corazón de la Ciudad de México, la estación Pino Suárez es mucho más que una simple conexión entre las líneas 1 y 2 del Metro. Es un cruce de caminos entre historia, cultura y patrimonio arqueológico que pasa desapercibido para millones de usuarixs diarios. Desde su nombre hasta su ícono, cada elemento de esta estación tiene un relato que contar.

Su nombre proviene de la avenida Pino Suárez, que honra a José María Pino Suárez, un personaje clave de la Revolución Mexicana. Abogado, periodista, poeta y político, fundó el diario El Peninsular para denunciar la opresión que sufrían los campesinos. Fue gobernador de Yucatán y vicepresidente de México junto a Francisco I. Madero. Ambos fueron asesinados durante la Decena Trágica de 1913, y su memoria quedó grabada en calles, avenidas y, por supuesto, en esta emblemática estación.

Pero Pino Suárez también guarda un secreto del México antiguo. Durante las excavaciones para su construcción a finales de los años 60, se descubrió un adoratorio prehispánico dedicado a Ehécatl, el dios del viento. Esta estructura cilíndrica, diseñada para permitir el libre paso del viento, marcaba el límite sur de la gran Tenochtitlán. Hoy, el templo —considerado la zona arqueológica más pequeña del país— se puede admirar justo en el punto de correspondencia entre las dos líneas del Metro, siendo transitado de forma indirecta por hasta 54 millones de personas al año.

El ícono de la estación, una representación de la pirámide de Ehécatl, rinde homenaje a este hallazgo arqueológico. En la mitología mexica, Ehécatl es una de las manifestaciones de Quetzalcóatl, una serpiente emplumada y dios creador asociado con los vientos y los puntos cardinales. Excavaciones posteriores, como las de 2017, han revelado restos de un calpulli o unidad social prehispánica, posiblemente perteneciente al antiguo barrio de Cuezcontitlán, lo que añade aún más riqueza al sitio.

La estación también destaca por su entorno dinámico. En su superficie se encuentran lugares históricos como la iglesia de San Miguel Arcángel y el Jardín San Miguel, además de zonas comerciales populares como la Plaza Comercial Pino Suárez y la Plaza San Lucas, donde se puede encontrar ropa, calzado y artículos diversos.

Además, Pino Suárez forma parte del único pasaje subterráneo en la red del Metro que conecta dos estaciones sin ser correspondencia directa: el famoso pasaje Zócalo-Pino Suárez, también conocido como Un paseo por los libros, donde se pueden encontrar librerías, exposiciones artísticas y un pequeño auditorio.

Desde su inauguración como la primera estación de correspondencia en 1970 hasta su reciente remodelación parcial en 2023, Pino Suárez sigue siendo un punto vital en la movilidad de la ciudad. Pero más allá de su utilidad como transporte, esta estación es un verdadero cruce de épocas, donde conviven la historia revolucionaria, el esplendor mexica y la vida cotidiana de millones de personas.

Metro San Antonio Abad, un estación con un pasado religioso y textil

La estación San Antonio Abad forma parte de la Línea 2 del Metro de la Ciudad de México y está ubicada en la alcaldía Cuauhtémoc. Aunque para muchxs es solo una parada más rumbo al sur de la ciudad, lo cierto es que esta estación tiene un trasfondo religioso, social y arquitectónico que se remonta al siglo XVI.

El nombre de la estación proviene de la Calzada San Antonio Abad, tramo de la antigua Calzada de Tlalpan, una de las arterias más antiguas de la ciudad. Esta, a su vez, toma su nombre de San Antonio Abad, también conocido como San Antonio de Egipto, un fraile que vivió entre los años 251 y 356 d.C. y es considerado el padre del movimiento ermitaño cristiano. Su imagen sirve como ícono de la estación.

A su llegada a la Nueva España en 1530, la Orden de los Antoninos solicitó un terreno para construir un templo. El virreinato les asignó un predio al sur de la ciudad, donde comenzaron la construcción del Templo y Hospital de San Antonio Abad. Aunque la obra tardó décadas en concluirse —pues dependía de limosnas—, finalmente fue inaugurada en 1682. El convento cerró tras la muerte del último fraile antonino en México, pero el edificio tuvo otras vidas: en 1789 fue adaptado como fábrica textil, una industria que aún tiene presencia en la zona.

Hoy, la estación se caracteriza por ser la primera no subterránea de la línea que va hacia el sur y por su cercanía con edificios judiciales y de gobierno. En su interior destaca el mural “La historia jamás contada, los hilados”, del artista Ariosto Otero Reyes, que homenajea tanto a la industria textil como a los terremotos de 1985 y 2017.

Aunque poco frecuentada por turistas, Metro San Antonio Abad guarda entre sus muros fragmentos del pasado virreinal y del México contemporáneo. Además, brinda acceso a colonias como Obrera, Tránsito y Asturias, donde aún se pueden descubrir joyas como la Imprenta Gala, con más de un siglo de historia, o sitios tradicionales como Santa Cruz Acatlán.

Metro Chabacano, un recuerdo del paisaje urbano de antaño en la CDMX

La estación Chabacano del Metro de la Ciudad de México es mucho más que un punto de conexión entre tres líneas (2, 8 y 9). Ubicada en la alcaldía Cuauhtémoc, esta estación es un nodo estratégico que presta servicio a las colonias Vista Alegre, Obrera y Ampliación Asturias. Pero más allá de su importancia en la red del transporte colectivo, Chabacano guarda un origen tan curioso como aromático: su nombre proviene del chabacano, una fruta veraniega de pulpa jugosa, color amarillo-naranja y aroma inconfundible.

La historia se remonta a la creación de las colonias Asturias y Vista Alegre. En ese entonces, al proyectarse las nuevas calles, una de ellas recibió el nombre de Chabacano por la gran cantidad de árboles de esta fruta que crecían en los terrenos baldíos de la zona. Estos árboles se daban especialmente bien gracias a la cercanía con el antiguo río de la Piedad, cuya humedad favorecía su crecimiento. Hoy ese río está entubado y lo conocemos como el Viaducto Miguel Alemán.

El chabacano, también llamado albaricoque, tiene su origen en China, pero fue traído a América por misioneros españoles en el siglo XVIII. Su llegada no pasó desapercibida: su sabor y su adaptación al clima mexicano lo hicieron parte del paisaje urbano, al grado de dar nombre a una calle y, eventualmente, a una estación de Metro.

El ícono de la estación, como no podía ser de otro modo, es la silueta del chabacano. Además de su conexión eficiente entre líneas, Chabacano es un espacio cultural con murales como Civilización y Cultura, del artista portugués José de Guimarães, y Urban historias del rock mexicano, de Jorge Flores Manjarrez. Incluso ha sido escenario de cine: en 1990 se filmó aquí una escena de la película Total Recall, protagonizada por Arnold Schwarzenegger.

Así, la estación Chabacano no solo conecta destinos, también enlaza memorias: desde los árboles frutales que le dieron su nombre hasta las historias urbanas que hoy siguen fluyendo bajo la ciudad.

Paseo de la Reforma, la historia de la avenida más emblemática de México

El Paseo de la Reforma es, sin lugar a dudas, la avenida más emblemática de la Ciudad de México y un símbolo fundamental para el país. Esta vía de 14.7 kilómetros de largo atraviesa varias zonas clave de la capital, conectando áreas como Cuajimalpa, Santa Fe, Polanco, Las Lomas de Chapultepec y el Centro Histórico. Su recorrido, además de ser vital para la movilidad en la ciudad, ha sido testigo de importantes sucesos históricos y culturales que han marcado el rumbo de la nación.

Originalmente, esta avenida fue conocida como el Paseo de la Emperatriz o Paseo del Emperador, pues fue trazada durante el Segundo Imperio Mexicano bajo el mandato de Maximiliano I. El emperador, influenciado por las grandes avenidas europeas, encargó la creación de esta vía para conectar su residencia en el Castillo de Chapultepec con el centro de la Ciudad de México, buscando así un trazo monumental que evocara las grandes urbes del viejo continente, como París o Viena.

El proyecto, que fue diseñado por el ingeniero austriaco Alois Bolland, buscaba construir una vía que uniera el Palacio Imperial con el Bosque de Chapultepec. A pesar de las dificultades del terreno, derivadas del suelo pantanoso que rodeaba el Valle de México, los trabajos comenzaron en 1864, aunque sólo una parte del proyecto se concretó durante el imperio de Maximiliano. La obra sufrió obstáculos y no se completó en su totalidad hasta después de la caída del imperio.

Con el fin del Segundo Imperio Mexicano y la restauración de la República, el Paseo de la Emperatriz fue renombrado como Paseo de la Reforma en honor al proceso histórico de la Reforma Liberal, una serie de cambios políticos y sociales que transformaron al país. Fue durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada cuando la avenida recibió su nombre definitivo. Esta transformación no solo fue nominal; también se hicieron mejoras en el diseño y se ampliaron las obras en la vía, como la construcción de glorietas y el embellecimiento de sus alrededores.

A lo largo de los años, el Paseo de la Reforma se ha convertido en un verdadero eje urbano y cultural, en el cual se erigen monumentos de gran relevancia. El Monumento a la Independencia, conocido comúnmente como El Ángel, se erige en el corazón del Paseo, siendo uno de los emblemas más reconocidos de la Ciudad de México. Este monumento, inaugurado en 1921, conmemora la lucha por la independencia de México y ha sido un sitio de celebraciones populares y manifestaciones políticas. Otros monumentos, como el Monumento a Cuauhtémoc, el Monumento a Cristóbal Colón y la Fuente de la Diana Cazadora, también son parte integral del paisaje urbano de esta avenida, que ha sido testigo de las luchas y celebraciones del país a lo largo de los siglos.

La avenida no solo es famosa por sus monumentos, sino también por la diversidad arquitectónica que se puede encontrar en ella. Desde edificios de estilo modernista y art déco, hasta la arquitectura contemporánea, el Paseo de la Reforma presenta una mezcla de influencias que reflejan los diferentes momentos históricos y sociales que ha vivido la ciudad. Edificaciones como la Torre Reforma, uno de los edificios más altos de la capital, destacan por su modernidad, mientras que otros edificios como el Museo Nacional de Antropología muestran la riqueza cultural y arquitectónica que caracteriza a la ciudad.

Además de su importancia arquitectónica e histórica, el Paseo de la Reforma ha sido un lugar clave para los eventos cívicos, sociales y políticos de la Ciudad de México. Desde manifestaciones y conciertos, hasta desfiles y celebraciones populares, esta avenida se ha convertido en un espacio de encuentro para las y los capitalinos. Las festividades del Día de la Independencia, la Marcha del Orgullo LGBT, y el Desfile de Día de Muertos, son solo algunos de los eventos que han tenido lugar a lo largo de esta emblemática vía.

A medida que avanzamos hacia el siglo XXI, el Paseo de la Reforma sigue siendo una arteria vital para la ciudad, con nuevas construcciones y desarrollos que se suman a su ya rica historia. Las obras de modernización, como el Metrobús, han facilitado la movilidad en esta zona, mientras que la preservación de espacios como el Bosque de Chapultepec y el Jardín de la Reforma continúa siendo una prioridad para las autoridades locales.

Paseo de la Reforma no es solo una vía de tránsito, sino un reflejo de la evolución de la Ciudad de México, un testimonio de sus momentos más gloriosos y una muestra palpable de su diversidad cultural, histórica y arquitectónica. Desde sus inicios como un proyecto imperial hasta convertirse en el símbolo de la modernidad y la resistencia del pueblo mexicano, el Paseo sigue siendo uno de los lugares más representativos de la capital. Sin duda, es una avenida que no solo conecta puntos geográficos, sino que también enlaza el pasado, el presente y el futuro de la Ciudad de México.

Glorieta de Cuitláhuac, un Monumento a la Historia Mexicana en Paseo de la Reforma

Ubicada al final de Paseo de la Reforma, la Glorieta de Cuitláhuac es un monumento que destaca no solo por su relevancia histórica, sino por su carácter profundamente mexicano. Siendo la décima glorieta de las diez que adornan Reforma, esta pieza tiene la particularidad de ser quizás la más olvidada, pero también la más representativa de la identidad nacional.

Cuitláhuac, quien fue el penúltimo emperador azteca y hermano de Moctezuma II, es recordado por haber vencido a los conquistadores en la famosa “noche victoriosa” (o noche triste), cuando logró expulsar temporalmente a los españoles de Tenochtitlán. A pesar de su trascendencia en la historia de México, su monumento en esta glorieta parece estar a la sombra del olvido, lo que genera una paradoja dentro del paisaje urbano. Sin embargo, a diferencia de otras esculturas que han sido descuidadas, como las de los Indios Verdes, Cuitláhuac sigue erguido con dignidad.

La base del monumento, que toma la forma de una pirámide, fue diseñada por el arquitecto Jesús Aguirre, mientras que la escultura de bronce que lo corona es obra de Ignacio Asúnsolo, conocido por su trabajo en el Monumento a Álvaro Obregón. Este monumento fue inaugurado en 1976, coincidiendo con la ampliación de Reforma hacia el suroeste de la ciudad.

Aunque la Glorieta de Cuitláhuac está lejos de ser el centro de atención en la Ciudad de México, sigue siendo un punto de referencia importante para las y los que se dirigen hacia el mercado de antigüedades de La Lagunilla. La zona, conocida por su comercio de micheladas y refrigerios, le da un toque único a este espacio, que también marca el borde del barrio Nonoalco-Tlatelolco. A su alrededor, el Jardín de Santiago, una de las obras menos convencionales de Mario Pani, ofrece un respiro verde a las y los paseantes.

Este monumento no solo celebra la historia de México, sino que también refleja la compleja relación de la ciudad con su identidad. Al estar ubicado justo antes de las calzadas que llevan nombres católicos, como la Calzada de los Misterios y la Calzada de Guadalupe, la glorieta parece simbolizar una lucha entre el pasado indígena y la influencia colonial, un tema recurrente en la historia de la capital mexicana.

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Dirección: 
Flores Magón esq. Paseo de la Reforma, Colonia Morelos, Ciudad de México, CDMX

Puerta 1808, Manuel Felguerez y el Símbolo de la Historia y Cultura Mexicana

Ubicada en un punto clave de la Ciudad de México, en la intersección de Paseo de la Reforma y Avenida Juárez, se erige Puerta 1808, una escultura monumental de 15 metros de altura que invita a reflexionar sobre los momentos decisivos de la historia mexicana. Inaugurada el 20 de octubre de 2007, esta obra del escultor y pintor Manuel Felguérez no es una puerta en el sentido tradicional, sino una representación simbólica de un importante pasaje en la lucha por la independencia del país.

La obra está hecha de acero al carbono, material que le otorga una apariencia robusta y contemporánea. La escultura está sobre un pedestal de dos metros, lo que la hace aún más imponente. A pesar de que su nombre sugiere una puerta, Felguérez la concibió como una figura abstracta, formada por elementos geométricos que se unen para crear una estructura visualmente impactante. Consta de triángulos, un tronco de cono dividido verticalmente, vigas arqueadas en voladizo y tensores, lo que genera una sensación de dinamismo y movimiento.

El año 1808, que da nombre a la escultura, hace referencia a los eventos previos a la independencia de México, particularmente a las acciones del cabildo de la Ciudad de México, que en ese año defendió la soberanía del pueblo y la justicia. Este acto de valentía tuvo a Francisco Primo de Verdad y Ramos como uno de sus principales impulsores, quien fue encarcelado por sus ideales independentistas y murió en prisión. Puerta 1808 está dedicada a su memoria, siendo un recordatorio de los primeros pasos hacia la independencia de México.

Más allá de su simbolismo histórico, la escultura se convierte en un testigo dinámico de la ciudad. Felguérez dijo que “es una escultura viva“, ya que, con el paso del tiempo y la intervención de quienes la rodean, cambia de aspecto, ya sea por las consignas sociales o los eventos políticos que ocurren en la ciudad. Esta interacción con su entorno la dota de una vigencia que, según el propio artista, solo se agotará cuando México logre alcanzar un país justo y equitativo, lo que parece un ideal eterno.

El emplazamiento de Puerta 1808 no es casual: está situada en uno de los puntos de acceso más importantes al Centro Histórico de la Ciudad de México, junto a la Fuente de la República, formando un conjunto de esculturas que marcan el inicio de un recorrido hacia el corazón de la capital. Esta pieza no solo resalta por su tamaño, sino también por la capacidad que tiene de invitar a la reflexión sobre el pasado y el futuro del país.

Felguérez expresó que para él, la creación de Puerta 1808 fue uno de los mayores honores de su vida. La obra fue inaugurada por el entonces jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, y estuvo acompañada de una exposición sobre la vida y obra del artista, que permitió a las y los asistentes conocer más sobre el legado de este importante creador.

Puerta 1808 no es solo una obra de arte, sino un símbolo de las luchas que definieron el México moderno, un recordatorio de que las ideas de libertad y justicia siguen siendo tan relevantes hoy como lo fueron hace más de dos siglos.

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Dirección: 
Cruce de Paseo de la Reforma con Juárez, Ciudad de México, CDMX

Fuente de la República, un ícono contemporáneo en el Centro de la Ciudad de México

La Fuente de la República es una de las obras más llamativas y modernas en el paisaje urbano de la Ciudad de México, especialmente del Paseo de la Reforma. Inaugurada el 13 de diciembre de 2007 por el entonces jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, se encuentra en la intersección de las avenidas Paseo de la Reforma, Juárez y Bucareli, en la delegación Cuauhtémoc. Esta fuente fue diseñada por el reconocido artista Manuel Felguérez con la intención de conmemorar el Bicentenario de la Independencia en 2010.

El diseño de la fuente no solo busca embellecer el entorno, sino también darle un significado simbólico a la ciudad. En lugar de una estatua tradicional en el centro, como es común en muchas fuentes, Felguérez optó por que la propia fuente fuera la escultura. Con un diámetro de 20 metros y 700 chorros de agua que alcanzan hasta los 2 metros de altura, la fuente toma la forma del Monumento a la Revolución, cuyas curvas altas en el centro y más afiladas a los lados evocan la silueta del emblemático monumento. El borde de la fuente está decorado con dos círculos rojos que representan los ojos de México, un símbolo que conecta con la identidad nacional.

Con un sistema que utiliza 100 metros cúbicos de agua reciclada, la fuente también tiene un impacto ecológico positivo al ser parte de un diseño sostenible que incluye 200 lámparas y ocho bombas. Su estructura de acero al carbono le da una apariencia robusta y moderna que la distingue de otras fuentes en la ciudad.

Este proyecto surgió a partir de una sugerencia de Felguérez, quien, tras la instalación de la escultura Puerta 1808 en 2007, vio el potencial del espacio vacío en la glorieta que previamente albergaba la escultura del Caballito. La fuente fue pensada para no desentonar con el resto de los monumentos cercanos y ofrecer una nueva pieza artística que complementara el panorama de Paseo de la Reforma. Hoy en día, la Fuente de la República es un verdadero símbolo del arte contemporáneo en la capital mexicana y un lugar de paso para miles de personas que disfrutan de su imponente presencia.

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Dirección: 
Cruce de Paseo de la Reforma con Bucareli y Juárez, Ciudad de México, CDMX

Plaza Garibaldi, la cuna del Mariachi en la Ciudad de México

Si hay un lugar en la Ciudad de México que respira música y tradición las 24 horas del día, ese es sin duda Plaza Garibaldi. Ubicada en el corazón de la capital, esta emblemática plaza es el punto de encuentro de mariachis, grupos norteños, tríos y jaraneros que llegan con sus instrumentos y sombreros de charro para regalar (y vender) serenatas a quien lo solicite.

El sitio que hoy conocemos como Plaza Garibaldi ha sido testigo de siglos de historia. Antiguamente, esta zona formaba parte del barrio de San Juan de Dios, donde se encontraba el Hospital de San Andrés, demolido en el siglo XIX. En 1923, la plaza fue renombrada en honor a Giuseppe Garibaldi, un militar italiano que luchó por la unificación de su país y cuyo nieto, el general José Garibaldi, apoyó la Revolución Mexicana.

Pero lo que realmente le ha dado fama mundial a esta plaza es la música. Desde principios del siglo XX, grupos de mariachi provenientes de Jalisco comenzaron a reunirse aquí para ofrecer su arte a locales y turistas. Así nació la tradición que sigue viva hasta nuestros días.

Cuando visitas Plaza Garibaldi, es imposible no sentirte envueltx en un ambiente de fiesta y nostalgia. Desde el mediodía hasta altas horas de la noche, las y los músicos están listxs para interpretar desde “Cielito Lindo” hasta “El Rey”, pasando por los clásicos de José Alfredo Jiménez, Pedro Infante y Vicente Fernández.

Si buscas una experiencia auténtica, puedes contratar a un mariachi para una serenata personalizada o simplemente disfrutar del espectáculo en vivo mientras paseas por la plaza. Y si lo tuyo es el baile, algunos bares de la zona cuentan con pistas donde puedes zapatear al ritmo de la música ranchera.

Plaza Garibaldi no solo es música, también es un destino cultural. En sus alrededores puedes encontrar el Museo del Tequila y el Mezcal (MUTEM), donde puedes conocer la historia y el proceso de elaboración de estas emblemáticas bebidas mexicanas. Y claro, no puede faltar la degustación de un buen caballito de tequila.

Para quienes buscan un ambiente más bohemio, la cantina Salón Tenampa es una parada obligada. Fundado en 1925, este icónico lugar ha sido visitado por grandes figuras de la música mexicana y es ideal para disfrutar de un trago mientras escuchas a los mariachis en vivo.

Ya sea que vengas por curiosidad, por amor a la música o simplemente para disfrutar de la cultura mexicana en su máxima expresión, Plaza Garibaldi es un destino que no decepciona. Así que la próxima vez que estés en la Ciudad de México, no dudes en darte una vuelta por este rincón lleno de tradición, historia y, por supuesto, mucho mariachi.

Sala de Arte Público Siqueiros, el legado artístico y político del muralista mexicano en Polanco

Si te apasiona el arte mexicano y quieres adentrarte en el legado de David Alfaro Siqueiros, la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS) es el lugar perfecto para ti. Ubicada en el corazón de Polanco, esta sala es mucho más que un museo: es un espacio vivo que sigue promoviendo la visión estética, política y social del célebre muralista mexicano. ¡Prepárate para un viaje lleno de historia, arte y compromiso social!

La SAPS ocupa lo que fue la casa de Siqueiros, construida en 1958 por los arquitectos Jorge Guerrero Arocha y Luis Saviñón Velasco. Aunque Siqueiros vivió poco tiempo ahí, debido a su encarcelamiento en Lecumberri en 1964, regresó en 1969 para reabrir el lugar como Sala de Arte Público. ¿Por qué no quiso llamarlo museo? Porque para él, un museo sonaba demasiado rígido; su objetivo era crear un espacio donde el arte tuviera función social y compromiso político.

La SAPS forma parte del Proyecto Siqueiros, que también incluye La Tallera en Cuernavaca. Ambas sedes promueven la investigación y difusión del legado artístico, político y pedagógico de Siqueiros. El proyecto fomenta el diálogo entre comunidades artísticas y académicas, siguiendo el ejemplo del propio artista, quien siempre mantuvo un fuerte compromiso social y cívico.

El acervo de la SAPS es una joya que reúne pinturas, bocetos, grabados y maquetas de los murales que Siqueiros dejó como herencia. Además, cuenta con un archivo fotográfico y documental de más de 50,000 archivos que revelan detalles íntimos de su vida personal, política y artística. También alberga una colección de más de 10,000 fotografías y cerca de 3,000 libros que formaron parte de su biblioteca privada.

Dentro de la sala podrás ver dos murales inconclusos en los que Siqueiros trabajaba, originalmente destinados a una escuela en el Estado de México. Estas obras incompletas nos permiten echar un vistazo al proceso creativo del maestro del muralismo.

La SAPS no solo conserva y exhibe la obra de Siqueiros, también mantiene viva su visión pedagógica y colaborativa. Sus exposiciones, talleres y programas están diseñados para fomentar el pensamiento crítico, el diálogo social y el respeto por los derechos culturales.

El edificio de la SAPS tiene una estructura funcional y dinámica. Desde el área de acceso de 75 metros cuadrados, las y los visitantes pueden conectar visualmente con los murales del interior, generando un interesante juego entre lo público y lo privado. Además, el mobiliario móvil permite transformar continuamente los espacios para adaptarse a nuevas exposiciones y actividades.

En 1974, Angélica Arenal, viuda de Siqueiros, asumió la dirección del recinto y realizó importantes modificaciones. Cubrió el jardín trasero para crear un auditorio multifuncional que permitiera proyecciones de cine. Posteriormente, en 1988, la SAPS cerró sus puertas para la construcción del segundo piso, ampliando así su capacidad para seguir promoviendo el legado de Siqueiros.

Desde 1989, la SAPS está bajo la tutela del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), que se encarga de preservar este espacio como un epicentro de arte contemporáneo y reflexión social. Hoy, sigue siendo un lugar donde el arte y el compromiso político de Siqueiros inspiran a nuevas generaciones.

La Sala de Arte Público Siqueiros es mucho más que un museo: es un testimonio vivo de que el arte puede y debe ser social, crítico y transformador. Ya sea que quieras admirar su impresionante acervo, explorar su archivo fotográfico o simplemente dejarte inspirar por el espíritu revolucionario de Siqueiros, este lugar tiene algo para ti.

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Dirección:
  Calle 3 Picos #29, Polanco V Secc,, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $45 pesos
Horario: Martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs.
Página Web: saps-latallera.org
Instagram: instagram.com/saladeartepublicosiqueiros
Twitter: x.com/sapsiqueiros

Museo de la Basílica de Guadalupe, un tesoro de Fe y Arte al norte de CDMX

Si visitas la Basílica de Guadalupe, no te pierdas la oportunidad de conocer el Museo de la Basílica, un lugar donde la fe y el arte se fusionan para contarte una historia que abarca siglos. Ubicado al noroeste del antiguo templo, este museo guarda la colección más grande relacionada con la Virgen de Guadalupe y es una parada obligada para quienes quieren sumergirse en la riqueza cultural y espiritual de México.

El museo abrió sus puertas el 12 de octubre de 1941, gracias a la iniciativa de monseñor Feliciano Cortés y Mora y del Cabildo Guadalupano. Sin embargo, su historia ha estado marcada por momentos clave: en 1976, con la construcción de la nueva Basílica, se le asignaron nuevos espacios y un acceso directo desde el atrio. Más tarde, en 1986, fue reinaugurado para ofrecer una mejor experiencia a sus visitantes. Además, en 2002, el edificio y parte de su valioso acervo fueron restaurados por especialistas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

El museo alberga más de 4,000 piezas que van desde pinturas, esculturas y mobiliario litúrgico, hasta obras de arte novohispano, europeo y asiático. Aquí encontrarás trabajos de grandes artistas como Matías de Arteaga y Alfaro y Cristóbal Villalpando, que datan desde el siglo XV hasta el XX.

Las obras están organizadas temáticamente para que recorras diferentes aspectos de las tradiciones católico-mexicanas y marianas. Y como dato curioso, una de las salas te transporta a la antigua sacristía del templo original, conservada tras el colapso parcial del edificio en el siglo pasado.

Entre sus fascinantes salas, hay una dedicada especialmente a los arcángeles, siendo San Miguel Arcángel la figura principal. Esta sección es ideal para quienes quieren conocer más sobre la iconografía religiosa y el papel protector de estos seres celestiales.

Al entrar al museo, prepárate para ser recibido por una pared tapizada con cerca de 2,000 imágenes llenas de historias y agradecimientos. Estas imágenes fueron realizadas por feligreses que, al recibir favores o milagros, plasmaron su gratitud en forma de exvotos. La mayoría de estas piezas datan de los siglos XVIII y XIX y ofrecen una emotiva muestra de devoción popular.

El edificio que alberga el museo fue construido a finales del siglo XVIII, pero debido al tipo de suelo y a los constantes terremotos, ha sufrido varios daños estructurales. En 1976, durante la gestión de monseñor Guillermo Schulenburg, se reforzó el edificio con pilotes de control en los cimientos para garantizar su estabilidad y conservar este invaluable patrimonio.

El recorrido por el museo te lleva a través de 12 salas temáticas, donde podrás maravillarte con obras de arte litúrgico, documentos históricos y piezas únicas que relatan la devoción guadalupana. Además, desde 1972, el museo cuenta con su propio taller de conservación, lo que garantiza que estas joyas artísticas continúen brillando por muchos años más.

Ubicado justo detrás del antiguo templo de la Virgen de Guadalupe, el Museo de la Basílica es mucho más que un espacio de arte. Es un lugar donde la historia, la fe y el arte se encuentran para ofrecerte una experiencia enriquecedora. Ya sea que busques explorar el legado artístico de la Nueva España, admirar la devoción popular plasmada en los exvotos o simplemente dejarte sorprender por la majestuosidad de las piezas exhibidas, este museo tiene algo especial para ti.

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Dirección:
 Allende #5, Plaza de las Américas #1, Colonia Villa Gustavo A. Madero, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $10 pesos
Horario: Martes a domingo de 10:00 a 17:00 hrs.
Página Web: virgendeguadalupe.org.mx/museo-de-la-basilica-de-guadalupe