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Metro Tezozómoc, una historia del México Prehispánico

La Ciudad de México es un mosaico de historia, donde cada rincón tiene una historia que contar. Esto es especialmente cierto en su Sistema de Transporte Colectivo, el Metro, donde muchas de las estaciones llevan nombres que evocan la rica herencia cultural y prehispánica de la región. Una de estas estaciones es Tezozómoc, ubicada en la Línea 6 del Metro, entre las estaciones UAM-Azcapotzalco y El Rosario. Este nombre, que resuena con el poder y la tradición de los antiguos mexicas, nos invita a explorar más sobre su origen y significado.

El nombre de la estación Tezozómoc rinde homenaje a un personaje clave en la historia prehispánica del Valle de México: Tezozómoc, un señorío que jugó un papel crucial en el desarrollo de la región durante los siglos XIV y XV. Tezozómoc fue un tlatoani (gobernante) de Azcapotzalco, una de las ciudades más importantes de la región antes de la consolidación del poder mexica. Gobernó con mano firme y astucia, logrando expandir su dominio sobre gran parte del Valle de México y estableciendo a Azcapotzalco como una de las potencias más influyentes de la época.

Bajo su gobierno, Tezozómoc se convirtió en una figura temida y respetada, y su legado dejó una marca indeleble en la historia de México. Aunque eventualmente su dominio fue superado por la alianza entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan, que daría lugar al famoso Imperio Azteca, Tezozómoc es recordado como uno de los líderes más importantes de la era prehispánica.

La estación de metro Tezozómoc no solo lleva el nombre de este ilustre gobernante, sino que también está situada en una zona que tiene una profunda conexión con la historia y la cultura prehispánica. El Parque Tezozómoc, ubicado cerca de la estación, es un espacio recreativo y cultural que fue diseñado para recordar y honrar el legado de las civilizaciones que habitaron la región. El parque, con su lago artificial y su diseño que emula el paisaje del Valle de México en la época prehispánica, es un lugar donde los visitantes pueden reflexionar sobre la historia y la importancia de las culturas originarias de México.

El Metro Tezozómoc, cuyo logotipo recrea la silueta del tlatoani, es más que una simple estación de paso; es un recordatorio constante de la historia y el legado de las culturas que precedieron a la Ciudad de México tal como la conocemos hoy. Para los y las miles de usuarias que transitan por esta estación diariamente, el nombre de Tezozómoc es una ventana a un pasado lleno de líderes poderosos, batallas por el control del Valle de México y una rica herencia cultural que sigue siendo relevante en la actualidad.

En una ciudad tan vibrante y diversa como la Ciudad de México, es fácil pasar por alto los significados profundos detrás de los nombres de los lugares que forman parte de la vida cotidiana. Sin embargo, detenerse un momento para reflexionar sobre estos nombres puede ofrecer una nueva perspectiva sobre la conexión entre el pasado y el presente, y sobre cómo la historia sigue viva en los espacios urbanos.

La estación de metro Tezozómoc es un homenaje a uno de los líderes más influyentes de la historia prehispánica del Valle de México. Su nombre, que evoca el poder y la astucia del tlatoani de Azcapotzalco, es un recordatorio de la rica herencia cultural que subyace en la Ciudad de México. Al transitar por esta estación, los usuarios no solo están viajando a través de la ciudad, sino también a través del tiempo, conectando con un pasado que sigue vivo en la memoria colectiva de la nación. Así que la próxima vez que te encuentres en Tezozómoc, tómate un momento para apreciar la historia que se esconde detrás de este nombre y la conexión que tenemos con nuestras raíces prehispánicas.

Metro Barranca del Muerto, la historia y mito detrás de su nombre

La Ciudad de México es conocida por su vibrante vida urbana, su rica historia y, claro, su extenso Sistema de Transporte Colectivo (STC). Entre las muchas estaciones que conforman la red del Metro, una destaca por su nombre intrigante y lleno de misterio: Barranca del Muerto. Esta estación, situada en la Línea 7, es la terminal sur de una de las rutas más transitadas de la ciudad, pero lo que realmente capta la atención de las y los usuarios es el origen de su peculiar nombre. ¿Alguna vez te has preguntado por qué se llama Barranca del Muerto?

El nombre Barranca del Muerto puede sonar un poco siniestro, casi sacado de una leyenda urbana o una historia de terror. Sin embargo, el origen de este nombre se encuentra en la geografía, la historia prehistórica y los acontecimientos históricos de la región, mucho antes de que existiera el metro y la moderna infraestructura que hoy caracteriza a la zona.

Hace muchos años, la zona donde hoy se encuentra la estación era atravesada por una profunda barranca, que se extendía por lo que ahora ocupa la avenida Revolución, y tenía una profundidad que rebasaba los 15 metros. Esta barranca no era cualquier accidente geográfico, sino el resultado de un evento sísmico de tiempos prehistóricos. En la Sierra del Ajusco, el volcán Xitle, que se ubica en el sur de la ciudad, provocó una serie de movimientos terrestres que fracturaron la tierra en varios puntos. Uno de esos movimientos abrió la tierra en un gran tramo, dando origen a la imponente barranca que, con el tiempo, se convertiría en el escenario de numerosas leyendas.

Durante la época de la Revolución Mexicana, la posesión de la región de Mixcoac, donde se encuentra la barranca, fue ambicionada tanto por los carrancistas como por los zapatistas. Estos grupos rivales se enfrentaron en varias ocasiones en la zona, y las batallas dejaron tras de sí un rastro de muertos. Muchos de los caídos en estos enfrentamientos fueron arrojados al fondo de la barranca, lo que contribuyó a que el lugar se ganara su sombrío nombre. Con el tiempo, las leyendas sobre almas en pena comenzaron a surgir entre las y los habitantes de la región. Se decía que los espíritus de los muertos, abandonados en la barranca, atormentaban a lxs vecinxs con apariciones fantasmales y extraños sonidos en las noches, consolidando así el nombre de Barranca del Muerto. Y, como dato curioso, el logotipo de esta estación representa la silueta de dos águilas en vuelo; esto se debe a que, aunque estas aves son aves rapaces, es decir que suelen cazar su alimento, también pueden alimentarse de cuerpos frescos que no fueron cazados por ellas; y, se dice que, durante la Revolución, la zona se encontraba llena de estas aves que se acercaban para alimentarse de los muertos que arrojaban a la barranca.

A pesar de su nombre, Metro Barranca del Muerto es hoy en día una estación moderna y bien conectada que juega un papel crucial en la movilidad diaria de lxs capitalinxs. Inaugurada el 19 de diciembre de 1985, esta estación es un punto neurálgico para aquellxs que se desplazan hacia el sur de la ciudad o que viven en las zonas aledañas. Con su ubicación estratégica en la avenida Revolución, la estación facilita el acceso a una variedad de servicios y zonas residenciales.

El nombre Barranca del Muerto ha trascendido su origen geográfico para convertirse en una referencia cultural dentro de la Ciudad de México. Para muchxs, el nombre evoca curiosidad y especulación. Es común que lxs usuarixs del metro, especialmente aquellxs que no son de la capital, se pregunten sobre el origen del nombre, lo que ha llevado a que se tejan numerosas historias y mitos en torno a la estación.

A pesar de su nombre que podría parecer sombrío, la estación Barranca del Muerto es un lugar seguro, frecuentado diariamente por miles de personas. De hecho, el contraste entre el nombre y la realidad cotidiana de la estación es un ejemplo perfecto de cómo las ciudades evolucionan, superponiendo capas de historia y modernidad en un mismo espacio.

La estación Barranca del Muerto es un recordatorio de la evolución de la Ciudad de México, donde los nombres de los lugares nos cuentan historias que van más allá de la superficie. Aunque hoy es una estación de metro moderna y funcional, su nombre nos invita a reflexionar sobre el pasado y a mantener viva la memoria de los lugares, incluso cuando estos han cambiado drásticamente. Así que la próxima vez que tomes la Línea 7 y llegues a Barranca del Muerto, recuerda que estás transitando por un espacio cargado de historia, donde la modernidad y la leyenda se encuentran cada día.

Metro Talismán, un viaje al pasado prehistórico de la CDMX

El Metro Talismán es una de esas estaciones que, más allá de ser un simple punto de tránsito en la rutina diaria de miles de capitalinxs, es un portal hacia un capítulo fascinante de la historia de la Ciudad de México. Ubicada en la Línea 4 del Sistema de Transporte Colectivo (STC), entre las estaciones Bondojito y Valle Gómez, Talismán no solo destaca por su funcionalidad, sino por el enigma que envuelve su nombre y la particularidad de su diseño.

El nombre Talismán evoca la idea de amuletos y objetos cargados de poder, esos pequeños artefactos que las culturas antiguas valoraban por su capacidad para atraer la buena fortuna y alejar las malas vibras. Sin embargo, el origen del nombre de esta estación no se debe a creencias esotéricas, sino a un hallazgo prehistórico que ocurrió durante la construcción de la Línea 4 a finales de la década los 70.

En 1978, durante los trabajos de excavación para la construcción del metro, los obreros se toparon con algo extraordinario: restos fósiles de un mamut. Este gigante de la prehistoria, que habitó la región hace más de 10,000 años, fue descubierto cerca de la actual ubicación de la estación. Los restos fueron identificados como los de un Mammuthus columbi, una especie que vagaba por las llanuras de lo que hoy conocemos como el Valle de México. La sorpresa fue mayúscula, y la relevancia del descubrimiento inspiró la idea de que este hallazgo se convirtiera en una especie de “talismán” o amuleto protector para la ciudad y su gente.

En honor a este increíble descubrimiento, las autoridades decidieron que la estación llevaría el nombre de Talismán. Y, como dato curioso, en diferentes culturas orientales se considera que los elefantes con la trompa apuntando al cielo se consideran de buena suerte, por lo mismo, el logotipo de la estación muestra al mamut con la trompa hacia arriba. Pero la cosa no quedó solo en el nombre; los restos fósiles del mamut fueron incorporados al diseño de la estación, y desde su inauguración en 1981, lxs usuarixs pueden admirar una réplica del mamut en el vestíbulo de la estación. Este pequeño museo subterráneo no solo rinde homenaje al animal que alguna vez habitó estas tierras, sino que también convierte a Talismán en una especie de cápsula del tiempo, un recordatorio del pasado remoto del Valle de México.

Transitar por el Metro Talismán es, en cierto sentido, realizar un viaje a través del tiempo. Mientras esperas el convoy, puedes contemplar la réplica del mamut y dejarte llevar por la imaginación: pensar en un México cubierto de pastizales, con manadas de mamuts recorriendo la región, bajo un clima muy diferente al que conocemos hoy. Es un rincón de la ciudad que nos invita a reflexionar sobre lo efímero de nuestra existencia en comparación con las eras geológicas y los seres que habitaron el planeta mucho antes de que siquiera existiera el concepto de civilización.

Además, el nombre Talismán no deja de tener un aire místico y protector, recordándonos la importancia de valorar y preservar los hallazgos arqueológicos que enriquecen nuestra comprensión del pasado. El Metro de la Ciudad de México no es solo un medio de transporte; en estaciones como Talismán, es también un museo vivo, un espacio donde el pasado y el presente se encuentran para ofrecernos una perspectiva más amplia de nuestra historia compartida.

El Metro Talismán, más que un simple punto de tránsito, es una ventana al pasado prehistórico de la Ciudad de México. Su nombre, inspirado por el descubrimiento de un mamut durante su construcción, es un recordatorio constante de las raíces profundas de la región y de la importancia de preservar y honrar nuestro patrimonio. Así que la próxima vez que pases por esta estación, tómate un momento para reflexionar sobre el gigante que una vez pisó estas tierras y el legado que ha dejado para las generaciones presentes y futuras.

Mixcoac, las pirámides escondidas por el Periférico

¿Sabías que en las Ciudad de México existen cinco sitios arqueológicos? El más importante de ellos, por su ubicación e historia, es el Templo Mayor, en el mero corazón de la ciudad; pero también están Tlatelolco y los tres menos conocidos: Cerro de la Estrella, Cuicuilco y Mixcoac. ¿Mixcoac es un sitio arqueológico? Si. Debes saber, qué más allá de la fuente de serpientes frente a la (desaparecida) feria de Mixcoac y al mercado de Mixcoac, en esta zona se encuentra un pequeño sitio arqueológico que puede ser observado desde el mismísimo Periférico. ¿No me crees? Entonces date una vuelta por la calle de Pirámide, en San Pedro de los Pinos.

En 1916, el historiador Francisco Fernández Castillo siguió el mapa de Uppsalao de Santa Cruz, elaborado en 1550, hasta encontrarse con las ruinas de dos edificios prehispánicos. Siguiendo el mapa, que marcaba el topónimo de “la serpiente en las nubes” el investigador nombró a la zona como Mixcoac. Cuatro años después, Manuel Gamio, director de Monumentos Prehispánicos (quien deberes descubriría Cuicuilco) le pidió a Eduardo Noguera que realizara una excavación arqueológica para investigar el montículo al que conocían como el Teocalli San Pedro de los Pinos.

Se sabe poco de la civilización que habitó en Mixcoac; sin embargo, hoy en día sabeos que perteneció al altépetl (entidad política) de Coyohuaca (conformada también por Coapa, Tepetlapa, Axotla, Huitzilopochco, Xoco, Chimalistac y Copilco) cuando toda la zona pertenecía a los Tepenecas de Azcapotzalco. También se sabe que, antes de que los Mexicas le arrebataran Coyohuaca a los Tepenecas solía ser un lugar en el que se realizaban de adoración y, en él, se realizaba una importante fiesta a la que acudían habitantes de Tenochtitlán, Tlatelolco y otros puntos cercanos. También sabemos que Maxtla, hijo de Tezozomoc y gobernante de Coyoacán, hostilizó a Tenochtitlán y fracasó en el intento, por lo que todo el señorío se convirtió en un tributario de la Triple Alianza (Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba). Y que, tras la caída de Tenochtitlán, los españoles hicieron lo que mejor sabían hacer y destruyeron prácticamente todo el pueblo de Mixcoac dejando únicamente los cimientos que podemos apreciar hoy en día.

Por otro lado, aunque Mixcoac se descubrió en 1916, esta zona arqueológica se mantuvo cerrada al público, quedando prácticamente en el olvido, perdiéndose entre las casas de San Pedro de los Pinos y del Periférico. No fue hasta el 2019, más de un siglo después de su descubrimiento, que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) decidió abrir esta pequeña zona arqueológica para que chicxs y grandes puedan apreciar los vestigios que quedan del pueblo de Mixcoac. Y, aunque es un lugar pequeño y sencillo, recorrer los jardines donde se encuentran los restos de Mixcoac es una oportunidad para revivir la historia y descubrir cómo era la vida en la tierra que se convertiría en la Ciudad de México. Así que, si buscas una actividad diferente para descubrir tu ciudad, puedes darte una vuelta por la Zona Arqueológica de Mixcoac.

Prepara tu Visita
Dirección:
 Pirámide #7, esq. Av. San Antonio y Periférico, Colonia San Pedro de los Pinos, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Entrada libre
Horario: Lunes a viernes de 10:00 a 16:00 hrs.
Página Web:inah.gob.mx/zonas/zona-arqueologica-de-mixcoac

Cuicuilco, la misteriosa ciudad prehispánica oculta bajo la lava

¿Sabes que en la Ciudad de México se asentó una de las civilizaciones prehispánicas más antiguas del país y de las que se tiene registro? Resulta que, en algún punto entre el año 800 y 650 antes de nuestra era (a.C) se empezó a construir una pequeña ciudad en lo que hoy es la zona de Peña Pobre, en el cruce de Periférico e Insurgentes. Me refiero, obviamente, a Cuicuilco; una ciudad tan antigua, que probablemente fue contemporánea a la Cultural Olmeca de Veracruz y Tabasco. Y, a pesar de su importancia histórica, la realidad es que sabemos muy poco de aquella civilización, pues la erupción del volcán Xitle, al rededor del año 250 de nuestra era (d.C) terminó desplazando a los habitantes de Cuicuilco, probablemente llevándolos a fundar Teotihuacán o Azcapotzalco, y ocultando prácticamente toda la ciudad en piedra volcánica.

A pesar de que Cuicuilco pudo haber llegado a tener hasta 40,000 habitantes, la ciudad se perdió durante siglos gracias a la lava que cubrió toda la zona. No fue hasta 1922 que Manuel Gamio descubrió restos de aquella civilización perdida y, junto a Byron Cummings, exploró y restauró el Gran Basamento, descubriendo algunos edificios. Para 1939, Eduardo Noguera abrió el sitio arqueológico de Cuicuilco, y el primer museo de sitio, con la finalidad de darle importancia al lugar y continuar con las exploraciones. Años después, se empezó a urbanizar la zona de Peña Pobre y fue así que, en 1957, Ángel Palerm y Eric Wolf descubrieron un nuevo conjunto de siete construcciones del otro lado de Insurgentes. Y, aunque ya se conocía la importancia de Cuicuilco, gracias a las Olimpiadas de México 68, varios edificios prehispánicos fueron destruidos para construcción de la Villa Olímpica.

Hoy en día, Cuicuilco se divide en tres secciones, que dependen de la época en la que fueron desenterradas. La sección principal es Cuicuilco A, descubierta en 1922. En esta zona, además del museo de sitio, podrás conocer el Gran Basamento Circular, considerada la primera pirámide de piedra de Mesoamérica, y que cuenta con diferentes altares semirrectangulares construidos en diferentes etapas. El Kiva también se encuentra en esta zona, una construcción parecida, según Cummings, a las cámaras semisubterráneas de EE.UU. y dentro que se encuentra decorado con diseños de patrones rojos realizados con óxido de hierro (siendo uno de los ejemplos más tempranos de pintura mural). También podrás conocer la Estela, un monolito de casi cuatro metros que se encontró al sur del Gran Basamento.

Mientras que, al cruzar Avenida de los Insurgentes y entrar en la Villa Olímpica, zona que no está semi abierta al público, se encuentra la zona conocida como Cuicuilco B. En esta zona, sobreviven algunos edificios habitacionales como los edificios VI y VIII, así como el Edificio Heizer (también conocido como IX) y los restos de El Palacio, un edificio religioso donde se encontraron 28 depósitos subterráneos en los que se almacenaban comestibles, así como 24 entierros fúnebres. Y el descubrimiento más reciente es Cuicuilco C, una pequeña zona arqueológica que se encuentra parcialmente en propiedad privada y con un pequeño montículo que no fue cubierto por la lava y que se encuentra en el parque de Peña Pobre.

Si ya te emocionaste con todo lo que Cuicuilco tiene para contarte, ¿por qué no lo descubres en persona? Da un paseo por el Gran Basamento, imagina la vida en esta antigua ciudad y siente la energía de una civilización que dejó huella en la historia. Cada rincón de Cuicuilco es un viaje al pasado, donde podrás conectar con las raíces más profundas de nuestra cultura. Así que, cuando tengas un tiempo libre, date una vuelta por esta joya oculta en la Ciudad de México. ¡Te aseguro que te sorprenderás con todo lo que aún guarda bajo sus piedras volcánicas!

Prepara tu Visita
Dirección:
 Av. Insurgentes Sur #146, esq. Periférico Sur, Colonia La Joya, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: Entrada libre
Horario: Martes a domingos de 9:00 a 17:00 hrs.
Página Web: inah.gob.mx/zonas/zona-arqueologica-cuicuilco
Facebook: facebook.com/ZACuicuilco

Conoce el barrio de Chimalistac y su historia

Chimalistac es una de las colonias más bonitas y misteriosas de la Ciudad de México; y es que, al recorrer las calles empedradas de Chimalistac no solo te encontrarás con impresionantes casonas de finales del siglo XIX, sino que también podrás descubrir restos del México prehispánico y colonial. Y, por si fuera poco, gracias a su antigüedad y al aura de la colonia, hoy en día existen un sinfín de leyendas paranormales que rodean a Chimalistac. ¿Quieres conocer más de esta colonia? Entones acompáñame por este breve recorrido a través de Chimalistac.

Historia de Chimalistac

El nombre Chimalistac proviene del náhuatl y se puede traducir como “Lugar de los Escudos Blancos”, nombre que se le dio por ahí del año 1410 de nuestra era, después de que Tezozomoc, señor de Azcapotzalco, se lo arrebatara a los tepanecas (civilización de origen chichimeca). En aquella época, Tezozomoc le da el rango de señorío a Coyoacán e instala a su hijo Maxtla como gobernante. Poco tiempo después, para 1426, Maxtla decide hostilizar a Tenochtitlán y Texcoco, pero la alianza entre mexicas y acolhuas propició la derrota de Maxtla y su ejército, por lo que terminan huyendo a Coyoacán, donde es derrotado.

Tras la derrota, Coyoacán y sus siete barrios (Chimalistac, Coapa, Tepetlapa, Axotla, Huitzilopochco, Xoco, y Copilco) se convirtieron en tributarios a la Triple Alianza (Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba). Y Chimalistac se convirtió en el principal eje de comunicación entre Tenochtitlán, Mixcoac y Churubusco.

Cuando los españoles llegaron a Coyoacán ejecutaron a Cuauhpopoca, el regidor del señorío, y Ixtolinque, su hijo, asumió el gobierno, pero pidió hacerlo después de unirse a la causa española, y después de la caída del Imperio Mexica sería bautizado como Juan de Guzmán Ixtolinque. Con este nombre, y ayudando a los españoles, continuó gobernando Coyoacán hasta su muerte, en 1573. El nuevo gobierno lo asumió el hijo de Ixtolinque, Felipe de Guzmán, y él decidió donar las tierras de Chimalistac a la Orden de los Carmelitas Descalzos, quienes habían construido el Convento del Carmen en lo que hoy es San Ángel, a unos pasos de Chimalistac. Es por eso, que los Carmelitas convirtieron la zona en el huerto del convento; y también construyeron algunas iglesias/capillas y el colegio de teología y artes.

Los Carmelitas mantuvieron la propiedad de Chimalistac por varios siglos, hasta que se promulgaron las Leyes de Reforma (entre 1855 y 1863). Gracias a la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos (promulgada el 12 de junio de 1859), gran parte de los terrenos de la Iglesia pasaron a ser manos del Estado, y Chimalistac no fue la excepción. Es por eso que, para finales del siglo XIX, las familias más acaudaladas de la Ciudad de México construyeron casas de descanso en los terrenos que alguna vez fueron el huerto del Convento del Carmen. Por cierto, poco después de esto, el 17 de julio de 1928, José de León Toral asesinó al presidente Álvaro Obregón en el restaurante La Bombilla, que se encontraba donde hoy está el Parque de la Bombilla, justo donde termina el barrio de Chimalistac.

Recorrido por Chimalistac

El 28 de noviembre de 20, el gobierno del Distrito Federal emitió un decreto en el que declaraba a Chimalistac como patrimonio tangible e intangible de la Ciudad de México, expresando que:

Se declara patrimonio cultural tangible de la Ciudad de México a los callejones, callejuelas, jardines, conjuntos religiosos, paseos, casas y en general, al conjunto urbano-arquitectónico ubicado en la Colonia Chimalistac, Delegación Álvaro Obregón; y patrimonio cultural intangible al conjunto de festividades, manifestaciones artísticas, actividades de esparcimiento, ferias populares, tradiciones, exposiciones de arte, formas de organización comunitaria y demás manifestaciones colectivas pertenecientes a la colonia mencionada.

Dentro de Chimalistac se pueden encontrar 12 construcciones que el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) declaró como monumentos históricos. Para que te des una idea de todos estos monumentos, podemos nombrar la Capilla de San Sebastián Mártir, la Ermita o Cámara de los Secretos construida por Fray Andrés de San Miguel en 1620, la Casona Colonial donde se encuentra el Centro de Estudios de Historia de México Carso. También podrás encontrarte con la Cruz Atrial de San Sebastián, la barda que rodeaba el huerto Carmelita (o un pedazo de barda) y también está la fuente del huerto, así como los cuatro puentes de mampostería que pasaban sobre el Río Magdalena, mismo que hoy está entubado debajo del Paseo del Río. Cabe mencionar, que el barrio de Chimalistac también fue uno de los protagonistas de la novela Santa de Federico Gamboa, por lo que vale mucho la pena darse una vuelta por la calle de Santa y de Hipólito, donde podrás revivir esta historia.

Por si fuera poco, justo en donde termina Chimalistac se encuentran el Parque Tagle y el Parque de la Bombilla, donde podrás horas jugando, patinando o disfrutando del ambiente. En este último, también podrás visitar el Monumento a Álvaro Obregón, una impresionante construcción construida justo sobre el lugar donde fue abatido el presidente de México y que cuenta con esculturas realizadas por Ignacio Asúnsolo, mismas que simbolizan las luchas campesinas. Pero eso no es todo, y es que, el monumento cuenta una entrada a una cámara oculta donde se encontraba exhibido el brazo derecho de Álvaro Obregón (mismo que perdió en la batalla de Celaya); hoy en día, gracias a Salinas de Gortari, ya no se encuentra exhibido el brazo real, pero sí una repica en bronce del mismo.

Ahora que sabes un poco más de Chimalistac y su historia, solo queda que te des una vuelta por este barrio tradicional y descubrir sus secretos por tu cuenta.

De Niño Perdido a Eje Central, la historia de una Avenida

Eje Central es una de las calles más largas y transitadas de la Ciudad de México; con poco menos de veinte kilómetros, está avenida nace en Avenida Ajusco, justo en los límites con Coyoacán, y se convierte al norte, al cruzar Insurgentes, en Avenida de los Cien Metros para llegar hasta el Acueducto de Tenayuca, justo donde en el límite entre CDMX y el Estado de México. Es una calle tan larga, que, a pesar de ser paralela con Insurgentes, termina cruzándola (obvio esto es carilla). Y, si te has fijado al caminar o circular por el Eje Central Lázaro Cárdenas, seguramente te habrás dado cuenta de que, a lo largo e la ciudad, la calle tiene varios nombres alternativos como Niño Perdido o San Juan de Letrán, entre otros. ¿Alguna vez te has preguntado el por qué de estos nombres? Si respondiste que sí, acompáñame a descubrirlo.

Antes que nada, debes saber que la Ciudad de México terminaba (por lo menos hacia el poniente) justamente por donde hoy pasa el Eje Central. Por lo mismo, se construyó una pequeña calzada, que después se convertiría en avenida, que iba de sur a norte por los límites de la ciudad. Y, mientras crecía la mancha urbana, se fueron construyendo edificios a los costados de esta avenida, como ejemplo está el Palacio de Bellas Artes y la Nacional. Pero la ciudad creció bastante más en todas direcciones y, para mediados del siglo XX, ya existían varias avenidas que iban de sur a norte (y viceversa), siguiendo el trazado de lo que hoy es el Eje Central.

Para los años cincuenta, el gobierno de la Ciudad antes llamada Distrito decidió tratar de incorporar todas esas avenidas en una sola, sentando las bases de lo que hoy es el Eje Central. Y, por los años setenta, se planteó la idea de reorganizar el trazo urbano de la ciudad, tirando algunos edificios para poder unificar diferentes calles y avenidas que formarían lo que hoy son los Ejes Viales. Fue en ese momento en el que nació, de forma oficial, el Eje Central, juntando Avenida Panamá, Niño Perdido, San Juan de Letrán, Calle de Santa María la Redonda y Avenida de los 100 metros (porque desde hace décadas no se llama Cien Metros de forma oficial). Y su nombre se debe a que, a partir de esta “mega” avenida surgen los demás Ejes Viales de la Ciudad. Pero… ¿De dónde surgieron los nombres de todas esas avenidas?

Probablemente, de todas las avenidas o tramos que conforman el Eje Central, el nombre que más llama la atención es el de Niño Perdido. Lo creas o no, esta calle literalmente se llama (o llamó) Niño Perdido, porque un niño se perdió en esa zona durante la Colonia. La realidad es que se desconoce la historia exacta de aquel niño que se perdió, pero existen dos grandes leyendas coloniales al respecto.

En resumen, la primera habla de un joven platero (que tenía su negocio en la calle de Plateros, hoy Madero, muy cerca de la Alameda) que fue rechazado por su novia, quien decidió casarse con un escultor que acababa de llegar de España. La pareja concibió un hijo al poco tiempo de casarse, formando una familia feliz. Sin embargo, una noche cualquiera, un incendio provocó caos en la calle de Plateros y sus alrededores; y el joven platero, que seguía enamorado, decidió robar al bebé de su ex novia. Al darse cuenta del robo, la mujer salió a la calzada gritando “¡Mi hijo se ha perdido! ¡Madre mía, devuélveme al niño perdido!“. Aunque encontraron al bebé con vida poco tiempo después, la gente empezó a llamar a la calzada como Niño Perdido.

Otra leyenda sobre esta calle cuenta que Adrián de Villacaña llegó, junto a su hijo Lauro, en 1659 a la Ciudad de México. El español llegó a México buscando nuevos negocios y olvidar la muerte de su querida esposa. Padre e hijo consiguieron una casona en lo que hoy es el Eje, y empezaron una nueva vida. Sin embargo, Lauro seguía triste y enojado por la muerte de su madre. Con el paso de los años, Adrián fue diagnosticado con una extraña enfermedad que estaba acabando con él, por lo que decidió que tenía que casarse, y que una mujer cuidara de su hijo al morir. Eventualmente, se casó con Doña Elvira, pero Lauro no aceptó a la mujer y se peleaba constantemente con ella. Una noche, el niño desapareció por completo. Su padre se volvió loco buscándolo toda la noche, y pasaron los meses, y siguió buscándolo hasta su muerte. Doña Elvira se convirtió en la heredera única de la fortuna Villacaña y empezó a darse una vida de lujos. Sin embargo, una noche de locura, la mujer se quitó la vida aventándose de la ventana.

Mientras Doña Elvira caía por la ventana, la Sirvienta se encontró con una llave que había caído sin explicación al suelo. Entró, junto a sus compañeros, entró al cuarto de la señora a buscar a ver a qué podía pertenecer esa llave; de pronto, sintieron un olor fétido que salía de un baúl. Al acercarse, descubrieron que la llave podría abrirlo, así que probar si abría. Metieron la llave, la giraron y el candado se abrió sin problema. Y, al abrir el baúl, descubrieron el cuerpo sin vida de Lauro. A partir de aquél entonces, la gente empezó a llamar a esta calle como Niño Perdido.

Los demás tramos de Eje Central tienen historias más sencillas y menos curiosas. Por ejemplo, el tramo conocido como San Juan de Letrán, viene del Colegio San Juan de Letrán, el primer colegio de educación primaria en la Nueva España, que se encontraba en la esquina de Eje Central y Plateros (hoy Madero). Por otro lado, el tramo conocido como Santa María la Redonda debe su nombre al a la Iglesia de Santa María la Redonda, que se encuentra a la altura de la colonia Guerrero, prácticamente frente a Garibaldi.

Así que ya sabes, la próxima vez que circules por el Eje Central Lázaro Cárdenas, estarás viajando no solo por una de las arterias más importantes de la Ciudad de México, sino también por un camino cargado de historia y leyendas. Desde el trágico destino de un niño perdido hasta las transformaciones urbanas del siglo XX, cada tramo de esta avenida tiene su propio relato, haciendo que esta vía no sea solo un conjunto de calles unificadas, sino un verdadero museo viviente del pasado capitalino. ¿Qué otras historias y secretos guardará este mítico eje de la ciudad? Solo queda explorarlo con curiosidad y dejar que la historia te susurre al oído mientras avanzas por su recorrido. ¡El Eje Central es mucho más que un simple camino, es un viaje a través del tiempo en pleno corazón de la CDMX!

Zona Arqueológica Tlatelolco, un encuentro con la identidad Mexicana

Enclavado en el corazón de la Ciudad de México, el sitio arqueológico de Tlatelolco es un testimonio vivo de la grandeza y complejidad de la civilización Mexica. Este lugar, donde se encuentra la Plaza de las Tres Culturas, es un espacio donde convergen pasado y presente, ofreciendo una ventana única a la historia del México prehispánico, colonial y moderno.

Tlatelolco fue una ciudad fundada en 1337, apenas 13 años después de la fundación de Tenochtitlán, por un grupo disidente Mexicas que no estaban de acuerdo con la forma en la que funcionaba el Imperio. Aunque originalmente fue un asentamiento independiente, con el tiempo se convirtió en un rival económico y militar de Tenochtitlán, razón por la que ocurrió una gran Guerra entre ambas civilizaciones en 1473. Además, Tlatelolco llegó a ser uno de los principales centros comerciales de Mesoamérica. Su mercado, el tianguis de Tlatelolco, era famoso por la variedad y cantidad de productos que ofrecía, atrayendo a comerciantes de todo el imperio y sus alrededores.

Uno de los episodios más significativos en la historia de Tlatelolco fue la resistencia tenaz que sus habitantes presentaron durante la Conquista. En 1521, después de la caída de Tenochtitlán, Tlatelolco fue el último bastión de defensa mexica. La valentía de sus guerreros y su líder, Cuauhtémoc, se mantiene como un símbolo de resistencia indígena. Sin embargo, el 13 de agosto de 1521, la ciudad finalmente cayó ante las tropas de Hernán Cortés, marcando el fin del Imperio Mexica.

Hoy en día, caminar por el sitio arqueológico de Tlatelolco es recorrer los vestigios de un glorioso pasado. Entre las ruinas, se pueden observar los restos de templos, adoratorios y edificios administrativos que dan cuenta de la importancia religiosa, política y económica de esta urbe. Destaca el Templo Mayor de Tlatelolco, dedicado a Huitzilopochtli, dios de la guerra, y a Tláloc, dios de la lluvia, figuras clave en la cosmovisión mexica. Y, otro punto que resalta mucho de este lugar son los Amantes de Tlatelolco, los cuerpos de un hombre y una mujer que murieron abrazados durante la guerra de 1473, y que fueron encontrados en un entierro que se descubrió recientemente.

Por otro lado, la Plaza de las Tres Culturas, donde se encuentra el sitio arqueológico, es también un recordatorio poderoso de la confluencia de culturas que ha marcado la historia de México. Aquí se erigen, junto a las ruinas prehispánicas, el Convento de Santiago, un edificio colonial del siglo XVI, y modernos edificios construidos durante el siglo XX. Este contraste simboliza la continuidad y la transformación de la identidad mexicana, desde sus raíces indígenas hasta la época contemporánea.

El sitio arqueológico de Tlatelolco no solo es un lugar de importancia histórica, sino también un espacio de reflexión sobre los eventos trágicos que han ocurrido en este sitio. En 1968, durante la Matanza de Tlatelolco, cientos de estudiantes fueron asesinados en la Plaza de las Tres Culturas, convirtiendo a Tlatelolco en un símbolo de lucha por la justicia y los derechos humanos en México.

Visitar Tlatelolco es adentrarse en un capítulo fundamental de la historia de México, donde cada piedra cuenta una historia de grandeza, resistencia y transformación. Este sitio no solo preserva el legado de los mexicas, sino que también invita a reflexionar sobre el México actual y sus complejas raíces culturales.

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Dirección:
 Ricardo Flores Magón #1, Tlatelolco, Ciudad de México, CDMX
Costo por persona: $80 pesos. Domingos entrada libre a residentes de México.
Horario: Miércoles a jueves de 11:00 a 17:00 hrs. viernes a domingo de 11:00 a 18:00 hrs.
Página Web: tlatelolco.inah.gob.mx
Instagram: instagram.com/zatlatelolcoinah
Twitter: x.com/ZA_Tlatelolco
Facebook: facebook.com/ZATlatelolcoINAH
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Tecpan de Tlatelolco, hogar del mural perdido de Siqueiros

El 13 de agosto de 1521 cayó el Imperio Mexica ante el Ejército Español, tras varias batallas que dejaron unos 40,000 mexicas muertos. Tras la caída de Tenochtitlán, una de las primeras acciones del gobierno de la Nueva España fue la de construir el edificio Tecpan de Tlatelolco, para que funcionara como sede de gobierno de y ayuntamiento de Santiago Tlatelolco. Aunque no se encontraba en la capital del nuevo (y el viejo) Imperio, Tlatelolco fue siempre un sitio estratégico por su ubicación y porque desde el siglo XIV fue uno de los mercados más importantes de la región. Por lo mismo, el tener un edificio gubernamental en esta zona, no solo ayudaría a controlar a lxs indígenas, sino que también funcionaría de garita militar y aduanal. Y, el edificio de Tecpan de Tlatelolco fue tan importante, que incluso aparece retratado, con sus siete vanos inferiores, en el Códice Tlatelolco de 1563.

Con el paso de los siglos, el ayuntamiento de Tecpan de Tlatelolco pasó al olvido, hasta 1850 que se adaptó para convertirse en la Casa de Corrección, una institución enfocada en reformar a jóvenes delincuentes. Tres años después, la correccional mutó para convertirse en el Colegio Correccional San Antonio; una escuela que buscaba rehabilitar a lxs jóvenes a través de talleres de ciencia y arte. Poco a poco, la escuela empezó a recibir estudiantes que no provenían de la cárcel, pero que tenían pocos recursos; y con la llegada del Porfiriato, el gobierno agregó un segundo piso al edificio, para terminar de convertirlo en una escuela para huérfanos y huérfanas.

Después de eso, el edificio de Tecpan de Tlatelolco quedó prácticamente en el olvido, y no fue hasta finales de los años cincuenta cuando el presidente Adolfo López Mateos planteó el proyecto del Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco. Este proyecto buscaba crear una ciudad dentro de la ciudad; un conjunto habitacional que, además de contar con miles de departamentos a precios asequibles ofrecería centros deportivos, hospitales, escuelas, áreas verdes y tres museos permanentes. Para bien o para mal, los museos no se construyeron en aquél entonces y solo se adecuaron los restos del Tecpan para convertirse en la Sala Homenaje a Cuauhtémoc.

En esta sala, David Alfaro Siqueiros realizó el mural Cuauhtémoc contra el mito; el primer mural de Siqueiros y en él utiliza técnicas mixtas con soportes en tercera dimensión, con la escultura realizada por Luis Arenal Bastar. En el mural, Siqueiros experimentó usando diferentes materiales como triplay, masonite y piroxilinas para crear diferentes efectos, tonos y texturas, siendo un mural único en su tipo. Por cierto, este mural fue instalado originalmente en la calle de Sonora #9, en la casa de la familia Siqueiros, y posteriormente trasladado a este recinto.

¿Y de qué trata el mural? Cuauhtémoc contra el mito muestra a un conquistador español cabalgado a su caballo encabritado y herido, mientras empuña un arma de fuego en una mano y un crucifijo católico rematado en una daga en la otra; frente a él, se encuentra Cuauhtémoc con una lanza con punta de obsidiana, parado sobre la cabeza de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. Entre ambos personajes se puede ver a Moctezuma II preguntando a los dioses “¿Por qué el regreso de Quetzalcóatl, el dios blanco y barbado, había provocado el colapso de su cultura?”; mientras que, al fondo se puede apreciar un templo en llamas y bajo el caballo, una cabeza cercenada. Es un mural pequeño, pero impactante por su carga simbólica y la manera en la que Siqueiros trabajaba con los colores y las formas.

Por si fuera poco, gracias a los trabajos que inició Eduardo Matos en 1988 en el Templo Calendárico de Tlatelolco (la primera “pirámide” que encontrarás al entrar al Sitio Arqueológico de Tlatelolco), en 1989 se encontró una pintura prehispánica que se convirtió en uno de los hallazgos más importantes de Tlatelolco, y, para que todo el mundo pueda apreciar esta pintura, o los restos de ella, esta fue trasladada a la Sala Homenaje a Cuauhtémoc en el Tecpan.

Así que, si eres amante del arte moderno, y en especial de David Alfaro Siqueiros, o si andas cerca de Tlatelolco y quieres conocer el primer trabajo de uno de los muralistas más importantes del México moderno, y/o quieres descubrir uno de los edificios occidentales más antiguos de la Ciudad de México (y de todo el país), tienes que darte una vuelta por el edificio de Tecpan de Tlatelolco, justo atrás del Jardín Santiago, y descubrir este rincón de historia y cultura perdido en medio del caos de la Ciudad.

Mezcal: su historia, proceso y cómo tomarlo

No hay duda de que el mezcal es uno de esos regalos que nos dejaron lxs dioses prehispánicos para alegrarnos la vida. Esta bebida espirituosa no solo te conquista con sus sabores y aromas únicos, sino que también “te pone mágicx”. En los últimos años, el mezcal ha reconquistado tanto a México como al mundo entero, regalándonos experiencias inolvidables a quienes hemos tenido la suerte de probarlo.

Pero… ¿alguna vez te has preguntado de dónde viene esta deliciosa bebida? ¡Acompáñanos a descubrir su historia!

La leyenda de Mayahuel: La diosa del Maguey, el Pulque y el Mezcal

La historia del mezcal se remonta a tiempos muy antiguos, mucho antes de que los españoles pisaran estas tierras. En aquel entonces, vivía una joven hermosa llamada Mayahuel, que habitaba con su abuela, una temible Tzintzimitl. Estas criaturas, según el folclor mexica, eran demonios o deidades menores que intentaban impedir que el sol saliera.

Mayahuel se enamoró de Quetzalcóatl, el joven dios, quien la convenció de bajar a la tierra para amarse transformados en un árbol bifurcado. Cuando la abuela descubrió la fuga de Mayahuel, bajó a la tierra junto a otras Tzintzimitls y, al encontrar el árbol de los amantes, arrancó la rama que pertenecía a Mayahuel, destrozándola y dejando a Quetzalcóatl ileso.

Con el corazón roto, Quetzalcóatl enterró los restos de su amada en la tierra. Con el tiempo, de allí brotó una planta dura por fuera y dulce por dentro, rodeada de espinas para protegerse de las Tzintzimitls. Así nació el maguey, y con él, la diosa Mayahuel, madre del pulque, el mezcal y la miel de agave.

La historia del destilado de maguey

Hace más de 9000 años, en México, ya se usaba el maguey para mil cosas: desde textiles y armas hasta alimentos. El agave cocido era una delicia prehispánica, y a través de códices y relatos de la época colonial, sabemos que había muchas bebidas fermentadas hechas de maguey, siendo el pulque la más destacada.

Pero, ¿cómo llegamos al mezcal destilado? Para eso, se necesita un alambique. Y aunque la historia no es del todo clara, hay tres teorías principales sobre cómo llegó este artefacto a México:

  • Los españoles: La teoría más aceptada es que los españoles trajeron el alambique de cobre con serpentina, un invento árabe.
  • Los filipinos: Otra teoría sugiere que el alambique de madera y barro llegó gracias a los filipinos, quienes arribaron a las costas de Colima y Michoacán en el siglo XVI.
  • México prehispánico: Recientemente, se han encontrado vestigios que podrían ser alambiques prehispánicos, lo que sugiere que ya se destilaba mezcal o alguna otra bebida espirituosa en el México precolombino.

Independientemente de quién trajo la destilación a México, lo importante es que esta técnica se extendió rápidamente, permitiendo a cada región crear sus propios destilados. Y claro, en México no tardaron en destilar maguey cocido, creando lo que llamaron “aguardiente” o “vino de mezcal“, cuyo nombre proviene del náhuatl mezcalli, que significa maguey cocido.

¿Tequila o mezcal? ¿Son lo mismo?

El tequila y el mezcal son bebidas destiladas de maguey o agave cocido. Ambas bebidas se realizan cociendo la penca, fermentándola y después destilándola. Entonces, básicamente el tequila y el mezcal son lo mismo. Sí, pero no. La realidad es que, todas las bebidas destiladas de maguey (por lo menos siguiendo estas técnicas) son mezcales, y el tequila no es más que un mezcal destilado en la región de Tequila (y otras zonas limitadas). Para bien o para mal, con el porfiriato, se empezaron a adoptar los licores extranjeros, creando la idea de que el mezcal era para pobres. Y, a mediados del siglo pasado, un grupo de empresarios jaliscienses se organizaron para crear una NOM que les permitiera impulsar la venta del vino de mezcal de Tequila.

Para no aburrirte, la NOM define la forma en la que se debe de destilar el tequila, así como las regiones en las que este se puede producir. Y, como el tequila se empezó a elaborar de forma más industrializada, la NOM es muy permisiva con los procesos, permitiendo que la penca se cocine en hornos de vapor, se fermente en tinas de acero inoxidable y se destile en alambiques industriales. Esto no tiene (necesariamente) nada de malo, pero sí elimina los sabores que nacen de los procesos tradicionales y artesanales de fabricación. Además, de que el tequila puede llevar cierto porcentaje de licor de caña para reducir los costos.

La NOM no ayudó al mezcal, solo al tequila, y por ende este destilado continuó en el olvido. Y fue así, hasta que, a principios de este siglo, otro grupo de empresarios impulsó la NOM-mezcal con la que buscaron (y lograron) impulsar la bebida espirituosa. Esta nom establece que, para que el mezcal pueda llamarse mezcal debe de:

  • 100% agave: Aunque la NOM-Mezcal permite que se incluya hasta un 20% de otros carbohidratos en la destilación, un buen mezcal debe ser 100% agave. Así que, cuando compres mezcal, asegúrate de que la etiqueta diga 100% agave o 100% maguey.
  • Denominación de Origen: Solo 9 estados en México pueden producir mezcal con Denominación de Origen: Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Durango, San Luis Potosí, Zacatecas, Tamaulipas, Puebla y Guanajuato. Cualquier otro destilado de maguey que se haga fuera de estos estados recibe otro nombre, como Bacanora o Sotol.
  • Producción: El Consejo Mexicano Regulador De La Calidad Del Mezcal (CRM) establece que para que un mezcal sea comercializado, debe cumplir con un estricto proceso de producción y estar registrado ante el CRM, lo cual incluye aprobaciones anuales de sus lotes de producción.

Pero, la realidad es que, esta NOM no es más que una estrategia publicitaria para que los grandes empresarios puedan vender mezcal, pues la regulación termina limitando a los pequeños productores de mezcal artesanal que no peuden pagar las revisiones del Consejo Regulador, o que se encuentran fuera de los estados delimitados… a fin de cuentas, todas las bebidas destiladas 100% de agave que se produzcan en México deberían considerarse mezcal.

Y, respondiendo a la pregunta con la que inicié este apartado, sí, todo tequila es un mezcal, pero no todo mezcal es un tequila. Eso sí, si lo que buscas es una bebida realmente tradicional y que ofrezca una experiencia organoléptica única, no la encontrarás en los tequilas industriales.

Tipos de mezcal: ¿Cuál es cuál?

Existen distintos tipos de mezcal, y aquí te explicamos algunos de ellos:

  • Clasificación por tipo de agave: Dependiendo del agave utilizado, el sabor del mezcal cambia radicalmente. Entre los más conocidos están Espadín, Tobalá, Madrecuixe, Coyote, y Tepextate, entre otros. Esta información debe aparecer en la etiqueta de la botella junto a la leyenda 100% agave o 100% maguey.
  • Clasificación por añejamiento: Según la NOM-Mezcal, hay 6 clases de mezcal, 4 de ellas basadas en el tiempo de añejamiento:
  • Joven o Blanco: Embotellado directamente después de la destilación.
  • Madurado en Vidrio: Madurado en botellas de vidrio de al menos 5 litros.
  • Reposado: Almacenado en barricas de madera por un mínimo de 2 meses y un máximo de un año.
  • Añejo: Almacenado por más de un año en barricas de hasta 200 litros. También existen los mezcales Abocado con (endulzados naturalmente durante la destilación) y Destilado con (mezcal destilado con algún otro ingrediente, como el famoso mezcal de pechuga).

¿Cómo catar el mezcal?

Ahora que conoces la historia y sabes por qué el sabor del mezcal puede variar tanto, es hora de disfrutarlo. Aquí te dejamos algunos tips para probarlo como todo un(a) expertx.

Primero, recuerda no agitar el mezcal una vez servido. Aunque las jícaras son tradicionales, te recomendamos servirlo en vasos de vidrio de boca ancha para preservar sus aromas. Déjalo reposar un momento y luego toma una gota con el dedo, frótala en el dorso de tu mano y huélela; aquí es donde podrás percibir esos deliciosos aromas del maguey cocido y ver si le agregaron algún colorante (en caso de ser añejo).

Para preparar tu boca, toma un “besito” de mezcal, es decir, un traguito muy pequeño. Reténlo unos segundos mientras lo pasas por toda la boca y, al tragar, respira profundamente. A partir de aquí, sigue tomando el mezcal a “besitos” y disfruta de esta experiencia única.

¡Salud y que lo disfrutes!