Archivos de la categoría Sitios Turísticos

Casa Amaya, 450 años de historia en el Centro de Xochimilco

¿Sabías que en pleno Centro Histórico de Xochimilco puedes encontrar una casa que ha sido testigo de más de 450 años de historia? La Casa Amaya, ubicada justo en la esquina de la Plaza Central, es uno de esos lugares mágicos donde el pasado y el presente se entrelazan.

Fundada alrededor de 1553, esta casa no solo es una de las más antiguas de la Ciudad de México, sino también un punto clave para entender la historia de Xochimilco. Su primer y más ilustre habitante fue Apochquiyauhtzin, el último señor de Xochimilco, quien jugó un papel importante durante la conquista española.

Aunque su nombre, Apochquiyauhtzin, significa algo así como “señor andrajoso” o “desharrapado“, no te dejes engañar: este tlatoani era un estratega político de primera. En 1521, lideró a las fuerzas xochimilcas aliadas con Hernán Cortés durante el sitio de Tenochtitlan. Más tarde, en 1522, fue bautizado como Luis Martín Cortés Cerón de Alvarado, un nombre que refleja su cercanía con los conquistadores.

Y no solo eso, este señor xochimilca fue clave en la llegada de los misioneros franciscanos, marcando el inicio de la conversión de Xochimilco al cristianismo. ¿Astucia política o simple adaptación? Quizás un poco de ambas. Lo que es seguro es que Apochquiyauhtzin logró mantener cierta autonomía para su pueblo, incluso bajo el dominio español.

La casa fue conocida durante mucho tiempo como la “Casa del Cacique Apochquiyahuatzin”. Sin embargo, ese término es un poco problemático hoy en día, ya que “cacique” suele asociarse con prácticas de dominio poco éticas. Por eso, actualmente se le llama Casa Amaya, en honor a la familia que la compró en 1920.

Aunque los tiempos han cambiado y la planta baja ahora alberga una farmacia y un consultorio médico, la esencia histórica del lugar sigue viva. Gran parte de la identidad de Xochimilco se puede rastrear hasta esta casa, que permanece como un símbolo de resistencia y adaptación.

La Casa Amaya no es solo un edificio antiguo; es un reflejo del espíritu de Xochimilco. Su historia nos habla de un pueblo que, desde la época prehispánica, ha sabido defender su independencia y adaptarse a los cambios sin perder su esencia.

Si estás planeando un recorrido por el Centro Histórico de Xochimilco, este es el lugar perfecto para empezar. Déjate envolver por la atmósfera única de la Plaza Central y descubre cómo este pequeño rincón guarda secretos de un pasado que sigue vivo en cada esquina.

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Dirección:
 Vicente Guerrero #3, Barrio El Rosario, Xochimilco, Ciudad de México, CDMX

Casino Español de México, historia, cultura y elegancia en el corazón de la Ciudad de México

En pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, un edificio majestuoso resguarda más de un siglo y medio de historia, cultura y tradiciones: el Casino Español de México. Este emblemático lugar no solo es una joya arquitectónica, sino también un espacio lleno de vida donde convergen el pasado y el presente de la comunidad española en el país.

Todo empezó en 1863, cuando un grupo de destacados españoles, entre ellos José Toriello Guerra, Manuel Mendoza Cortina y Cayetano Rubio, tuvo la visión de crear un centro social para la colonia española. Su objetivo era claro: preservar sus raíces, fomentar la convivencia y fortalecer los lazos culturales entre lxs inmigrantes y su tierra natal.

En sus primeros 40 años, el Casino Español fue el único espacio de este tipo en México, convirtiéndose en el corazón de la comunidad española. Pero su historia no estuvo ligada a un solo lugar: el Casino cambió de sede varias veces antes de encontrar su hogar definitivo. Desde el Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya (hoy Museo de la Ciudad de México) hasta el Palacio de los Condes de San Mateo de Valparaíso (actual sede del Banco Nacional de México), cada cambio de ubicación reflejaba el crecimiento y la relevancia de la institución.

En 1895, se adquirió un terreno en la calle del Espíritu Santo, hoy conocida como Isabel la Católica. Allí, sobre los restos del antiguo Hospital del Espíritu Santo y Nuestra Señora de los Remedios, comenzó la construcción del edificio que hoy conocemos.

El edificio actual del Casino Español, inaugurado en 1905, es un espectáculo de elegancia y buen gusto. Diseñado por el arquitecto catalán Emilio González del Campo, su construcción se realizó con esmero para convertirse en un referente del eclecticismo arquitectónico, combinando estilos árabe, renacentista, plateresco y barroco.

Desde su fachada ornamentada hasta su patio central y las galerías que lo rodean, el edificio exuda prestigio y solemnidad. Su famoso Salón de los Reyes, el corazón del Casino, fue el escenario de la Asamblea General Constitutiva en 1905 y, años después, albergó al presidente Porfirio Díaz durante los festejos del Centenario de la Independencia en 1910.

Entre 1939 y 1951, el edificio fue ampliado significativamente, añadiendo espacios como el comedor principal, la cantina, una bolera, salas de juego y un auditorio. En la década de 2000, un espectacular vitral del artista mexicano Kischi Hentschel Ariza fue instalado como homenaje a la Constitución Española de 1978, añadiendo un toque contemporáneo a esta joya histórica.

Más allá de su arquitectura impresionante, el Casino Español sigue siendo un centro de actividades culturales y sociales. Conferencias, conciertos, exposiciones de arte, presentaciones de libros y recitales son solo algunas de las actividades que mantienen vivo este espacio.

Un elemento destacado es la Biblioteca Hispano Mexicana Carlos Prieto, que comenzó en 1867 con 446 volúmenes y ahora cuenta con más de 14,000 libros. Esta colección, enfocada en las relaciones hispano-mexicanas, las humanidades y las ciencias sociales, es un valioso recurso para investigadores y amantes de la cultura.

La biblioteca también alberga documentos históricos y una colección de arte relacionada con la rica historia del Casino. Es un testimonio de cómo la institución ha evolucionado para preservar el conocimiento y la cultura.

Aunque nació como un club exclusivo para la comunidad española, hoy el Casino Español de México abre sus puertas a todx aquel/aquella que quiera maravillarse con su historia, su arquitectura y su oferta cultural. Este edificio no es solo un lugar de fiestas y eventos, sino un puente entre el pasado y el presente, entre España y México.

Ya sea que quieras admirar su imponente arquitectura, explorar su biblioteca, disfrutar de sus eventos culturales o simplemente sumergirte en un pedacito de historia, una visita al Casino Español es una experiencia única que no te puedes perder.

Caminar por sus salones, descubrir los detalles de su construcción y respirar el ambiente de tradición que lo envuelve es como hacer un viaje en el tiempo. El Casino Español de México no es solo un edificio; es un testimonio vivo de las historias y sueños de quienes buscaron crear un hogar lejos de su tierra natal.

Así que, si estás en el Centro Histórico, tómate un momento para visitarlo. Este lugar mágico es un recordatorio de que las raíces culturales trascienden fronteras y generaciones.

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Dirección:
 Isabel La Católica #29, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Casa de Niñas de Nuestra Señora de la Caridad, un viaje en el tiempo en el Centro Histórico de la CDMX

Si paseas por el Centro Histórico de la Ciudad de México y te encuentras en la Plaza de las Doncellas, haz una pausa: estás frente a un rincón que rebosa historia y tradición, la Casa de Niñas de Nuestra Señora de la Caridad. Este edificio, hoy sede del elegante Club de Banqueros de México, tiene una historia fascinante que comenzó en el siglo XVI y que sigue viva entre sus muros.

La historia de este lugar se remonta a 1548, cuando el primer virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, apoyó la fundación del primer colegio para niñas mestizas en América. El propósito era noble: ofrecerles un hogar y educación en lectura, escritura, música y canto. Aunque la institución fue dirigida por religiosos y dedicada a Santa María de la Caridad, su primera rectora fue una mujer laica, y el colegio mantuvo esta característica a lo largo de los siglos.

Inicialmente, el colegio funcionó en una casa alquilada, pero su éxito impulsó la compra de propiedades colindantes. Para 1585, el solar donde hoy se levanta la iglesia formaba parte de sus instalaciones. En el siglo XVIII, entre 1767 y 1772, se construyeron las estructuras escolares que conocemos hoy, marcando una etapa de esplendor para la institución.

Con el paso del tiempo, la fama del colegio disminuyó y, tras la Reforma Religiosa de 1862, cerró sus puertas definitivamente. El edificio, como si de un camaleón se tratara, comenzó a transformarse para adaptarse a los nuevos tiempos. En 1909, renació como el Teatro Colón, un vibrante espacio cultural inaugurado por el presidente Porfirio Díaz. Décadas más tarde, se convirtió en el Cine Imperial, otro de los íconos del entretenimiento capitalino.

Sin embargo, con el tiempo, el esplendor de este espacio se apagó, y el edificio quedó abandonado. Pero no todo estaba perdido: en 1991 inició una profunda restauración, liderada por el reconocido arquitecto Ricardo Legorreta. Gracias a su trabajo, el edificio recuperó su antigua gloria y se convirtió en la sede del Club de Banqueros de México en 1994.

Hoy en día, este histórico edificio es un centro de eventos de primer nivel. Desde bodas de ensueño hasta reuniones empresariales, sus salones ofrecen un ambiente único donde la arquitectura colonial y los detalles contemporáneos se encuentran en perfecta armonía. La fachada de la calle 16 de Septiembre es un claro ejemplo de esta fusión, destacando el talento de Legorreta.

Pero la historia no termina ahí. El templo del conjunto fue restaurado y sigue dedicado a Nuestra Señora de la Caridad, con entradas por las calles Bolívar y Venustiano Carranza, donde aún se respira un aire de espiritualidad y tradición.

La Casa de Niñas de Nuestra Señora de la Caridad no es solo un edificio, es un testigo del paso del tiempo, un espacio que ha evolucionado desde ser un refugio para niñas mestizas hasta convertirse en un punto de encuentro para celebrar la vida. Ya sea que te interese su arquitectura, su historia o simplemente quieras pasear por un rincón lleno de encanto, este lugar te invita a conectar con el pasado mientras disfrutas del presente.

Así que, la próxima vez que te encuentres en el Centro Histórico, tómate un momento para descubrir este fascinante lugar. ¡Te sorprenderá lo que tiene para contar!

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Dirección:
 16 de Septiembre #27, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Reloj Otomano, símbolo de amistad y tradición en el Centro Histórico de la CDMX

Si caminas por el Centro Histórico de la Ciudad de México, específicamente en la esquina de las calles Venustiano Carranza y Bolívar, encontrarás un monumento que no solo cuenta la hora, sino también una historia de amistad, migración y cultura compartida: el Reloj Otomano. Este emblemático reloj ha visto pasar más de un siglo de historia y hoy es el protagonista de la plaza que lleva su nombre.

En 1910, mientras México celebraba con bombos y platillos el Centenario de su Independencia, el gobierno del Imperio Otomano decidió unirse a la fiesta con un regalo muy especial: un reloj monumental que simbolizara la amistad entre ambas naciones. Aunque el Imperio Otomano desapareció en 1922, el Reloj Otomano sigue en pie, recordándonos los lazos que unen a México con las comunidades libanesa, turca y siria que llegaron al país.

A finales del siglo XIX y principios del XX, miles de migrantes del Imperio Otomano llegaron a México buscando nuevas oportunidades. Principalmente eran judíos sefardíes, libaneses maronitas, turcos musulmanes y sirios. Estas comunidades no solo se asentaron en lugares como la Ciudad de México, Puebla, Veracruz y Yucatán, sino que dejaron una huella imborrable en la cultura mexicana. ¿Un ejemplo delicioso? Los tacos árabes, que con el tiempo evolucionaron en el popular taco al pastor, un ícono de la gastronomía chilanga.

El reloj no está solo. La plaza donde se encuentra también tiene una historia fascinante y una variedad de nombres a lo largo de los años. En el siglo XIX, aquí había un aljibe que abastecía al antiguo Colegio de Niñas (hoy Club de Banqueros). Después de varias remodelaciones, la plaza pasó a llamarse Plaza 5 de Mayo y más tarde Plaza Victoria, aunque ninguno de estos nombres se impuso del todo.

Un detalle encantador de la plaza es la escultura de una rana tocando un laúd, que se cree data del siglo XIX. Este peculiar monumento rinde homenaje a los músicos que frecuentan la calle 16 de Septiembre para comprar instrumentos. Por esta razón, la plaza también es conocida como Plaza de la Ranita.

En 2010, con motivo del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la entrega del reloj, los gobiernos de Turquía y Líbano unieron fuerzas para restaurarlo. El reloj, adornado con azulejos y arcos que evocan la arquitectura otomana, volvió a lucir en todo su esplendor.

En lo alto, una veleta con tres símbolos cuenta una historia de unión y diversidad: el escudo de México, la media luna turca y el cedro libanés. Este detalle no solo adorna el reloj, sino que celebra la riqueza cultural que nace del encuentro de pueblos diferentes.

Hoy, el Reloj Otomano no solo marca el paso del tiempo, sino que nos invita a detenernos un momento y reflexionar sobre las historias que convergen en la Ciudad de México. Ya sea que vayas a admirar su diseño, a curiosear en la plaza o a deleitarte con un taco al pastor en los alrededores, este rincón te recibirá con los brazos abiertos y un pedacito de historia que nunca pasa de moda.

¡La próxima vez que pasees por el Centro Histórico, no olvides hacer una parada frente al Reloj Otomano!

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Dirección:
 Calle de Bolívar #37, esquina con Venustiano Carranza , Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Casa Gargollo / University Club, un ícono histórico y arquitectónico en Paseo de la Reforma (Colonia Juárez)

La Casa Gargollo, también conocida como University Club, ubicada en el emblemático Paseo de la Reforma 150, es una joya arquitectónica que no solo resalta por su imponente diseño, sino también por la rica historia que se despliega en sus muros. La edificación de esta residencia se remonta a principios del siglo XX, en la Colonia Américana (hoy Colonia Juárez) una de las zonas más exclusivas y dinámicas de la Ciudad de México, cuando el Paseo de la Reforma comenzaba a consolidarse como una de las principales arterias urbanas de la capital.

Originalmente construida para la familia Urquiaga, su propietario inicial, don Juan Nepomuceno Urquiaga Rincón-Gallardo, un hombre de la alta sociedad y descendiente de una noble familia de la región, encargó la obra para edificar su residencia particular. La compra del terreno para la construcción de la casa se realizó en el año de 1901. Sin embargo, poco después, la propiedad fue vendida en 1904 a José Gargollo, un importante empresario de la época, quien decide emprender la edificación de lo que se convertiría en un lugar de prestigio.

El arquitecto a cargo de este proyecto fue José Luis Cuevas, un joven de gran talento en la época, cuyo trabajo se destacó por fusionar elementos tradicionales con tendencias de vanguardia que definían el nuevo siglo. La Casa Gargollo fue concebida en un estilo arquitectónico neoclásico, con acabados lujosos, espacios amplios y una estructura que exudaba elegancia, reflejando las aspiraciones de la alta sociedad mexicana en ese entonces. Entre sus elementos más destacados se encuentran la gran logia, que albergaba una extensa biblioteca, y una protuberancia ochavada que funcionaba como mirador, desde donde las y los habitantes de la casa podían observar la glorieta de Cuauhtémoc y el imponente Paseo de la Reforma. Este último detalle arquitectónico es particularmente significativo, pues permitía tener una vista panorámica de la ciudad en una de las avenidas más importantes de la capital.

La Casa Gargollo se convirtió rápidamente en uno de los hogares más destacados de la alta sociedad mexicana. José Gargollo, junto con su esposa Alicia Rivas Mercado, dotaron a la casa de un ambiente elegante y acogedor, decorándola con muebles europeos importados, obras de arte y objetos de lujo, como tibores, marfiles y porcelanas. La residencia no solo era el hogar de una familia prominente, sino que también fue un centro de reunión para figuras influyentes de la política, la cultura y el arte de la época. En sus salas, se discutían los temas más importantes del país, y se organizaban eventos que reunían a lo más selecto de la sociedad capitalina.

Sin embargo, la estabilidad de la familia Gargollo se vio afectada por las transformaciones sociales y políticas que sacudieron al país durante la Revolución Mexicana. A medida que los conflictos sociales aumentaban, la familia enfrentó dificultades económicas, lo que llevó a la cesión de la casa en 1933. Fue entonces cuando la residencia pasó a ser la sede del University Club de México, un club social y académico de gran renombre, que buscaba en la Casa Gargollo un lugar de encuentro para intelectuales, diplomáticos y miembros destacados de la comunidad internacional. El club utilizó la casa como su sede durante muchos años, organizando eventos, conferencias y cenas que reunían a un sinfín de personajes de diversas nacionalidades.

A lo largo de las décadas siguientes, la Casa Gargollo continuó siendo un testigo privilegiado de los cambios que marcaron la historia de la ciudad. En 1964, con la organización de los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México, la casa se convirtió en un referente cultural y un lugar de paso para delegaciones internacionales. El edificio se adaptó a las nuevas necesidades del University Club, que lo mantuvo como su sede oficial, haciendo algunas remodelaciones para modernizar los espacios sin perder el encanto de su arquitectura original.

En la actualidad, la Casa Gargollo sigue siendo un testimonio vivo de la historia de la Ciudad de México. Su estructura y su estilo arquitectónico conservan intacto el esplendor de épocas pasadas, y su ubicación privilegiada en el corazón de Paseo de la Reforma la convierte en un ícono cultural de la capital. A lo largo de su historia, la casa ha sido un escenario de momentos trascendentales en la política, la cultura y la vida social de México. Con el paso de los años, la Casa Gargollo ha logrado adaptarse a los cambios sin perder su esencia, consolidándose como un espacio donde convergen las tradiciones y las tendencias más modernas de la Ciudad de México.

Hoy en día, la Casa Gargollo continúa funcionando como un importante centro de eventos sociales, culturales y académicos. Su arquitectura, su legado histórico y su rol en la vida cultural de la ciudad siguen siendo motivo de admiración y estudio. En sus habitaciones se sigue respirando la historia de un México que se transformó durante el siglo XX, pero que nunca olvidó las raíces de su esplendor pasado.

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Dirección:
 Paseo de la Reforma #150, Colonia Juárez, Ciudad de México, CDMX

Casa Boker, un pedazo de historia en el Centro Histórico de la Ciudad de México

La historia de la Casa Boker comienza en 1865, cuando el alemán Roberto Boker, originario de Remscheid, Alemania, decidió abrir una tienda en la Ciudad de México durante el breve reinado de Maximiliano de Habsburgo. En ese momento, el alemán se hablaba con frecuencia en las calles y el comercio entre México y Europa estaba floreciendo. Roberto y su hermano llegaron con la idea de traer herramientas y productos de alta calidad, importados directamente de su ciudad natal, famosa por la fabricación de acero y cuchillería. No solo se dedicaban a la venta de herramientas, sino también a la distribución de artículos novedosos, como las máquinas de coser Singer, que llegaron a México en una época en la que este tipo de tecnología era casi desconocida.

La familia Boker había estado produciendo herramientas en Alemania desde 1640, y en su país de origen se destacaban por la fabricación de cuchillos, navajas y otros utensilios de acero de alta calidad. Cuando Roberto se trasladó a la Ciudad de México, las posibilidades de negocio parecían infinitas. Y, efectivamente, Casa Boker prosperó rápidamente, comenzando a abastecer no solo la ciudad, sino también otras localidades del país, con su amplia gama de productos.

En 1896, después de varios años de éxito, la familia decidió construir un edificio especialmente diseñado para albergar la tienda en la que ya se vendían todo tipo de herramientas, maquinaria agrícola, utensilios domésticos y otros artículos de gran calidad. En 1900, el presidente Porfirio Díaz inauguró oficialmente el imponente edificio que conocemos hoy, en la esquina de las avenidas 16 de Septiembre e Isabel la Católica.

El edificio fue diseñado por los arquitectos De Lemos y Cordes, conocidos también por su diseño de los grandes almacenes Macy’s en Nueva York. En su construcción, se utilizaron materiales importados de todo el mundo, desde el mármol italiano hasta la viguetería metálica de Estados Unidos, creando una estructura sólida y duradera. La fachada de cantera y la decoración de la cornisa superior, adornada con detalles artísticos, reflejan el estilo arquitectónico característico del Porfiriato, y el edificio en sí mismo se convirtió en un símbolo de la prosperidad de esa época.

Además, en el proceso de construcción se descubrieron importantes artefactos arqueológicos, como un águila decapitada y una figura conocida como El Chihuateto, que hoy se encuentran en el Museo Nacional de Antropología y el Museo Nacional de Arte, respectivamente. Estos hallazgos le dan un toque aún más especial a este lugar, pues unen la historia prehispánica con la moderna.

Lo fascinante de la Casa Boker es que, aunque ha atravesado muchos cambios a lo largo de los años, sigue siendo un negocio familiar. Hoy en día, la cuarta generación de la familia Boker continúa al mando de la tienda, lo que no es común en muchos negocios con tanta historia. La ferretería sigue siendo el núcleo de la actividad comercial, aunque con el paso del tiempo ha evolucionado, adaptándose a las necesidades y demandas actuales de los consumidores. Hoy, las y los visitantes pueden encontrar desde herramientas especializadas hasta artículos para el hogar, pero siempre con la calidad que ha caracterizado a la tienda desde sus inicios.

A lo largo de los años, la Casa Boker ha superado diferentes vicisitudes, como el incendio de 1975 que dañó parte del edificio, y que llevó a su remodelación. En la década de 1970, también se alquiló una parte del edificio a la compañía Sanborns, que contribuyó a la preservación del inmueble y a mantenerlo como un referente en la vida comercial y cultural de la Ciudad de México.

El edificio sigue siendo una joya arquitectónica que conserva su esencia histórica, y el espacio alberga no solo la tienda de ferretería, sino también un restaurante y algunos grandes almacenes. A pesar de los cambios que ha experimentado, la Casa Boker mantiene un pedazo de su espíritu original. Dentro de sus paredes, aún se puede respirar la historia del México porfiriano, pero también se nota cómo este negocio se ha adaptado a los tiempos modernos.

Sanborns, que comparte el espacio con la tienda original, hace visibles varias de las secciones históricas del edificio. Desde el restaurante, los comensales pueden disfrutar de una comida mientras observan algunas de las zonas que aún conservan detalles arquitectónicos de la época en que fue inaugurado. La Casa Boker sigue siendo una parada obligatoria para quienes se interesan por la historia de la Ciudad de México, pero también es un recordatorio de la larga tradición comercial que ha tenido la ciudad desde tiempos coloniales.

La historia de la Casa Boker es la historia de una familia que, a lo largo de más de 150 años, ha dejado una huella indeleble en el comercio mexicano. Desde su fundación en 1865, la familia Boker ha demostrado que la perseverancia y el compromiso con la calidad pueden hacer frente a los desafíos más grandes. Y, hoy, al visitar este edificio emblemático, no solo se recorre un pedazo de la historia empresarial de la Ciudad de México, sino que también se conecta con un legado que ha perdurado gracias al esfuerzo y la visión de quienes han liderado este negocio a lo largo de los años.

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Dirección:
 16 de Septiembre #58, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX

Edificio París, una joya art déco llena de historia en el Centro Histórico

El Edificio París, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es uno de esos lugares que, aunque a menudo pasa desapercibido, está lleno de historia y encanto. Inaugurado en 1907, fue concebido como la sede de la Compañía Bancaria de Fomento y Bienes Raíces de México, pero rápidamente se convirtió en un referente cultural, sobre todo por su famoso Cinematógrafo Cine-Club, que abrió sus puertas en 1909 y fue uno de los primeros cines de éxito en la ciudad y el país.

Este edificio es un claro ejemplo del estilo arquitectónico que marcó la época porfirista, con una fuerte influencia francesa, que se puede ver en su elegancia y en su fusión de estilos, como el art déco, que lo hace destacar entre las construcciones vecinas de estilo renacentista italiano. Su fachada y detalles arquitectónicos lo convierten en un pedazo de historia que aún se mantiene vibrante, sobre todo por su ubicación en la esquina de 5 de Mayo y Motolinía, una zona peatonal que sigue siendo un punto de referencia importante en la ciudad.

Pero el Edificio París no solo es conocido por su arquitectura. Durante su época dorada como cine, el Cine-Club ofrecía un espectáculo único en su tipo. Con capacidad para 800 personas, el cine proyectaba películas mudas, acompañadas de textos explicativos y, lo más fascinante, con la Orquesta Típica dirigida por Miguel Lerdo de Tejada, que tocaba en vivo durante las proyecciones. Era un lugar donde se podía disfrutar de un café o refresco mientras se veía una película, todo por un precio muy accesible, lo que lo convirtió en un espacio popular para todo tipo de público.

A pesar de que el cine desapareció hace años, el Edificio París sigue siendo un símbolo de la historia de la ciudad. Hoy en día, aunque ya no se pueden ver películas ni escuchar música en vivo en su interior, la esencia del lugar sigue viva en su arquitectura y en su importancia dentro del vecindario. Y aunque ya no es un cine, la zona que lo rodea continúa siendo un lugar lleno de vida y tradición, un verdadero testigo del paso del tiempo en la Ciudad de México.

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Dirección:
 Av. 5 de Mayo #32, Centro Histórico , Ciudad de México, CDMX

Hacienda de San Antonio Clavería, un tesoro virreinal escondido en Azcapotzalco

La Hacienda de San Antonio Clavería es un tesoro escondido en la Ciudad de México, un lugar que conserva la esencia de épocas pasadas, aunque hoy en día, muchos desconocen su existencia fuera de los círculos históricos. Ubicada en Azcapotzalco, esta joya arquitectónica se ha preservado de manera admirable, especialmente por su actual uso como sede del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE). Y aunque no está abierta al público, su historia sigue siendo un referente cultural y arquitectónico de la zona.

La Hacienda nació a finales del siglo XVII, cuando Don Juan Antonio Clavería Villarreales, un hombre adinerado y mercader, adquirió la propiedad para dedicarla a San Antonio. Se dice que posiblemente compró la tierra a las familias de los conquistadores que recibieron grandes extensiones de terreno tras la llegada de los españoles. Con el paso de los años, el nombre de Clavería no solo quedó asociado a la hacienda, sino también al barrio que, hasta hoy, lleva su nombre.

A finales del siglo XVIII, Domingo de Bustamante compró la hacienda, que para ese entonces ya era conocida por su producción agrícola, especialmente de maíz y trigo, así como ganado vacuno y lana. En su apogeo, el lugar era un verdadero “Palacio de los Bustamantes” y una de las principales haciendas de la región. Durante este periodo, la hacienda se convirtió en escenario de eventos históricos significativos, como la ocupación de las tropas del General monárquico De la Concha en 1820, cuando se preparaban para las últimas batallas de la Guerra de Independencia.

El edificio más destacado es su patio principal, rodeado de una terraza de dos pisos, y una casa grande que albergaba una capilla. La arquitectura de la hacienda es considerada un excelente ejemplo de la transición entre el virreinato y la época moderna, con su estilo residencial y agrícola. Fue restaurada en 1951, casi dos décadas después de ser declarada Monumento Histórico en 1933.

Aunque hoy la Hacienda de San Antonio Clavería se encuentra bajo el cuidado del IPADE, sigue siendo un recordatorio vibrante del pasado colonial de la ciudad y un testimonio arquitectónico de la vida rural en el Virreinato. Aunque no se puede visitar, su presencia en el corazón de Azcapotzalco es un ancla que conecta a la ciudad con su historia.

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Dirección:
 Calle Floresta #20, Colonia Claveria, Ciudad de México, CDMX

Casco de la Hacienda de Coapa, un rincón con historia que susurra secretos del pasado

Si alguna vez has paseado por la Calzada del Hueso en el sur de la Ciudad de México, es posible que hayas pasado de largo el Casco de la Hacienda de Coapa sin darte cuenta de su fascinante historia. Aunque hoy en día parece un lugar más entre el ajetreo urbano, este sitio fue en su tiempo el corazón de una próspera hacienda que dejó una profunda huella en la región.

La Hacienda de San José de Coapa, fundada en el siglo XVII y consolidada en el XVIII, fue mucho más que un simple rancho. ¡Era toda una capital regional! Cultivaba alfalfa, criaba ganado y abastecía de alimentos a las granjas y ranchos vecinos. En aquellos días, el paisaje era un océano verde de sembradíos que se extendía hasta el Canal Nacional.

De la antigua “Casa Grande”, que alguna vez simbolizó el poder económico de la hacienda, queda un impresionante arco de piedra sobre la Calzada del Hueso, un testimonio sobreviviente de un tiempo más tranquilo y rural. Aunque el terremoto del 19 de septiembre de 2017 lo dañó considerablemente, su majestuosidad sigue atrapando miradas y avivando historias entre las y los vecinos.

La Hacienda de Coapa fue propiedad de muchos dueños, entre ellos la familia de Benito Juárez, ¡vaya dato curioso! Sin embargo, con el tiempo, sufrió saqueos durante la Revolución Mexicana y fue dividida en múltiples lotes tras las reformas agrarias. En el siglo XX, el casco fue perdiendo partes importantes para dar paso a las Calzadas de Tlalpan y del Hueso, y lo que quedó se convirtió en escenario de películas icónicas como El Callejón de los Milagros.

Si caminas por la calle Santa Rosa, detrás de la fachada de una casa con comercios, todavía puedes encontrar restos de la capilla original de la hacienda. Y en una unidad habitacional cercana, llamada Las Trojes, se conserva un establo que alguna vez albergó ganado y una antigua báscula usada para pesar alimentos desde 1900.

El nombre Coapa proviene del náhuatl Coapan, que se traduce como “río de serpientes”. Aunque hoy suena más a un dato para lucirte en una trivia, este nombre evoca la conexión profunda de la región con la naturaleza y su pasado agrícola.

Actualmente, el arco de la Hacienda de Coapa está en peligro y a la espera de ser restaurado. Mientras tanto, sigue siendo un lugar que conserva el espíritu de una época pasada, rodeado de locales comerciales, estudiantes de la UVM y vecinxs que recuerdan con cariño cómo este rincón era un campo de cultivo.

Así que, la próxima vez que te encuentres en Coapa, ¡tómate un momento para observar el casco de la hacienda! Detrás de sus muros de piedra y ladrillo, aún se esconden historias que esperan ser contadas.

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Dirección:
 Calz. del Hueso #48, Coapa, Col. Ex-Hacienda Coapa, Ciudad de México, CDMX

Gran Hotel de la Ciudad de México, un hotel lleno de historia y lujo en el Centro Histórico

Imagina hospedarte en un lugar que ha sido testigo de más de un siglo de historia, ¡y que sigue brillando como el primer día! El Gran Hotel de la Ciudad de México es mucho más que un hospedaje: es un viaje al pasado, con todas las comodidades modernas que podrías desear. Su historia comienza en 1899, cuando Porfirio Díaz inauguró el Centro Mercantil, la tienda departamental más importante de la época, inspirada en los grandes almacenes de París. Hoy, el edificio es un emblema del Art Nouveau en México, con detalles arquitectónicos que te dejarán sin aliento.

Desde que entras al hotel, el lobby te recibe como un palacio. Los pisos de mármol, los elevadores de rejilla –de los primeros instalados en México– y los muebles antiguos crean un ambiente de lujo clásico. Pero el verdadero tesoro está arriba: un espectacular vitral estilo Tiffany, diseñado por Jacques Grüber en 1908, que inunda el espacio con luz y colores. ¿Sabías que este vitral es uno de los más grandes del mundo? ¡Definitivamente una foto para el recuerdo!

Las 60 suites del Gran Hotel son un sueño hecho realidad. Con camas estilo princesa, tapizados elegantes, lámparas vintage y chaise longues perfectas para un ritual de té, cada rincón te hará sentir como un duque o duquesa. Y no te preocupes, porque aquí lo clásico no se pelea con lo moderno: las habitaciones cuentan con internet de alta velocidad y pantallas planas. ¿Quieres más? Algunas suites ofrecen vistas privilegiadas al Zócalo, ¡para que vivas la magia del Centro Histórico desde tu ventana!

Uno de los mayores atractivos del hotel es su terraza restaurante. Desde aquí, las vistas al Zócalo, la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional son simplemente inigualables. Ya sea para un desayuno tranquilo, un brunch de fin de semana o una cena romántica, este lugar se ha ganado su fama como uno de los mejores puntos para admirar la Ciudad de México.

Si hay un momento mágico para visitar el Gran Hotel, es durante las celebraciones del Grito de Independencia. Cada 15 de septiembre, el hotel organiza una fiesta inolvidable que incluye cena de gala, barra libre, música en vivo y, por supuesto, vistas de primera fila al Grito desde el Palacio Nacional y los fuegos artificiales. ¿La cereza del pastel? Una feria mexicana y una cena de desvelados para mantener la fiesta toda la noche. ¡Viva México!

El Gran Hotel no solo es un destino para viajerxs, sino también un ícono del cine. Ha aparecido en películas como “Spectre” de James Bond y en innumerables producciones mexicanas. Su elegancia y carácter lo convierten en el escenario perfecto para cualquier historia.

Ya sea que decidas hospedarte, disfrutar de un brunch en su terraza o simplemente visitar su majestuoso lobby, el Gran Hotel de la Ciudad de México es una parada obligatoria en tu próxima visita al Centro Histórico. Vive el lujo, la historia y la magia de uno de los edificios más emblemáticos de la Ciudad de México.

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Dirección:
 16 de Septiembre #82, Centro Histórico, Ciudad de México, CDMX
Página Web: granhoteldelaciudaddemexico.com.mx
Instagram: instagram.com/granhotelcdmx
Facebook: facebook.com/granhotelcm