Si buscas una aventura arqueológica cerca de la Ciudad de México, el Museo de Tepexpan es una joya que no te puedes perder. Este museo, aunque menos conocido que el gigantesco Museo de Antropología, ofrece una experiencia única y tranquila, ideal para las y los curiosos de la prehistoria. Ubicado en la colonia Anáhuac del municipio de Acolman, Estado de México, el museo se levanta donde fue descubierto el famoso “Hombre de Tepexpan“, un hallazgo fascinante que ha mantenido en vilo a los investigadores desde 1947.
Lo que hace al Museo de Tepexpan tan especial es su enfoque en la paleontología y la arqueología, con una colección que incluye restos óseos de animales pleistocénicos y humanos. Las herramientas de piedra y los cráneos precerámicos exhibidos aquí nos transportan a la prehistoria de la Cuenca de México, cuando los primeros habitantes cazaban mamuts y usaban rudimentarias herramientas para sobrevivir. Si eres amante de las historias antiguas, te encantará el fotomural que recrea una emocionante cacería de mamuts.
El “Hombre de Tepexpan“, cuyo esqueleto fue encontrado cerca del Lago de Texcoco, sigue siendo un enigma. Aunque al principio se creyó que tenía unos 10,000 años, estudios más recientes sugieren que los restos tienen entre 4,500 y 7,000 años. Además, en un giro inesperado, algunos expertos ahora piensan que el “Hombre” en realidad podría ser una “Mujer“, aunque este punto sigue en debate. ¿Intrigante, verdad?
Así que, si estás planeando una escapada arqueológica o simplemente quieres aprender más sobre nuestros antepasados prehistóricos, el Museo de Tepexpan es el lugar perfecto. Con la futura apertura del Parque del Lago de Texcoco, es probable que pronto gane la atención que merece, ¡así que aprovecha y visítalo antes de que se convierta en un destino turístico masivo!
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¡Prepárate para un viaje emocionante a uno de los secretos mejor guardados de la Ciudad de México! El sitio arqueológico Cerro de la Estrella, situado en la cumbre de esta magnífica montaña, es mucho más que un simple sitio arqueológico. Imagina un lugar donde hace siglos se celebraba una ceremonia tan grandiosa y rara que solo ocurría cada 52 años. ¡Eso es lo que hace especial a este lugar!
Conocido antiguamente como Huizachtécatl, el Cerro de la Estrella era el centro de la ceremonia del Fuego Nuevo, un evento crucial para las sociedades mesoamericanas del Posclásico. Los sacerdotes mexicas observaban las estrellas para interpretar señales divinas y asegurarse de que el universo estaba en equilibrio. Las ceremonias se llevaban a cabo en 1351, 1403, 1455 y 1507, y hoy en día aún puedes ver parte de la estructura original donde se realizaban estos ritos sagrados. ¡Imagina cómo era este lugar durante esas noches mágicas!
El sitio cuenta con dos estructuras principales: un imponente templo piramidal y una terraza con una escalera de cuatro metros de diámetro. Estas construcciones, que datan del año 100 d.C., están en la ladera norte del cerro y muestran una fuerte influencia de Teotihuacán. También encontrarás restos de muros de cimentación y más de 200 piedras grabadas con rostros antropomorfos y motivos geométricos, lo que añade un toque enigmático a tu visita. Además, el Cerro de la Estrella estuvo habitado durante más de 2,000 años, ¡y algunos restos humanos datan de hace 9,000 años!
Para completar tu experiencia, visita el Museo del Fuego Nuevo, situado también en la montaña. Inaugurado en 1998, este museo tiene una forma piramidal y alberga una colección impresionante de objetos de la era colonial y antigua. Aquí podrás aprender todo sobre la ceremonia del Fuego Nuevo, la leyenda de los cinco soles y los antiguos calendarios. ¡Una visita obligada para los y las amantes de la historia y la arqueología!
El 6 de noviembre de 1507, se cree que fue la última vez que se realizó la ceremonia del Fuego Nuevo. Los sacerdotes vestidos como divinidades encendían una hoguera gigantesca en la cima del cerro, visible desde lejos, mientras que la comunidad permanecía en la penumbra. Las familias usaban máscaras de maguey para protegerse de los Tzitzimimes, seres míticos, y al amanecer, todos se vestían con ropa nueva para marcar el inicio de una nueva era. ¡Qué increíble es imaginar cómo era todo esto!
Para llegar al Templo del Fuego Nuevo, simplemente toma la Calzada Estrella cerca de la intersección con la Calzada Ermita Iztapalapa y la avenida Javier Rojo Gómez. Las estaciones de metro Iztapalapa y Cerro de la Estrella te acercarán a este fascinante lugar. No te pierdas la oportunidad de explorar el Cerro de la Estrella y sumérgete en la historia y el misterio del Fuego Nuevo. ¡Te esperamos para una aventura inolvidable!
Prepara tu Visita Dirección: Carrretera Escenica al cerro de la estrella Km 2 S/N Ampliacion Veracruzana, Parque Nacional Cerro de la Estrella, Iztapalapa, Ciudad de México, CDMX Costo por persona: Entrada libre. Horario: Martes a domingo de 10:00 a 17:00 hrs. Facebook:facebook.com/museofuegonuevo/
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Aunque no lo creas, la colonia Industrial es una de las más importantes en la historia del desarrollo del extinto Distrito Federal. Este fraccionamiento marcó el inicio del desarrollo de la zona norte de la Ciudad de México, especialmente en áreas como La Villa y Lindavista. La Industrial fue la primera colonia en construirse en la región y sentó las bases para el surgimiento de otras zonas residenciales cercanas, como La Estrella, Tepeyac Insurgentes, Guadalupe Tepeyac, Guadalupe Insurgentes e incluso Lindavista. Acompáñame a descubrir la historia de esta fascinante colonia del norte.
La historia de la Colonia Industrial se remonta al año 1250 d.C., aproximadamente 75 años antes de la fundación de Tenochtitlán en 1325. Los terrenos que hoy ocupan la colonia, así como Magdalena de las Salinas, estaban al lado de una laguna salina y albergaban el pueblo de Tepalcatitlán. Este asentamiento se dedicaba a la explotación de sal y tequesquite y mantenía un comercio activo con varios pueblos, entre ellos Tenochtitlán.
Tras la caída de Tenochtitlán en 1531, Juan Diego Cuauhtlatoatzin solía recorrer la zona en su camino semanal desde Tlayácac en Cuauhtitlán hasta Tlatelolco, donde asistía a los misioneros franciscanos. El 9 de diciembre de ese año, mientras caminaba, Juan Diego escuchó el canto de un trogón, conocido como “coa mexicana“, anunciando la aparición de la Virgen. Durante los días siguientes, la Virgen se le apareció en varias ocasiones, pero nadie le creía. Es por eso que, la Virgen le pidió que llenara su ayate con rosas. Cuando Juan Diego soltó las rosas de su ayate frente al obispo, se reveló la imagen de la Virgen de Guadalupe. Este evento llevó a la fundación de la Municipalidad de la Villa de Guadalupe Hidalgo, que abarcaba desde el cauce del Río Consulado hasta la Municipalidad de México/Tlatelolco.
Durante siglos, la Villa de Guadalupe y sus alrededores estuvieron bajo control de la Iglesia Católica, dedicados principalmente a la agricultura y al culto religioso. En 1857, el presidente Ignacio Comonfort inauguró el primer ferrocarril de México en la Estación de La Villa de Guadalupe, conectando la zona con Tlatelolco. Sin embargo, a partir de la década de 1920, se empezó a planear la supresión del régimen municipal del Distrito Federal, que se concretó en 1928. En este contexto, se comenzaron a construir nuevas colonias, entre ellas la Colonia Industrial, iniciada en 1926.
La Colonia Industrial se destacó como una de las primeras colonias modernas de la Ciudad de México, no solo por sus trazos urbanísticos, sino también por su infraestructura avanzada que evitaba inundaciones. En un anuncio publicado en diciembre de 1928 en El Universal, se destacaba que la colonia estaba “hecha científicamente“, con pavimentos de asfalto, banquetas de cemento, y servicios de drenaje y alumbrado.
Desde su fundación, la Fundación Mier y Pesado construyó el Orfanato de San Antonio y Santa Isabel para niñas, con un impresionante estilo art decó que marcó la arquitectura de la zona. Hoy en día, al recorrer la Colonia Industrial, podrás apreciar una variedad de estilos arquitectónicos, desde el art decó hasta el neobarroco y el colonial californiano.
¿Alguna vez te has preguntado por qué se llama Colonia Industrial? La respuesta radica en el auge de la industria en México tras la Revolución. Para rendir homenaje a esta nueva era industrial, se decidió nombrar a la colonia así y, de hecho, muchas de sus calles llevan nombres de fábricas y maquilas importantes de la época. Por ejemplo, Buen Tono honra a la Compañía Cigarrera del Buen Tono, y Fundidora de Monterrey hace referencia a la Fundidora en Monterrey.
Además, la Colonia Industrial ha sido escenario de eventos cinematográficos importantes. El director Gilberto Martínez Solares filmó gran parte de la película El Revoltoso, protagonisada por el mismísimo TinTan, en esta colonia, mostrando lugares icónicos como el Parque María Luisa y varias casas emblemáticas. Por otro lado, el director brasileño Sergio Toledo escogió la casa en la esquina de Buen Tono y Basiliso Roma Anguiano como el hogar del Dr. Filártiga, interpretado por Anthony Hopkins en la película Un Hombre en Guerra (One Man’s War).
En resumen, la Colonia Industrial no solo es un lugar lleno de historia y arquitectura diversa, sino también un sitio vibrante con parques como el María Luisa, María del Carmen y el Parque Guadalupe. Además, al pasear por sus calles, descubrirás una gran variedad de locales y restaurantes donde podrás disfrutar de deliciosos platillos sin gastar mucho. ¡No te pierdas las delicias de Don Goyo, El Taco Ranchero, Las Guacamayas, Nino Capuchino y El Rebaño Sagrado!
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El Metro Camarones es una de las estaciones más singulares y fotografiadas del Sistema de Transporte Colectivo de la Ciudad de México. Ubicada en la Línea 7 del Metro, esta estación no solo es un punto clave para miles de pasajerxs diarios, sino también un portal a la rica historia de Azcapotzalco, una de las zonas más antiguas de la capital. ¿Alguna vez te has preguntado por qué se llama así esta estación y la avenida que se encuentra justo afuera? ¡Acompáñame a descubrirlo!
Contrario a lo que su nombre podría sugerir, el Metro Camarones no está relacionado con la industria camaronera ni con un mercado o restaurante de mariscos. En realidad, su nombre proviene de la Avenida Camarones, que a su vez se debe a un antiguo pueblo de la época colonial que se especializaba en la recolección de acociles, también conocidos como camarones de agua dulce.
Este pueblo se encontraba en el Camino Real, una ruta que comenzaba en San Salvador Xochimanca y conectaba con varios pequeños asentamientos en lo que hoy es Azcapotzalco. Los habitantes de este pueblo se ganaron su nombre y sustento recolectando los “camarones” que poblaban los ríos de la región, los cuales desembocaban en el Río Consulado y, finalmente, en el Lago de Texcoco. Los crustáceos de agua dulce se preparaban envueltos en hojas de maíz, y es muy probable que también se usaran para hacer tamales, un platillo tradicional que ha perdurado a lo largo de los siglos.
Inaugurada el 22 de diciembre de 1988, la estación Camarones se encuentra en una ubicación estratégica que facilita el acceso a varias atracciones culturales en Azcapotzalco. A pesar de su construcción moderna, la estación se encuentra en realidad dentro del asentamiento originario de San Francisco Tetecala, uno de los 25 asentamientos históricos de la gran Azcapotzalco. Este hecho refuerza la conexión de la estación con la rica historia de la zona.
A solo tres minutos a pie de la estación, los visitantes pueden encontrar la pequeña iglesia de San Francisco Tetecala, un sitio que ofrece un vistazo al pasado colonial y religioso de la región. Esta proximidad hace de Camarones una parada obligada para aquellxs interesadxs en explorar las raíces culturales y religiosas de la Ciudad de México.
El Metro Camarones no solo es un punto de tránsito, sino también una puerta de entrada a algunos de los tesoros culturales de Azcapotzalco. La estación es frecuentada por quienes visitan la Casa de Cultura Azcapotzalco y el Jardín Miguel Hidalgo, ambos ubicados en el área del Centro Histórico de Azcapotzalco. Estos sitios son conocidos por albergar eventos culturales, exposiciones artísticas y actividades comunitarias que celebran la rica herencia cultural de la zona.
La Catedral de Azcapotzalco, otro sitio de gran relevancia, se encuentra a poca distancia de la estación. Este templo, con su imponente arquitectura y su profundo significado histórico, es un testimonio de la importancia de Azcapotzalco en la historia de la Ciudad de México.
Cada día, el Metro Camarones recibe a aproximadamente 15,000 pasajerxs, lo que refleja su importancia como nodo de transporte en la zona norte de la ciudad. Sin embargo, más allá de su función práctica, la estación es un ejemplo de la maravillosa ingeniería de construcción del metro de la CDMX, y su diseño moderno convive en armonía con la historia antigua de la región.
El Metro Camarones es más que una simple estación; es un lugar cargado de historia, cultura y significado. Su nombre, que nos remonta a un pueblo colonial especializado en la recolección de camarones de agua dulce, es un recordatorio de las raíces históricas de Azcapotzalco. Desde su inauguración en 1988, la estación ha servido como un punto de conexión no solo para los viajeros, sino también para quienes buscan explorar la riqueza cultural de la Ciudad de México. Ya sea por su conveniente ubicación cerca de importantes atractivos culturales o por su intrigante historia, el Metro Camarones es una estación que merece ser visitada y fotografiada.
Así que la próxima vez que viajes por la Línea 7, tómate un momento para apreciar la historia detrás de Camarones, y descubre cómo esta estación es mucho más que un simple lugar de tránsito; es un puente entre el pasado colonial de la ciudad y su vibrante presente urbano.
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El Sistema de Transporte Colectivo (STC) de la Ciudad de México no solo conecta a millones de personas a diario, sino que también teje una red de historias que nos permiten entender mejor el pasado y la identidad de la ciudad. Una de las estaciones más emblemáticas de esta red es El Rosario, ubicada en la Línea 6 y Línea 7, y conocida por ser la terminal norte de ambas líneas. Pero, ¿qué se esconde detrás de este nombre tan evocador?
La estación de metroEl Rosario toma su nombre de la colonia y la unidad habitacional que la rodean, ambas conocidas como El Rosario. Sin embargo, el nombre tiene raíces más profundas que se remontan a la época colonial, específicamente al siglo XVI, cuando la orden de los jesuitas estableció una gran extensión de tierras en las cercanías de Azcapotzalco. En estas tierras, los jesuitas levantaron un monasterio y una iglesia, que pusieron bajo la advocación de la Virgen del Rosario. Esta devoción mariana, muy extendida en el catolicismo, se materializó en el nombre que se le dio a la zona: El Rosario.
El rosario, como objeto religioso, es un conjunto de cuentas utilizado para la práctica de la oración, y su significado trascendió a tal punto que dio nombre a toda la región. El ícono de la estación de metro El Rosario representa precisamente estas cuentas de un rosario, un símbolo que evoca la fe y la tradición religiosa que marcaron el origen del lugar.
De la expulsión de los jesuitas a la hacienda de El Rosario
La historia de la zona dio un giro significativo en 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados de México por orden del rey Carlos III de España. Tras la expulsión, las tierras que pertenecían a la orden religiosa fueron subastadas, y muchas de ellas fueron adquiridas por ricos mineros de la época. Uno de estos acaudalados compradores fue Pedro Romero de Terreros, primer conde Marqués de San Cristóbal y San Francisco, quien obtuvo el latifundio de El Rosario, convirtiéndolo en una hacienda próspera.
La hacienda de El Rosario, bajo la propiedad de Romero de Terreros, se convirtió en un importante centro de actividad agrícola y ganadera en la región. Sin embargo, con el tiempo, la hacienda fue fraccionada y sus tierras se dividieron, dando lugar a lo que hoy conocemos como la Unidad Habitacional El Rosario, una de las más grandes de la Ciudad de México.
La estación El Rosario: un punto de encuentro
Inaugurada el 29 de noviembre de 1988, la estación de metro El Rosario se convirtió en un nodo crucial para el transporte público en la zona norte de la ciudad. Al ser la terminal de las líneas 6 y 7, la estación no solo sirve a los residentes de la Unidad Habitacional El Rosario, sino también a una gran cantidad de personas que se desplazan desde y hacia los municipios del Estado de México.
El Rosario es un ejemplo perfecto de cómo los nombres de las estaciones del metro de la Ciudad de México no solo indican una ubicación geográfica, sino que también cuentan una historia de transformación y evolución social. Lo que una vez fue un monasterio y luego una hacienda dedicada a la agricultura y la devoción religiosa, hoy es una bulliciosa comunidad urbana, conectada al corazón de la ciudad por uno de los sistemas de transporte más grandes del mundo.
La estación El Rosario es testigo diario del ir y venir de miles de personas, cada una con sus propias historias y destinos, pero todas unidas por el mismo espacio que alguna vez fue tierra fértil para el cultivo y ahora lo es para el desarrollo humano y social. Al transitar por esta estación, es fácil olvidar la rica historia que se esconde detrás de su nombre, pero basta con detenerse un momento y reflexionar para darse cuenta de cómo la Ciudad de México ha crecido y cambiado a lo largo de los siglos.
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La Ciudad de México es un mosaico de historia, donde cada rincón tiene una historia que contar. Esto es especialmente cierto en su Sistema de Transporte Colectivo, el Metro, donde muchas de las estaciones llevan nombres que evocan la rica herencia cultural y prehispánica de la región. Una de estas estaciones es Tezozómoc, ubicada en la Línea 6 del Metro, entre las estaciones UAM-Azcapotzalco y El Rosario. Este nombre, que resuena con el poder y la tradición de los antiguos mexicas, nos invita a explorar más sobre su origen y significado.
El nombre de la estación Tezozómoc rinde homenaje a un personaje clave en la historia prehispánica del Valle de México: Tezozómoc, un señorío que jugó un papel crucial en el desarrollo de la región durante los siglos XIV y XV. Tezozómoc fue un tlatoani (gobernante) de Azcapotzalco, una de las ciudades más importantes de la región antes de la consolidación del poder mexica. Gobernó con mano firme y astucia, logrando expandir su dominio sobre gran parte del Valle de México y estableciendo a Azcapotzalco como una de las potencias más influyentes de la época.
Bajo su gobierno, Tezozómoc se convirtió en una figura temida y respetada, y su legado dejó una marca indeleble en la historia de México. Aunque eventualmente su dominio fue superado por la alianza entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan, que daría lugar al famoso Imperio Azteca, Tezozómoc es recordado como uno de los líderes más importantes de la era prehispánica.
La estación de metro Tezozómoc no solo lleva el nombre de este ilustre gobernante, sino que también está situada en una zona que tiene una profunda conexión con la historia y la cultura prehispánica. El Parque Tezozómoc, ubicado cerca de la estación, es un espacio recreativo y cultural que fue diseñado para recordar y honrar el legado de las civilizaciones que habitaron la región. El parque, con su lago artificial y su diseño que emula el paisaje del Valle de México en la época prehispánica, es un lugar donde los visitantes pueden reflexionar sobre la historia y la importancia de las culturas originarias de México.
El Metro Tezozómoc, cuyo logotipo recrea la silueta del tlatoani, es más que una simple estación de paso; es un recordatorio constante de la historia y el legado de las culturas que precedieron a la Ciudad de México tal como la conocemos hoy. Para los y las miles de usuarias que transitan por esta estación diariamente, el nombre de Tezozómoc es una ventana a un pasado lleno de líderes poderosos, batallas por el control del Valle de México y una rica herencia cultural que sigue siendo relevante en la actualidad.
En una ciudad tan vibrante y diversa como la Ciudad de México, es fácil pasar por alto los significados profundos detrás de los nombres de los lugares que forman parte de la vida cotidiana. Sin embargo, detenerse un momento para reflexionar sobre estos nombres puede ofrecer una nueva perspectiva sobre la conexión entre el pasado y el presente, y sobre cómo la historia sigue viva en los espacios urbanos.
La estación de metro Tezozómoc es un homenaje a uno de los líderes más influyentes de la historia prehispánica del Valle de México. Su nombre, que evoca el poder y la astucia del tlatoani de Azcapotzalco, es un recordatorio de la rica herencia cultural que subyace en la Ciudad de México. Al transitar por esta estación, los usuarios no solo están viajando a través de la ciudad, sino también a través del tiempo, conectando con un pasado que sigue vivo en la memoria colectiva de la nación. Así que la próxima vez que te encuentres en Tezozómoc, tómate un momento para apreciar la historia que se esconde detrás de este nombre y la conexión que tenemos con nuestras raíces prehispánicas.
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La Ciudad de México es conocida por su vibrante vida urbana, su rica historia y, claro, su extenso Sistema de Transporte Colectivo (STC). Entre las muchas estaciones que conforman la red del Metro, una destaca por su nombre intrigante y lleno de misterio: Barranca del Muerto. Esta estación, situada en la Línea 7, es la terminal sur de una de las rutas más transitadas de la ciudad, pero lo que realmente capta la atención de las y los usuarios es el origen de su peculiar nombre. ¿Alguna vez te has preguntado por qué se llama Barranca del Muerto?
El nombre Barranca del Muerto puede sonar un poco siniestro, casi sacado de una leyenda urbana o una historia de terror. Sin embargo, el origen de este nombre se encuentra en la geografía, la historia prehistórica y los acontecimientos históricos de la región, mucho antes de que existiera el metro y la moderna infraestructura que hoy caracteriza a la zona.
Hace muchos años, la zona donde hoy se encuentra la estación era atravesada por una profunda barranca, que se extendía por lo que ahora ocupa la avenida Revolución, y tenía una profundidad que rebasaba los 15 metros. Esta barranca no era cualquier accidente geográfico, sino el resultado de un evento sísmico de tiempos prehistóricos. En la Sierra del Ajusco, el volcán Xitle, que se ubica en el sur de la ciudad, provocó una serie de movimientos terrestres que fracturaron la tierra en varios puntos. Uno de esos movimientos abrió la tierra en un gran tramo, dando origen a la imponente barranca que, con el tiempo, se convertiría en el escenario de numerosas leyendas.
Durante la época de la Revolución Mexicana, la posesión de la región de Mixcoac, donde se encuentra la barranca, fue ambicionada tanto por los carrancistas como por los zapatistas. Estos grupos rivales se enfrentaron en varias ocasiones en la zona, y las batallas dejaron tras de sí un rastro de muertos. Muchos de los caídos en estos enfrentamientos fueron arrojados al fondo de la barranca, lo que contribuyó a que el lugar se ganara su sombrío nombre. Con el tiempo, las leyendas sobre almas en pena comenzaron a surgir entre las y los habitantes de la región. Se decía que los espíritus de los muertos, abandonados en la barranca, atormentaban a lxs vecinxs con apariciones fantasmales y extraños sonidos en las noches, consolidando así el nombre de Barranca del Muerto. Y, como dato curioso, el logotipo de esta estación representa la silueta de dos águilas en vuelo; esto se debe a que, aunque estas aves son aves rapaces, es decir que suelen cazar su alimento, también pueden alimentarse de cuerpos frescos que no fueron cazados por ellas; y, se dice que, durante la Revolución, la zona se encontraba llena de estas aves que se acercaban para alimentarse de los muertos que arrojaban a la barranca.
A pesar de su nombre, Metro Barranca del Muerto es hoy en día una estación moderna y bien conectada que juega un papel crucial en la movilidad diaria de lxs capitalinxs. Inaugurada el 19 de diciembre de 1985, esta estación es un punto neurálgico para aquellxs que se desplazan hacia el sur de la ciudad o que viven en las zonas aledañas. Con su ubicación estratégica en la avenida Revolución, la estación facilita el acceso a una variedad de servicios y zonas residenciales.
El nombre Barranca del Muerto ha trascendido su origen geográfico para convertirse en una referencia cultural dentro de la Ciudad de México. Para muchxs, el nombre evoca curiosidad y especulación. Es común que lxs usuarixs del metro, especialmente aquellxs que no son de la capital, se pregunten sobre el origen del nombre, lo que ha llevado a que se tejan numerosas historias y mitos en torno a la estación.
A pesar de su nombre que podría parecer sombrío, la estación Barranca del Muerto es un lugar seguro, frecuentado diariamente por miles de personas. De hecho, el contraste entre el nombre y la realidad cotidiana de la estación es un ejemplo perfecto de cómo las ciudades evolucionan, superponiendo capas de historia y modernidad en un mismo espacio.
La estación Barranca del Muerto es un recordatorio de la evolución de la Ciudad de México, donde los nombres de los lugares nos cuentan historias que van más allá de la superficie. Aunque hoy es una estación de metro moderna y funcional, su nombre nos invita a reflexionar sobre el pasado y a mantener viva la memoria de los lugares, incluso cuando estos han cambiado drásticamente. Así que la próxima vez que tomes la Línea 7 y llegues a Barranca del Muerto, recuerda que estás transitando por un espacio cargado de historia, donde la modernidad y la leyenda se encuentran cada día.
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El Metro Talismán es una de esas estaciones que, más allá de ser un simple punto de tránsito en la rutina diaria de miles de capitalinxs, es un portal hacia un capítulo fascinante de la historia de la Ciudad de México. Ubicada en la Línea 4 del Sistema de Transporte Colectivo (STC), entre las estaciones Bondojito y Valle Gómez, Talismán no solo destaca por su funcionalidad, sino por el enigma que envuelve su nombre y la particularidad de su diseño.
El nombre Talismán evoca la idea de amuletos y objetos cargados de poder, esos pequeños artefactos que las culturas antiguas valoraban por su capacidad para atraer la buena fortuna y alejar las malas vibras. Sin embargo, el origen del nombre de esta estación no se debe a creencias esotéricas, sino a un hallazgo prehistórico que ocurrió durante la construcción de la Línea 4 a finales de la década los 70.
En 1978, durante los trabajos de excavación para la construcción del metro, los obreros se toparon con algo extraordinario: restos fósiles de un mamut. Este gigante de la prehistoria, que habitó la región hace más de 10,000 años, fue descubierto cerca de la actual ubicación de la estación. Los restos fueron identificados como los de un Mammuthus columbi, una especie que vagaba por las llanuras de lo que hoy conocemos como el Valle de México. La sorpresa fue mayúscula, y la relevancia del descubrimiento inspiró la idea de que este hallazgo se convirtiera en una especie de “talismán” o amuleto protector para la ciudad y su gente.
En honor a este increíble descubrimiento, las autoridades decidieron que la estación llevaría el nombre de Talismán. Y, como dato curioso, en diferentes culturas orientales se considera que los elefantes con la trompa apuntando al cielo se consideran de buena suerte, por lo mismo, el logotipo de la estación muestra al mamut con la trompa hacia arriba. Pero la cosa no quedó solo en el nombre; los restos fósiles del mamut fueron incorporados al diseño de la estación, y desde su inauguración en 1981, lxs usuarixs pueden admirar una réplica del mamut en el vestíbulo de la estación. Este pequeño museo subterráneo no solo rinde homenaje al animal que alguna vez habitó estas tierras, sino que también convierte a Talismán en una especie de cápsula del tiempo, un recordatorio del pasado remoto del Valle de México.
Transitar por el Metro Talismán es, en cierto sentido, realizar un viaje a través del tiempo. Mientras esperas el convoy, puedes contemplar la réplica del mamut y dejarte llevar por la imaginación: pensar en un México cubierto de pastizales, con manadas de mamuts recorriendo la región, bajo un clima muy diferente al que conocemos hoy. Es un rincón de la ciudad que nos invita a reflexionar sobre lo efímero de nuestra existencia en comparación con las eras geológicas y los seres que habitaron el planeta mucho antes de que siquiera existiera el concepto de civilización.
Además, el nombre Talismán no deja de tener un aire místico y protector, recordándonos la importancia de valorar y preservar los hallazgos arqueológicos que enriquecen nuestra comprensión del pasado. El Metro de la Ciudad de México no es solo un medio de transporte; en estaciones como Talismán, es también un museo vivo, un espacio donde el pasado y el presente se encuentran para ofrecernos una perspectiva más amplia de nuestra historia compartida.
El Metro Talismán, más que un simple punto de tránsito, es una ventana al pasado prehistórico de la Ciudad de México. Su nombre, inspirado por el descubrimiento de un mamut durante su construcción, es un recordatorio constante de las raíces profundas de la región y de la importancia de preservar y honrar nuestro patrimonio. Así que la próxima vez que pases por esta estación, tómate un momento para reflexionar sobre el gigante que una vez pisó estas tierras y el legado que ha dejado para las generaciones presentes y futuras.
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¿Sabías que en las Ciudad de México existen cinco sitios arqueológicos? El más importante de ellos, por su ubicación e historia, es el Templo Mayor, en el mero corazón de la ciudad; pero también están Tlatelolco y los tres menos conocidos: Cerro de la Estrella, Cuicuilco y Mixcoac. ¿Mixcoac es un sitio arqueológico? Si. Debes saber, qué más allá de la fuente de serpientes frente a la (desaparecida) feria de Mixcoac y al mercado de Mixcoac, en esta zona se encuentra un pequeño sitio arqueológico que puede ser observado desde el mismísimo Periférico. ¿No me crees? Entonces date una vuelta por la calle de Pirámide, en San Pedro de los Pinos.
En 1916, el historiador Francisco Fernández Castillo siguió el mapa de Uppsalao de Santa Cruz, elaborado en 1550, hasta encontrarse con las ruinas de dos edificios prehispánicos. Siguiendo el mapa, que marcaba el topónimo de “la serpiente en las nubes” el investigador nombró a la zona como Mixcoac. Cuatro años después, Manuel Gamio, director de Monumentos Prehispánicos (quien deberes descubriría Cuicuilco) le pidió a Eduardo Noguera que realizara una excavación arqueológica para investigar el montículo al que conocían como el Teocalli San Pedro de los Pinos.
Se sabe poco de la civilización que habitó en Mixcoac; sin embargo, hoy en día sabeos que perteneció al altépetl (entidad política) de Coyohuaca (conformada también por Coapa, Tepetlapa, Axotla, Huitzilopochco, Xoco, Chimalistac y Copilco) cuando toda la zona pertenecía a los Tepenecas de Azcapotzalco. También se sabe que, antes de que los Mexicas le arrebataran Coyohuaca a los Tepenecas solía ser un lugar en el que se realizaban de adoración y, en él, se realizaba una importante fiesta a la que acudían habitantes de Tenochtitlán, Tlatelolco y otros puntos cercanos. También sabemos que Maxtla, hijo de Tezozomoc y gobernante de Coyoacán, hostilizó a Tenochtitlán y fracasó en el intento, por lo que todo el señorío se convirtió en un tributario de la Triple Alianza (Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba). Y que, tras la caída de Tenochtitlán, los españoles hicieron lo que mejor sabían hacer y destruyeron prácticamente todo el pueblo de Mixcoac dejando únicamente los cimientos que podemos apreciar hoy en día.
Por otro lado, aunque Mixcoac se descubrió en 1916, esta zona arqueológica se mantuvo cerrada al público, quedando prácticamente en el olvido, perdiéndose entre las casas de San Pedro de los Pinos y del Periférico. No fue hasta el 2019, más de un siglo después de su descubrimiento, que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) decidió abrir esta pequeña zona arqueológica para que chicxs y grandes puedan apreciar los vestigios que quedan del pueblo de Mixcoac. Y, aunque es un lugar pequeño y sencillo, recorrer los jardines donde se encuentran los restos de Mixcoac es una oportunidad para revivir la historia y descubrir cómo era la vida en la tierra que se convertiría en la Ciudad de México. Así que, si buscas una actividad diferente para descubrir tu ciudad, puedes darte una vuelta por la Zona Arqueológica de Mixcoac.
Prepara tu Visita Dirección: Pirámide #7, esq. Av. San Antonio y Periférico, Colonia San Pedro de los Pinos, Ciudad de México, CDMX Costo por persona: Entrada libre Horario: Lunes a viernes de 10:00 a 16:00 hrs. Página Web:inah.gob.mx/zonas/zona-arqueologica-de-mixcoac
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.
¿Sabes que en la Ciudad de México se asentó una de las civilizaciones prehispánicas más antiguas del país y de las que se tiene registro? Resulta que, en algún punto entre el año 800 y 650 antes de nuestra era (a.C) se empezó a construir una pequeña ciudad en lo que hoy es la zona de Peña Pobre, en el cruce de Periférico e Insurgentes. Me refiero, obviamente, a Cuicuilco; una ciudad tan antigua, que probablemente fue contemporánea a la Cultural Olmeca de Veracruz y Tabasco. Y, a pesar de su importancia histórica, la realidad es que sabemos muy poco de aquella civilización, pues la erupción del volcán Xitle, al rededor del año 250 de nuestra era (d.C) terminó desplazando a los habitantes de Cuicuilco, probablemente llevándolos a fundar Teotihuacán o Azcapotzalco, y ocultando prácticamente toda la ciudad en piedra volcánica.
A pesar de que Cuicuilco pudo haber llegado a tener hasta 40,000 habitantes, la ciudad se perdió durante siglos gracias a la lava que cubrió toda la zona. No fue hasta 1922 que Manuel Gamio descubrió restos de aquella civilización perdida y, junto a Byron Cummings, exploró y restauró el Gran Basamento, descubriendo algunos edificios. Para 1939, Eduardo Noguera abrió el sitio arqueológico de Cuicuilco, y el primer museo de sitio, con la finalidad de darle importancia al lugar y continuar con las exploraciones. Años después, se empezó a urbanizar la zona de Peña Pobre y fue así que, en 1957, Ángel Palerm y Eric Wolf descubrieron un nuevo conjunto de siete construcciones del otro lado de Insurgentes. Y, aunque ya se conocía la importancia de Cuicuilco, gracias a las Olimpiadas de México 68, varios edificios prehispánicos fueron destruidos para construcción de la Villa Olímpica.
Hoy en día, Cuicuilco se divide en tres secciones, que dependen de la época en la que fueron desenterradas. La sección principal es Cuicuilco A, descubierta en 1922. En esta zona, además del museo de sitio, podrás conocer el Gran Basamento Circular, considerada la primera pirámide de piedra de Mesoamérica, y que cuenta con diferentes altares semirrectangulares construidos en diferentes etapas. El Kiva también se encuentra en esta zona, una construcción parecida, según Cummings, a las cámaras semisubterráneas de EE.UU. y dentro que se encuentra decorado con diseños de patrones rojos realizados con óxido de hierro (siendo uno de los ejemplos más tempranos de pintura mural). También podrás conocer la Estela, un monolito de casi cuatro metros que se encontró al sur del Gran Basamento.
Mientras que, al cruzar Avenida de los Insurgentes y entrar en la Villa Olímpica, zona que no está semi abierta al público, se encuentra la zona conocida como Cuicuilco B. En esta zona, sobreviven algunos edificios habitacionales como los edificios VI y VIII, así como el Edificio Heizer (también conocido como IX) y los restos de El Palacio, un edificio religioso donde se encontraron 28 depósitos subterráneos en los que se almacenaban comestibles, así como 24 entierros fúnebres. Y el descubrimiento más reciente es Cuicuilco C, una pequeña zona arqueológica que se encuentra parcialmente en propiedad privada y con un pequeño montículo que no fue cubierto por la lava y que se encuentra en el parque de Peña Pobre.
Si ya te emocionaste con todo lo que Cuicuilco tiene para contarte, ¿por qué no lo descubres en persona? Da un paseo por el Gran Basamento, imagina la vida en esta antigua ciudad y siente la energía de una civilización que dejó huella en la historia. Cada rincón de Cuicuilco es un viaje al pasado, donde podrás conectar con las raíces más profundas de nuestra cultura. Así que, cuando tengas un tiempo libre, date una vuelta por esta joya oculta en la Ciudad de México. ¡Te aseguro que te sorprenderás con todo lo que aún guarda bajo sus piedras volcánicas!
Prepara tu Visita Dirección: Av. Insurgentes Sur #146, esq. Periférico Sur, Colonia La Joya, Ciudad de México, CDMX Costo por persona: Entrada libre Horario: Martes a domingos de 9:00 a 17:00 hrs. Página Web:inah.gob.mx/zonas/zona-arqueologica-cuicuilco Facebook:facebook.com/ZACuicuilco
Apasionado de la comida, siempre en busca de nuevos rincones donde disfrutar sabores únicos. Maestro de yoga y meditación, combina su espíritu tranquilo con su amor por la aventura como ciclista urbano. Admirador de la cultura mexicana, explora la magia de la Ciudad de México.