Archivos de la categoría Monumentos

Descubre la historia y simbolismos detrás de algunos de los monumentos más emblemáticos y menos conocidos de la CDMX.

Obelisco de Padierna, un homenaje olvidado a los héroes mexicanos en la Magdalena Contreras

En el corazón de la colonia Héroes de Padierna, en la alcaldía Magdalena Contreras, se alza un monumento que nos invita a viajar en el tiempo: el Obelisco de Padierna. Construido en 1907, este obelisco es mucho más que una estructura imponente. Es un homenaje a los valientes soldados mexicanos que, el 19 y 20 de agosto de 1847, enfrentaron al ejército estadounidense en la Batalla de Padierna, también conocida como la Batalla de Contreras.

La batalla fue parte de la Intervención estadounidense en México. En ella, el general mexicano Gabriel Valencia lideró a las tropas que defendieron el sur de la Ciudad de México contra las fuerzas del general Winfield Scott. Aunque la batalla tuvo un desenlace desfavorable, el coraje de los combatientes marcó un capítulo de resistencia y sacrificio en la historia de México.

Frente al obelisco encontrarás un mural del artista Ariosto Otero Reyes, que narra el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, documento que marcó el fin de la guerra. Y si te quedas con ganas de explorar, a solo unos pasos al norte del monumento está el Mercado de Tihuatlán, perfecto para disfrutar de un paseo entre sabores y colores locales.

¿Sabías que el área de la batalla abarcó lugares que hoy conocemos como San Ángel, Contreras y Tlalpan? De hecho, la valentía de los combatientes y las decisiones estratégicas de esta contienda pudieron haber cambiado el curso de la invasión estadounidense.

El Obelisco de Padierna no solo nos recuerda la valentía de los héroes mexicanos, sino también la importancia de preservar nuestra historia. ¡Haz una visita y conéctate con este fascinante rincón de la Ciudad de México!

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Av. Oaxaca #MZ21 LT11, San Jerónimo Aculco, La Magdalena Contreras, Ciudad de México, CDMX

Monumento a Morelos de Tepito, una historia tan brava como el barrio

En el corazón del Barrio Bravo, en la Colonia Morelos de la Ciudad de México, se encuentra un monumento que tiene tanto carácter como su entorno. El Monumento a Morelos, dedicado al insurgente José María Morelos y Pavón, no solo destaca por su belleza, sino por su historia llena de giros y mudanzas.

¿Sabías que esta estatua no siempre estuvo aquí? En realidad, fue esculpida en 1865 por el artista italiano Antonio Piatti, pero originalmente iba a adornar San Cristóbal Ecatepec, lugar donde Morelos fue ejecutado en 1815. Sin embargo, el destino tenía otros planes: la estatua terminó en la Plazuela de Guardiola, en el Centro Histórico.

Ahí, las cosas no fueron del todo bien. Los habitantes de la zona –entre marqueses, condes y vecinos acaudalados– no estaban nada contentos con la estatua, y mucho menos con la placa que Maximiliano de Habsburgo colocó en su base. Así que, con la caída del emperador en 1868, la estatua fue removida rápidamente y enviada a la Plaza de Santa Veracruz.

Fue hasta la década de 1870 que Morelos encontró su hogar definitivo en la Avenida del Trabajo, en el extremo oriental de Tepito, justo donde inicia la famosa Colonia Morelos. En su ubicación actual, la estatua no solo rinde homenaje al héroe independentista, sino que también marca la entrada a uno de los barrios más icónicos y vibrantes de la Ciudad de México.

Lo curioso de este monumento es que representa a Morelos en su faceta sacerdotal, con sotana y todo, recordándonos que antes de convertirse en un líder insurgente, fue un hombre de fe. Su figura, al igual que el barrio que lo alberga, está llena de historias, luchas y resiliencia.

Así que, la próxima vez que camines por Tepito o la Avenida del Trabajo, detente un momento para admirar esta estatua y reflexionar sobre la increíble travesía que tuvo que recorrer antes de encontrar su lugar en este legendario rincón de la ciudad.

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Eje 1 Ote, Av. del Trabajo, Tepito, Morelos, Ciudad de México, CDMX

Monumento a la Lealtad en el Campo Marte, un homenaje de acero y fortaleza en Chapultepec

Si has pasado por el Paseo de la Reforma, seguro has notado una imponente estructura metálica que se alza con elegancia y firmeza dentro del Campo Marte. Se trata del Monumento Magno Conmemorativo del Centenario del Ejército Mexicano, también conocido como Monumento a la Lealtad, un tributo a la lealtad y valentía de nuestras Fuerzas Armadas.

Este monumento fue inaugurado el 19 de febrero de 2015 para celebrar el centenario del Ejército Mexicano, aunque, curiosamente, se trataba del 102 aniversario de su creación. Su diseño es obra del renombrado arquitecto Agustín Hernández Navarro, conocido por su estilo futurista y emocional, visible también en su icónico diseño del Heroico Colegio Militar.

¿Qué hace tan especial a esta obra? Además de su impactante forma angular que simboliza movimiento y equilibrio, el monumento está revestido con un fascinante dúo de materiales metálicos: acero inoxidable y aleación de zinc-titanio, que crean una textura única de tonos contrastantes. Esta “piel metálica” no solo lo hace destacar visualmente, sino que lo convierte en un ejemplo de innovación en la arquitectura pública en México.

Aunque el Campo Marte, recinto ecuestre del Ejército, no está abierto al público, este monumento puede apreciarse desde los alrededores, siendo un referente visual de la zona, y en ciertos días se puede llegar a visitar. Por cierto, si andas por ahí, aprovecha para tomar un Metrobús en la estación Campo Marte (Línea 7), justo frente al sitio.

El Monumento a la Lealtad no solo es un recordatorio del compromiso y amor de las Fuerzas Armadas por México, sino también un emblema arquitectónico que honra su fortaleza y espíritu. Así que, la próxima vez que lo veas, tómate un momento para admirar este impresionante homenaje a quienes protegen al país.

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Campo Marte, Paseo de la Reforma, Ciudad de México, CDMX

Estatua de Vicente Rocafuerte, un rincón de historia y unidad panamericana en el corazón de Polanco

En medio de la elegante colonia Polanco, rodeada de calles arboladas y de un pasado lleno de ideales de unidad panamericana, se encuentra la Estatua de Vicente Rocafuerte, un homenaje al segundo presidente de Ecuador y uno de los grandes protagonistas de la independencia hispanoamericana.

Este monumento, un regalo del gobierno de Ecuador en 1948, es más que una simple estatua. Es un recordatorio de los lazos que unen a las naciones americanas. ¿Sabías que la zona donde se encuentra estaba dedicada al Movimiento Panamericano? En aquel entonces, la avenida Horacio era conocida como el Paseo de las Américas, y el vecino Parque América era el epicentro de este ideal de unión continental.

Vicente Rocafuerte no solo lideró a Ecuador hacia la independencia de España y luego de la Gran Colombia, sino que también dejó una marca profunda como político y presidente. Durante su mandato, aprobó una nueva constitución en 1835, fortaleciendo los derechos de los ciudadanos ecuatorianos. Su papel en el floreanismo, un periodo clave de la historia ecuatoriana, lo consolidó como una figura fundamental en la construcción de la república.

Además de su labor en Ecuador, Rocafuerte tuvo un vínculo con México: en las Cortes de Cádiz de 1812, fue nombrado ministro plenipotenciario de México en Dinamarca y Hannover. ¡Un hombre con una impresionante trayectoria internacional!

La estatua está estratégicamente ubicada en la Avenida Homero, en el Parque América y con la majestuosa Iglesia de San Agustín como telón de fondo. Si estás explorando la zona, te encontrarás con un ambiente tranquilo que contrasta con la vibrante actividad de las calles aledañas.

El parque, por cierto, tiene su propia historia interesante. En sus inicios, fue un tributo al ideal bolivariano de la unión panamericana. Hoy en día, sigue siendo un espacio para la contemplación y la conexión con la historia, aunque con un toque contemporáneo.

La Estatua de Vicente Rocafuerte es más que un punto turístico; es una invitación a reflexionar sobre las figuras que forjaron la independencia de América Latina y sobre los lazos históricos que unen a nuestros países. Así que, la próxima vez que pases por Polanco, date el tiempo para descubrir este rincón histórico.

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A. Musset #228, Polanco, Polanco III Secc, Ciudad de México, CDMX

Monumento a Zapata en la Ciclovía Cuernavaca: un homenaje con vista y sabor

Si te gusta pedalear por la ciudad y descubrir rincones llenos de historia, el Monumento a Zapata en la Ciclovía Ferrocarril de Cuernavaca es una parada obligada. Este lugar, además de rendir homenaje al legendario Emiliano Zapata, conecta el pasado revolucionario con la vida cotidiana de quienes pasan por aquí.

Ubicado al límite de San Miguel Ajusco, este monumento recuerda que gran parte de la actual Ciudad de México fue territorio zapatista. Desde Tlalpan, Milpa Alta y Tláhuac hasta Cuajimalpa, estas tierras fueron testigos del movimiento revolucionario que Zapata lideró con su famoso lema: Tierra y libertad.

Si te quedas con ganas de más historia zapatista, puedes seguir hacia el sur hasta el estado de Morelos, el corazón del movimiento y un lugar repleto de monumentos dedicados al Caudillo del Sur.

El monumento es un punto de encuentro ideal para ciclistas que recorren la Ciclovía Ferrocarril de Cuernavaca. Con un paisaje que incluye el verdor del Parque Ecológico de la Ciudad de México y, en días nublados, una atmósfera neblinosa digna de una postal, el recorrido hasta aquí es una experiencia para disfrutar con calma.

Además, la cercanía con la iglesia de San Miguel Ajusco, situada sobre la avenida Miguel Hidalgo, le da un toque pintoresco al lugar. Aquí es común encontrar un par de puestos de comida y restaurantes sencillos pero deliciosos, perfectos para reponer energías antes de continuar la ruta.

Si eres de lxs que buscan más aventura, desde este punto estás a tan solo 90 minutos (unos 29.5 kilómetros) de Tres Marías, en Morelos. Un lugar ideal para lxs amantes de la bicicleta, la comida típica y los paisajes montañosos.

Así que, ya sabes, el Monumento a Zapata no es solo un homenaje a un héroe revolucionario; es también una oportunidad para conectarte con la historia mientras disfrutas de un paseo en bici, un antojito local y un buen respiro de aire fresco. ¿Listx para pedalear hasta allí?

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Ciclopista Ferrocarril de Cuernavaca, San Miguel Ajusco, Tlalpan, Ciudad de México, CDMX

Torres de Satélite, el ícono cultural y artístico que marcó generaciones

¿Alguna vez has visto un grupo de torres coloridas y puntiagudas mientras cruzas por el Periférico rumbo a Ciudad Satélite? Si tu respuesta es sí, seguro te dejaste atrapar por la magia de las Torres de Ciudad Satélite, una obra que ha sido todo un símbolo del paisaje urbano desde su inauguración en 1958.

Este conjunto de cinco prismas triangulares es obra de un auténtico dream team de la arquitectura y el arte mexicano: Mathias Goeritz, el genio detrás del concepto; Luis Barragán, el arquitecto galardonado con el Premio Pritzker; y Chucho Reyes Ferreira, quien aportó su toque mágico en los colores.

Aunque el plan original contemplaba siete torres y alturas de hasta 200 metros (¡una locura para la época!), el proyecto se redujo a cinco, con la torre más alta de 52 metros y la más “chaparrita” de 30 metros. ¿El resultado? Una obra que combina simplicidad geométrica, colores vibrantes y un impacto visual que grita “¡bienvenidxs a Satélite!”.

La inspiración para estas torres tiene raíces internacionales: tanto Goeritz como Barragán quedaron fascinados por las torres medievales de San Gimignano, Italia, y decidieron recrear esa majestuosidad en pleno México. Pero eso no es todo, Goeritz también quería que su obra fuera un ejemplo de arquitectura emocional, es decir, un espacio que transmitiera sensaciones profundas a través de formas simples y colores llamativos.

Por cierto, hablando de colores, las Torres han cambiado de look varias veces. Originalmente, Goeritz las quería todas en tonos de naranja, pero los empresarios dijeron: “¿y si variamos un poco?”. Así que con la ayuda de Chucho Reyes, las pintaron de blanco, amarillo, azul y ocre. A lo largo de los años han pasado por repintados y restauraciones, pero siempre conservan su esencia: ser un “cartel gigante convertido en arquitectura”.

Más allá de su belleza estética, las Torres nacieron como la entrada triunfal a Ciudad Satélite, un desarrollo urbano planeado por el arquitecto Mario Pani y el artista José Luis Cuevas en los años 50. La idea era crear una ciudad autónoma, un concepto futurista que, con el tiempo, terminó integrado al caos metropolitano.

A pesar de los años, las Torres de Satélite siguen siendo un emblema de la zona y un punto de referencia que nadie puede ignorar. En 2008, para celebrar su 50 aniversario, fueron restauradas e iluminadas, devolviéndoles el esplendor que merecen.

Hoy en día, lxs vecinxs de Naucalpan han impulsado propuestas para que las Torres sean reconocidas como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Aunque todavía no se ha concretado, este conjunto escultórico ya es un patrimonio del corazón de quienes las ven diariamente.

Así que, la próxima vez que pases por ahí, date un momento para apreciarlas. Entre el ajetreo del tráfico y el sonido de los cláxones, las Torres te recordarán que incluso en el caos, siempre hay espacio para el arte y la emoción.

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Manzana 025, Cd. Satélite, Naucalpan de Juárez, Estado de México

La Torre del Reloj de Xochimilco, el corazón que da la hora y melodías al barrio de Xochimilco

Si visitas el Centro Histórico de Xochimilco, hay un lugar que definitivamente te robará la atención: la Torre del Reloj. Este icónico punto de reunión está justo frente al Foro de Xochimilco, esa gran plaza que enmarca la impresionante Catedral de San Bernardino de Siena.

Con sus diez metros de altura, esta torre no solo marca la hora, sino que adorna el ambiente con seis melodías diferentes al día. Fabricado en la reconocida Fábrica Centenario de Zacatlán, Puebla, este reloj monumental es primo del famoso reloj floral del Parque Hundido, ¡qué clase, ¿no?! Fue colocado en 1972 durante una remodelación y desde entonces ha sido testigo de la vida diaria y las celebraciones del barrio.

Recientemente, el reloj pasó por una cirugía mayor para recuperar su esplendor. Se desmanteló y viajó de vuelta a Zacatlán, donde expertos lo dejaron como nuevo: se cambiaron piezas, se pintaron manecillas, y se actualizó su mecanismo para asegurar que siga marcando los minutos (y las fotos) de miles de paseantes. ¿El toque final? Su carátula ahora luce un vistoso mosaico de ajolote, ese emblemático habitante de Xochimilco.

La Torre del Reloj no es solo un punto de encuentro, es el lugar perfecto para comenzar un paseo por el corazón de Xochimilco. Desde aquí, tienes a solo unos pasos el Mercado Central, un paraíso de sabores y colores que no puedes dejar de visitar. Si tienes ganas de explorar más, estás a minutos de sitios históricos como la Plazuela de San Cristóbal o embarcaderos como el Fernando Celada y el Caltongo.

La Torre del Reloj es más que un reloj. Es música, historia, arte y un punto de partida para descubrir lo mejor de Xochimilco. ¿Listx para tomarte la selfie obligada y empezar la aventura? ¡Ahí nos vemos!

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Dirección: 
Reloj Monumento, Av. Guadalupe I. Ramírez, Colonia El Rosario, Xochimilco, Ciudad de México, CDMX

Monolito de Tláloc, una leyenda colosal que cuida de la CDMX en Chapultepec

En el corazón de la Ciudad de México, justo frente al imponente Museo Nacional de Antropología, se alza una de las piezas más fascinantes de la cultura mesoamericana: el Monolito de Tláloc. Esta escultura monumental, con sus 7 metros de altura y 168 toneladas de peso, no solo impresiona por su tamaño, sino también por la rica historia y el simbolismo que la rodean.

El Monolito de Tláloc es un tributo a la deidad mesoamericana de la lluvia, el agua y la fertilidad. Sin embargo, no todxs están de acuerdo con esta identificación: algunxs creen que podría representar a Chalchiuhtlicue, la diosa femenina de los lagos y los ríos, compañera o hermana de Tláloc. Este debate se debe a detalles únicos de la escultura, como los doce orificios en su lengua y la postura de sus brazos, que no encajan completamente con las representaciones tradicionales de estas deidades.

Más allá de esta controversia, lo que es indiscutible es que este coloso de piedra estaba profundamente vinculado a las tradiciones y creencias de San Miguel Coatlinchán, en el Estado de México, su lugar de origen. Allí, los habitantes lo llamaban la Piedra de los Tecomates, en alusión a las hendiduras circulares que se asemejan a jícaras usadas para recolectar agua. Según las leyendas locales, el agua de lluvia que se acumulaba en estas hendiduras tenía propiedades curativas.

El monolito estuvo enterrado durante siglos, según los relatos, para protegerlo de la llegada de los conquistadores españoles. Fue redescubierto en el siglo XIX y rápidamente captó la atención de pintores, arqueólogos y viajeros curiosos. Entre ellos destaca el artista José María Velasco, quien lo pintó en 1889, y el arqueólogo Leopoldo Batres, quien lo identificó como Tláloc en 1903 tras realizar excavaciones en la zona.

San Miguel Coatlinchán no solo consideraba al monolito como una pieza arqueológica; era un símbolo sagrado y un lugar de culto para quienes buscaban la bendición de la lluvia. Durante décadas, el monolito atrajo a visitantes que lo admiraban, ofrecían ofrendas y lo asociaban con el poder del agua.

La historia del Monolito de Tláloc dio un giro dramático en 1964, cuando el presidente Adolfo López Mateos decidió trasladarlo al recién construido Museo Nacional de Antropología. Este traslado fue todo un acontecimiento: no solo por el desafío técnico de mover una pieza tan colosal, sino también por la resistencia de los habitantes de Coatlinchán, quienes consideraban la pieza como parte fundamental de su identidad.

Durante meses, la comunidad se opuso con fuerza, incluso saboteando los intentos iniciales de traslado. Ante esta resistencia, el gobierno desplegó al Ejército Mexicano y a la policía para sofocar cualquier intento de impedir la extracción del monolito. Finalmente, en la madrugada del 16 de julio de 1964, un vehículo especial de 64 ruedas, impulsado por dos tráileres, inició el viaje hacia la Ciudad de México.

El recorrido fue épico. A lo largo del camino, cientos de personas se congregaron para despedir al monolito en su pueblo natal o para recibirlo en su nueva casa. El 17 de julio, mientras el coloso avanzaba por el Centro Histórico, una tormenta torrencial inundó las calles, alimentando la leyenda de que Tláloc había desatado su furia por haber sido removido de su hogar.

Hoy en día, el Monolito de Tláloc se ha convertido en uno de los símbolos más representativos de la Ciudad de México. Ubicado sobre Paseo de la Reforma, frente al Museo Nacional de Antropología, es una de las esculturas más fotografiadas por visitantes nacionales y extranjerxs.

Este gigante no solo es una joya arqueológica, sino también un recordatorio del poder de las fuerzas naturales y de la conexión espiritual que las culturas antiguas tenían con su entorno. En los días de lluvia, muchos habitantes de la capital no pueden evitar mirar al cielo y bromear diciendo que Tláloc está haciendo de las suyas.

Ya sea que lo admires como una pieza histórica, como una obra maestra de la cultura nahua o como el guardián de la lluvia, el Monolito de Tláloc nunca deja de fascinar. La próxima vez que lo visites, detente un momento a contemplar su grandeza. Piensa en el viaje que lo llevó hasta ahí, en las leyendas que lo rodean y en cómo sigue inspirando respeto y admiración en todos los que se detienen bajo su imponente mirada.

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Dirección: 
Av. Grutas #770, Polanco, Bosque de Chapultepec I Secc, Ciudad de México, CDMX

El Árbol de la Noche Victoriosa, un símbolo de lucha y derrota en el barrio de Popotla

¡Prepárate para un viaje en el tiempo y la historia al visitar El Árbol de la Noche Victoriosa, un lugar emblemático en la Ciudad de México que guarda ecos de uno de los episodios más importantes de la conquista española! Este ahuehuete, ubicado en la Calzada México-Tenochtitlán (antes México-Tacuba), es testigo de siglos de resistencia, memoria colectiva y, claro, un poco de controversia histórica.

Antiguamente conocido como El Árbol de la Noche Triste, el nombre fue oficialmente cambiado en 2021 para conmemorar el 500 aniversario de la victoria de los ejércitos mexicas frente a Hernán Cortés y sus hombres durante la noche del 30 de junio de 1520. En este lugar, según la tradición, Cortés habría llorado su derrota tras una retirada desastrosa de Tenochtitlán, conocida como La Huida de la Noche Triste. Sin embargo, hoy el nombre reivindica no la tristeza del conquistador, sino la valentía de los pueblos indígenas que defendieron su tierra con todo su valor.

Aunque el árbol que hoy vemos está muerto, sigue siendo un símbolo poderoso de nuestra historia. Lxs historiadorxs debaten si este ahuehuete en particular fue el que presenció la famosa noche. Textos como los de Bernal Díaz del Castillo y Hernán Cortés mencionan la derrota y la desesperación, pero no hacen referencia explícita a un árbol. Sin embargo, en el siglo XIX, la tradición oral y el imaginario colectivo lo asociaron con los eventos.

Este ahuehuete también ha sobrevivido a incendios (¡sí, incluso fue atacado por un corto circuito en 1980!), intentos de vandalismo y el paso del tiempo. A pesar de su apariencia actual, sin follaje, continúa siendo un recordatorio de resistencia y memoria histórica.

El árbol no está solo en su riqueza histórica. La Calzada México-Tenochtitlán, donde se encuentra, es la ruta más antigua de Latinoamérica, conectando la antigua ciudad de Tenochtitlán con Tacuba. En tiempos prehispánicos, el pueblo de Popotla, lleno de ahuehuetes, marcaba el punto donde la calzada tocaba tierra firme.

En la Ciudad, podrás explorar más de esta fascinante historia: desde el Museo Nacional de Antropología, que alberga un lingote de oro atribuido a este episodio, hasta la estación Popotla del Metro, que rinde homenaje a este árbol icónico con su símbolo.

El cambio de nombre de 2021 no fue solo un gesto simbólico. Representa un esfuerzo por darle voz a la resistencia indígena y destacar su legado. Al igual que la avenida antes conocida como Puente de Alvarado, ahora llamada México-Tenochtitlán, este ajuste en la nomenclatura celebra la valentía de aquellxs que lucharon contra la conquista y nos invita a reflexionar sobre nuestra historia desde una perspectiva más amplia.

El Árbol de la Noche Victoriosa es mucho más que un lugar histórico; es un espacio para reconectar con nuestras raíces, comprender el pasado y mirar hacia el futuro con una visión renovada. Así que, la próxima vez que pasees por la Calzada México-Tenochtitlán, detente un momento frente a este ahuehuete. No importa si crees o no en la historia exacta, lo que es innegable es su capacidad para inspirar respeto, curiosidad y un profundo sentido de identidad.

¿Qué dices? ¿Te animas a visitarlo y a caminar por el sendero de nuestra historia?

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Dirección: 
Calz México-Tacuba #453, Colonia Popotla, Ciudad de México, CDMX

Jardín de la Triple Alianza, un rincón lleno de historia en el Centro Histórico

¿Sabías que en la esquina de las calles Filomeno Mata y Tacuba se encuentra un lugar que guarda siglos de historia? El Jardín de la Triple Alianza no solo es un sitio encantador para pasear, también es un monumento que conmemora uno de los eventos más importantes de la época prehispánica: la unión militar y política entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan en 1427.

Este jardín es un homenaje a los tres líderes que forjaron la alianza: Itzcóatl, el visionario gobernante mexica conocido como la “Serpiente de Obsidiana“, quien liberó a su pueblo del dominio de Azcapotzalco; Nezahualcóyotl, el “Coyote hambriento“, poeta y tlatoani de Texcoco, famoso por reorganizar las leyes y promover la cultura; y Totoquihuatzin, líder de Tlacopan, quien junto a los otros dos impulsó este pacto histórico.

El jardín alberga tres impresionantes altorrelieves de bronce, obra del escultor Jesús F. Contreras, quien los creó en 1888 para el pabellón de México en la Exposición Universal de París de 1889. Estos relieves representan a los líderes de la Triple Alianza y están acompañados de una placa que narra su legado. Además, podrás encontrar un busto dedicado a Filomeno Mata, el periodista y activista que luchó por la libertad de prensa en el México del siglo XIX.

El Jardín de la Triple Alianza no solo está rodeado de vegetación, sino que comparte su espacio con la antigua iglesia Betlemita, que ahora es el Museo del Ejército y Fuerza Aérea. Este edificio tiene su propia historia, pues formó parte del antiguo Hospital y Monasterio Betlemita y, más tarde, del Museo Interactivo de Economía.

Si estás explorando el Centro Histórico, haz una pausa en este rincón lleno de historia, arte y cultura. Desde los relieves de Contreras hasta la conexión con la antigua iglesia Betlemita, este jardín te transportará a través del tiempo, recordándote la grandeza de los pueblos que construyeron la historia de México.

¡Así que, cámara en mano y curiosidad en mente, anímate a visitar el Jardín de la Triple Alianza!

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Dirección: 
Calle de Filomeno Mata, esquina con Tacuba, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX